


El CastellHell 2025 abrió sus puertas el viernes 17 de octubre en Castellvell del Camp (Tarragona) con una primera jornada consagrada a la brutalidad sin filtros. Bajo un ambiente de hermandad y respeto —marca de identidad de un festival que combina pasión, civismo y autogestión—, la cita reunió a cientos de devotos del metal extremo en un pabellón que se convirtió en un hervidero de energía. El sonido, el sudor y la comunión entre bandas y público dejaron claro desde el inicio que el CastellHell no es un simple evento, sino una celebración del underground más auténtico.
La tarde comenzó con Neguit (Cataluña), responsables de prender la mecha con un debut implacable. Su grindcore crudo y directo, influido por leyendas como Nasum y Napalm Death, resonó con furia a través de los muros del recinto. Presentando su EP Ferides, el cuarteto de Reus ofreció una descarga de treinta minutos de caos y disonancia perfectamente controlada, demostrando que la escena catalana vive un momento dorado. Entre rugidos y ráfagas de blastbeats, Neguit dejó claro que su nombre será referencia obligada en el panorama extremo local.
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El relevo llegó con Machete Law (Cataluña), que desató su cóctel de thrash, hardcore y death metal con una actitud incendiaria. A pesar de los problemas técnicos iniciales, la banda tiró de carácter y energía para mantener el pulso. Canciones como “Ghosts of Flesh”, “Desert Hammer” y el demoledor “Chains of Despair” hicieron temblar el suelo del pabellón, confirmando el potencial de su propuesta crossover. La intensidad de su directo recordó por momentos a Power Trip o Demolition Hammer, y aunque el sonido jugó en su contra, su entrega fue indiscutible.
El tono cambió con Devorate the Universe (Cataluña), una de las propuestas más esperadas del día. Su deathcore técnico, cargado de breakdowns milimétricos y precisión instrumental, prometía arrasar. Temas como “Un sutil arte de morir” mostraron el virtuosismo de Iván Soriano, Anton Bilozerov y Óscar, pero la ausencia del vocalista Erik Garrigòs —por motivos de salud— y una mezcla sonora desafortunada empañaron el resultado. Pese a contar con tres vocalistas invitados que defendieron con dignidad el repertorio, la banda no pudo desplegar todo su potencial. Aun así, su actuación sirvió como testimonio de la resiliencia y el compromiso de una formación que no se rinde ante la adversidad.
El primer contingente internacional de la noche llegó con Iniquitous Savagery (Escocia), quienes transformaron el escenario en una lección magistral de Slam Brutal Death Metal. Presentando su álbum Edifice of Vicissitudes, el grupo desplegó un sonido quirúrgico y aplastante, combinando técnica y groove con precisión milimétrica. La voz de Liam McCall se impuso como un rugido infernal sobre una base rítmica demoledora. Su set fue breve pero devastador, dejando al público exigiendo más entre vítores y cuernos en alto.
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El punto álgido de la jornada llegó con Kraanium (Noruega), cabeza de cartel y pioneros del slamming brutal death metal. Con su único concierto en España este año, la banda ofreció una actuación demoledora, tan cruda como precisa. Presentando su álbum Scriptures of Vicennial Defilement (Unique Leader Records), el grupo rindió homenaje a su fallecido vocalista Martin Funderud en un show cargado de emoción y violencia sonora. Blast beats vertiginosos, riffs aplastantes y una entrega absoluta hicieron de su set un clímax de pura devastación. Su conexión con el público fue inmediata: no hubo descanso, solo destrucción compartida.
El cierre de la noche estuvo a cargo de Hideous Divinity (Italia), que sellaron la jornada con una actuación monumental. Su blackened technical death metal, tan elegante como abrasivo, confirmó su estatus entre las bandas más potentes del continente. Presentando su nuevo trabajo Unextinct, el quinteto romano ofreció una descarga de virtuosismo envuelta en atmósferas oscuras y densas. Entre blastbeats precisos y riffs infernales, el grupo construyó un final hipnótico, casi ceremonial. Cuando el último acorde se extinguió, el público supo que había presenciado algo más que un concierto: una comunión brutal, el auténtico espíritu del CastellHell.




El CastellHell 2025 abrió sus puertas el viernes 17 de octubre en Castellvell del Camp (Tarragona) con una primera jornada consagrada a la brutalidad sin filtros. Bajo un ambiente de hermandad y respeto —marca de identidad de un festival que combina pasión, civismo y autogestión—, la cita reunió a cientos de devotos del metal extremo en un pabellón que se convirtió en un hervidero de energía. El sonido, el sudor y la comunión entre bandas y público dejaron claro desde el inicio que el CastellHell no es un simple evento, sino una celebración del underground más auténtico.
La tarde comenzó con Neguit (Cataluña), responsables de prender la mecha con un debut implacable. Su grindcore crudo y directo, influido por leyendas como Nasum y Napalm Death, resonó con furia a través de los muros del recinto. Presentando su EP Ferides, el cuarteto de Reus ofreció una descarga de treinta minutos de caos y disonancia perfectamente controlada, demostrando que la escena catalana vive un momento dorado. Entre rugidos y ráfagas de blastbeats, Neguit dejó claro que su nombre será referencia obligada en el panorama extremo local.
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El tono cambió con Devorate the Universe (Cataluña), una de las propuestas más esperadas del día. Su deathcore técnico, cargado de breakdowns milimétricos y precisión instrumental, prometía arrasar. Temas como “Un sutil arte de morir” mostraron el virtuosismo de Iván Soriano, Anton Bilozerov y Óscar, pero la ausencia del vocalista Erik Garrigòs —por motivos de salud— y una mezcla sonora desafortunada empañaron el resultado. Pese a contar con tres vocalistas invitados que defendieron con dignidad el repertorio, la banda no pudo desplegar todo su potencial. Aun así, su actuación sirvió como testimonio de la resiliencia y el compromiso de una formación que no se rinde ante la adversidad.
El primer contingente internacional de la noche llegó con Iniquitous Savagery (Escocia), quienes transformaron el escenario en una lección magistral de Slam Brutal Death Metal. Presentando su álbum Edifice of Vicissitudes, el grupo desplegó un sonido quirúrgico y aplastante, combinando técnica y groove con precisión milimétrica. La voz de Liam McCall se impuso como un rugido infernal sobre una base rítmica demoledora. Su set fue breve pero devastador, dejando al público exigiendo más entre vítores y cuernos en alto.
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El cierre de la noche estuvo a cargo de Hideous Divinity (Italia), que sellaron la jornada con una actuación monumental. Su blackened technical death metal, tan elegante como abrasivo, confirmó su estatus entre las bandas más potentes del continente. Presentando su nuevo trabajo Unextinct, el quinteto romano ofreció una descarga de virtuosismo envuelta en atmósferas oscuras y densas. Entre blastbeats precisos y riffs infernales, el grupo construyó un final hipnótico, casi ceremonial. Cuando el último acorde se extinguió, el público supo que había presenciado algo más que un concierto: una comunión brutal, el auténtico espíritu del CastellHell.























