

Cumple 20 años uno de los discos más polémicos en la discografía de Helloween. “The Dark Ride” llega a las dos décadas de vida y que mejor que subirse a bordo de este paseo oscuro en un fin de semana de, justamente, Halloween.
La polémica en torno a “The Dark Ride” quizás se debió más a la interna que estaba viviendo la banda en aquellos años puesto que este sería el último disco que contaría con la participación de Roland Grapow (guitarra) y Uli Kusch (batería). Ambos músicos abandonarían el campamento de Michael Weikath – guitarrista y líder encabronado de las calabazas – para darle vida a Masterplan. Este dato no es menor, puesto que Grapow y Kusch fueron los encargados de reemplazar nada más ni nada menos que a Kai Hansen y a Ingo Schwichtenberg respectivamente; miembros de la formación más clásica de Helloween, la cual le daría vida a las dos partes del inmortal “Keeper of the Seven Keys” (1987 y 1988), la obra que ubicaría a los alemanes para siempre en las páginas doradas de la historia del Heavy Metal.
De modo que los ánimos no eran los mejores en el seno del quinteto a la hora de concebir esta placa y eso claramente se vió reflejado en el resultado final. Seguramente hoy “The Dark Ride” tiene un mayor reconocimiento que el obtenido en el momento de su lanzamiento pero casi todos coincidimos que es un álbum que presenta algunas irregularidades. Pero antes de meternos de lleno en este oscuro viaje repasemos un poco cómo fue que la banda llegó al año 2000.
Helloween es uno de esos casos en donde su obra magna funciona como una bendición y una condena al mismo tiempo, puesto que así como los “Keeper of the Seven Keys” los habilitaron a jugar en las grandes ligas también los condenaría para el resto de su carrera, dado que la banda jamás conseguiría empardar semejante hito discográfico, logrando que cada nuevo lanzamiento sea irremediablemente comparado con éste. Pero una vez que la banda asumió que viviría con este karma por el resto de la eternidad, y ya con Andi Deris subido al barco para hacerse cargo de la inmensa tarea de reemplazar a un vocalista venido de otra galaxia como lo es Michael Kiske, las calabazas alemanas se enfocaron en re encauzar una carrera que se estaba viniendo a pique a comienzos de los 90’s. Así es como durante la segunda mitad de aquella década, utilizando ingredientes distintos a aquellos que los hicieron triunfar a otrora, el quinteto revitalizó su status gracias a tres lanzamientos sólidos como “Master of the Rings” (1994), “The Time of The Oath” (1996) y, especialmente, el formidable “Better Than Raw” (1998) permitiéndoles así sumarse a la cresta de la ola que el Power Metal estaba viviendo durante la agonía del siglo pasado, momento en que el género gozaba de una frescura y de propuestas por demás interesantes. Género que, paradójicamente, fueron ellos mismos quienes lo ayudaron a patentar.
Pero como toda curva que tiene pendiente ascendente llega el momento en que la misma se aplana y es seguida por un inevitable descenso; y lamentablemente esa cota fue marcada por “The Dark Ride” en los albores del nuevo milenio. Si bien el Power Metal y otros subgéneros más vinculados con el Heavy Metal más clásico gozaban de buena salud en aquel entonces, la realidad es que el foco del Mainstream estaba ubicado en Estados Unidos y lo que ocurría en Europa era casi completamente desconocido para las grandes masas. Era la época en la que el Rock pesado tomaba por asalto las radios y las pantallas de la todavía influyente MTV de la mano de bandas como Korn, Limp Bizkit, Slipknot, Rage Against The Machine ó System of A Down; bandas que se caracterizaba por un sonido más grueso de guitarras, con menos (o casi nulos) solos, voces menos líricas y marcando compases más propios del Hip Hop que del Rock, y con letras más orientadas a retratar la angustia adolescente que relatos fantásticos. Es decir, lo diametralmente opuesto a la propuesta de bandas como Helloween. Y quizás sea lícito pensar que este contexto influyó de alguna forma también en el resultado final de “The Dark Ride”. Los rumores dicen que los primeros roces entre los miembros de la banda surgieron justamente porque Grapow y Kusch tenían intenciones de “modernizar” el sonido del grupo (algo que tiene bastante sentido si uno después escucha los primeros álbumes de Masterplan) mientras que Weikath y Deris querían permanecer en la línea más clásica de su estilo. Tiempo más tarde, en unas entrevistas, Markus Grosskopf – bajista histórico de la banda y el único ladero fiel de Weikath – llegó a declarar que “The Dark Ride” fue un disco que se grabó en un ambiente donde mucha gente le decía a la banda lo que tenía que hacer o cuál era la dirección del momento a seguir, algo que los frustró demasiado. El mismo Weikath sería muy duro con su propio disco no mucho tiempo después de su salida y al día de hoy la banda lo mira más como un mal recuerdo que otra cosa. Aunque vaya a uno a saber si fue por cómo resultaron las canciones o porque se trató de un momento no muy amigable en la vida de los músicos.
A nivel sonido es cierto que “The Dark Ride” nos muestra a un Helloween aguerrido como nunca antes. El sonido más grave de las guitarras y las vocalizaciones menos armoniosas de Deris dan prueba de ello. Los arreglos y las atmósferas más oscuras en muchas de sus canciones hicieron que muchos consideren a este disco como el más pesado en la discografía de los germanos, algo que sería cuestionado recién años más tarde con la llegada “7 Sinners” en 2010. Basta con darle play, dejar sonar la intro “Beyond the Portal”, y que la poderosa “Mr. Torture” nos permita entender de qué estamos hablando.
Sin embargo, que un disco sea más o menos pesado no es garantía de nada. De hecho, nunca lo es, al menos para este tipo de géneros. Lo que termina perjudicando el balance final de “The Dark Ride” es la notoria falta de inspiración en algunas composiciones. En honor al título de la placa (El Paseo Oscuro) la banda desde la portada dejó en claro que aquí abandonarían esa cuota de humor que en el pasado cobraba forma en canciones como “Dr. Stein” o “Perfect Gentleman”. Pero en su lugar llegaron composiciones poco memorables como “Escalation 666” o “Mirror, Mirror”, temas que están muy por debajo de lo que Helloween puede ofrecer; mientras que “All Over The Nations” es un refrito powermetalero que nada le suma a la banda. Y para colmo de males estas canciones se encuentran todas en la primera mitad del disco, lo cual se torna un problema desde el vamos. Vaya a uno a saber porqué no optaron por incluir temas muchos más interesantes como “The Madness of the Crowds” o “Deliver Us From Temptation” que terminarían resultando en bonus tracks, y que cumplían de igual forma el cometido de mostrarnos a un Helloween oscuro y potente como nunca antes se los había visto.
Pero por otro lado, la segunda mitad del disco cuenta con momentos muy sobresalientes y ahí es donde las calabazas recuperan la credibilidad. A partir de la melancólica “If I Could Fly”, el corte de difusión que terminaría resultando en el clásico revisitado en los shows de la banda, “The Dark Ride” se torna mucho más disfrutable al contar con algunas piezas que hoy por hoy dan lástima que las tengan durmiendo en un baúl cerrado bajo siete llaves (!). Aquí sí la experimentación sonora dió buenos resultados y es por ello que nos encontramos con temazos que difícilmente podremos hallar en otro disco de Helloween como “The Departed”, “I Live for Your Pain” o la conmovedora “Immortal”. Por su parte, “We Damn the Night” esta vez sí funcion y nos muestra ese Power Metal veloz y certero con el que Helloween inspiró a miles de bandas a hacer lo mismo, y que deja en claro porqué ellos son los reyes indiscutidos del género. Y si Roland Grapow tenía ganas de despedirse con la frente en alto, qué mejor manera de hacerlo que entregando esa joya épica encargada de cerrar el álbum la cual lleva por título el mismo que bautiza a la obra que hoy estamos homenajeando. Los casi nueve minutos de “The Dark Ride”, la canción, condensan a la perfección las ideas que para bien o para mal Helloween quiso mostrar en este LP. Imposible no caer en el embrujo en los primeros segundos de lo que parece ser una invitación para subirse a un tétrico carrusel, para luego iniciar este viaje con un punteo de guitarra que inmediatamente desemboca en un riff machacón y veloz, para así más tarde dejarnos convencer por Andi Deris cuando en un estribillo muy logrado nos dice que tomemos nuestro asiento en este paseo oscuro; un letal dueto de guitarras no podría sellar de mejor manera y para siempre la sociedad entre Weikath y Grapow para así conducirnos luego al final con unos coros épicos. En verdad vale la pena llegar al final del disco para poder disfrutar de todo el esplendor que ofrece “The Dark Ride”.
Oscuro, pesado, algo desbalanceado, pero muy bien añejado, este trabajo hoy sigue siendo uno de los motivos de discusión más atrapantes entre los fans de Helloween. Por todo lo antedicho indudablemente se trató de un disco de quiebre en la historia de la banda, quienes a partir de acá comenzarían a andar en un subibaja en cuanto al nivel de los lanzamientos que le sucedieron hasta desembocar finalmente en la reunión con Kai Hansen y Michael Kiske en 2017. Pero ya sea odiado o amado, si “The Dark Ride” a veinte años de su edición sigue dando qué hablar es porque se trata de un disco que bien vale la pena homenajear.


Cumple 20 años uno de los discos más polémicos en la discografía de Helloween. “The Dark Ride” llega a las dos décadas de vida y que mejor que subirse a bordo de este paseo oscuro en un fin de semana de, justamente, Halloween.
La polémica en torno a “The Dark Ride” quizás se debió más a la interna que estaba viviendo la banda en aquellos años puesto que este sería el último disco que contaría con la participación de Roland Grapow (guitarra) y Uli Kusch (batería). Ambos músicos abandonarían el campamento de Michael Weikath – guitarrista y líder encabronado de las calabazas – para darle vida a Masterplan. Este dato no es menor, puesto que Grapow y Kusch fueron los encargados de reemplazar nada más ni nada menos que a Kai Hansen y a Ingo Schwichtenberg respectivamente; miembros de la formación más clásica de Helloween, la cual le daría vida a las dos partes del inmortal “Keeper of the Seven Keys” (1987 y 1988), la obra que ubicaría a los alemanes para siempre en las páginas doradas de la historia del Heavy Metal.
De modo que los ánimos no eran los mejores en el seno del quinteto a la hora de concebir esta placa y eso claramente se vió reflejado en el resultado final. Seguramente hoy “The Dark Ride” tiene un mayor reconocimiento que el obtenido en el momento de su lanzamiento pero casi todos coincidimos que es un álbum que presenta algunas irregularidades. Pero antes de meternos de lleno en este oscuro viaje repasemos un poco cómo fue que la banda llegó al año 2000.
Helloween es uno de esos casos en donde su obra magna funciona como una bendición y una condena al mismo tiempo, puesto que así como los “Keeper of the Seven Keys” los habilitaron a jugar en las grandes ligas también los condenaría para el resto de su carrera, dado que la banda jamás conseguiría empardar semejante hito discográfico, logrando que cada nuevo lanzamiento sea irremediablemente comparado con éste. Pero una vez que la banda asumió que viviría con este karma por el resto de la eternidad, y ya con Andi Deris subido al barco para hacerse cargo de la inmensa tarea de reemplazar a un vocalista venido de otra galaxia como lo es Michael Kiske, las calabazas alemanas se enfocaron en re encauzar una carrera que se estaba viniendo a pique a comienzos de los 90’s. Así es como durante la segunda mitad de aquella década, utilizando ingredientes distintos a aquellos que los hicieron triunfar a otrora, el quinteto revitalizó su status gracias a tres lanzamientos sólidos como “Master of the Rings” (1994), “The Time of The Oath” (1996) y, especialmente, el formidable “Better Than Raw” (1998) permitiéndoles así sumarse a la cresta de la ola que el Power Metal estaba viviendo durante la agonía del siglo pasado, momento en que el género gozaba de una frescura y de propuestas por demás interesantes. Género que, paradójicamente, fueron ellos mismos quienes lo ayudaron a patentar.
Pero como toda curva que tiene pendiente ascendente llega el momento en que la misma se aplana y es seguida por un inevitable descenso; y lamentablemente esa cota fue marcada por “The Dark Ride” en los albores del nuevo milenio. Si bien el Power Metal y otros subgéneros más vinculados con el Heavy Metal más clásico gozaban de buena salud en aquel entonces, la realidad es que el foco del Mainstream estaba ubicado en Estados Unidos y lo que ocurría en Europa era casi completamente desconocido para las grandes masas. Era la época en la que el Rock pesado tomaba por asalto las radios y las pantallas de la todavía influyente MTV de la mano de bandas como Korn, Limp Bizkit, Slipknot, Rage Against The Machine ó System of A Down; bandas que se caracterizaba por un sonido más grueso de guitarras, con menos (o casi nulos) solos, voces menos líricas y marcando compases más propios del Hip Hop que del Rock, y con letras más orientadas a retratar la angustia adolescente que relatos fantásticos. Es decir, lo diametralmente opuesto a la propuesta de bandas como Helloween. Y quizás sea lícito pensar que este contexto influyó de alguna forma también en el resultado final de “The Dark Ride”. Los rumores dicen que los primeros roces entre los miembros de la banda surgieron justamente porque Grapow y Kusch tenían intenciones de “modernizar” el sonido del grupo (algo que tiene bastante sentido si uno después escucha los primeros álbumes de Masterplan) mientras que Weikath y Deris querían permanecer en la línea más clásica de su estilo. Tiempo más tarde, en unas entrevistas, Markus Grosskopf – bajista histórico de la banda y el único ladero fiel de Weikath – llegó a declarar que “The Dark Ride” fue un disco que se grabó en un ambiente donde mucha gente le decía a la banda lo que tenía que hacer o cuál era la dirección del momento a seguir, algo que los frustró demasiado. El mismo Weikath sería muy duro con su propio disco no mucho tiempo después de su salida y al día de hoy la banda lo mira más como un mal recuerdo que otra cosa. Aunque vaya a uno a saber si fue por cómo resultaron las canciones o porque se trató de un momento no muy amigable en la vida de los músicos.
A nivel sonido es cierto que “The Dark Ride” nos muestra a un Helloween aguerrido como nunca antes. El sonido más grave de las guitarras y las vocalizaciones menos armoniosas de Deris dan prueba de ello. Los arreglos y las atmósferas más oscuras en muchas de sus canciones hicieron que muchos consideren a este disco como el más pesado en la discografía de los germanos, algo que sería cuestionado recién años más tarde con la llegada “7 Sinners” en 2010. Basta con darle play, dejar sonar la intro “Beyond the Portal”, y que la poderosa “Mr. Torture” nos permita entender de qué estamos hablando.
Sin embargo, que un disco sea más o menos pesado no es garantía de nada. De hecho, nunca lo es, al menos para este tipo de géneros. Lo que termina perjudicando el balance final de “The Dark Ride” es la notoria falta de inspiración en algunas composiciones. En honor al título de la placa (El Paseo Oscuro) la banda desde la portada dejó en claro que aquí abandonarían esa cuota de humor que en el pasado cobraba forma en canciones como “Dr. Stein” o “Perfect Gentleman”. Pero en su lugar llegaron composiciones poco memorables como “Escalation 666” o “Mirror, Mirror”, temas que están muy por debajo de lo que Helloween puede ofrecer; mientras que “All Over The Nations” es un refrito powermetalero que nada le suma a la banda. Y para colmo de males estas canciones se encuentran todas en la primera mitad del disco, lo cual se torna un problema desde el vamos. Vaya a uno a saber porqué no optaron por incluir temas muchos más interesantes como “The Madness of the Crowds” o “Deliver Us From Temptation” que terminarían resultando en bonus tracks, y que cumplían de igual forma el cometido de mostrarnos a un Helloween oscuro y potente como nunca antes se los había visto.
Pero por otro lado, la segunda mitad del disco cuenta con momentos muy sobresalientes y ahí es donde las calabazas recuperan la credibilidad. A partir de la melancólica “If I Could Fly”, el corte de difusión que terminaría resultando en el clásico revisitado en los shows de la banda, “The Dark Ride” se torna mucho más disfrutable al contar con algunas piezas que hoy por hoy dan lástima que las tengan durmiendo en un baúl cerrado bajo siete llaves (!). Aquí sí la experimentación sonora dió buenos resultados y es por ello que nos encontramos con temazos que difícilmente podremos hallar en otro disco de Helloween como “The Departed”, “I Live for Your Pain” o la conmovedora “Immortal”. Por su parte, “We Damn the Night” esta vez sí funcion y nos muestra ese Power Metal veloz y certero con el que Helloween inspiró a miles de bandas a hacer lo mismo, y que deja en claro porqué ellos son los reyes indiscutidos del género. Y si Roland Grapow tenía ganas de despedirse con la frente en alto, qué mejor manera de hacerlo que entregando esa joya épica encargada de cerrar el álbum la cual lleva por título el mismo que bautiza a la obra que hoy estamos homenajeando. Los casi nueve minutos de “The Dark Ride”, la canción, condensan a la perfección las ideas que para bien o para mal Helloween quiso mostrar en este LP. Imposible no caer en el embrujo en los primeros segundos de lo que parece ser una invitación para subirse a un tétrico carrusel, para luego iniciar este viaje con un punteo de guitarra que inmediatamente desemboca en un riff machacón y veloz, para así más tarde dejarnos convencer por Andi Deris cuando en un estribillo muy logrado nos dice que tomemos nuestro asiento en este paseo oscuro; un letal dueto de guitarras no podría sellar de mejor manera y para siempre la sociedad entre Weikath y Grapow para así conducirnos luego al final con unos coros épicos. En verdad vale la pena llegar al final del disco para poder disfrutar de todo el esplendor que ofrece “The Dark Ride”.
Oscuro, pesado, algo desbalanceado, pero muy bien añejado, este trabajo hoy sigue siendo uno de los motivos de discusión más atrapantes entre los fans de Helloween. Por todo lo antedicho indudablemente se trató de un disco de quiebre en la historia de la banda, quienes a partir de acá comenzarían a andar en un subibaja en cuanto al nivel de los lanzamientos que le sucedieron hasta desembocar finalmente en la reunión con Kai Hansen y Michael Kiske en 2017. Pero ya sea odiado o amado, si “The Dark Ride” a veinte años de su edición sigue dando qué hablar es porque se trata de un disco que bien vale la pena homenajear.