

Luego de una ardua jornada laboral, con las presiones propias de fin de mes —vencimientos, sueldos, caos—, era momento de soltar todo y dirigirse al Teatro Flores para presenciar una de las visitas más esperadas por los fans… y por quien suscribe por supuesto. W.A.S.P., con el mítico e inigualable Blackie Lawless, regresaba a la Argentina luego de 15 años, en el marco de la gira Album One Alive y la fecha elegida fue aquel 30 de abril de 2025, un día que quedará grabado en la memoria de los miles de afortunados que dijeron presente.
La gira tiene un objetivo claro, tocar de principio a fin el álbum debut de 1984, con aquellos himnos inmortales como “L.O.V.E. Machine”, “Animal (Fuck Like A Beast)” y varios más. Para quienes compraron aquel disco en vinilo o cassette en los años 80, esto fue un sueño de heavy metal convertido en realidad. El efecto visual que construyó la MTV en aquella década sigue grabado a fuego en el imaginario colectivo y todos tuvimos ese flashback surrealista en el momento que Blackie Lawless apareció en escena. La foto del póster que tenía colgado en la pared de la habitación se había vuelto carne y hueso, y estaba a medio metro de mí. Ese ídolo estaba parado frente a nosotros con el mismo fuego en los ojos y las mismas ganas de conectar con la gente que hizo posible que W.A.S.P. siga vivo hasta hoy.
Pero basta de preámbulos, estimado lector, están acá para revivir lo que fue una noche mágica e irrepetible. Blackie, ese líder explosivo, comandó el ataque metálico ante una sala colmada y sedienta de heavy metal. Desde la intro quedó claro que el público había esperado demasiado tiempo este reencuentro.
Pasado 15 minutos del horario pautado originalmente, la banda irrumpió entre humo y luces mientras sonaba la intro, desatando una actuación demoledora.Y no podían arrancar con otra: “I Wanna Be Somebody” fue el primer mazazo que hizo explotar el Flores. Frente a los miles de fanáticos, el longevo vocalista se alzaba con toda esa teatralidad intacta que siempre lo caracterizó, haciendo gestos a la gente, marcando ritmo y sintiendo la complicidad con quienes lo acompañaban en esta travesía. Aunque Blackie es el único miembro original en pie, el grupo no desentonó en lo más mínimo. Mike Duda (bajo), Doug Blair (guitarra) y Aquiles Priester (batería) ofrecieron un espectáculo sólido. Doug, en especial, llamó la atención por su parecido con Osvaldo Civile, tanto en imagen como en actitud: pura garra desde esas seis cuerdas, ejecutando tremendos solos de guitarra con precisión y soltura.
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En cuanto a lo extra musical, algunas grandes estructuras se armaron a la espalda de los músicos, además de estar acompañados por secuencias que incluyen material de viejos videoclips, películas como The Dungeonmaster y Ghoulies II, generando un combo visual que potenció aún más la propuesta. Quizás, para que la fiesta hubiese sido completa, hubiese sido genial poder ver en el escenario a “Elvis”, el famoso pie de micrófono que acompañó a Blackie durante gran parte de su historia. El público merece mención especial. Apenas se conoció la noticia del regreso de W.A.S.P., las entradas volaron haciendo que muchos quedaran afuera pero que se acercaron igual con la esperanza de conseguir un ticket. Media hora antes del show, un mar de distintas generaciones coreaba —aunque con un grito algo desentonado— el “oooh soy de Waa-asp”.
Tras interpretar el álbum completo, hubo una pausa de breves minutos hasta que la banda volvió con una serie de medleys que incluyeron “Inside the Electric Circus”, “I Don’t Need No Doctor”, “Scream Until You Like It”, “The Real Me” y fragmentos de “Forever Free” y “The Headless Children”. Pero la noche no terminó ahí, W.A.S.P. trajo consigo un bis cargado de clásicos que recorrieron su historia y no podía ser de otra forma, se retiraron con dos himnos de The Last Command (1985): “Wild Child” y “Blind in Texas” en donde el Teatro Flores se dejó seducir coreando con furia mientras la banda demostraba por qué trasciende cualquier etiqueta glam: son pesados, osados y teatrales como pocos.
¿Y la eterna pregunta? ¿Hubo playback o pistas pregrabadas? Sí… y no. A veces se notaba cierto soporte en coros y voces principales, otras veces parecía todo 100% en vivo. Pero como el propio Lawless ha reconocido en entrevistas, estas herramientas se usan para mejorar la experiencia. ¿Le importó a alguien? En absoluto. La emoción, la entrega, la fiesta… eso es lo que se respiró toda la noche.
Este show no solo fue un recital más, fue una celebración del legado, de la resiliencia, de la pasión. W.A.S.P. sigue siendo una de las bandas más subestimadas de su era, y con esta gira lo dejaron bien en claro. Para quienes tuvimos la suerte de estar ahí, fue una noche inolvidable. Para los fans de siempre, fue una recorrida por los primeros cuatro discos, un regalo cargado de historia. Y para todos los demás: si vuelven, no lo duden ni un segundo. Yo sé lo que les digo.
Fotos de Martin DarkSoul


Luego de una ardua jornada laboral, con las presiones propias de fin de mes —vencimientos, sueldos, caos—, era momento de soltar todo y dirigirse al Teatro Flores para presenciar una de las visitas más esperadas por los fans… y por quien suscribe por supuesto. W.A.S.P., con el mítico e inigualable Blackie Lawless, regresaba a la Argentina luego de 15 años, en el marco de la gira Album One Alive y la fecha elegida fue aquel 30 de abril de 2025, un día que quedará grabado en la memoria de los miles de afortunados que dijeron presente.
La gira tiene un objetivo claro, tocar de principio a fin el álbum debut de 1984, con aquellos himnos inmortales como “L.O.V.E. Machine”, “Animal (Fuck Like A Beast)” y varios más. Para quienes compraron aquel disco en vinilo o cassette en los años 80, esto fue un sueño de heavy metal convertido en realidad. El efecto visual que construyó la MTV en aquella década sigue grabado a fuego en el imaginario colectivo y todos tuvimos ese flashback surrealista en el momento que Blackie Lawless apareció en escena. La foto del póster que tenía colgado en la pared de la habitación se había vuelto carne y hueso, y estaba a medio metro de mí. Ese ídolo estaba parado frente a nosotros con el mismo fuego en los ojos y las mismas ganas de conectar con la gente que hizo posible que W.A.S.P. siga vivo hasta hoy.
Pero basta de preámbulos, estimado lector, están acá para revivir lo que fue una noche mágica e irrepetible. Blackie, ese líder explosivo, comandó el ataque metálico ante una sala colmada y sedienta de heavy metal. Desde la intro quedó claro que el público había esperado demasiado tiempo este reencuentro.
Pasado 15 minutos del horario pautado originalmente, la banda irrumpió entre humo y luces mientras sonaba la intro, desatando una actuación demoledora.Y no podían arrancar con otra: “I Wanna Be Somebody” fue el primer mazazo que hizo explotar el Flores. Frente a los miles de fanáticos, el longevo vocalista se alzaba con toda esa teatralidad intacta que siempre lo caracterizó, haciendo gestos a la gente, marcando ritmo y sintiendo la complicidad con quienes lo acompañaban en esta travesía. Aunque Blackie es el único miembro original en pie, el grupo no desentonó en lo más mínimo. Mike Duda (bajo), Doug Blair (guitarra) y Aquiles Priester (batería) ofrecieron un espectáculo sólido. Doug, en especial, llamó la atención por su parecido con Osvaldo Civile, tanto en imagen como en actitud: pura garra desde esas seis cuerdas, ejecutando tremendos solos de guitarra con precisión y soltura.
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En cuanto a lo extra musical, algunas grandes estructuras se armaron a la espalda de los músicos, además de estar acompañados por secuencias que incluyen material de viejos videoclips, películas como The Dungeonmaster y Ghoulies II, generando un combo visual que potenció aún más la propuesta. Quizás, para que la fiesta hubiese sido completa, hubiese sido genial poder ver en el escenario a “Elvis”, el famoso pie de micrófono que acompañó a Blackie durante gran parte de su historia. El público merece mención especial. Apenas se conoció la noticia del regreso de W.A.S.P., las entradas volaron haciendo que muchos quedaran afuera pero que se acercaron igual con la esperanza de conseguir un ticket. Media hora antes del show, un mar de distintas generaciones coreaba —aunque con un grito algo desentonado— el “oooh soy de Waa-asp”.
Tras interpretar el álbum completo, hubo una pausa de breves minutos hasta que la banda volvió con una serie de medleys que incluyeron “Inside the Electric Circus”, “I Don’t Need No Doctor”, “Scream Until You Like It”, “The Real Me” y fragmentos de “Forever Free” y “The Headless Children”. Pero la noche no terminó ahí, W.A.S.P. trajo consigo un bis cargado de clásicos que recorrieron su historia y no podía ser de otra forma, se retiraron con dos himnos de The Last Command (1985): “Wild Child” y “Blind in Texas” en donde el Teatro Flores se dejó seducir coreando con furia mientras la banda demostraba por qué trasciende cualquier etiqueta glam: son pesados, osados y teatrales como pocos.
¿Y la eterna pregunta? ¿Hubo playback o pistas pregrabadas? Sí… y no. A veces se notaba cierto soporte en coros y voces principales, otras veces parecía todo 100% en vivo. Pero como el propio Lawless ha reconocido en entrevistas, estas herramientas se usan para mejorar la experiencia. ¿Le importó a alguien? En absoluto. La emoción, la entrega, la fiesta… eso es lo que se respiró toda la noche.
Este show no solo fue un recital más, fue una celebración del legado, de la resiliencia, de la pasión. W.A.S.P. sigue siendo una de las bandas más subestimadas de su era, y con esta gira lo dejaron bien en claro. Para quienes tuvimos la suerte de estar ahí, fue una noche inolvidable. Para los fans de siempre, fue una recorrida por los primeros cuatro discos, un regalo cargado de historia. Y para todos los demás: si vuelven, no lo duden ni un segundo. Yo sé lo que les digo.