


Tras la resurrección del año pasado, Castellhell volvió a deleitarnos con lo más granado de la escena extrema del metal. Se habilitó una extensa zona de acampada para los visitantes, que este año llegaron desde diferentes partes del país y del resto de Europa. Un recinto techado, denominado La Pista de Castellvell del Camp, con un aforo considerable, rodeado de puestos de merchandising y una zona de food trucks, hizo que la estancia fuera amena, permitiendo disfrutar de un fin de semana de música a otro nivel.
Los encargados de abrir el bombardeo hipersónico fueron los catalanes Tumba, cuyo black metal, centrifugado por Motörhead, descargó un puñado de canciones sin cortes ni charlatanería para los pocos interesados que ya se encontraban allí y aquellos que se acercaban tímidamente al recinto. No se cortaron un pelo y detonaron temas como “Mediterranean Chainbreaker”, “Final Thunder” y “Wall of Spear”, que sonaron ásperos, con un aire de cassette machacado de blast beats y doble bombo.
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Crimson Storm, engendrados en la isla de Cerdeña, Italia, no quitaron el pie del acelerador con su elaborado speed metal. Se plantaron con todo el material de sus EPs y parte de lo que será su nuevo álbum. El tridente metálico, compuesto por Aless Oppossed, atronador en el bajo, los relampagueantes riffs de Logan Heads en la guitarra, y Pau Correas en el screaming melódico, arrasaron con canciones como “Motor City Maniac”, “Seven Days of Mayhem”, “Ragin’ Eyes of Darkness” y “Headfukker”. A toda velocidad, es 100 % heavy metal de la vieja escuela en estado puro. Se les augura un futuro prometedor dentro de la escena, debido a la constancia y el esfuerzo que supone hoy en día mantener una banda de música en un mundo de la inmediatez.*
Alacrán, desde Zaragoza, tomaron las riendas para seguir por los derroteros del heavy clásico, impregnado del espíritu de los 80. Resucitaron temas antiguos y canciones nuevas. Sergio Lasmarias, su vocalista, dirigió la batuta en un recinto deportivo que, tímidamente, se iba llenando de estereotipos del metal. Christian Oliva emanaba riffs afilados que encendieron la batería de Roberto Monforte en golpes epilépticos sobre los parches, seguidos atentamente por el bajista Diego Lafuente. Entre los cortes que cayeron sobre la tarima no faltaron “Halcones de la Noche”, “Kamikaze” y “Luzifer”. Las versiones no podían faltar, y a modo de tributo a sus influencias musicales, dispararon “Corre” de los asturianos Antídoto. Una presentación correcta que mantiene viva la llama para los amantes del heavy metal en español.
Phrymerial, los catalanes, cambiaron el registro más clásico que escuchamos en las primeras bandas por la brutalidad del death metal. El feedback fue instantáneo, produciendo los primeros mosh más intensos. La instrumental “Genesis” nos llevó por aguas tranquilas, como antesala de la destrucción que trajo “Anunnaki Sperm Shot”, acompañada de los característicos pig squeals (o “voz de granja porcina”) propios de este estilo. El metralleo fue instantáneo y no se detendría en toda la noche.”C 137″, que ya es una de las favoritas de sus seguidores, incluyó un solo de guitarra que referencia la intro de la popular serie animada Rick and Morty, utilizando el sampler de la voz de uno de sus protagonistas, Rick Sánchez: «Wubba Lubba Dub Dub». Los de Blanes demostraron calidad y que están dispuestos a comerse el mundo.
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Wormed, los madrileños tomaron el relevo es esta maratón de sonidos más extremos, veteranos de la escena desenvainaron 14 canciones cargadas al death metal con temática de ciencia ficción en resumen de su carrera a lo largo de este tiempo. Abrieron el aquelarre con “Multivectorial Reionization” y la voz de Phlegeton, demoliendo oídos literalmente. “Bionic Relic”, “Automaton Virtulague”, “The Nonlocality Trilemma”, “Neomorph Mankind” hicieron saltar las alarmas de la incredulidad de la carnicería musical que presenciamos.
La intensidad de las canciones hicieron que el tiempo pasara volando para llegar a los bises “Floating Cadaver In The Monochrome” con una línea de bajo nu metal PIg Squeals jazzísticos pasados por turbina y un final apoteósico “Geodesic Dome” demostrando un sonido maduro esculpido a través de los años en la carretera.
Nagasaki Sunrise, los portugueses, fueron los encargados de cerrar la jornada inaugural del festival con un sonido más melódico, pero no por ello menos intenso: una mezcla de crust, speed y heavy con el clásico tupa tupa del punk. Gasolizna Nagasaki es la voz cantante del combo metalero, con letras cargadas de referencias a la naturaleza destructiva del ser humano, siempre dispuesto a eliminarse mutuamente por riqueza y poder. La mayor parte del repertorio se centró en su disco Distalgia (2021), destacando “Land on The Rising Sun”, que provocó la locura colectiva de inmediato, con el apoyo entre el público de varios músicos de las bandas anteriores. También repasaron lo más nuevo de su disco Split (2023), donde “Ghost of Iwo Jima” mantuvo el ritmo frenético.
“Last Train to Saipan” demostró que son alumnos aventajados de Lemmy, con Speedfaias al bajo, Iron Fist a la guitarra y Wartank en la batería, sin bajar el pie del acelerador durante toda la noche. “Eat Me Alive” siguió en la misma línea, mientras que “Kommando” se adentró en un lado más oscuro, rozando el black speed metal. Canciones como “Battle of The Shadow Empire”, “Napalm in The Morning” y “Turn of The Power” sonaron disonantes, mientras que “Survive The Ice” destacó por la suciedad y crudeza del sonido lo-fi. Para finalizar, “Under The Crossfire” cerró el set con una fiesta de pogos, mosh pit y crowdsurfing en las primeras filas, mientras que desde las gradas, los que preferían salir intactos observaban el asedio de guitarras de esta primera jornada.
Los vecinos lusos se llevaron toda la atención y marcaron el punto más alto de la noche, consagrándose como el plato fuerte de una velada de cuero negro y hebillas de metal.




Tras la resurrección del año pasado, Castellhell volvió a deleitarnos con lo más granado de la escena extrema del metal. Se habilitó una extensa zona de acampada para los visitantes, que este año llegaron desde diferentes partes del país y del resto de Europa. Un recinto techado, denominado La Pista de Castellvell del Camp, con un aforo considerable, rodeado de puestos de merchandising y una zona de food trucks, hizo que la estancia fuera amena, permitiendo disfrutar de un fin de semana de música a otro nivel.
Los encargados de abrir el bombardeo hipersónico fueron los catalanes Tumba, cuyo black metal, centrifugado por Motörhead, descargó un puñado de canciones sin cortes ni charlatanería para los pocos interesados que ya se encontraban allí y aquellos que se acercaban tímidamente al recinto. No se cortaron un pelo y detonaron temas como “Mediterranean Chainbreaker”, “Final Thunder” y “Wall of Spear”, que sonaron ásperos, con un aire de cassette machacado de blast beats y doble bombo.
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Alacrán, desde Zaragoza, tomaron las riendas para seguir por los derroteros del heavy clásico, impregnado del espíritu de los 80. Resucitaron temas antiguos y canciones nuevas. Sergio Lasmarias, su vocalista, dirigió la batuta en un recinto deportivo que, tímidamente, se iba llenando de estereotipos del metal. Christian Oliva emanaba riffs afilados que encendieron la batería de Roberto Monforte en golpes epilépticos sobre los parches, seguidos atentamente por el bajista Diego Lafuente. Entre los cortes que cayeron sobre la tarima no faltaron “Halcones de la Noche”, “Kamikaze” y “Luzifer”. Las versiones no podían faltar, y a modo de tributo a sus influencias musicales, dispararon “Corre” de los asturianos Antídoto. Una presentación correcta que mantiene viva la llama para los amantes del heavy metal en español.
Phrymerial, los catalanes, cambiaron el registro más clásico que escuchamos en las primeras bandas por la brutalidad del death metal. El feedback fue instantáneo, produciendo los primeros mosh más intensos. La instrumental “Genesis” nos llevó por aguas tranquilas, como antesala de la destrucción que trajo “Anunnaki Sperm Shot”, acompañada de los característicos pig squeals (o “voz de granja porcina”) propios de este estilo. El metralleo fue instantáneo y no se detendría en toda la noche.”C 137″, que ya es una de las favoritas de sus seguidores, incluyó un solo de guitarra que referencia la intro de la popular serie animada Rick and Morty, utilizando el sampler de la voz de uno de sus protagonistas, Rick Sánchez: «Wubba Lubba Dub Dub». Los de Blanes demostraron calidad y que están dispuestos a comerse el mundo.
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Wormed, los madrileños tomaron el relevo es esta maratón de sonidos más extremos, veteranos de la escena desenvainaron 14 canciones cargadas al death metal con temática de ciencia ficción en resumen de su carrera a lo largo de este tiempo. Abrieron el aquelarre con “Multivectorial Reionization” y la voz de Phlegeton, demoliendo oídos literalmente. “Bionic Relic”, “Automaton Virtulague”, “The Nonlocality Trilemma”, “Neomorph Mankind” hicieron saltar las alarmas de la incredulidad de la carnicería musical que presenciamos.
La intensidad de las canciones hicieron que el tiempo pasara volando para llegar a los bises “Floating Cadaver In The Monochrome” con una línea de bajo nu metal PIg Squeals jazzísticos pasados por turbina y un final apoteósico “Geodesic Dome” demostrando un sonido maduro esculpido a través de los años en la carretera.
Nagasaki Sunrise, los portugueses, fueron los encargados de cerrar la jornada inaugural del festival con un sonido más melódico, pero no por ello menos intenso: una mezcla de crust, speed y heavy con el clásico tupa tupa del punk. Gasolizna Nagasaki es la voz cantante del combo metalero, con letras cargadas de referencias a la naturaleza destructiva del ser humano, siempre dispuesto a eliminarse mutuamente por riqueza y poder. La mayor parte del repertorio se centró en su disco Distalgia (2021), destacando “Land on The Rising Sun”, que provocó la locura colectiva de inmediato, con el apoyo entre el público de varios músicos de las bandas anteriores. También repasaron lo más nuevo de su disco Split (2023), donde “Ghost of Iwo Jima” mantuvo el ritmo frenético.
“Last Train to Saipan” demostró que son alumnos aventajados de Lemmy, con Speedfaias al bajo, Iron Fist a la guitarra y Wartank en la batería, sin bajar el pie del acelerador durante toda la noche. “Eat Me Alive” siguió en la misma línea, mientras que “Kommando” se adentró en un lado más oscuro, rozando el black speed metal. Canciones como “Battle of The Shadow Empire”, “Napalm in The Morning” y “Turn of The Power” sonaron disonantes, mientras que “Survive The Ice” destacó por la suciedad y crudeza del sonido lo-fi. Para finalizar, “Under The Crossfire” cerró el set con una fiesta de pogos, mosh pit y crowdsurfing en las primeras filas, mientras que desde las gradas, los que preferían salir intactos observaban el asedio de guitarras de esta primera jornada.
Los vecinos lusos se llevaron toda la atención y marcaron el punto más alto de la noche, consagrándose como el plato fuerte de una velada de cuero negro y hebillas de metal.
