

El 5 de julio de 2025 pasará a la historia como el día en que el mundo se detuvo para decir adiós a los padres del heavy metal. En la ciudad donde todo comenzó, terminó todo, pero no con tristeza, con gloria, con fuego, con lágrimas de metal. Black Sabbath, el grupo que creó el heavy metal como lo conocemos, bajó el telón de su historia en casa, ante más de 40 mil almas afortunadas que sabían que no se trataba de un simple show, sino del capítulo final de una era.
El festival “Back to the Beginning” fue mucho más que una celebración. Fue una liturgia colectiva, un rito de paso donde pasado, presente y futuro del metal se fundieron. Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward —la formación original— se reunieron después de más de 20 años. Y lo hicieron para decir adiós como corresponde: en el corazón de Birmingham, la ciudad que los vio nacer.
El gran desfile de leyendas: las presentaciones que hicieron vibrar Villa Park
Desde el primer acorde hasta el último grito, “Back to the Beginning” fue una verdadera maratón metalera, una celebración coral que reunió a generaciones, estilos y héroes bajo un mismo techo: el heavy metal. La apertura fue explosiva con Mastodon, que no solo repasó hits propios sino que homenajeó a Sabbath con “Supernaut”, junto a bateristas de élite como Danny Carey y Mario Duplantier. Rival Sons y Anthrax aportaron potencia clásica, mientras que Halestorm destacó con su tributo a Ozzy vía “Perry Mason”.
Lamb of God sacudió el estadio y sorprendió con “Children of the Grave”, mientras que el primer supergrupo de la noche unió generaciones con “The Ultimate Sin” y una emotiva “Changes” con Yungblud. La aparición en video de Jack Black en papel profesor de escuela, juntó a un grupo de niños como músicos para interpretar “Mr. Crowley” aportando su cueta de humor y respeto.
Alice in Chains imprimió oscuridad y nostalgia, y Gojira representó al metal moderno, sumando un guiño con “Under the Sun”. El “Drum-off” entre Barker, Smith y Carey sobre “Symptom of the Universe” fue uno de los momentos más celebrados. El segundo supergrupo, con invitados como Steven Tyler y Ron Wood, ofreció clásicos inolvidables como “Bark at the Moon” y un medley explosivo de “Walk This Way” y “Whole Lotta Love”.
Pantera desplegó su furia con clásicos propios y versiones sabbathianas, seguido por Tool, que sumergió al público en un trance con “Ænema” y “Hand of Doom”. El pico más extremo llegó con Slayer, que cerró su set a pura devastación. Guns N’ Roses entregó himnos y covers de Sabbath, encendiendo el estadio con “Paradise City”. Finalmente, Metallica coronó la noche con rarezas como “Johnny Blade” y clásicos imperecederos, reafirmando el ADN sabbathiano que corre por sus venas
El último set de Ozzy
El príncipe de las tinieblas, frágil pero firme, salió a escena poco antes del bloque final. Sentado en un trono gótico, miró al público y lanzó un tembloroso pero poderoso “Are you ready?”. Y todos lo estaban.
Acompañado por su banda solista, Ozzy repasó su carrera: “Mr. Crowley”, “Suicide Solution”, “No More Tears”. Pero fue con “Mama, I’m Coming Home” que el estadio se quebró. Muchos lloraron. Ozzy también. El clima era de despedida, pero también de gratitud. “Crazy Train” cerró su set con una última descarga de locura.
Black Sabbath: el regreso que nunca soñamos
Y entonces, cuando la luna brillaba sobre Birmingham, las luces bajaron. El estadio quedó en silencio. Y una figura con capa negra se acercó al micrófono: Ozzy Osbourne, acompañado por Iommi, Butler y Ward, regresaba con la formación original.
La primera nota de “Black Sabbath” cortó el aire como un cuchillo. Lo que siguió fue una clase magistral de oscuridad, groove y legado. Tocaron solo cuatro temas, el anteriormente mencionado, “War Pigs”, “Children of the Grave” y “Paranoid” como broche, el estadio explotó. Bengalas, fuegos artificiales y abrazos entre los músicos luego del deber cumplido.
Tony Iommi, emocionado, lucía una guitarra con los colores del Aston Villa. Geezer se movía con elegancia y poder. Bill Ward, ovacionado, aguantó el set con precisión y alma. Y Ozzy… Ozzy simplemente fue Ozzy: el loco, el ídolo, el símbolo.
Secretos, emociones y revelaciones
Durante el evento, Sharon Osbourne anunció que, una vez terminado el festival, revelará quién fue “la persona que casi arruina el último show de Sabbath”. La frase, enigmática y provocadora, dejó a todos especulando. ¿Internas? ¿Tensiones de último momento? Por ahora, el misterio persiste.
Detrás del telón: Solidaridad y una transmisión histórica
La salud de Ozzy fue una preocupación constante. Se notaba cansado, pero cada gesto suyo decía más que mil palabras. El evento, además de histórico, tuvo un fuerte impacto social: todo lo recaudado fue donado a Cure Parkinson’s, el hospital infantil de Birmingham y el Acorn Hospice.
El show fue transmitido en vivo para todo el mundo, y miles de personas se reunieron en bares, salas de cine, y streamings colectivos para vivirlo como si estuvieran allí. Las redes estallaron de imágenes, frases y videos. La comunidad del metal global vibró al unísono. Las cámaras recorrieron el estadio captando rostros de fans que lloraban, padres abrazando hijos, tatuajes con logos de Sabbath, bengalas alzadas y banderas de todos los países. No fue solo un concierto: fue un acto de comunión entre generaciones.
El cierre de un círculo
“Back to the Beginning” fue más que un concierto. Fue una despedida espiritual. Una carta de amor entre Black Sabbath y sus fans. Una ceremonia donde el metal se miró al espejo y dijo: “gracias por todo”.


El 5 de julio de 2025 pasará a la historia como el día en que el mundo se detuvo para decir adiós a los padres del heavy metal. En la ciudad donde todo comenzó, terminó todo, pero no con tristeza, con gloria, con fuego, con lágrimas de metal. Black Sabbath, el grupo que creó el heavy metal como lo conocemos, bajó el telón de su historia en casa, ante más de 40 mil almas afortunadas que sabían que no se trataba de un simple show, sino del capítulo final de una era.
El festival “Back to the Beginning” fue mucho más que una celebración. Fue una liturgia colectiva, un rito de paso donde pasado, presente y futuro del metal se fundieron. Ozzy Osbourne, Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward —la formación original— se reunieron después de más de 20 años. Y lo hicieron para decir adiós como corresponde: en el corazón de Birmingham, la ciudad que los vio nacer.
El gran desfile de leyendas: las presentaciones que hicieron vibrar Villa Park
Desde el primer acorde hasta el último grito, “Back to the Beginning” fue una verdadera maratón metalera, una celebración coral que reunió a generaciones, estilos y héroes bajo un mismo techo: el heavy metal. La apertura fue explosiva con Mastodon, que no solo repasó hits propios sino que homenajeó a Sabbath con “Supernaut”, junto a bateristas de élite como Danny Carey y Mario Duplantier. Rival Sons y Anthrax aportaron potencia clásica, mientras que Halestorm destacó con su tributo a Ozzy vía “Perry Mason”.
Lamb of God sacudió el estadio y sorprendió con “Children of the Grave”, mientras que el primer supergrupo de la noche unió generaciones con “The Ultimate Sin” y una emotiva “Changes” con Yungblud. La aparición en video de Jack Black en papel profesor de escuela, juntó a un grupo de niños como músicos para interpretar “Mr. Crowley” aportando su cueta de humor y respeto.
Alice in Chains imprimió oscuridad y nostalgia, y Gojira representó al metal moderno, sumando un guiño con “Under the Sun”. El “Drum-off” entre Barker, Smith y Carey sobre “Symptom of the Universe” fue uno de los momentos más celebrados. El segundo supergrupo, con invitados como Steven Tyler y Ron Wood, ofreció clásicos inolvidables como “Bark at the Moon” y un medley explosivo de “Walk This Way” y “Whole Lotta Love”.
Pantera desplegó su furia con clásicos propios y versiones sabbathianas, seguido por Tool, que sumergió al público en un trance con “Ænema” y “Hand of Doom”. El pico más extremo llegó con Slayer, que cerró su set a pura devastación. Guns N’ Roses entregó himnos y covers de Sabbath, encendiendo el estadio con “Paradise City”. Finalmente, Metallica coronó la noche con rarezas como “Johnny Blade” y clásicos imperecederos, reafirmando el ADN sabbathiano que corre por sus venas
El último set de Ozzy
El príncipe de las tinieblas, frágil pero firme, salió a escena poco antes del bloque final. Sentado en un trono gótico, miró al público y lanzó un tembloroso pero poderoso “Are you ready?”. Y todos lo estaban.
Acompañado por su banda solista, Ozzy repasó su carrera: “Mr. Crowley”, “Suicide Solution”, “No More Tears”. Pero fue con “Mama, I’m Coming Home” que el estadio se quebró. Muchos lloraron. Ozzy también. El clima era de despedida, pero también de gratitud. “Crazy Train” cerró su set con una última descarga de locura.
Black Sabbath: el regreso que nunca soñamos
Y entonces, cuando la luna brillaba sobre Birmingham, las luces bajaron. El estadio quedó en silencio. Y una figura con capa negra se acercó al micrófono: Ozzy Osbourne, acompañado por Iommi, Butler y Ward, regresaba con la formación original.
La primera nota de “Black Sabbath” cortó el aire como un cuchillo. Lo que siguió fue una clase magistral de oscuridad, groove y legado. Tocaron solo cuatro temas, el anteriormente mencionado, “War Pigs”, “Children of the Grave” y “Paranoid” como broche, el estadio explotó. Bengalas, fuegos artificiales y abrazos entre los músicos luego del deber cumplido.
Tony Iommi, emocionado, lucía una guitarra con los colores del Aston Villa. Geezer se movía con elegancia y poder. Bill Ward, ovacionado, aguantó el set con precisión y alma. Y Ozzy… Ozzy simplemente fue Ozzy: el loco, el ídolo, el símbolo.
Secretos, emociones y revelaciones
Durante el evento, Sharon Osbourne anunció que, una vez terminado el festival, revelará quién fue “la persona que casi arruina el último show de Sabbath”. La frase, enigmática y provocadora, dejó a todos especulando. ¿Internas? ¿Tensiones de último momento? Por ahora, el misterio persiste.
Detrás del telón: Solidaridad y una transmisión histórica
La salud de Ozzy fue una preocupación constante. Se notaba cansado, pero cada gesto suyo decía más que mil palabras. El evento, además de histórico, tuvo un fuerte impacto social: todo lo recaudado fue donado a Cure Parkinson’s, el hospital infantil de Birmingham y el Acorn Hospice.
El show fue transmitido en vivo para todo el mundo, y miles de personas se reunieron en bares, salas de cine, y streamings colectivos para vivirlo como si estuvieran allí. Las redes estallaron de imágenes, frases y videos. La comunidad del metal global vibró al unísono. Las cámaras recorrieron el estadio captando rostros de fans que lloraban, padres abrazando hijos, tatuajes con logos de Sabbath, bengalas alzadas y banderas de todos los países. No fue solo un concierto: fue un acto de comunión entre generaciones.
El cierre de un círculo
“Back to the Beginning” fue más que un concierto. Fue una despedida espiritual. Una carta de amor entre Black Sabbath y sus fans. Una ceremonia donde el metal se miró al espejo y dijo: “gracias por todo”.