

En un mes cargado de recitales, donde la energía parece infinita pero el cuerpo no siempre acompaña, me propuse no faltar a la cita con Burning Witches. La banda suiza llegaba por segunda vez a Buenos Aires, esta vez bajo la producción de Heresy Metal Media, y como cronista metalero, sentí que era mi deber estar ahí. Agradezco profundamente a Leo y Néstor por la confianza y por brindarnos la acreditación para cubrir este evento.
En un universo metalero históricamente dominado por hombres, las Burning Witches volvieron a pisar suelo porteño para demostrar, con una descarga eléctrica de heavy metal clásico, que el talento no entiende de géneros. La cita fue aquel sábado 10 de mayo en Uniclub, con una sala sorprendemente bastante concurrida, expectante y lista para vivir una noche marcada por la potencia femenina, los riffs afilados y una entrega escénica de primer nivel. Tal como indiqué previamente, lamento no haber podido llegar para ver a Caustic e Innerforce, pero doy por descontado que dieron todo como de costumbre, haciendo vibrar al público desde el primer acorde.
Cuando las luces se apagaron, el murmullo general se convirtió en rugido. Laura Guldemond, vocalista desde 2019, irrumpió en escena como un torbellino: saltando, gritando, pateando el aire y abriendo con “Unleash the Beast”, del disco The Dark Tower (2023). Desde ese instante, dejó en claro que no solo tiene una voz poderosa, sino también un carisma que se roba el show. Con actitud, presencia y conexión directa con el público al que tocó, alentó y agradeció constantemente, Laura fue una mezcla explosiva entre frontwoman clásica y heroína de cómic.
En lo instrumental, el nivel fue altísimo. Simone van Straten quien oficia de sesionista en vivo, es una guitarrista sólida y técnica, que combina riffs rítmicos con solos veloces y bien colocados, además de mostrarnos esa sonrisa que te obnubila. Larissa Ernst no se quedó atrás ya que aportó energía, precisión y una presencia escénica impecable. En la base, el tándem formado por la bajista Jeanine Grob y la baterista Lala Frischknecht fue simplemente demoledor. Se nota la química entre ellas, especialmente en los momentos donde el groove pesaba más que la velocidad. Todo sonó ajustado, compacto, y con esa chispa salvaje que hace vibrar al heavy tradicional.
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La lista de temas recorrió toda su discografía, con presencia del álbum Dance With the Devil (2020), del cual interpretaron tres canciones. También sonaron tres temas de The Witch of the North (2021), dos de Hexenhammer (2018), dos de The Dark Tower (2023), y por supuesto, gemas del debut homónimo de 2017. Entre los momentos más celebrados estuvieron “Black Widow”, que nos remontó a los orígenes con sus riffs clásicos, y el potente bis final con “The Witch of the North” y “Burning Witches”, canción que lleva el nombre de la banda y que terminó por enloquecer a todo el lugar en un final épico.
Uno de los pocos lamentos de la noche fue la ausencia de los covers que suelen interpretar en otros shows. Muchos esperábamos escuchar su versión de “Holy Diver” de Dio o “I Wanna Be Somebody” de W.A.S.P., pero esta vez optaron por centrarse por completo en su propio material. Fue una decisión que, si bien dejó un sabor agridulce en algunos, también confirmó la solidez de su repertorio, no necesitan recurrir a clásicos ajenos para sostener un show de principio a fin.
Volviendo a Laura, hay que insistir: fue el alma de la noche. No solo cantó con potencia, afinación y una variedad de registros que fueron desde gritos rasgados hasta agudos dignos del mejor power metal, sino que lo hizo con una entrega absoluta. Incluso con algunos problemas en el retorno, que la llevaron a hacer varias señas al sonidista durante el show, nunca perdió el foco ni la conexión con el público. En medio de todo eso, todavía tuvo tiempo para firmarle una postal a un fanático que, sin dudas, se llevó un recuerdo para toda la vida. Claro que no todo fue perfecto. Como en tantos otros recitales, los salames que tienen el celular en alto durante medio show arruinan la vista a los demás. Grabá un recuerdo, sí. Pero no seas el tipo que filma 40 minutos como si nadie más existiera a tus espaldas. Un poco de respeto no cuesta nada. Confieso que también filmé un par de minutos, pero lo justo para elegir un buen recuerdo y volver a disfrutar de la performance de las brujas.
Más allá de eso, lo importante fue el show. Y Burning Witches la rompió. No hay otra forma de decirlo. Podría tirar frases hechas como que “hechizaron al público”, “quemaron el escenario”, “dejaron todo“, pero lo cierto es que demostraron tener un nivel internacional, fruto de los años de ruta y la experiencia acumulada. Esta no es una banda de moda, es una banda que vino para quedarse.
Fotos: Facundo Rodríguez (Shots by Far)


En un mes cargado de recitales, donde la energía parece infinita pero el cuerpo no siempre acompaña, me propuse no faltar a la cita con Burning Witches. La banda suiza llegaba por segunda vez a Buenos Aires, esta vez bajo la producción de Heresy Metal Media, y como cronista metalero, sentí que era mi deber estar ahí. Agradezco profundamente a Leo y Néstor por la confianza y por brindarnos la acreditación para cubrir este evento.
En un universo metalero históricamente dominado por hombres, las Burning Witches volvieron a pisar suelo porteño para demostrar, con una descarga eléctrica de heavy metal clásico, que el talento no entiende de géneros. La cita fue aquel sábado 10 de mayo en Uniclub, con una sala sorprendemente bastante concurrida, expectante y lista para vivir una noche marcada por la potencia femenina, los riffs afilados y una entrega escénica de primer nivel. Tal como indiqué previamente, lamento no haber podido llegar para ver a Caustic e Innerforce, pero doy por descontado que dieron todo como de costumbre, haciendo vibrar al público desde el primer acorde.
Cuando las luces se apagaron, el murmullo general se convirtió en rugido. Laura Guldemond, vocalista desde 2019, irrumpió en escena como un torbellino: saltando, gritando, pateando el aire y abriendo con “Unleash the Beast”, del disco The Dark Tower (2023). Desde ese instante, dejó en claro que no solo tiene una voz poderosa, sino también un carisma que se roba el show. Con actitud, presencia y conexión directa con el público al que tocó, alentó y agradeció constantemente, Laura fue una mezcla explosiva entre frontwoman clásica y heroína de cómic.
En lo instrumental, el nivel fue altísimo. Simone van Straten quien oficia de sesionista en vivo, es una guitarrista sólida y técnica, que combina riffs rítmicos con solos veloces y bien colocados, además de mostrarnos esa sonrisa que te obnubila. Larissa Ernst no se quedó atrás ya que aportó energía, precisión y una presencia escénica impecable. En la base, el tándem formado por la bajista Jeanine Grob y la baterista Lala Frischknecht fue simplemente demoledor. Se nota la química entre ellas, especialmente en los momentos donde el groove pesaba más que la velocidad. Todo sonó ajustado, compacto, y con esa chispa salvaje que hace vibrar al heavy tradicional.
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La lista de temas recorrió toda su discografía, con presencia del álbum Dance With the Devil (2020), del cual interpretaron tres canciones. También sonaron tres temas de The Witch of the North (2021), dos de Hexenhammer (2018), dos de The Dark Tower (2023), y por supuesto, gemas del debut homónimo de 2017. Entre los momentos más celebrados estuvieron “Black Widow”, que nos remontó a los orígenes con sus riffs clásicos, y el potente bis final con “The Witch of the North” y “Burning Witches”, canción que lleva el nombre de la banda y que terminó por enloquecer a todo el lugar en un final épico.
Uno de los pocos lamentos de la noche fue la ausencia de los covers que suelen interpretar en otros shows. Muchos esperábamos escuchar su versión de “Holy Diver” de Dio o “I Wanna Be Somebody” de W.A.S.P., pero esta vez optaron por centrarse por completo en su propio material. Fue una decisión que, si bien dejó un sabor agridulce en algunos, también confirmó la solidez de su repertorio, no necesitan recurrir a clásicos ajenos para sostener un show de principio a fin.
Volviendo a Laura, hay que insistir: fue el alma de la noche. No solo cantó con potencia, afinación y una variedad de registros que fueron desde gritos rasgados hasta agudos dignos del mejor power metal, sino que lo hizo con una entrega absoluta. Incluso con algunos problemas en el retorno, que la llevaron a hacer varias señas al sonidista durante el show, nunca perdió el foco ni la conexión con el público. En medio de todo eso, todavía tuvo tiempo para firmarle una postal a un fanático que, sin dudas, se llevó un recuerdo para toda la vida. Claro que no todo fue perfecto. Como en tantos otros recitales, los salames que tienen el celular en alto durante medio show arruinan la vista a los demás. Grabá un recuerdo, sí. Pero no seas el tipo que filma 40 minutos como si nadie más existiera a tus espaldas. Un poco de respeto no cuesta nada. Confieso que también filmé un par de minutos, pero lo justo para elegir un buen recuerdo y volver a disfrutar de la performance de las brujas.
Más allá de eso, lo importante fue el show. Y Burning Witches la rompió. No hay otra forma de decirlo. Podría tirar frases hechas como que “hechizaron al público”, “quemaron el escenario”, “dejaron todo“, pero lo cierto es que demostraron tener un nivel internacional, fruto de los años de ruta y la experiencia acumulada. Esta no es una banda de moda, es una banda que vino para quedarse.