

Después de su paso arrollador por el Resurrection Fest 2025, el siempre polémico y magnético Till Lindemann, líder de Rammstein, desembarcó el pasado 13 de noviembre en la sala Razzmatazz de Barcelona, tras el cambio de recinto desde el inicialmente anunciado Sant Jordi Club. El motivo no tardó en quedar claro: esta nueva etapa del Meine Welt Tour llega con un espectáculo explícito, deliberadamente provocador y estrictamente para mayores de 18 años, una experiencia tan teatral como visceral que solo podía tener su hogar en un espacio donde la cercanía y la intensidad fuesen absolutas.
La velada se abrió con los invitados Aesthetic Perfection, el proyecto de electropop industrial comandado por Daniel Graves. Con “Bad Vibes” y “SEX” encendieron los primeros movimientos entre el público, apareciendo ataviados con su propio merch, mezclado con un toque gótico que terminó de sellar su estética característica. La propuesta, siempre camaleónica, fue creciendo en energía a medida que avanzaban temas como “Self Inflicted”, “We Bring the Beat” y “Gods & Gold”, que terminaron por conquistar a una audiencia que no tardó en entregarse al ritmo, al baile y al desenfreno. El cierre con “Love Like Lies” dejó a la sala posesa por el entusiasmo, abriendo paso a la oscuridad que precedería al acto principal.
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Con las luces apagadas y un mar de móviles encendidos, la tensión se hizo casi palpable. Los gritos estallaron cuando empezó a sonar la intro “Meine Welt”, mientras figuras encapuchadas y monjas emergían entre sombras, marcando el tono blasfemo y teatral del show. Finalmente, Lindemann apareció en escena justo cuando “Fat” irrumpía con fuerza, convirtiéndose en la primera bofetada estética de la noche: un auténtico ritual erótico-circense, con cruces, hábitos arrancados y un striptease religioso que no dejó indiferente a nadie.
La provocación y la sensualidad siguieron su marcha con “Und die Engel singen” y “Schweiß”, acompañadas por coreografías sugerentes que rozaban constantemente el límite del absurdo deliberado. Mención especial merece Constance Antoinette, tecladista y performer que fusionó música y contorsionismo con una naturalidad casi inquietante, robándose miradas y aplausos durante todo el concierto.
Los segmentos más explícitos llegaron pronto, con “Golden Shower”, “Sport frei” y “Tanzlehrerin”, donde la compañía de bailarinas, fetiches y elementos escénicos se combinó con un uso de luces y visuales que reforzaban la atmósfera decadente. Las perforaciones, los objetos punzantes y el body art extremo añadieron una capa adicional de teatralidad grotesca, generando un impacto tan hipnótico como perturbador.
Cuando sonaron “Prostitution” y “Praise Abort”, el clímax de la noche estaba servido: una auténtica fiesta de exceso, humor negro y caos controlado, coronada por una lluvia de cava lanzada directamente hacia el público, convertido en cómplice del espectáculo. Cada canción presentaba una puesta en escena distinta: pole dance, plataformas móviles, máscaras, latex, elevadores laterales y una colección de vestuarios que oscilaban entre lo erótico, lo ritual y lo postapocalíptico.
Como es tradición, Lindemann bajó a mezclarse entre la multitud, desatando un frenesí colectivo mientras saludaba, estrechaba manos y posaba con fans, consciente de que la cercanía es parte fundamental de su propuesta escénica fuera de Rammstein.
Para el encore, la pantalla de la sala proyectó un “Do you want more?” que encendió de nuevo a la masa. Así comenzó “Übers Meer”, seguida de “Knebel” y la explosiva “Fish On”, tres golpes consecutivos que extendieron la intensidad hasta el borde de lo soportable.
El cierre llegó con una sorpresa celebrada: el cover de “Entre dos tierras” de Héroes del Silencio, que desató pogos y una ovación unánime. La outro, “Home Sweet Home”, acompañó la despedida de toda la banda, que abandonó el escenario bajo un aplauso ensordecedor, dejando tras de sí una noche que combinó música, performance y provocación como solo Lindemann es capaz de hacerlo.



Después de su paso arrollador por el Resurrection Fest 2025, el siempre polémico y magnético Till Lindemann, líder de Rammstein, desembarcó el pasado 13 de noviembre en la sala Razzmatazz de Barcelona, tras el cambio de recinto desde el inicialmente anunciado Sant Jordi Club. El motivo no tardó en quedar claro: esta nueva etapa del Meine Welt Tour llega con un espectáculo explícito, deliberadamente provocador y estrictamente para mayores de 18 años, una experiencia tan teatral como visceral que solo podía tener su hogar en un espacio donde la cercanía y la intensidad fuesen absolutas.
La velada se abrió con los invitados Aesthetic Perfection, el proyecto de electropop industrial comandado por Daniel Graves. Con “Bad Vibes” y “SEX” encendieron los primeros movimientos entre el público, apareciendo ataviados con su propio merch, mezclado con un toque gótico que terminó de sellar su estética característica. La propuesta, siempre camaleónica, fue creciendo en energía a medida que avanzaban temas como “Self Inflicted”, “We Bring the Beat” y “Gods & Gold”, que terminaron por conquistar a una audiencia que no tardó en entregarse al ritmo, al baile y al desenfreno. El cierre con “Love Like Lies” dejó a la sala posesa por el entusiasmo, abriendo paso a la oscuridad que precedería al acto principal.
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Con las luces apagadas y un mar de móviles encendidos, la tensión se hizo casi palpable. Los gritos estallaron cuando empezó a sonar la intro “Meine Welt”, mientras figuras encapuchadas y monjas emergían entre sombras, marcando el tono blasfemo y teatral del show. Finalmente, Lindemann apareció en escena justo cuando “Fat” irrumpía con fuerza, convirtiéndose en la primera bofetada estética de la noche: un auténtico ritual erótico-circense, con cruces, hábitos arrancados y un striptease religioso que no dejó indiferente a nadie.
La provocación y la sensualidad siguieron su marcha con “Und die Engel singen” y “Schweiß”, acompañadas por coreografías sugerentes que rozaban constantemente el límite del absurdo deliberado. Mención especial merece Constance Antoinette, tecladista y performer que fusionó música y contorsionismo con una naturalidad casi inquietante, robándose miradas y aplausos durante todo el concierto.
Los segmentos más explícitos llegaron pronto, con “Golden Shower”, “Sport frei” y “Tanzlehrerin”, donde la compañía de bailarinas, fetiches y elementos escénicos se combinó con un uso de luces y visuales que reforzaban la atmósfera decadente. Las perforaciones, los objetos punzantes y el body art extremo añadieron una capa adicional de teatralidad grotesca, generando un impacto tan hipnótico como perturbador.
Cuando sonaron “Prostitution” y “Praise Abort”, el clímax de la noche estaba servido: una auténtica fiesta de exceso, humor negro y caos controlado, coronada por una lluvia de cava lanzada directamente hacia el público, convertido en cómplice del espectáculo. Cada canción presentaba una puesta en escena distinta: pole dance, plataformas móviles, máscaras, latex, elevadores laterales y una colección de vestuarios que oscilaban entre lo erótico, lo ritual y lo postapocalíptico.
Como es tradición, Lindemann bajó a mezclarse entre la multitud, desatando un frenesí colectivo mientras saludaba, estrechaba manos y posaba con fans, consciente de que la cercanía es parte fundamental de su propuesta escénica fuera de Rammstein.
Para el encore, la pantalla de la sala proyectó un “Do you want more?” que encendió de nuevo a la masa. Así comenzó “Übers Meer”, seguida de “Knebel” y la explosiva “Fish On”, tres golpes consecutivos que extendieron la intensidad hasta el borde de lo soportable.
El cierre llegó con una sorpresa celebrada: el cover de “Entre dos tierras” de Héroes del Silencio, que desató pogos y una ovación unánime. La outro, “Home Sweet Home”, acompañó la despedida de toda la banda, que abandonó el escenario bajo un aplauso ensordecedor, dejando tras de sí una noche que combinó música, performance y provocación como solo Lindemann es capaz de hacerlo.













