

La noche del 4 de junio de 2025, la Sala Copérnico de Madrid se transformó en el epicentro de la vanguardia del metal, acogiendo una velada excepcional con The Voynich Code, Entheos, Ingested y Born of Osiris. Al llegar a la Copérnico me sorprendió que no hubiera casi nadie en la cola y es que nos comentó la organización que la preventa estaba muy paraba. Todo presagiaba un concierto de cuatro gatos, pero nada más lejos de la realidad y Madrid respondió a la llamada del metal una vez más, aún siendo jueves, con cutro bandas y con horario madrugador.
The Voynich Code: El Despertar del Coloso
La jornada arrancó con la impactante propuesta de The Voynich Code. A pesar de la temprana hora, la banda portuguesa demostró una ejecución musical de velocidad y precisión asombrosas, caldeando el ambiente con un sonido contundente que invitaba al calentamiento de cuello. Su vocalista, un torbellino de carisma, no cesó de retar al público, exigiendo movimiento y puños al aire, transformando la sala, aún en fase de crecimiento, en un espacio de vibrante interacción. La iluminación, con sus tonos azules y su intensidad contenida, sentó las bases para una noche que prometía ir a más, aunque como fotógrafo, los momentos de luz plena fueron un tesoro, demasiado escasos. La destreza técnica de The Voynich Code dejó una impresión inmejorable, augurando un futuro prometedor para esta formación en la escena del metal extremo.
Entheos: Sinfonía de Oscuridad y Virtuosismo
Con Entheos en el escenario, la Sala Copérnico se sumergió en una atmósfera densa y profundamente emotiva. La banda estadounidense, a pesar de su interacción verbal limitada, permitió que su música hablara por sí misma, desplegando un setlist sestacado de gran virtuosismo. Chaney Crabb, con su voz espectacular y cambiantes registros, fue el pilar de una interpretación impecable. La iluminación, intencionadamente oscura, realzó el misterio de su propuesta, aunque demandó una agudeza visual para capturar cada instante, subiendo ISO y estand ávido para disparar cuando la luz golpeaba a los músicos. El sonido, nítido y envolvente, permitió apreciar la riqueza instrumental, desde las líneas de bajo hasta los intrincados riffs, destacando la voz, llena de cambios en téncina y registro. Entheos demostró su estatus como una banda top, ofreciendo una cátedra de metal técnico y oscuro que resonó profundamente para el deleite del público que ya fue llegando poco a poco a la sala.
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Ingested: La Tormenta Brutal del Death Metal
El ambiente alcanzó su punto álgido con la descarga implacable de Ingested. La banda británica se erigió como el ganador moral de la noche, ofreciendo un muro de metal de entrega y precisión inigualables. El volumen, si bien alto para mi, estuvo perfectamente controlado, permitiendo que cada instrumento, desde la voz destacada hasta la guitarra principal, brillara con claridad, buen trabajo desde la mesa de sonido. Sin embargo, lo que realmente catapultó la actuación fue la visceral interacción con el público del frontman Josh Davies. Con una vehemencia pocas veces vista, no dudó en regañar a la audiencia apática, exigiendo sin reparos la entrega total en el pogo y el circle pit. Su pasión contagió a la sala, repleta y entregada, generando un ambiente de pura comunión metalera que, como fotógrafo, fue un privilegio documentar. Admás las luces mejorar bastante, con rojos y haces espectaculares. Ingested dejó claro que no solo tocan metal, sino que lo viven y lo exigen, consolidándose como una banda de primer nivel con potencial para encabezar futuros eventos, ojalá así sea y pueda verlos y “afotarlos”.
Born of Osiris: La Fusión de Técnica y Experiencia
Cerrando la noche, Born of Osiris demostró por qué es una banda de referencia en el deathcore progresivo. Desde Chicago, Illinois , Born of Osiris ha forjado un sonido distintivo que fusiona la agresividad del deathcore con la intrincación del metal progresivo, incorporando elementos de djent y un uso prominente de sintetizadores que les otorgan un matiz sinfónico/electrónico único. Su estilo se caracteriza por armonías disonantes, melodías intrincadas ejecutadas por sintetizadores y guitarras solistas, y un ritmo que alterna blast beats frenéticos con breakdowns masivos y sincopados. La textura musical es densa y multifacética, con guitarras de 7 u 8 cuerdas afinadas muy bajo, una batería técnica y un bajo audible. Sin embargo, el sintetizador/teclado, manejado por Joe Buras, es un protagonista clave, aportando desde pads atmosféricos hasta leads melódicos y texturas industriales o sci-fi. Esta maestría en la dinámica les permite transitar de explosiones de velocidad a pasajes atmosféricos y breakdowns aplastantes.
La trayectoria de Born of Osiris, con álbumes seminales como The New Reign (2007) y su aclamada The Discovery (2011) , ha consolidado su posición como líderes influyentes en el desarrollo del deathcore progresivo y el djent, inspirando a numerosas bandas a fusionar brutalidad con complejidad técnica y sintetizadores. Sus letras, a menudo, exploran temas cósmicos, ciencia ficción, apocalipsis, espiritualidad y reflexiones sobre la existencia humana.
En directo, la banda confirmó su reputación de actuaciones enérgicas y técnicamente precisas. La voz de Ronnie Canizaro, especializada en técnicas no limpias, abarca guturales de rango medio a bajo (growls) y screams de rango medio a alto (shrieks/highs). Su versatilidad y control de la respiración le permiten transiciones rápidas y una articulación clara a pesar de la agresividad. El frontman, activo y carismático, no paró de moverse y gesticular, acercándose al público en momentos puntuales para cantar con ellos y propiciar un contacto directo lleno de pasión. Nick Rossi, más estático, se concentró en la ejecución impecable de la guitarra, mientras que Cameron Losch, tras su imponente batería, se levantaba ocasionalmente para arengar a la peña.
La puesta en escena fue un espectáculo de luces oscuras y un profuso uso de láseres, con rápidas ráfagas estroboscópicas que, si bien creaban una atmósfera futurista e inmersiva, presentaban un desafío para la fotografía. El sonido, en general, fue bueno, aunque la banda pareció abusar de los samples o pistas pregrabadas, un aspecto que, para algunos, puede restar autenticidad a la experiencia de una banda que ha pasado de cuarteto a trío en directo.
El setlist, una delicia para los fans, repasó sus mejores temas, generando momentos de entrega y pasión constantes. La ejecución musical fue espectacular, con una técnica que evocaba a bandas como Meshuggah o Dream Theater. Entre los momentos más memorables, destacaron las interacciones de Canizaro con el público y la aparición de un personaje disfrazado de unicornio en el escenario, que se lanzó a hacer crowdsurfing entre la multitud. El ambiente general fue de camaradería y euforia, con brazos en alto, agitación de melenas, pogos y algún que otro wall of death, todo en una sala Copérnico que rozaba el sold out.
En resumen, Born of Osiris ofreció una noche potente y calculada, con una entrega musical y una propuesta visual que confirmaron las expectativas, demostrando la consistencia de una banda que domina su sonido tanto en estudio como en vivo. La Sala Copérnico fue una demostración del vibrante estado de la escena metalera en Madrid. Desde la energía incipiente de The Voynich Code hasta la maestría consolidada de Born of Osiris, pasando por la oscuridad de Entheos y la contundencia de Ingested, cada banda aportó su propuesta. Noches como esta no solo reafirman la pasión de los metaleros madrileños, sino que también subrayan el compromiso continuo de promotores y bandas por traer metal de calidad a la capital.

La ciudad de Gdánsk amanecía con un espectacular clima, a esperas de comenzar el primer día completo en este Mystic 2025. Todo parecía algo nuevo en comparación al Día 1; zona de prensa abierta, escenario principal habilitado, nuevas zonas de ocio; estaba todo al 100%, preparado para acoger una velada increíble encabezada por Bullet For My Valentine, In Flames y Suicidal Tendencies.
Imminence inauguraba el escenario principal con un increíble set por parte de los gigantes suecos del metalcore, comenzando a agilizar al público de la mejor manera posible, con canciones como Temptation o Infectious.
Por otra parte, Polaris fué la que abrió el Park Stage, brindándonos un increíble set reinado sobre todo por los mejores temas de su último Fatalism, sin dejar atrás las canciones que les llevaron a donde están hoy en día; situados como uno de los máximos referentes en el Metalcore moderno. “Dissipate“, “All Of This Is Fleeting, Remedy” o “Nightmare” fueron algunas de las más destacadas, con un Jamie Hails completamente recuperado vocalmente con una actuación soberbia.
Nile y Split Chain rompieron las dos salas cubiertas del complejo; Shrine Stage y Sabbath Stage respectivamente, ambos con un género completamente distinto que aún así, acogía una gran multitud de asistentes que, aún estando los otros escenarios llenos, se podía apreciar la variedad musical y su gran recepción por parte del festival.
Bullet for My Valentine eran los siguientes. Con un set dedicado a celebrar el 20 aniversario de su laureado álbum debut The Poison, los de Matt Tuck hicieron una actuación espectacular delante de miles de personas que asistieron, con temas como “Tears Don’t Fall“, “Hand of Blood” o “All These Things“.
Beherit y su contundente Black sería una de las actuaciones que serviría para cambiar de aires con una imponente y sólida actuación, para así dar paso a la cabeza de cartel del día; In Flames. Tras un intento fallido de intentar cubrir a la banda por lo masificada que estaba la sala e imposibilidad de entrar al photopit, nos vimos obligados a unirnos a la multitud para presenciar a Suicidal Tendencies.
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Las leyendas del Hardcore, encabezados por Mike Muir llegaban al escenario con un par de caras nuevas; Jay Weinberg, quien se unió a la banda el pasado año, y Ty Trujillo, hijo del legendario bajista Robert Trujillo, quien antes de recaer en Metallica, ya había triunfado con “los Tendencies”. Frenetismo que hacía que la baja iluminación juntamente con el movimiento sin parar de los miembros, hiciera que sacar fotos fuera todo un reto para Daniel, nuestro fotógrafo.
Ahora si, el Main Stage temblaba con la llegada de los gigantes de la escena de Gotemburgo. In Flames se sacó de la manga un setlist memorable, haciendo un repaso entero a toda su discografía con los temas más reconocidos en su historia como “Only for the Weak“, “I Am Above“, “Meet Your Maker” o “Take This Life“. Como dato curioso, debido a que la zona de prensa se sitúa justo al lado del escenario y entre medias se abre una pequeña zona para los artistas, se pudieron observar a varios disfrutar de los suecos, como Polaris, Matt Tuck y los chicos de Imminence.
Los estonios Pridian serían encargados de cerrar nuestra cobertura en este Día 2 del Festival, un increible metalcore experimental con auras atmosféricas que se suman a nuestra lista de grandes descubrimientos para este 2025.
Recargue pilas quien pueda; el Día 3 está por llegar.
Etiquetas: Bullet For My Valentine, in flames, Mystic Festival, Suicidal Tendencies

Dos de las bandas más feroces del hardcore actual, Sunami, la avalancha de San José, y Headbussa, el martillo del Área de la Bahía, desembarcaron en la sala Upload de Montjuïc para una gira demoledora que prometía convertir cada escenario en un campo de batalla. Pero la noche tenía un condimento especial que elevó la temperatura al máximo: los locales King of Pain, con su rabia recién afinada, quienes se sumaron al cartel con una propuesta de nu-hardcore que no dejó títere con cabeza. El ambiente era una promesa de riffs brutales, breakdowns asesinos y la energía descontrolada del hardcore más pesado. Si buscas pogos infernales y violencia sónica, la noche del domingo era tu cita ineludible.
¡Menuda noche la que nos regaló King of Pain aquí en Barcelona! Esta banda catalana de nu-hardcore no vino a calmar los ánimos, ¡sino a reventarlos! Imagínate una mezcla brutal de metal y hardcore que te golpea en el pecho: riffs afiladísimos de Lucas en la guitarra, la batería de Jerry que te mete los ritmos demoledores hasta la médula, un bajista demencial que te hace sentir el peso de cada nota en el estómago, y la voz de un vocalista que parece tímido al principio pero que suelta unos rugidos que te dejan sordo de la pura agresividad. ¡Una auténtica tormenta controlada que desata el caos!. En cuanto sonaron las primeras notas, la sala se transformó en una caldera. El setlist se centró en su último álbum, “Memento Mori” de 2023, y cada tema fue un puñetazo directo a la mandíbula. Abrieron con “Endtroduction“, que ya te ponía en modo alerta, sabiendo que se venía la gorda. Luego, sin piedad, soltaron “Set To Wreck“, y ahí sí, los primeros mosh pits empezaron a formarse. “Incinarate” fue pura dinamita, con esa energía que te hace querer saltar y empujar. La cosa se puso más densa y oscura con “Nemesis“, con esos riffs que te taladran la cabeza y un ritmo implacable. Después llegó “Deadweight“, que, joder, el nombre le viene que ni pintado: ¡un breakdown que te caía encima como una losa! El punto álgido fue, sin duda, “Memento Mori“, la canción que le da nombre al disco y que encapsula toda su rabia y esa oscuridad tan suya. Para rematar, “Epilogue” no te daba un respiro, sino que te dejaba temblando con el eco de la brutalidad que acababas de presenciar. En definitiva, si eres de los que les va el metal con cojones y el hardcore más crudo, King of Pain es tu banda. Son intensos, demoledores y te dejan con ganas de más.
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Sin mucho tiempo para el cambio de instrumentos y la organización del escenario, la banda de hardcore Headbussa aterrizó en la sala Upload de Barcelona. Originarios del Área de la Bahía de San Francisco, su sonido crudo, agresivo y directo prometía una descarga de energía sin igual. Desde el primer instante, Headbussa demostró ser sinónimo de puro “salvajismo” en directo. Abrieron con una fuerza descomunal, lanzando una invitación directa a la creación de mosh pits y al crowdsurfing. No hubo necesidad de insistir mucho; sus seguidores, ávidos de la descarga, subían continuamente al escenario para lanzarse al público como si de una piscina se tratara. El ambiente se caldeó rápidamente, no solo por la intensidad de la banda, sino también por el inmenso calor que se convertiría en un protagonista más de la noche.
La propuesta de Headbussa se caracteriza por canciones muy cortas, directas y agresivas. Su repertorio, una mezcla de violencia rítmica y groove aplastante, se tejió en un mix de música, brutalidad y una energía arrolladora, presentando un buen número de cortes de su EP de 2023, Vengeful Mind. Aunque a primera hora el público era aún escaso, los “sospechosos habituales” ya se calentaban a los bordes de la pista, anticipando lo que vendría. Como teloneros, los californianos provocaron los primeros bailes extremos en medio de una pista que, poco a poco, iba cobrando vida. En el hardcore, el público es un espectáculo en sí mismo, y el público barcelonés no defraudó, entregándose con una pasión inquebrantable. Con los ritmos poderosos de su beatdown, Headbussa sirvió un aperitivo contundente, presentando varios temas de sus EPs Vengeful Mind (2023) y Necessary Violence (2021). Hasta la fecha, la banda aún no ha lanzado un álbum completo, lo que aumenta la expectación por su futuro material. El concierto arrancó con la potencia de “Mass Effect”, un single que no solo ponía en marcha la maquinaria de la banda, sino que anunciaba la inminente descarga de intensidad. Le siguió “Martyrs“, un golpe directo que mantenía la energía en lo más alto, alimentando el frenesí del público. Con “You’re the Virus“, Headbussa resonó con su lírica directa y agresiva, característica de la banda. El imparable ritmo continuó con “End of U”, otro ejemplo de la capacidad de Headbussa para crear temas concisos y demoledores que no daban tregua. La brutalidad en su máxima expresión llegó con “Renegade“, llevando la intensidad a cotas aún más altas y consolidando los mosh pits. Justo después, “No Alibi” se presentó como un tema implacable que no dejaba lugar a dudas sobre la contundencia sonora de Headbussa. Para cerrar su potente actuación, la banda eligió “PFM“, dejando al público más que listo y sediento para lo que quedaba de la tarde, marcando un nivel altísimo que Sunami tenía previsto superar.
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Tras un breve respiro para recargar energías, Sunami desembarcó en el Poble Espanyol de Barcelona para una noche que prometía ser épica. La expectación flotaba en el ambiente; ver a la banda californiana en suelo español es una verdadera rareza, lo que explica por qué, a pesar de ser entre semana, el recinto estaba completamente a reventar. Debido a un problema técnico inicial que retrasó el arranque de los conciertos, los americanos subieron al escenario poco después de las diez de la noche. Sin embargo, este pequeño contratiempo no inquietó a los asistentes: todos sabían que los directos de Sunami son efímeros, directos y repletos de temas ultracortos que van sin tregua. A pesar de su corta trayectoria, pues la banda se formó en 2019, demostraron una experiencia escénica que parece de toda una vida. Con Josef Alfonso liderando la carga como cantante, y Mike “Durt” Durrett desatando la furia en las seis cuerdas, acompañados por Theo Domínguez en el bajo y Benny Esismann aporreando los parches en la batería, la noche arrancó como una auténtica máquina demoledora. Nada de preámbulos ni introducciones suaves; Sunami atacó sin piedad, y el público respondió con la misma ferocidad. Se desataron mosh pits implacables que, sin importar lo lejos que te situaras, siempre terminaban alcanzándote. El suelo se convirtió en un campo de batalla de saltos frenéticos y cuerpos chocando, con caídas que eran rápidamente asistidas, manteniendo viva la llama de ese estallido hardcore que arrasó el Poble Espanyol.
El repertorio de la noche fue una muestra de la potencia cruda de Sunami, diseñado para mantener el pogo activo y la energía en su punto más alto. Fue prácticamente incontable el número de temas que interpretaron, ya que una canción se encadenaba con la siguiente en una vorágine incesante. El público se convirtió en un miembro más de la banda, asaltando el micrófono en casi cada canción. Un generoso Josef invitaba a los fans a tomar las riendas vocales de los temas, y ni un segundo de vacilación: los seguidores de Sunami se pasaban el micro como veteranos líderes de beatdown, mientras las cuerdas de Mike “Durt” y Theo Domínguez seguían marcando el ritmo implacable, y Benny Eissmann mantenía la intensidad percusiva. La implacable secuencia de temas que desató Sunami en Barcelona fue la siguiente, cada uno alimentando la hoguera de la noche. “Sweet Relief” abrió la veda, un arranque fulminante que sin duda puso a prueba la resistencia del público desde el primer segundo. Le siguió “Defraud“, manteniendo la velocidad y la agresividad, consolidando la atmósfera de caos controlado. “Six” fue otro golpe directo, característico de su estilo sin concesiones, y “Dirty Work” (asumiendo que fue interpretada a pesar de la “duda” en el setlist original) añadió más leña al fuego hardcore. Continuaron con “Fence Walker“, demostrando la capacidad de la banda para mantener una intensidad constante, y “Gate Crasher“, que con su título, seguramente fue una llamada a la acción para que el pogo se intensificara aún más. “No Heart” se presentó como un tema contundente que resonó con la crudeza lírica de la banda, seguido de “Contempt of Cop“, un clásico para los seguidores que siempre enciende al público. Un bloque unido de “Fed Watching” – “I Don’t Care” demostró la fluidez y la furia de su ejecución en vivo, elevando la intensidad al máximo con “Die Slow“, cuya brutalidad lírica y sonora fue palpable. “Y.S.A.B.” fue otro pilar en sus directos, que el público coreó con pasión, preparando el terreno para el cierre con “Step” y su imparable ritmo. Finalmente, “Weak Die First” cerró el concierto de forma apoteósica, dejando claro el mensaje y la energía de Sunami.
El ambiente era electrizante, una intensidad que palpitaba en cada instante, con una audiencia completamente entregada. Los temas volaron uno tras otro; en un abrir y cerrar de ojos, la masacre sonora había terminado. Al finalizar, los chicos de San José no se marcharon inmediatamente; se quedaron charlando con los presentes e incluso se pasearon por el área de merchandising, interactuando con los fans. Fue un concierto que desbordaba cercanía, dejando una sonrisa imborrable y la satisfacción de una noche gloriosa. Una experiencia absolutamente imprescindible.


La segunda jornada del Fortress Festival comenzó con el clic metálico de la ansiedad colectiva. Los fieles regresaron a Scarborough Spa por el último ritual de este aquelarre musical. El viento del Mar del Norte traía consigo un presagio: hoy sería el juicio final. Las entradas, agotadas de nuevo, confirmaban que la voz de esta bestia sigue expandiéndose más allá de las fronteras británicas.
De nuevo, el descenso por las escaleras del acantilado fue el umbral hacia el inframundo. Allí, en medio de una bruma fría, la multitud vestida de negro aguardaba el toque inicial. Y ese toque fue Abduction.
1. Abduction – El amanecer del caos
El Main Stage estaba sorprendentemente lleno para una apertura. Pero nadie vino a contemplar suavidades. Abduction irrumpió con el frontal impacto de su black metal ritualista. Sus riffs eran cuchillas lanzadas al viento gélido. Desde “To Further the Dreams of Failure” hasta el nuevo repertorio inédito, el quinteto británico arrasó con la solemnidad de un conjuro ancestral.
La voz de A | V rebotaba en las columnas, consumiendo cada respiro. Cada atmósfera era una cerradura para la liberación del caos: un formato regulado, abalado con fuerza y técnica. El pit se expandía sin pausa, y el aire se volvió turbio, cargado de significado: la atmósfera decidió que el abismo no espera, y Abduction cumplió.
2. Belore – Épica cinematográfica
De regreso al Ocean Room, el toque mítico de Belore envolvió el recinto. Como si atravesáramos un paso hacia otro mundo, su black metal sinfónico llamó a relatos fantásticos. Las guitarras melancólicas, los coros que se elevaban en ráfagas rituales y la narrativa épica trasladaron al público a un universo medieval, poblado de bosques nevados y leyendas olvidadas.
Cada tema era un pasaje de una saga, una página convertida en sonido, donde se fundían épica y melancolía. Micrófonos quedaban suspendidos en el eco del coro, y entre el humo se adivinaban batallas olvidadas.
3. Dödsrit – Brutal elegancia
En el Main Stage, una tormenta llegó sin aviso. Dödsrit irrumpió anunciando su black/crust con una precisión quirúrgica digna de un bisturí sónico. Su ejecución fue tan intensa como impecable; riffs furiosos con tempo militar, y una técnica apabullante que sorprendió incluso a los más veteranos del público.
Lo técnico se volvió brutal. Cada tema –deadline, cada compás– estuvo impecablemente ejecutado. La perfección no fue neutra: fue viceral. Dödsrit se alzó como la sorpresa del día, un rayo de brutalidad controlada.
4. Autumn Nostalgie – Sombra y melancolía
La transición hacia el Ocean Room fue una caída suave en un paisaje otoñal. Autumn Nostalgie caminó descalza entre nuestras emociones, dotando al recinto de una atmósfera profunda, casi operística. Su black metal contemplativo, envuelto en un neofolk melancólico, fue un refugio entre la oscuridad del festín de caos.
En su ejecución total del álbum Esse Est Percipi, cada compás narraba una historia de pérdida y contemplación. Las guitarras acústicas, los cuerdas suaves, incluso el viento ululando en los sintetizadores, acentuaban la sensación de caminar por un bosque atemporal.
5. Moonlight Sorcery – Tradición y ritual
El Main Stage se transformó de nuevo con Moonlight Sorcery. Sus miembros, cubiertos de corpse paint impecable, se movían con la solemnidad de sacerdotes de la noche. Su black metal melódico-sinfónico tradicional prestó atención a los pequeños detalles: solos virtuosos, arpegios intensos, exactamente los elementos que alimentan la tradición más pura.
Incluso la presencia escénica, expandida por sintetizadores helados, atrajo la curiosidad de quienes buscaban celebrar esa versión clásica del black metal. Fue un ritual pagano en tributo al frío y la tradición.
6. Aristarchos – Misterio cósmico
La penumbra aumentó al filo cuando Aristarchos inició su set. El dúo escocés proyectó un sonido industrial acuoso, cargado de densidades cósmicas. Con un aura mística, crearon un clima sonoro hipnótico. Voces guturales intercaladas con momentos meditativos, ruidos sintéticos como rituales futuristas.
Era un viaje astral y ritual: un puente entre lo primigenio y lo sideral. Sus estructuras largas permitieron que el público perdiera la noción del tiempo, atrapado en los ecos y resonancias que salían de sus amplificadores.
7. Ulcerate – Horror cósmico técnico
La bestia de Auckland irrumpió en el Main Stage como un huracán nuclear. Ulcerate ejecutó sus temas de Cutting the Throat of God con brutal precisión. No hay hipérbole: su death metal atmosférico es un campo gravitacional que distorsiona las nociones de ritmo y coloca al oyente frente a una pared de sonido disonante.
Cada golpe de batería de Saint Merat fue un ciclón, cada riff de Hoggard una fractura en la realidad. El público se movía en sismógrafo humano, marcando la intensidad sísmica de la performance. La técnica no era frialdad: era una especie de palpitar primigenio, aterradoramente orgánico.
8. Grift – Realms of ancestral sorrow
De vuelta al Ocean Room se dispuso un momento de culto íntimo. Grift, con su set completo de Syner, ofreció una experiencia ritual. No fue música, fue inhabitar un estado de existencia más allá del tiempo: frialdad nórdica, soledad existencial y un canto profundo.
Guitarras acústicas, harmonium y susurros vocales crearon un clima sacro. El público, respetuoso, guardó silencio hasta el último compás. Fue el clímax melancólico del día: un rayo de luz oscura.
9. Forteresse – El regreso triunfal de Quebec
Cuando la legión quebequense emergió en el Main Stage, se sintió un estruendo ancestral. La multitud se entregó en masa a ese black metal épico, cargado de folklore e identidad. Forteresse, tras siete años de silencio, no decepcionó: la ejecución fue impecable, la intensidad palpitante y la interpretación de sus himnos nacionalistas como “Crépuscule d’Octobre” restituyó la comunión colectiva.
La prominencia de la identidad cultural, la conexión con la historia local, hizo que el set se sintiera más que un concierto: fue una reconciliación. Una llamada a la resistencia y al orgullo. Un momento de orgullo para todos los presentes.
10. Fen – Orgullo británico y atmósfera suprema
La atmósfera regresó al Reino Unido con Fen, firmes y envolventes. Su ejecución del debut completo The Malediction Fields fue ejecutada con precisión y solemnidad. Cada tema fue aclamado, como si reverenciáramos una joya nacional.
La conexión que el público británico tiene con Fen fue evidente: aplausos ininterrumpidos, reverencia e incluso lágrimas. No hubo pose ni artificio: solo honestidad sonora y maestría atmosférica.
11. Agalloch – La decepción del día
El ritual final llegó con Agalloch, la banda esperada por muchos, y la única que se veía capaz de elevarnos al clímax espiritual. Pero el desenlace fue frustrante. Apenas iniciaron, mandó un sarcasmo directo desde el escenario sobre el photo pit, un comentario innecesario que cortó la atmósfera.
Luego, los errores de ejecución fueron evidentes: tres fallos de guitarra en un solo corto, errores notables en tres canciones. Lo surreal: una banda acostumbrada a la perfección cometía fallos sonoros. La furia, el dolor, la melancolía quedaron opacados por esas fisuras. El ambiente se tornó frío, decepcionado.
Sin embargo, quedaba un resquicio de belleza: los dos últimos temas lograron recomponer parte del espíritu. El público, golpeado, terminó agradecido, pero con la sensación de que un ritual prometido se había desvanecido.
Epílogo: el viento y el silencio
Cuando las luces se apagaron por última vez y el público reemergió a la fría noche costera, el silencio fue ensordecedor. El murmullo del mar contrastaba con el caos vivido horas antes. Se podía ver, en cada rostro, la huella de un viaje literario en música oscura. El aire estaba lleno de niebla y electricidad.
Fortress Festival 2025 concluyó de manera gloriosa, salvo por el tropiezo final. Pero los ecos del abismo seguirán retumbando hasta el próximo año, cuando retornemos a la costa y volvamos a descender por esas escaleras hacia el corazón gélido del black metal.
Por el momento, este día 2 es un registro de culto: de la euforia de Abduction al desencanto de Agalloch, de Forteresse triunfante a la delicada elegía de Grift. El abismo habló, y esta noche lo escuchamos.
- Abduction
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- Abduction
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- Belore
- Belore
- Belore
- Dodsrit
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- Autumn Nostalgie
- Autumn Nostalgie
- Autumn Nostalgie
- Moonlilght Sorcery
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- Aristarchos
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- Ulcerate
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- Grift
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- Forteresse
- Forteresse
- Forteresse
- Forteresse
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- Fen
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- Agalloch
- Agalloch
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Llegamos a Polonia con más ganas que nunca, bajo un cielo cubierto por una lluvia intermitente que convertía el ambiente en una incógnita constante. El Mystic Festival celebraba su 25º aniversario con un cartel de lujo, encabezado por nombres como In Flames, Opeth, Sepultura, W.A.S.P. y Jinjer.
La capital de Pomerania, Gdánsk, se transformó en un punto de encuentro internacional. Entre la multitud se escuchaban acentos de Australia, Grecia, Estados Unidos, Finlandia, Noruega, México y muchos más. Esta diversidad consolidaba al Mystic como un evento clave en el circuito global de festivales.
El Park Stage —el segundo escenario más importante— fue el encargado de abrir la jornada con Alcest. La banda ofreció un baño de post-metal hipnótico que sirvió como una excelente antesala para lo que vendría, marcando un “in crescendo” emocional y sonoro a lo largo del día.
Nos acercamos luego a cubrir a Burner, una prometedora banda británica de hardcore/deathcore que debutaba por primera vez fuera de las islas. Su actuación fue sólida, intensa, y dejó claro que estamos ante una banda con un futuro brillante.
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Uno de los momentos que más esperaba por fin llegó: Whitechapel subía al escenario. Como si fuera una señal, la lluvia arreció justo cuando la banda de Tennessee empezó su set. Aun así, nadie se movía. Nadie quería perderse ni un segundo de su potente directo. El repertorio fue variado, desde temas de su más reciente Hymns of Dissonance hasta clásicos como This Is Exile o A New Era of Corruption. Irónicamente, justo al salir del foso de fotógrafos, la lluvia cesó… pero la espina de ese aguacero se quedó clavada.
El siguiente en tomar el relevo fue Jerry Cantrell. Su actuación fue simplemente impactante. Desde el mismo foso, con la piel de gallina, observé cómo la audiencia coreaba cada tema casi de forma automática, como si cada canción formara parte de su ADN musical. Un momento inolvidable.
La noche cerró con los veteranos del thrash, Exodus. Sin embargo, una pobre iluminación y algunos fallos técnicos en el sonido deslucieron un poco su actuación. A pesar de eso, el espíritu seguía intacto.
Así concluía el primer día, con la emoción de saber que esto era solo el comienzo de un festival impresionante. El Mystic prometía —y mucho.


Los demonios del heavy speed metal Bewitcher tomaron el íntimo segundo escenario en Slay en Glasgow recientemente como parte de su gira junto a la banda de black thrash metal Devastator. Desde el lanzamiento de su nuevo álbum, Spell Shock, en septiembre del año pasado, Bewitcher ha estado de gira extensa por Estados Unidos y Europa.
La noche de heavy metal extremo comenzó con la banda local Doppelgänger, que aportó su característico humor Glaswegian (de Glasgow) y una actitud de “sin tonterías” al heavy metal que estaban a punto de tocar. Una vez en el escenario, el cuarteto no perdió tiempo y, simplemente, desató el caos con riffs muy rápidos y brutales. El público, compuesto mayoritariamente por Glaswegians, correspondió con la misma energía, agitando sus cabezas, haciendo two-step, pogos, e incluso un fan hizo un stage-dive y fue atrapado por otros asistentes antes de ser devuelto a pie.
La cuarta canción del set, la coloridamente titulada “Syphilis Island”, encendió al público para el resto del show y para las bandas que seguirían. Sin duda, el atractivo principal de Doppelgänger fue su humor oscuro pero típicamente escocés, presentando su canción “2 Minutes 2 Late” diciendo que era “sobre un niño que muere de una sobredosis de heroína” —un guiño al significado cómicamente brutal de algunas letras de heavy metal. Este humor autocrítico se mantuvo durante todo el set, siendo mi momento favorito al final, cuando el vocalista empezó a corear junto al público: “¡¡AUTISMO, AUTISMO, AUTISMO!!”.
Para ser una banda tan pequeña, realmente me dejaron impresionado. Su sonido crudo, descarado, agresivo y sucio, combinado con su humor autocrítico, los convirtió en un inicio de show endemoniadamente entretenido.
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Después subió Devastator, procedentes de Derbyshire, Inglaterra, trayendo su black thrash metal ultrarrápido al escenario. En la más pura esencia del thrash, rozando casi el speed metal, las canciones de Devastator fueron rápidas, agresivas y directas a la cara. Su set comenzó con las intensamente rápidas “Walpurgisnacht” y “Black Witchery”, ambas de su más reciente álbum Conjurers of Cruelty. Este nivel de velocidad se mantuvo durante toda la presentación. El frontman y vocalista Thomas “Tom” Collings agradeció al aún ruidoso público diciendo: “¡GRACIAS POR VENIR UN PUTO MIÉRCOLES!”, a lo que la multitud respondió con rugidos de entusiasmo. Continuando con su set, dedicaron “Spiritual Warfare” a sus compañeros de gira y a la banda principal de la noche, Bewitcher.
Subiendo aún más la intensidad, Collings preguntó a la audiencia si querían “¡FUCKING SPEED METAL!”, para luego tocar su sencillo “Death Forever” seguido de la canción homónima de su álbum de 2023 Baptised In Fire. La última parte del set fue prácticamente un torbellino de speed metal y black thrash, con un momento destacado durante la interpretación de “Hail Death”. Devastator realmente llevó la velocidad a su música y a su actuación.
Finalmente, llegó el turno de la banda principal de la noche: Bewitcher. El trío subió al escenario y no perdió ni un segundo antes de entrar en acción, a una velocidad casi sorprendente, sin introducciones ni charlas previas. “Starfire Maelstrom”, de su álbum Spell Shock, literalmente sacudió al público, ya que algunos no estaban preparados para el pogo que comenzó casi de inmediato. El setlist fue un buen equilibrio de temas de todos sus álbumes, excepto el de 2023 Deep Cuts & Shallow Graves, un set que pareció dejar satisfechos a todos los asistentes.
La energía de la banda y sus interacciones con el público son la razón por la que me encantan estos shows de metal más íntimos. El bajista, especialmente, se divirtió interactuando con el público, acercándose al borde del escenario y, en un momento durante la canción “Bewitcher”, saltando al mosh pit para tocar como un demonio entre los fans.
Algunos de los temas más destacados del set fueron la sorprendentemente funky “Valley of the Ravens” y, para las damas que andaban por ahí, “Sins in Her Blood”, ambos recibidos con gran entusiasmo por el público.
Nunca había escuchado antes a ninguna de estas bandas, pero me lo pasé en grande. El humor negro y el heavy metal de Doppelgänger fueron excelentes; el black thrash de Devastator hizo que la gente se volviera loca, y el speed metal de Bewitcher fue tan vertiginoso que mareaba.
- Bewitcher
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- Bewitcher
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- Devastator
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- Doppleganger
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Kat Von D encarna a la perfección el concepto de artista multidisciplinar. Nacida en México y criada en Estados Unidos, ha construido una carrera que va más allá de su fama inicial como tatuadora televisiva en L.A. Ink. Con millones de seguidores en redes sociales, ha sabido consolidarse como una figura influyente en el mundo del tatuaje, la moda, la cosmética y, más recientemente, la música. Su último trabajo discográfico, My Side of the Mountain, ha sido señalado como una de las referencias internacionales del año en el terreno del pop oscuro y electrónico.
Su reciente paso por España con conciertos en Madrid y Barcelona permitió al público descubrir su faceta musical en directo. Acompañada de la guitarrista y teclista Sammi Doll, y con el respaldo visual de un escenario sobrio con dos pantallas y un logo brillante, Kat presentó un espectáculo gótico-electrónico que bebía directamente de la estética y el sonido new wave de los años 80. Temas como “With You”, “Vampire Love” o “Illusion” demostraron su capacidad para construir atmósferas densas y melancólicas, aunque la puesta en escena, demasiado encorsetada por los samplers y la programación, ofrecía una experiencia algo fría y contenida.
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El repertorio, centrado casi por completo en su nuevo álbum, dejó fuera cualquier intento de sorpresa o improvisación. Aun así, momentos destacados como “H.A.T.E.”, “Truth in Reverse” o “I Am a Machine” —con la presencia virtual de Alissa White-Gluz en las pantallas— subrayaron la eficacia de su propuesta sonora, claramente inspirada en el goth ochentero y el darkwave. El uso del negro como código visual y la presencia puntual de su esposo, el artista Leafer Seyer (Prayers), añadieron un matiz íntimo a un show que, pese a su impecable estética, se percibió algo limitado en duración y dinamismo.
El cierre con “Dead” y una segunda aparición de Seyer para un último gesto de complicidad amorosa entre sombras, redondeó un concierto breve —apenas 50 minutos—, que dejó sensaciones encontradas. Por un lado, se agradece la coherencia artística y visual de Kat Von D, cuyo universo oscuro está perfectamente construido; por otro, su directo se resintió por la rigidez técnica y la falta de espontaneidad, en una noche que pedía algo más de calor y conexión con el público.


La costa del Mar del Norte ha sido invadida nuevamente por una oleada implacable de oscuridad y sonido. Fortress Festival regresa a Scarborough en su tercera edición, transformando este balneario histórico en el escenario de un aquelarre moderno, donde riffs infernales y voces guturales sustituyen los susurros del viento. Dos días de Black Metal en su máxima expresión: puro, inmisericorde, avasallante.
La anticipación había sido tan sofocante como la niebla densa que se cierne sobre las ruinas de las murallas normandas. Las entradas se agotaron meses antes, y el eco de la expectación retumbaba en cada calle del pueblo costero. Con bandas como Agalloch, Forteresse, 1349, RUÏM y más de veinte nombres adicionales, Fortress Festival prometía abrir un portal hacia un inframundo donde reinan las sombras.
Al llegar a Scarborough Spa, el aire mismo parecía cargado de una malevolencia latente. El acceso al festival es una bajada interminable de escaleras talladas en la roca del acantilado. Cada paso descendente es una ceremonia de tránsito hacia lo desconocido: una ofrenda de carne y sudor al altar del Black Metal. A cada tramo, el retumbar de bajos y bombos se hace más audible, como un rugido surgido desde las mismísimas entrañas de la tierra.
En la puerta, hordas de devotos, todos de negro, algunos cubiertos con corpse paint y cadenas, otros ataviados con túnicas o insignias tribales, esperan con una mezcla de excitación y nerviosismo. Y, sin embargo, en cada rostro se dibuja una sonrisa: la promesa de la comunión en la oscuridad es demasiado fuerte para ser contenida.
Ritual de apertura: Nemorous
A las once en punto, las puertas se abren como las fauces de una bestia hambrienta. Rápidamente, las multitudes se disgregan en busca de mercancía, comida y bebida, pero la verdadera misa negra comienza casi al mediodía, cuando Nemorous toma el Main Stage. Originarios del Reino Unido, son heraldos de la atmósfera y la devastación. Nick, al frente, se entrega al 100%, su rostro contorsionado por la pasión y la furia. Cada riff es una capa de niebla y ceniza que cubre el público, mientras su álbum debut suena en su totalidad. Una apertura ceremonial, un despertar de la bestia que anida bajo nuestros pies.
Perennial Isolation: Melancolía ibérica
El cambio de escenario es breve. El Ocean Room, más pequeño y asfixiante, se convierte en la guarida de Perennial Isolation, llegados desde España. Tras un contratiempo inicial con la guitarra, el hechizo comienza. Sus notas, que transitan entre la furia y la melancolía, dibujan paisajes desolados en la mente de los asistentes. Cada tema es una espiral descendente, un viaje por el dolor y la redención. El público, atrapado entre la penumbra y las luces parpadeantes, sucumbe al influjo de un black metal que se siente como un puñal al corazón.
Aquilus: La serenidad del abismo
De vuelta al escenario principal, Aquilus ofrece un remanso de aparente calma, un susurro en la tormenta. Con violines y guitarras acústicas entrelazadas en su black metal etéreo, sus composiciones se despliegan como un libro de mitos antiguos. Pero no hay paz verdadera aquí: cada nota esconde el aliento helado de la muerte, y cada pausa en sus melodías es el anuncio de un nuevo martirio. Escuchar a Aquilus es como recorrer un bosque encantado donde cada sombra puede devorarte.
Devastator: La furia desatada
De nuevo en el Ocean Room, el espacio se llena de humo y adrenalina. Devastator irrumpe con su mezcla de thrash y black metal, desatando un vendaval de riffs que convierte el suelo en un campo de batalla. El primer circle pit de la jornada estalla apenas suenan los primeros acordes, y desde ahí todo es caos y sudor. La violencia musical es total, y el público responde con la misma fiereza.
Spirit Possession: Dos sombras en la noche
El Main Stage se oscurece casi por completo para dar paso a Spirit Possession. Dos focos rojos, uno en cada extremo del escenario, iluminan apenas a S. Peacock y A. Sprungin. Solo dos músicos, pero su sonido es una muralla impenetrable, una evocación del black metal más ortodoxo y ritual. Cada riff es un látigo, cada golpe de batería un recordatorio de lo efímero de la carne. Sus sintetizadores, fabricados artesanalmente, agregan un matiz de locura a su performance. Es un descenso aún más profundo en el abismo.
Suldusk: La calma ritual
De nuevo, la calma relativa regresa con Suldusk. Su black metal atmosférico, cargado de voces limpias y guturales, lleva al público por pasajes de introspección y desgarro. Emily se mueve como una sacerdotisa, sus manos dibujando símbolos en el aire mientras invoca cada verso. Es un ritual de contrastes: fragilidad y fuerza, serenidad y furia, muerte y renacimiento.
The Great Old Ones: El llamado de las profundidades
Si alguna banda estaba destinada a despertar a Cthulhu en esta costa, esa era The Great Old Ones. Sus túnicas y medallones con simbología lovecraftiana, el despliegue lumínico y la presencia ominosa de Benjamin Guerry con su guitarra cubierta de tentáculos transforman el Main Stage en un altar para los dioses antiguos. Cada nota parece un canto litúrgico que resuena en las aguas del Mar del Norte. El público observa absorto, casi esperando que algo emerja de las profundidades y arrastre todo consigo.
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Selbst: El fuego de América del Sur
En el Ocean Room, el continente americano hace su entrada triunfal con Selbst, un proyecto binacional entre Venezuela y Chile. Su música, tan intensa como oscura, oscila entre lo frenético y lo etéreo. Sus pasajes atmosféricos son como un aliento de la selva más profunda, y sus ataques de black metal puro son descargas de relámpagos. Ver a Selbst en Fortress Festival es una reivindicación de la escena latinoamericana, un recordatorio de que el fuego arde en todos los rincones del mundo.
RUÏM: El retorno del hereje
Una banda con una muy corta trayectoria como conjunto, pero en donde cada miembro de manera individual ha sido parte de la escena del black metal desde hace varios años, RUÏM se apodera del main stage. Liderados por Rune Eriksen, alias Blasphemer (Mayhem, Aura Noir y Vltimas), se presentan por primera vez en el Reino Unido y de qué mejor manera hacerlo que en el Fortress Festival. Tocando su álbum debut completo, Black Royal Spiritism – I – O Sino da Igreja, ofrecen un black metal tradicional de culto, aunque se desmarcan temáticamente del satanismo habitual, optando por letras inspiradas en la Umbanda y la Linha da Esquerda, tradiciones espirituales brasileñas que han marcado a Blasphemer por más de una década. La banda demuestra una precisión quirúrgica en directo, ejecutando cada nota con una fuerza demoledora, y se completa con una estética sombría que recuerda a la Inquisición ibérica. El momento álgido llega cuando interpretan “I Am Thy Labyrinth” de Mayhem, con Ravn de 1349 acompañando en las voces, un gesto que desata una comunión entre pasado y presente que deja al público boquiabierto.
Akhlys: La pesadilla toma forma
Akhlys se encarga de cerrar la noche en el Ocean Room, representando la faceta más onírica y terrorífica del black metal. Esta banda estadounidense, que en sus 15 años de historia ha sabido labrarse un nombre importante, logra materializar las pesadillas y terrores nocturnos a través de la música. Con letras que evocan la parálisis del sueño y estados alterados de consciencia, Naas Alcameth y compañía logran recrear un viaje sonoro que hiela la sangre. Sus riffs y blastbeats incrementan la tensión de cada instante, sumando capas de pesadilla a la atmósfera. Las máscaras de diablillos que usan en escena acentúan la sensación de ritual demoníaco, convirtiendo cada tema en un descenso a los abismos de la mente. El público se ve atrapado en una espiral de emociones y visiones que parece no tener fin, una experiencia que solo una banda como Akhlys puede ofrecer.
1349: La tormenta final
Y finalmente, como un último golpe de fuego y oscuridad, 1349 corona la noche con una presentación incendiaria en el main stage. Seidemann y Archaon aparecen portando antorchas y, situándose cada uno en un extremo del escenario, escupen líquido combustible que enciende llamas desafiantes, envolviendo al público en una atmósfera de puro caos. Con Ravn en el centro, dominando con su carisma inquebrantable, y Frost tras la batería, el ataque sónico es demoledor. Con casi tres décadas de trayectoria, y tras superar algunos momentos difíciles, demuestran que siguen siendo una fuerza imparable. A pesar de un pequeño problema técnico con la batería, la banda muestra una cohesión y energía que deslumbran. Su set podría haber durado hasta el amanecer y nadie habría querido que se detuviera. Esta noche, 1349 ha dejado en claro que su reinado en el black metal está lejos de extinguirse.
El final de la primera noche
Al salir de la penumbra del Spa y volver a enfrentar la brisa fría del Mar del Norte, la mente todavía vibra con las notas finales de 1349. El aire salado y el murmullo del agua chocan con el retumbar de la música en la memoria. Fortress Festival 2025 no es solo un festival, es un descenso voluntario al abismo, un sacrificio personal a los dioses del metal extremo.
Mañana aguarda otro día de oscuridad. Por ahora, me dejo llevar por el viento, sabiendo que apenas hemos rozado la superficie de esta liturgia sonora. La noche sigue joven. Y el abismo nos espera.
- Nemorous
- Nemorous
- Perennial Isolation
- Perennial Isolation
- Aquilus
- Aquilus
- Devastator
- Devastator
- Spirit Possession
- Spirit Possession
- Suldusk
- Suldusk
- The Great Old Ones
- The Great Old Ones
- The Great Old Ones
- Selbst
- Selbst
- Ruim
- Ruim
- Ruim
- Ruim
- Ruim
- Akhlys
- Akhlys
- Akhlys
- 1349
- 1349
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La noche del 5 de junio de 2025 quedó grabada a fuego en el calendario de todo metalero en la ciudad condal. La sala se transformó en un auténtico bastión de la música en vivo, vibrando hasta sus cimientos para marcar el crepúsculo de la primavera con una descarga sin precedentes de metalcore técnico y progresivo. Born Of Osiris, la influyente banda de Chicago que ha redefinido el género desde su explosivo debut en 2007, regresaba a la península ibérica. No era una visita cualquiera; era la continuación de la estela que dejaron tras su aclamada actuación en el Resurrection Fest 2023. Esta vez lideraban una gira con un cartel de auténtico lujo. Les acompañaban titanes del metal extremo: la furia desatada de los británicos Ingested, que están reformulando el brutal death y el deathcore con su propuesta demoledora; la vanguardia técnica y extrema de Entheos, procedentes de California con un estilo innovador; y la ya consolidada destreza y precisión de los portugueses The Voynich Code. Una alineación que garantiza una velada de pura adrenalina, virtuosismo técnico y una inmersión total en la brutalidad sonora.
Con el verano pisando los talones en las últimas semanas primaverales y los grandes festivales ya en el horizonte, era comprensible que parte del público habitual optara por reservar energías y presupuesto. Aunque la sala no alcanzó el codiciado “sold out” —algo frecuente en otros eventos de similar envergadura— logró reunir una asistencia considerable, generando una atmósfera palpable de expectación y entusiasmo creciente, especialmente a medida que avanzaba la noche y se intensificó la anticipación por la banda principal. Las puertas se abrieron con una inusual y bienvenida puntualidad, marcando el inicio de una jornada que prometía ser intensa y, sin duda, memorable.
A las 18:00 en punto, los primeros acordes de The Voynich Code retumbaron en la sala, dando el pistoletazo de salida a la velada. Los portugueses, liderados por la contundente y versátil voz de Jack Kinsey, desplegaron un set de deathcore implacable y técnicamente brillante. Temas como la arrolladora “Amunet”, la decisiva “The Decider I”, la cruda “The Weak” y la visceral “Born to Suffer” resonaron con una fuerza brutal. El público presente coreó sus letras con fervor, inyectando una dosis temprana de energía que animó a los asistentes desde el primer momento. Fue una descarga breve pero poderosa, un excelente aperitivo que dejó al público clamando por más. No obstante, la temprana hora de inicio —una constante en estas giras con múltiples bandas— significó que muchos asistentes se perdieran parte o la totalidad de su actuación, víctimas del carácter vespertino de estos conciertos que terminan pronto.
El turno de los innovadores californianos Entheos llegó puntualmente a las 18:50. Su actuación, aunque cargada de energía, se vio comprometida por serios problemas de sonido que mermaron su impacto. La música de Entheos, técnica y extrema, exige una claridad sonora prístina para desplegar toda su riqueza: capas complejas, heterogeneidad rítmica y matices melódicos. Desafortunadamente, la mezcla fue descuidada, sucia y poco definida, opacando tanto la poderosa voz de Chaney Crabb —que transita entre guturales y melodías con maestría— como los virtuosos riffs de guitarra. Temas como “All for Nothing”, “An End to Everything”, “I Am the Void”, “A Thousand Days” y “The Sinking Sun” no alcanzaron su dimensión real bajo estas condiciones, perdiendo parte de su complejidad y fuerza. Pese a los inconvenientes, la banda no bajó la intensidad. Su set encendió al público, provocando circle pits y walls of death enérgicos que cumplieron su cometido. Sin embargo, la cierta linealidad en la estructura de su propuesta, sumada a los fallos técnicos, hizo que su actuación tuviera más sombras que luces.
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La temperatura en la sala y la excitación colectiva alcanzaron un nuevo pico con la llegada de Ingested a las 19:40. Los británicos, que están redefiniendo el brutal death y el deathcore con una mezcla de potencia y técnica depurada, demostraron rápidamente por qué son una fuerza imparable en la escena contemporánea. Con una presencia arrolladora y ejecución impecable, Ingested lanzó al público al mosh desde la primera nota. Temas como “Titanomachy”, “Impending Dominance”, “Copremesis” y “Skinned and Fucked” sonaron con una potencia descomunal. El pit explotó con una ferocidad inédita hasta ese momento: empujones, patadas voladoras y puños al aire convirtieron el centro de la sala en un torbellino. Durante los treinta minutos que duró su set, la banda dejó una huella imborrable, elevando la adrenalina y preparando el terreno para la gran culminación de la noche.
Born Of Osiris: La Sinfonía Atronadora de la Precisión y el Espectáculo Visual
A las 20:45, las luces se apagaron y una tensión eléctrica envolvió Razzmatazz 2. Born Of Osiris apareció con majestuosidad, y desde los primeros acordes, la conexión con el público fue total e inmediata. Presentándose en formato de trío —algo que sorprendió a más de uno—, la banda desplegó una potencia sonora que superó todas las expectativas. Ronnie Canizaro dominó con su voz, alternando guturales y pasajes limpios con asombrosa potencia; Cameron Losch desató una tormenta rítmica desde la batería con precisión quirúrgica; y Nick Rossi brilló como pieza clave, encargándose del bajo, guitarras, sintetizadores y teclados, e incluso asumiendo el rol de guitarra principal.
A pesar del uso de secuencias programadas —necesarias en un género tan complejo—, el trío mostró una solvencia absoluta. Su distintivo djent sonó demoledor, técnico y visceral. La fusión entre elementos electrónicos y agresividad metálica se ejecutó a la perfección, construyendo un muro de sonido envolvente. La escenografía y el espectáculo visual fueron claves: luces estroboscópicas cegadoras, sombras dramáticas, proyecciones hipnóticas y un diseño lumínico multisensorial elevaban la experiencia a una dimensión casi mitológica.
Abrieron con “Open Arms to Damnation”, desatando la euforia colectiva. Temas como “Bow Down”, “Elevate”, “Divergency”, “White Nile” y “Empires Erased” fueron recibidos con entusiasmo desenfrenado, convertidos en himnos coreados a pulmón. Rossi, en particular, dejó una impresión imborrable con una ejecución técnica impecable que cubrió con creces la ausencia de Lee McKinney, consolidando su papel como figura clave en la nueva etapa de la banda.
La intensidad no decae: “In Desolation”, “Through Shadows”, “Ascension” y “Torchbearer” mantuvieron la energía al máximo. La complejidad técnica de “Abstract Art” y la agresividad de “Brace Legs” fueron puntos culminantes, seguidos por un cierre monumental con “The War That You Are” y la melódica pero brutal “Rosecrance”. Cuando el público ya pensaba que todo había terminado, el broche de oro, un himno atemporal de Born Of Osiris de su álbum Tomorrow We Die ∆live (2013). “Machine” es una canción icónica, con sus sintetizadores penetrantes, sus breakdowns memorables y un coro pegadizo que hace que toda la sala explote en un coro unificado. Es la despedida perfecta para un concierto inolvidable.
Aunque el concierto duró solo una hora, este setlist refleja la mezcla de clásicos y material más reciente que Born Of Osiris ofrece con la intensidad, calidad sonora y conexión con el público hicieron de esta noche una experiencia inolvidable. Reafirmaron su estatus como pioneros del metal moderno, dejando a Barcelona marcada por la precisión, brutalidad y belleza de su música. Muchos salieron convertidos en nuevos fieles del metal del siglo XXI llevándose consigo una experiencia que superó todas las expectativas.


La noche del 31 de mayo, 5 voces legendarias de los años ochentas se reunieron en un sólo escenario para revivir aquellos años de gloria en el metal; Les Carlsen de Bloodgood, Michael Drive de Barren Cross, Jamie Rowe de Guardian, John Schlitt de Petra y Dale Thompson de Bride junto con su hermano Troy en la guitarra hicieron una noche que quedará para la historia del denominado white metal en la CDMX.
Seis integrantes de bandas clásicas y mas dos músicos invitados se unieron para dar forma al evento que se llamó Voices of Christian Metal, cada uno de ellos salió al escenario para hacernos recordar viejas épocas doradas en donde el hard, heavy y otros géneros, dominaban la tierra sin importar nada.
El primero en salir a escena fue el gran vocalista Michael Drive de Barren Cross, con una voz como si los años no pasaran y acompañado de sus guitarras mostró el por qué debió ser el elegido para reemplazar a Bruce Dickinson en Iron Maiden cuando este dejó la doncella; con temas de él solista, Barren Cross y de su otro proyecto Human Code, Michael Drive tocó 13 canciones que sonaron mágicas, su tono vocal se mantiene firme a pesar de los años, 2 covers sonaron en su repertorio, pero lo mejor fue cuando anunciaba clásicos de Barren Cross, era mi como viajar en el tiempo.
Luego el mayor de todos sale a dar lecciones de heavy metal puro y directo, Les Carlsen con sus 76 años y acompañado de su esposa Joyce Carlsen que tiene una gran voz, patearon traseros como muchas bandas jóvenes no son capaz de hacer; su listado de temas se basó en Bloodgood y su disco solista He´s Coming del 2022; aquí nos pasó igual que con el anterior, los recuerdos empezaron a llegar con cada canción de Bloodgood, esta agrupación sacó unos discos que están al nivel de cualquier banda importante, una lástima que no fueron más populares entre los amantes del heavy metal.
Como tercer acto, desde Kentucky salen los hermanos Thompson a dar una presentación que dejó a todos boquiabiertos, éxito tras éxito de esta agrupación que tiene más de 30 discos en su trayectoria rebotaban en cada pared del lugar, Troy con su guitarra acústica estaba con toda la energía del mundo, no falló en ninguna nota y con él su hermano Dale que sigue cantando con un poder brutal, su combinación de hard rock, heavy metal, grunge y algo de blues hacen que su sonido sea difícil de etiquetar pero es una mezcla más que perfecta, “Would You Die for Me”, “Everybody Knows My Name”, “Psychedelic Super Jesus” y el cover de Bob Dylan “Knockin´ On Heaven´s Door” brillaron en su máximo explendor.
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Luego una presentación más tranquila y que nos dio la oportunidad de descansar un poco, Jamie Rowe de Guardian en donde lo que más sorprendió fue su capacidad para cantar en español, un idioma que él dice no dominar pero que lo pronuncia a la perfección, algo que impactó fue cómo el público lo acompañó en sus canciones, se sabían todas ellas de principio a fin.
Para cerrar con broche de oro, una leyenda más se sube a tomar el micrófono, Jonh Schlitt de Petra y Head East, con su sonrisa habitual, el frontman de Petra, una agrupación de más de 50 años de carrera, presentó clásicos de clásicos, “Feel It”, “Fired Up”, “Take Me Home” o “Beyond Belief” por nombrar algunas, aunque la altura de la ciudad le afectó algo en su desempeño, su brillo sigue intacto, la alegría que sale de él es algo de admirar, interactuó con el público a más no poder, se bajaba a saludar de mano a su audiencia que lo acompañó en cada estrofa de todo su repertorio.
Así fue como el evento de la promotora Exhort Metal dio punto final, ojalá repitan esta fórmula, sólo faltó una colaboración de todos los músicos en el mismo escenario, eso hubiera sido algo único; estos señores deberían de crear un super proyecto con música nueva ya que talento es lo que les sobra.
Etiquetas: Barren Cross, Bloodgood, Bride, Dale Thompson, Exhort Metal, Guardian, Heavy Metal, Jamie Rowe, Jonh Schlitt, Les Carlsen, Michael Drive, PETRA, Troy Thompson, White Metal

La noche del 4 de junio de 2025, la Sala Copérnico de Madrid se transformó en el epicentro de la vanguardia del metal, acogiendo una velada excepcional con The Voynich Code, Entheos, Ingested y Born of Osiris. Al llegar a la Copérnico me sorprendió que no hubiera casi nadie en la cola y es que nos comentó la organización que la preventa estaba muy paraba. Todo presagiaba un concierto de cuatro gatos, pero nada más lejos de la realidad y Madrid respondió a la llamada del metal una vez más, aún siendo jueves, con cutro bandas y con horario madrugador.
The Voynich Code: El Despertar del Coloso
La jornada arrancó con la impactante propuesta de The Voynich Code. A pesar de la temprana hora, la banda portuguesa demostró una ejecución musical de velocidad y precisión asombrosas, caldeando el ambiente con un sonido contundente que invitaba al calentamiento de cuello. Su vocalista, un torbellino de carisma, no cesó de retar al público, exigiendo movimiento y puños al aire, transformando la sala, aún en fase de crecimiento, en un espacio de vibrante interacción. La iluminación, con sus tonos azules y su intensidad contenida, sentó las bases para una noche que prometía ir a más, aunque como fotógrafo, los momentos de luz plena fueron un tesoro, demasiado escasos. La destreza técnica de The Voynich Code dejó una impresión inmejorable, augurando un futuro prometedor para esta formación en la escena del metal extremo.
Entheos: Sinfonía de Oscuridad y Virtuosismo
Con Entheos en el escenario, la Sala Copérnico se sumergió en una atmósfera densa y profundamente emotiva. La banda estadounidense, a pesar de su interacción verbal limitada, permitió que su música hablara por sí misma, desplegando un setlist sestacado de gran virtuosismo. Chaney Crabb, con su voz espectacular y cambiantes registros, fue el pilar de una interpretación impecable. La iluminación, intencionadamente oscura, realzó el misterio de su propuesta, aunque demandó una agudeza visual para capturar cada instante, subiendo ISO y estand ávido para disparar cuando la luz golpeaba a los músicos. El sonido, nítido y envolvente, permitió apreciar la riqueza instrumental, desde las líneas de bajo hasta los intrincados riffs, destacando la voz, llena de cambios en téncina y registro. Entheos demostró su estatus como una banda top, ofreciendo una cátedra de metal técnico y oscuro que resonó profundamente para el deleite del público que ya fue llegando poco a poco a la sala.
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Ingested: La Tormenta Brutal del Death Metal
El ambiente alcanzó su punto álgido con la descarga implacable de Ingested. La banda británica se erigió como el ganador moral de la noche, ofreciendo un muro de metal de entrega y precisión inigualables. El volumen, si bien alto para mi, estuvo perfectamente controlado, permitiendo que cada instrumento, desde la voz destacada hasta la guitarra principal, brillara con claridad, buen trabajo desde la mesa de sonido. Sin embargo, lo que realmente catapultó la actuación fue la visceral interacción con el público del frontman Josh Davies. Con una vehemencia pocas veces vista, no dudó en regañar a la audiencia apática, exigiendo sin reparos la entrega total en el pogo y el circle pit. Su pasión contagió a la sala, repleta y entregada, generando un ambiente de pura comunión metalera que, como fotógrafo, fue un privilegio documentar. Admás las luces mejorar bastante, con rojos y haces espectaculares. Ingested dejó claro que no solo tocan metal, sino que lo viven y lo exigen, consolidándose como una banda de primer nivel con potencial para encabezar futuros eventos, ojalá así sea y pueda verlos y “afotarlos”.
Born of Osiris: La Fusión de Técnica y Experiencia
Cerrando la noche, Born of Osiris demostró por qué es una banda de referencia en el deathcore progresivo. Desde Chicago, Illinois , Born of Osiris ha forjado un sonido distintivo que fusiona la agresividad del deathcore con la intrincación del metal progresivo, incorporando elementos de djent y un uso prominente de sintetizadores que les otorgan un matiz sinfónico/electrónico único. Su estilo se caracteriza por armonías disonantes, melodías intrincadas ejecutadas por sintetizadores y guitarras solistas, y un ritmo que alterna blast beats frenéticos con breakdowns masivos y sincopados. La textura musical es densa y multifacética, con guitarras de 7 u 8 cuerdas afinadas muy bajo, una batería técnica y un bajo audible. Sin embargo, el sintetizador/teclado, manejado por Joe Buras, es un protagonista clave, aportando desde pads atmosféricos hasta leads melódicos y texturas industriales o sci-fi. Esta maestría en la dinámica les permite transitar de explosiones de velocidad a pasajes atmosféricos y breakdowns aplastantes.
La trayectoria de Born of Osiris, con álbumes seminales como The New Reign (2007) y su aclamada The Discovery (2011) , ha consolidado su posición como líderes influyentes en el desarrollo del deathcore progresivo y el djent, inspirando a numerosas bandas a fusionar brutalidad con complejidad técnica y sintetizadores. Sus letras, a menudo, exploran temas cósmicos, ciencia ficción, apocalipsis, espiritualidad y reflexiones sobre la existencia humana.
En directo, la banda confirmó su reputación de actuaciones enérgicas y técnicamente precisas. La voz de Ronnie Canizaro, especializada en técnicas no limpias, abarca guturales de rango medio a bajo (growls) y screams de rango medio a alto (shrieks/highs). Su versatilidad y control de la respiración le permiten transiciones rápidas y una articulación clara a pesar de la agresividad. El frontman, activo y carismático, no paró de moverse y gesticular, acercándose al público en momentos puntuales para cantar con ellos y propiciar un contacto directo lleno de pasión. Nick Rossi, más estático, se concentró en la ejecución impecable de la guitarra, mientras que Cameron Losch, tras su imponente batería, se levantaba ocasionalmente para arengar a la peña.
La puesta en escena fue un espectáculo de luces oscuras y un profuso uso de láseres, con rápidas ráfagas estroboscópicas que, si bien creaban una atmósfera futurista e inmersiva, presentaban un desafío para la fotografía. El sonido, en general, fue bueno, aunque la banda pareció abusar de los samples o pistas pregrabadas, un aspecto que, para algunos, puede restar autenticidad a la experiencia de una banda que ha pasado de cuarteto a trío en directo.
El setlist, una delicia para los fans, repasó sus mejores temas, generando momentos de entrega y pasión constantes. La ejecución musical fue espectacular, con una técnica que evocaba a bandas como Meshuggah o Dream Theater. Entre los momentos más memorables, destacaron las interacciones de Canizaro con el público y la aparición de un personaje disfrazado de unicornio en el escenario, que se lanzó a hacer crowdsurfing entre la multitud. El ambiente general fue de camaradería y euforia, con brazos en alto, agitación de melenas, pogos y algún que otro wall of death, todo en una sala Copérnico que rozaba el sold out.
En resumen, Born of Osiris ofreció una noche potente y calculada, con una entrega musical y una propuesta visual que confirmaron las expectativas, demostrando la consistencia de una banda que domina su sonido tanto en estudio como en vivo. La Sala Copérnico fue una demostración del vibrante estado de la escena metalera en Madrid. Desde la energía incipiente de The Voynich Code hasta la maestría consolidada de Born of Osiris, pasando por la oscuridad de Entheos y la contundencia de Ingested, cada banda aportó su propuesta. Noches como esta no solo reafirman la pasión de los metaleros madrileños, sino que también subrayan el compromiso continuo de promotores y bandas por traer metal de calidad a la capital.

La ciudad de Gdánsk amanecía con un espectacular clima, a esperas de comenzar el primer día completo en este Mystic 2025. Todo parecía algo nuevo en comparación al Día 1; zona de prensa abierta, escenario principal habilitado, nuevas zonas de ocio; estaba todo al 100%, preparado para acoger una velada increíble encabezada por Bullet For My Valentine, In Flames y Suicidal Tendencies.
Imminence inauguraba el escenario principal con un increíble set por parte de los gigantes suecos del metalcore, comenzando a agilizar al público de la mejor manera posible, con canciones como Temptation o Infectious.
Por otra parte, Polaris fué la que abrió el Park Stage, brindándonos un increíble set reinado sobre todo por los mejores temas de su último Fatalism, sin dejar atrás las canciones que les llevaron a donde están hoy en día; situados como uno de los máximos referentes en el Metalcore moderno. “Dissipate“, “All Of This Is Fleeting, Remedy” o “Nightmare” fueron algunas de las más destacadas, con un Jamie Hails completamente recuperado vocalmente con una actuación soberbia.
Nile y Split Chain rompieron las dos salas cubiertas del complejo; Shrine Stage y Sabbath Stage respectivamente, ambos con un género completamente distinto que aún así, acogía una gran multitud de asistentes que, aún estando los otros escenarios llenos, se podía apreciar la variedad musical y su gran recepción por parte del festival.
Bullet for My Valentine eran los siguientes. Con un set dedicado a celebrar el 20 aniversario de su laureado álbum debut The Poison, los de Matt Tuck hicieron una actuación espectacular delante de miles de personas que asistieron, con temas como “Tears Don’t Fall“, “Hand of Blood” o “All These Things“.
Beherit y su contundente Black sería una de las actuaciones que serviría para cambiar de aires con una imponente y sólida actuación, para así dar paso a la cabeza de cartel del día; In Flames. Tras un intento fallido de intentar cubrir a la banda por lo masificada que estaba la sala e imposibilidad de entrar al photopit, nos vimos obligados a unirnos a la multitud para presenciar a Suicidal Tendencies.
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Las leyendas del Hardcore, encabezados por Mike Muir llegaban al escenario con un par de caras nuevas; Jay Weinberg, quien se unió a la banda el pasado año, y Ty Trujillo, hijo del legendario bajista Robert Trujillo, quien antes de recaer en Metallica, ya había triunfado con “los Tendencies”. Frenetismo que hacía que la baja iluminación juntamente con el movimiento sin parar de los miembros, hiciera que sacar fotos fuera todo un reto para Daniel, nuestro fotógrafo.
Ahora si, el Main Stage temblaba con la llegada de los gigantes de la escena de Gotemburgo. In Flames se sacó de la manga un setlist memorable, haciendo un repaso entero a toda su discografía con los temas más reconocidos en su historia como “Only for the Weak“, “I Am Above“, “Meet Your Maker” o “Take This Life“. Como dato curioso, debido a que la zona de prensa se sitúa justo al lado del escenario y entre medias se abre una pequeña zona para los artistas, se pudieron observar a varios disfrutar de los suecos, como Polaris, Matt Tuck y los chicos de Imminence.
Los estonios Pridian serían encargados de cerrar nuestra cobertura en este Día 2 del Festival, un increible metalcore experimental con auras atmosféricas que se suman a nuestra lista de grandes descubrimientos para este 2025.
Recargue pilas quien pueda; el Día 3 está por llegar.
Etiquetas: Bullet For My Valentine, in flames, Mystic Festival, Suicidal Tendencies

Dos de las bandas más feroces del hardcore actual, Sunami, la avalancha de San José, y Headbussa, el martillo del Área de la Bahía, desembarcaron en la sala Upload de Montjuïc para una gira demoledora que prometía convertir cada escenario en un campo de batalla. Pero la noche tenía un condimento especial que elevó la temperatura al máximo: los locales King of Pain, con su rabia recién afinada, quienes se sumaron al cartel con una propuesta de nu-hardcore que no dejó títere con cabeza. El ambiente era una promesa de riffs brutales, breakdowns asesinos y la energía descontrolada del hardcore más pesado. Si buscas pogos infernales y violencia sónica, la noche del domingo era tu cita ineludible.
¡Menuda noche la que nos regaló King of Pain aquí en Barcelona! Esta banda catalana de nu-hardcore no vino a calmar los ánimos, ¡sino a reventarlos! Imagínate una mezcla brutal de metal y hardcore que te golpea en el pecho: riffs afiladísimos de Lucas en la guitarra, la batería de Jerry que te mete los ritmos demoledores hasta la médula, un bajista demencial que te hace sentir el peso de cada nota en el estómago, y la voz de un vocalista que parece tímido al principio pero que suelta unos rugidos que te dejan sordo de la pura agresividad. ¡Una auténtica tormenta controlada que desata el caos!. En cuanto sonaron las primeras notas, la sala se transformó en una caldera. El setlist se centró en su último álbum, “Memento Mori” de 2023, y cada tema fue un puñetazo directo a la mandíbula. Abrieron con “Endtroduction“, que ya te ponía en modo alerta, sabiendo que se venía la gorda. Luego, sin piedad, soltaron “Set To Wreck“, y ahí sí, los primeros mosh pits empezaron a formarse. “Incinarate” fue pura dinamita, con esa energía que te hace querer saltar y empujar. La cosa se puso más densa y oscura con “Nemesis“, con esos riffs que te taladran la cabeza y un ritmo implacable. Después llegó “Deadweight“, que, joder, el nombre le viene que ni pintado: ¡un breakdown que te caía encima como una losa! El punto álgido fue, sin duda, “Memento Mori“, la canción que le da nombre al disco y que encapsula toda su rabia y esa oscuridad tan suya. Para rematar, “Epilogue” no te daba un respiro, sino que te dejaba temblando con el eco de la brutalidad que acababas de presenciar. En definitiva, si eres de los que les va el metal con cojones y el hardcore más crudo, King of Pain es tu banda. Son intensos, demoledores y te dejan con ganas de más.
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Sin mucho tiempo para el cambio de instrumentos y la organización del escenario, la banda de hardcore Headbussa aterrizó en la sala Upload de Barcelona. Originarios del Área de la Bahía de San Francisco, su sonido crudo, agresivo y directo prometía una descarga de energía sin igual. Desde el primer instante, Headbussa demostró ser sinónimo de puro “salvajismo” en directo. Abrieron con una fuerza descomunal, lanzando una invitación directa a la creación de mosh pits y al crowdsurfing. No hubo necesidad de insistir mucho; sus seguidores, ávidos de la descarga, subían continuamente al escenario para lanzarse al público como si de una piscina se tratara. El ambiente se caldeó rápidamente, no solo por la intensidad de la banda, sino también por el inmenso calor que se convertiría en un protagonista más de la noche.
La propuesta de Headbussa se caracteriza por canciones muy cortas, directas y agresivas. Su repertorio, una mezcla de violencia rítmica y groove aplastante, se tejió en un mix de música, brutalidad y una energía arrolladora, presentando un buen número de cortes de su EP de 2023, Vengeful Mind. Aunque a primera hora el público era aún escaso, los “sospechosos habituales” ya se calentaban a los bordes de la pista, anticipando lo que vendría. Como teloneros, los californianos provocaron los primeros bailes extremos en medio de una pista que, poco a poco, iba cobrando vida. En el hardcore, el público es un espectáculo en sí mismo, y el público barcelonés no defraudó, entregándose con una pasión inquebrantable. Con los ritmos poderosos de su beatdown, Headbussa sirvió un aperitivo contundente, presentando varios temas de sus EPs Vengeful Mind (2023) y Necessary Violence (2021). Hasta la fecha, la banda aún no ha lanzado un álbum completo, lo que aumenta la expectación por su futuro material. El concierto arrancó con la potencia de “Mass Effect”, un single que no solo ponía en marcha la maquinaria de la banda, sino que anunciaba la inminente descarga de intensidad. Le siguió “Martyrs“, un golpe directo que mantenía la energía en lo más alto, alimentando el frenesí del público. Con “You’re the Virus“, Headbussa resonó con su lírica directa y agresiva, característica de la banda. El imparable ritmo continuó con “End of U”, otro ejemplo de la capacidad de Headbussa para crear temas concisos y demoledores que no daban tregua. La brutalidad en su máxima expresión llegó con “Renegade“, llevando la intensidad a cotas aún más altas y consolidando los mosh pits. Justo después, “No Alibi” se presentó como un tema implacable que no dejaba lugar a dudas sobre la contundencia sonora de Headbussa. Para cerrar su potente actuación, la banda eligió “PFM“, dejando al público más que listo y sediento para lo que quedaba de la tarde, marcando un nivel altísimo que Sunami tenía previsto superar.
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Tras un breve respiro para recargar energías, Sunami desembarcó en el Poble Espanyol de Barcelona para una noche que prometía ser épica. La expectación flotaba en el ambiente; ver a la banda californiana en suelo español es una verdadera rareza, lo que explica por qué, a pesar de ser entre semana, el recinto estaba completamente a reventar. Debido a un problema técnico inicial que retrasó el arranque de los conciertos, los americanos subieron al escenario poco después de las diez de la noche. Sin embargo, este pequeño contratiempo no inquietó a los asistentes: todos sabían que los directos de Sunami son efímeros, directos y repletos de temas ultracortos que van sin tregua. A pesar de su corta trayectoria, pues la banda se formó en 2019, demostraron una experiencia escénica que parece de toda una vida. Con Josef Alfonso liderando la carga como cantante, y Mike “Durt” Durrett desatando la furia en las seis cuerdas, acompañados por Theo Domínguez en el bajo y Benny Esismann aporreando los parches en la batería, la noche arrancó como una auténtica máquina demoledora. Nada de preámbulos ni introducciones suaves; Sunami atacó sin piedad, y el público respondió con la misma ferocidad. Se desataron mosh pits implacables que, sin importar lo lejos que te situaras, siempre terminaban alcanzándote. El suelo se convirtió en un campo de batalla de saltos frenéticos y cuerpos chocando, con caídas que eran rápidamente asistidas, manteniendo viva la llama de ese estallido hardcore que arrasó el Poble Espanyol.
El repertorio de la noche fue una muestra de la potencia cruda de Sunami, diseñado para mantener el pogo activo y la energía en su punto más alto. Fue prácticamente incontable el número de temas que interpretaron, ya que una canción se encadenaba con la siguiente en una vorágine incesante. El público se convirtió en un miembro más de la banda, asaltando el micrófono en casi cada canción. Un generoso Josef invitaba a los fans a tomar las riendas vocales de los temas, y ni un segundo de vacilación: los seguidores de Sunami se pasaban el micro como veteranos líderes de beatdown, mientras las cuerdas de Mike “Durt” y Theo Domínguez seguían marcando el ritmo implacable, y Benny Eissmann mantenía la intensidad percusiva. La implacable secuencia de temas que desató Sunami en Barcelona fue la siguiente, cada uno alimentando la hoguera de la noche. “Sweet Relief” abrió la veda, un arranque fulminante que sin duda puso a prueba la resistencia del público desde el primer segundo. Le siguió “Defraud“, manteniendo la velocidad y la agresividad, consolidando la atmósfera de caos controlado. “Six” fue otro golpe directo, característico de su estilo sin concesiones, y “Dirty Work” (asumiendo que fue interpretada a pesar de la “duda” en el setlist original) añadió más leña al fuego hardcore. Continuaron con “Fence Walker“, demostrando la capacidad de la banda para mantener una intensidad constante, y “Gate Crasher“, que con su título, seguramente fue una llamada a la acción para que el pogo se intensificara aún más. “No Heart” se presentó como un tema contundente que resonó con la crudeza lírica de la banda, seguido de “Contempt of Cop“, un clásico para los seguidores que siempre enciende al público. Un bloque unido de “Fed Watching” – “I Don’t Care” demostró la fluidez y la furia de su ejecución en vivo, elevando la intensidad al máximo con “Die Slow“, cuya brutalidad lírica y sonora fue palpable. “Y.S.A.B.” fue otro pilar en sus directos, que el público coreó con pasión, preparando el terreno para el cierre con “Step” y su imparable ritmo. Finalmente, “Weak Die First” cerró el concierto de forma apoteósica, dejando claro el mensaje y la energía de Sunami.
El ambiente era electrizante, una intensidad que palpitaba en cada instante, con una audiencia completamente entregada. Los temas volaron uno tras otro; en un abrir y cerrar de ojos, la masacre sonora había terminado. Al finalizar, los chicos de San José no se marcharon inmediatamente; se quedaron charlando con los presentes e incluso se pasearon por el área de merchandising, interactuando con los fans. Fue un concierto que desbordaba cercanía, dejando una sonrisa imborrable y la satisfacción de una noche gloriosa. Una experiencia absolutamente imprescindible.


La segunda jornada del Fortress Festival comenzó con el clic metálico de la ansiedad colectiva. Los fieles regresaron a Scarborough Spa por el último ritual de este aquelarre musical. El viento del Mar del Norte traía consigo un presagio: hoy sería el juicio final. Las entradas, agotadas de nuevo, confirmaban que la voz de esta bestia sigue expandiéndose más allá de las fronteras británicas.
De nuevo, el descenso por las escaleras del acantilado fue el umbral hacia el inframundo. Allí, en medio de una bruma fría, la multitud vestida de negro aguardaba el toque inicial. Y ese toque fue Abduction.
1. Abduction – El amanecer del caos
El Main Stage estaba sorprendentemente lleno para una apertura. Pero nadie vino a contemplar suavidades. Abduction irrumpió con el frontal impacto de su black metal ritualista. Sus riffs eran cuchillas lanzadas al viento gélido. Desde “To Further the Dreams of Failure” hasta el nuevo repertorio inédito, el quinteto británico arrasó con la solemnidad de un conjuro ancestral.
La voz de A | V rebotaba en las columnas, consumiendo cada respiro. Cada atmósfera era una cerradura para la liberación del caos: un formato regulado, abalado con fuerza y técnica. El pit se expandía sin pausa, y el aire se volvió turbio, cargado de significado: la atmósfera decidió que el abismo no espera, y Abduction cumplió.
2. Belore – Épica cinematográfica
De regreso al Ocean Room, el toque mítico de Belore envolvió el recinto. Como si atravesáramos un paso hacia otro mundo, su black metal sinfónico llamó a relatos fantásticos. Las guitarras melancólicas, los coros que se elevaban en ráfagas rituales y la narrativa épica trasladaron al público a un universo medieval, poblado de bosques nevados y leyendas olvidadas.
Cada tema era un pasaje de una saga, una página convertida en sonido, donde se fundían épica y melancolía. Micrófonos quedaban suspendidos en el eco del coro, y entre el humo se adivinaban batallas olvidadas.
3. Dödsrit – Brutal elegancia
En el Main Stage, una tormenta llegó sin aviso. Dödsrit irrumpió anunciando su black/crust con una precisión quirúrgica digna de un bisturí sónico. Su ejecución fue tan intensa como impecable; riffs furiosos con tempo militar, y una técnica apabullante que sorprendió incluso a los más veteranos del público.
Lo técnico se volvió brutal. Cada tema –deadline, cada compás– estuvo impecablemente ejecutado. La perfección no fue neutra: fue viceral. Dödsrit se alzó como la sorpresa del día, un rayo de brutalidad controlada.
4. Autumn Nostalgie – Sombra y melancolía
La transición hacia el Ocean Room fue una caída suave en un paisaje otoñal. Autumn Nostalgie caminó descalza entre nuestras emociones, dotando al recinto de una atmósfera profunda, casi operística. Su black metal contemplativo, envuelto en un neofolk melancólico, fue un refugio entre la oscuridad del festín de caos.
En su ejecución total del álbum Esse Est Percipi, cada compás narraba una historia de pérdida y contemplación. Las guitarras acústicas, los cuerdas suaves, incluso el viento ululando en los sintetizadores, acentuaban la sensación de caminar por un bosque atemporal.
5. Moonlight Sorcery – Tradición y ritual
El Main Stage se transformó de nuevo con Moonlight Sorcery. Sus miembros, cubiertos de corpse paint impecable, se movían con la solemnidad de sacerdotes de la noche. Su black metal melódico-sinfónico tradicional prestó atención a los pequeños detalles: solos virtuosos, arpegios intensos, exactamente los elementos que alimentan la tradición más pura.
Incluso la presencia escénica, expandida por sintetizadores helados, atrajo la curiosidad de quienes buscaban celebrar esa versión clásica del black metal. Fue un ritual pagano en tributo al frío y la tradición.
6. Aristarchos – Misterio cósmico
La penumbra aumentó al filo cuando Aristarchos inició su set. El dúo escocés proyectó un sonido industrial acuoso, cargado de densidades cósmicas. Con un aura mística, crearon un clima sonoro hipnótico. Voces guturales intercaladas con momentos meditativos, ruidos sintéticos como rituales futuristas.
Era un viaje astral y ritual: un puente entre lo primigenio y lo sideral. Sus estructuras largas permitieron que el público perdiera la noción del tiempo, atrapado en los ecos y resonancias que salían de sus amplificadores.
7. Ulcerate – Horror cósmico técnico
La bestia de Auckland irrumpió en el Main Stage como un huracán nuclear. Ulcerate ejecutó sus temas de Cutting the Throat of God con brutal precisión. No hay hipérbole: su death metal atmosférico es un campo gravitacional que distorsiona las nociones de ritmo y coloca al oyente frente a una pared de sonido disonante.
Cada golpe de batería de Saint Merat fue un ciclón, cada riff de Hoggard una fractura en la realidad. El público se movía en sismógrafo humano, marcando la intensidad sísmica de la performance. La técnica no era frialdad: era una especie de palpitar primigenio, aterradoramente orgánico.
8. Grift – Realms of ancestral sorrow
De vuelta al Ocean Room se dispuso un momento de culto íntimo. Grift, con su set completo de Syner, ofreció una experiencia ritual. No fue música, fue inhabitar un estado de existencia más allá del tiempo: frialdad nórdica, soledad existencial y un canto profundo.
Guitarras acústicas, harmonium y susurros vocales crearon un clima sacro. El público, respetuoso, guardó silencio hasta el último compás. Fue el clímax melancólico del día: un rayo de luz oscura.
9. Forteresse – El regreso triunfal de Quebec
Cuando la legión quebequense emergió en el Main Stage, se sintió un estruendo ancestral. La multitud se entregó en masa a ese black metal épico, cargado de folklore e identidad. Forteresse, tras siete años de silencio, no decepcionó: la ejecución fue impecable, la intensidad palpitante y la interpretación de sus himnos nacionalistas como “Crépuscule d’Octobre” restituyó la comunión colectiva.
La prominencia de la identidad cultural, la conexión con la historia local, hizo que el set se sintiera más que un concierto: fue una reconciliación. Una llamada a la resistencia y al orgullo. Un momento de orgullo para todos los presentes.
10. Fen – Orgullo británico y atmósfera suprema
La atmósfera regresó al Reino Unido con Fen, firmes y envolventes. Su ejecución del debut completo The Malediction Fields fue ejecutada con precisión y solemnidad. Cada tema fue aclamado, como si reverenciáramos una joya nacional.
La conexión que el público británico tiene con Fen fue evidente: aplausos ininterrumpidos, reverencia e incluso lágrimas. No hubo pose ni artificio: solo honestidad sonora y maestría atmosférica.
11. Agalloch – La decepción del día
El ritual final llegó con Agalloch, la banda esperada por muchos, y la única que se veía capaz de elevarnos al clímax espiritual. Pero el desenlace fue frustrante. Apenas iniciaron, mandó un sarcasmo directo desde el escenario sobre el photo pit, un comentario innecesario que cortó la atmósfera.
Luego, los errores de ejecución fueron evidentes: tres fallos de guitarra en un solo corto, errores notables en tres canciones. Lo surreal: una banda acostumbrada a la perfección cometía fallos sonoros. La furia, el dolor, la melancolía quedaron opacados por esas fisuras. El ambiente se tornó frío, decepcionado.
Sin embargo, quedaba un resquicio de belleza: los dos últimos temas lograron recomponer parte del espíritu. El público, golpeado, terminó agradecido, pero con la sensación de que un ritual prometido se había desvanecido.
Epílogo: el viento y el silencio
Cuando las luces se apagaron por última vez y el público reemergió a la fría noche costera, el silencio fue ensordecedor. El murmullo del mar contrastaba con el caos vivido horas antes. Se podía ver, en cada rostro, la huella de un viaje literario en música oscura. El aire estaba lleno de niebla y electricidad.
Fortress Festival 2025 concluyó de manera gloriosa, salvo por el tropiezo final. Pero los ecos del abismo seguirán retumbando hasta el próximo año, cuando retornemos a la costa y volvamos a descender por esas escaleras hacia el corazón gélido del black metal.
Por el momento, este día 2 es un registro de culto: de la euforia de Abduction al desencanto de Agalloch, de Forteresse triunfante a la delicada elegía de Grift. El abismo habló, y esta noche lo escuchamos.
- Abduction
- Abduction
- Abduction
- Abduction
- Belore
- Belore
- Belore
- Dodsrit
- Dodsrit
- Dodsrit
- Dodsrit
- Autumn Nostalgie
- Autumn Nostalgie
- Autumn Nostalgie
- Moonlilght Sorcery
- Moonlilght Sorcery
- Moonlilght Sorcery
- Moonlilght Sorcery
- Aristarchos
- Aristarchos
- Aristarchos
- Ulcerate
- Ulcerate
- Ulcerate
- Grift
- Grift
- Grift
- Forteresse
- Forteresse
- Forteresse
- Forteresse
- Forteresse
- Forteresse
- Fen
- Fen
- Fen
- Agalloch
- Agalloch
- Agalloch
- Agalloch
- Agalloch
- Agalloch
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Llegamos a Polonia con más ganas que nunca, bajo un cielo cubierto por una lluvia intermitente que convertía el ambiente en una incógnita constante. El Mystic Festival celebraba su 25º aniversario con un cartel de lujo, encabezado por nombres como In Flames, Opeth, Sepultura, W.A.S.P. y Jinjer.
La capital de Pomerania, Gdánsk, se transformó en un punto de encuentro internacional. Entre la multitud se escuchaban acentos de Australia, Grecia, Estados Unidos, Finlandia, Noruega, México y muchos más. Esta diversidad consolidaba al Mystic como un evento clave en el circuito global de festivales.
El Park Stage —el segundo escenario más importante— fue el encargado de abrir la jornada con Alcest. La banda ofreció un baño de post-metal hipnótico que sirvió como una excelente antesala para lo que vendría, marcando un “in crescendo” emocional y sonoro a lo largo del día.
Nos acercamos luego a cubrir a Burner, una prometedora banda británica de hardcore/deathcore que debutaba por primera vez fuera de las islas. Su actuación fue sólida, intensa, y dejó claro que estamos ante una banda con un futuro brillante.
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Uno de los momentos que más esperaba por fin llegó: Whitechapel subía al escenario. Como si fuera una señal, la lluvia arreció justo cuando la banda de Tennessee empezó su set. Aun así, nadie se movía. Nadie quería perderse ni un segundo de su potente directo. El repertorio fue variado, desde temas de su más reciente Hymns of Dissonance hasta clásicos como This Is Exile o A New Era of Corruption. Irónicamente, justo al salir del foso de fotógrafos, la lluvia cesó… pero la espina de ese aguacero se quedó clavada.
El siguiente en tomar el relevo fue Jerry Cantrell. Su actuación fue simplemente impactante. Desde el mismo foso, con la piel de gallina, observé cómo la audiencia coreaba cada tema casi de forma automática, como si cada canción formara parte de su ADN musical. Un momento inolvidable.
La noche cerró con los veteranos del thrash, Exodus. Sin embargo, una pobre iluminación y algunos fallos técnicos en el sonido deslucieron un poco su actuación. A pesar de eso, el espíritu seguía intacto.
Así concluía el primer día, con la emoción de saber que esto era solo el comienzo de un festival impresionante. El Mystic prometía —y mucho.


Los demonios del heavy speed metal Bewitcher tomaron el íntimo segundo escenario en Slay en Glasgow recientemente como parte de su gira junto a la banda de black thrash metal Devastator. Desde el lanzamiento de su nuevo álbum, Spell Shock, en septiembre del año pasado, Bewitcher ha estado de gira extensa por Estados Unidos y Europa.
La noche de heavy metal extremo comenzó con la banda local Doppelgänger, que aportó su característico humor Glaswegian (de Glasgow) y una actitud de “sin tonterías” al heavy metal que estaban a punto de tocar. Una vez en el escenario, el cuarteto no perdió tiempo y, simplemente, desató el caos con riffs muy rápidos y brutales. El público, compuesto mayoritariamente por Glaswegians, correspondió con la misma energía, agitando sus cabezas, haciendo two-step, pogos, e incluso un fan hizo un stage-dive y fue atrapado por otros asistentes antes de ser devuelto a pie.
La cuarta canción del set, la coloridamente titulada “Syphilis Island”, encendió al público para el resto del show y para las bandas que seguirían. Sin duda, el atractivo principal de Doppelgänger fue su humor oscuro pero típicamente escocés, presentando su canción “2 Minutes 2 Late” diciendo que era “sobre un niño que muere de una sobredosis de heroína” —un guiño al significado cómicamente brutal de algunas letras de heavy metal. Este humor autocrítico se mantuvo durante todo el set, siendo mi momento favorito al final, cuando el vocalista empezó a corear junto al público: “¡¡AUTISMO, AUTISMO, AUTISMO!!”.
Para ser una banda tan pequeña, realmente me dejaron impresionado. Su sonido crudo, descarado, agresivo y sucio, combinado con su humor autocrítico, los convirtió en un inicio de show endemoniadamente entretenido.
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Después subió Devastator, procedentes de Derbyshire, Inglaterra, trayendo su black thrash metal ultrarrápido al escenario. En la más pura esencia del thrash, rozando casi el speed metal, las canciones de Devastator fueron rápidas, agresivas y directas a la cara. Su set comenzó con las intensamente rápidas “Walpurgisnacht” y “Black Witchery”, ambas de su más reciente álbum Conjurers of Cruelty. Este nivel de velocidad se mantuvo durante toda la presentación. El frontman y vocalista Thomas “Tom” Collings agradeció al aún ruidoso público diciendo: “¡GRACIAS POR VENIR UN PUTO MIÉRCOLES!”, a lo que la multitud respondió con rugidos de entusiasmo. Continuando con su set, dedicaron “Spiritual Warfare” a sus compañeros de gira y a la banda principal de la noche, Bewitcher.
Subiendo aún más la intensidad, Collings preguntó a la audiencia si querían “¡FUCKING SPEED METAL!”, para luego tocar su sencillo “Death Forever” seguido de la canción homónima de su álbum de 2023 Baptised In Fire. La última parte del set fue prácticamente un torbellino de speed metal y black thrash, con un momento destacado durante la interpretación de “Hail Death”. Devastator realmente llevó la velocidad a su música y a su actuación.
Finalmente, llegó el turno de la banda principal de la noche: Bewitcher. El trío subió al escenario y no perdió ni un segundo antes de entrar en acción, a una velocidad casi sorprendente, sin introducciones ni charlas previas. “Starfire Maelstrom”, de su álbum Spell Shock, literalmente sacudió al público, ya que algunos no estaban preparados para el pogo que comenzó casi de inmediato. El setlist fue un buen equilibrio de temas de todos sus álbumes, excepto el de 2023 Deep Cuts & Shallow Graves, un set que pareció dejar satisfechos a todos los asistentes.
La energía de la banda y sus interacciones con el público son la razón por la que me encantan estos shows de metal más íntimos. El bajista, especialmente, se divirtió interactuando con el público, acercándose al borde del escenario y, en un momento durante la canción “Bewitcher”, saltando al mosh pit para tocar como un demonio entre los fans.
Algunos de los temas más destacados del set fueron la sorprendentemente funky “Valley of the Ravens” y, para las damas que andaban por ahí, “Sins in Her Blood”, ambos recibidos con gran entusiasmo por el público.
Nunca había escuchado antes a ninguna de estas bandas, pero me lo pasé en grande. El humor negro y el heavy metal de Doppelgänger fueron excelentes; el black thrash de Devastator hizo que la gente se volviera loca, y el speed metal de Bewitcher fue tan vertiginoso que mareaba.
- Bewitcher
- Bewitcher
- Bewitcher
- Bewitcher
- Bewitcher
- Bewitcher
- Bewitcher
- Devastator
- Devastator
- Devastator
- Devastator
- Doppleganger
- Doppleganger
- Doppleganger
- Doppleganger
- Doppleganger

Kat Von D encarna a la perfección el concepto de artista multidisciplinar. Nacida en México y criada en Estados Unidos, ha construido una carrera que va más allá de su fama inicial como tatuadora televisiva en L.A. Ink. Con millones de seguidores en redes sociales, ha sabido consolidarse como una figura influyente en el mundo del tatuaje, la moda, la cosmética y, más recientemente, la música. Su último trabajo discográfico, My Side of the Mountain, ha sido señalado como una de las referencias internacionales del año en el terreno del pop oscuro y electrónico.
Su reciente paso por España con conciertos en Madrid y Barcelona permitió al público descubrir su faceta musical en directo. Acompañada de la guitarrista y teclista Sammi Doll, y con el respaldo visual de un escenario sobrio con dos pantallas y un logo brillante, Kat presentó un espectáculo gótico-electrónico que bebía directamente de la estética y el sonido new wave de los años 80. Temas como “With You”, “Vampire Love” o “Illusion” demostraron su capacidad para construir atmósferas densas y melancólicas, aunque la puesta en escena, demasiado encorsetada por los samplers y la programación, ofrecía una experiencia algo fría y contenida.
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El repertorio, centrado casi por completo en su nuevo álbum, dejó fuera cualquier intento de sorpresa o improvisación. Aun así, momentos destacados como “H.A.T.E.”, “Truth in Reverse” o “I Am a Machine” —con la presencia virtual de Alissa White-Gluz en las pantallas— subrayaron la eficacia de su propuesta sonora, claramente inspirada en el goth ochentero y el darkwave. El uso del negro como código visual y la presencia puntual de su esposo, el artista Leafer Seyer (Prayers), añadieron un matiz íntimo a un show que, pese a su impecable estética, se percibió algo limitado en duración y dinamismo.
El cierre con “Dead” y una segunda aparición de Seyer para un último gesto de complicidad amorosa entre sombras, redondeó un concierto breve —apenas 50 minutos—, que dejó sensaciones encontradas. Por un lado, se agradece la coherencia artística y visual de Kat Von D, cuyo universo oscuro está perfectamente construido; por otro, su directo se resintió por la rigidez técnica y la falta de espontaneidad, en una noche que pedía algo más de calor y conexión con el público.


La costa del Mar del Norte ha sido invadida nuevamente por una oleada implacable de oscuridad y sonido. Fortress Festival regresa a Scarborough en su tercera edición, transformando este balneario histórico en el escenario de un aquelarre moderno, donde riffs infernales y voces guturales sustituyen los susurros del viento. Dos días de Black Metal en su máxima expresión: puro, inmisericorde, avasallante.
La anticipación había sido tan sofocante como la niebla densa que se cierne sobre las ruinas de las murallas normandas. Las entradas se agotaron meses antes, y el eco de la expectación retumbaba en cada calle del pueblo costero. Con bandas como Agalloch, Forteresse, 1349, RUÏM y más de veinte nombres adicionales, Fortress Festival prometía abrir un portal hacia un inframundo donde reinan las sombras.
Al llegar a Scarborough Spa, el aire mismo parecía cargado de una malevolencia latente. El acceso al festival es una bajada interminable de escaleras talladas en la roca del acantilado. Cada paso descendente es una ceremonia de tránsito hacia lo desconocido: una ofrenda de carne y sudor al altar del Black Metal. A cada tramo, el retumbar de bajos y bombos se hace más audible, como un rugido surgido desde las mismísimas entrañas de la tierra.
En la puerta, hordas de devotos, todos de negro, algunos cubiertos con corpse paint y cadenas, otros ataviados con túnicas o insignias tribales, esperan con una mezcla de excitación y nerviosismo. Y, sin embargo, en cada rostro se dibuja una sonrisa: la promesa de la comunión en la oscuridad es demasiado fuerte para ser contenida.
Ritual de apertura: Nemorous
A las once en punto, las puertas se abren como las fauces de una bestia hambrienta. Rápidamente, las multitudes se disgregan en busca de mercancía, comida y bebida, pero la verdadera misa negra comienza casi al mediodía, cuando Nemorous toma el Main Stage. Originarios del Reino Unido, son heraldos de la atmósfera y la devastación. Nick, al frente, se entrega al 100%, su rostro contorsionado por la pasión y la furia. Cada riff es una capa de niebla y ceniza que cubre el público, mientras su álbum debut suena en su totalidad. Una apertura ceremonial, un despertar de la bestia que anida bajo nuestros pies.
Perennial Isolation: Melancolía ibérica
El cambio de escenario es breve. El Ocean Room, más pequeño y asfixiante, se convierte en la guarida de Perennial Isolation, llegados desde España. Tras un contratiempo inicial con la guitarra, el hechizo comienza. Sus notas, que transitan entre la furia y la melancolía, dibujan paisajes desolados en la mente de los asistentes. Cada tema es una espiral descendente, un viaje por el dolor y la redención. El público, atrapado entre la penumbra y las luces parpadeantes, sucumbe al influjo de un black metal que se siente como un puñal al corazón.
Aquilus: La serenidad del abismo
De vuelta al escenario principal, Aquilus ofrece un remanso de aparente calma, un susurro en la tormenta. Con violines y guitarras acústicas entrelazadas en su black metal etéreo, sus composiciones se despliegan como un libro de mitos antiguos. Pero no hay paz verdadera aquí: cada nota esconde el aliento helado de la muerte, y cada pausa en sus melodías es el anuncio de un nuevo martirio. Escuchar a Aquilus es como recorrer un bosque encantado donde cada sombra puede devorarte.
Devastator: La furia desatada
De nuevo en el Ocean Room, el espacio se llena de humo y adrenalina. Devastator irrumpe con su mezcla de thrash y black metal, desatando un vendaval de riffs que convierte el suelo en un campo de batalla. El primer circle pit de la jornada estalla apenas suenan los primeros acordes, y desde ahí todo es caos y sudor. La violencia musical es total, y el público responde con la misma fiereza.
Spirit Possession: Dos sombras en la noche
El Main Stage se oscurece casi por completo para dar paso a Spirit Possession. Dos focos rojos, uno en cada extremo del escenario, iluminan apenas a S. Peacock y A. Sprungin. Solo dos músicos, pero su sonido es una muralla impenetrable, una evocación del black metal más ortodoxo y ritual. Cada riff es un látigo, cada golpe de batería un recordatorio de lo efímero de la carne. Sus sintetizadores, fabricados artesanalmente, agregan un matiz de locura a su performance. Es un descenso aún más profundo en el abismo.
Suldusk: La calma ritual
De nuevo, la calma relativa regresa con Suldusk. Su black metal atmosférico, cargado de voces limpias y guturales, lleva al público por pasajes de introspección y desgarro. Emily se mueve como una sacerdotisa, sus manos dibujando símbolos en el aire mientras invoca cada verso. Es un ritual de contrastes: fragilidad y fuerza, serenidad y furia, muerte y renacimiento.
The Great Old Ones: El llamado de las profundidades
Si alguna banda estaba destinada a despertar a Cthulhu en esta costa, esa era The Great Old Ones. Sus túnicas y medallones con simbología lovecraftiana, el despliegue lumínico y la presencia ominosa de Benjamin Guerry con su guitarra cubierta de tentáculos transforman el Main Stage en un altar para los dioses antiguos. Cada nota parece un canto litúrgico que resuena en las aguas del Mar del Norte. El público observa absorto, casi esperando que algo emerja de las profundidades y arrastre todo consigo.
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Selbst: El fuego de América del Sur
En el Ocean Room, el continente americano hace su entrada triunfal con Selbst, un proyecto binacional entre Venezuela y Chile. Su música, tan intensa como oscura, oscila entre lo frenético y lo etéreo. Sus pasajes atmosféricos son como un aliento de la selva más profunda, y sus ataques de black metal puro son descargas de relámpagos. Ver a Selbst en Fortress Festival es una reivindicación de la escena latinoamericana, un recordatorio de que el fuego arde en todos los rincones del mundo.
RUÏM: El retorno del hereje
Una banda con una muy corta trayectoria como conjunto, pero en donde cada miembro de manera individual ha sido parte de la escena del black metal desde hace varios años, RUÏM se apodera del main stage. Liderados por Rune Eriksen, alias Blasphemer (Mayhem, Aura Noir y Vltimas), se presentan por primera vez en el Reino Unido y de qué mejor manera hacerlo que en el Fortress Festival. Tocando su álbum debut completo, Black Royal Spiritism – I – O Sino da Igreja, ofrecen un black metal tradicional de culto, aunque se desmarcan temáticamente del satanismo habitual, optando por letras inspiradas en la Umbanda y la Linha da Esquerda, tradiciones espirituales brasileñas que han marcado a Blasphemer por más de una década. La banda demuestra una precisión quirúrgica en directo, ejecutando cada nota con una fuerza demoledora, y se completa con una estética sombría que recuerda a la Inquisición ibérica. El momento álgido llega cuando interpretan “I Am Thy Labyrinth” de Mayhem, con Ravn de 1349 acompañando en las voces, un gesto que desata una comunión entre pasado y presente que deja al público boquiabierto.
Akhlys: La pesadilla toma forma
Akhlys se encarga de cerrar la noche en el Ocean Room, representando la faceta más onírica y terrorífica del black metal. Esta banda estadounidense, que en sus 15 años de historia ha sabido labrarse un nombre importante, logra materializar las pesadillas y terrores nocturnos a través de la música. Con letras que evocan la parálisis del sueño y estados alterados de consciencia, Naas Alcameth y compañía logran recrear un viaje sonoro que hiela la sangre. Sus riffs y blastbeats incrementan la tensión de cada instante, sumando capas de pesadilla a la atmósfera. Las máscaras de diablillos que usan en escena acentúan la sensación de ritual demoníaco, convirtiendo cada tema en un descenso a los abismos de la mente. El público se ve atrapado en una espiral de emociones y visiones que parece no tener fin, una experiencia que solo una banda como Akhlys puede ofrecer.
1349: La tormenta final
Y finalmente, como un último golpe de fuego y oscuridad, 1349 corona la noche con una presentación incendiaria en el main stage. Seidemann y Archaon aparecen portando antorchas y, situándose cada uno en un extremo del escenario, escupen líquido combustible que enciende llamas desafiantes, envolviendo al público en una atmósfera de puro caos. Con Ravn en el centro, dominando con su carisma inquebrantable, y Frost tras la batería, el ataque sónico es demoledor. Con casi tres décadas de trayectoria, y tras superar algunos momentos difíciles, demuestran que siguen siendo una fuerza imparable. A pesar de un pequeño problema técnico con la batería, la banda muestra una cohesión y energía que deslumbran. Su set podría haber durado hasta el amanecer y nadie habría querido que se detuviera. Esta noche, 1349 ha dejado en claro que su reinado en el black metal está lejos de extinguirse.
El final de la primera noche
Al salir de la penumbra del Spa y volver a enfrentar la brisa fría del Mar del Norte, la mente todavía vibra con las notas finales de 1349. El aire salado y el murmullo del agua chocan con el retumbar de la música en la memoria. Fortress Festival 2025 no es solo un festival, es un descenso voluntario al abismo, un sacrificio personal a los dioses del metal extremo.
Mañana aguarda otro día de oscuridad. Por ahora, me dejo llevar por el viento, sabiendo que apenas hemos rozado la superficie de esta liturgia sonora. La noche sigue joven. Y el abismo nos espera.
- Nemorous
- Nemorous
- Perennial Isolation
- Perennial Isolation
- Aquilus
- Aquilus
- Devastator
- Devastator
- Spirit Possession
- Spirit Possession
- Suldusk
- Suldusk
- The Great Old Ones
- The Great Old Ones
- The Great Old Ones
- Selbst
- Selbst
- Ruim
- Ruim
- Ruim
- Ruim
- Ruim
- Akhlys
- Akhlys
- Akhlys
- 1349
- 1349
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- 1349
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- 1349
- 1349


La noche del 5 de junio de 2025 quedó grabada a fuego en el calendario de todo metalero en la ciudad condal. La sala se transformó en un auténtico bastión de la música en vivo, vibrando hasta sus cimientos para marcar el crepúsculo de la primavera con una descarga sin precedentes de metalcore técnico y progresivo. Born Of Osiris, la influyente banda de Chicago que ha redefinido el género desde su explosivo debut en 2007, regresaba a la península ibérica. No era una visita cualquiera; era la continuación de la estela que dejaron tras su aclamada actuación en el Resurrection Fest 2023. Esta vez lideraban una gira con un cartel de auténtico lujo. Les acompañaban titanes del metal extremo: la furia desatada de los británicos Ingested, que están reformulando el brutal death y el deathcore con su propuesta demoledora; la vanguardia técnica y extrema de Entheos, procedentes de California con un estilo innovador; y la ya consolidada destreza y precisión de los portugueses The Voynich Code. Una alineación que garantiza una velada de pura adrenalina, virtuosismo técnico y una inmersión total en la brutalidad sonora.
Con el verano pisando los talones en las últimas semanas primaverales y los grandes festivales ya en el horizonte, era comprensible que parte del público habitual optara por reservar energías y presupuesto. Aunque la sala no alcanzó el codiciado “sold out” —algo frecuente en otros eventos de similar envergadura— logró reunir una asistencia considerable, generando una atmósfera palpable de expectación y entusiasmo creciente, especialmente a medida que avanzaba la noche y se intensificó la anticipación por la banda principal. Las puertas se abrieron con una inusual y bienvenida puntualidad, marcando el inicio de una jornada que prometía ser intensa y, sin duda, memorable.
A las 18:00 en punto, los primeros acordes de The Voynich Code retumbaron en la sala, dando el pistoletazo de salida a la velada. Los portugueses, liderados por la contundente y versátil voz de Jack Kinsey, desplegaron un set de deathcore implacable y técnicamente brillante. Temas como la arrolladora “Amunet”, la decisiva “The Decider I”, la cruda “The Weak” y la visceral “Born to Suffer” resonaron con una fuerza brutal. El público presente coreó sus letras con fervor, inyectando una dosis temprana de energía que animó a los asistentes desde el primer momento. Fue una descarga breve pero poderosa, un excelente aperitivo que dejó al público clamando por más. No obstante, la temprana hora de inicio —una constante en estas giras con múltiples bandas— significó que muchos asistentes se perdieran parte o la totalidad de su actuación, víctimas del carácter vespertino de estos conciertos que terminan pronto.
El turno de los innovadores californianos Entheos llegó puntualmente a las 18:50. Su actuación, aunque cargada de energía, se vio comprometida por serios problemas de sonido que mermaron su impacto. La música de Entheos, técnica y extrema, exige una claridad sonora prístina para desplegar toda su riqueza: capas complejas, heterogeneidad rítmica y matices melódicos. Desafortunadamente, la mezcla fue descuidada, sucia y poco definida, opacando tanto la poderosa voz de Chaney Crabb —que transita entre guturales y melodías con maestría— como los virtuosos riffs de guitarra. Temas como “All for Nothing”, “An End to Everything”, “I Am the Void”, “A Thousand Days” y “The Sinking Sun” no alcanzaron su dimensión real bajo estas condiciones, perdiendo parte de su complejidad y fuerza. Pese a los inconvenientes, la banda no bajó la intensidad. Su set encendió al público, provocando circle pits y walls of death enérgicos que cumplieron su cometido. Sin embargo, la cierta linealidad en la estructura de su propuesta, sumada a los fallos técnicos, hizo que su actuación tuviera más sombras que luces.
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La temperatura en la sala y la excitación colectiva alcanzaron un nuevo pico con la llegada de Ingested a las 19:40. Los británicos, que están redefiniendo el brutal death y el deathcore con una mezcla de potencia y técnica depurada, demostraron rápidamente por qué son una fuerza imparable en la escena contemporánea. Con una presencia arrolladora y ejecución impecable, Ingested lanzó al público al mosh desde la primera nota. Temas como “Titanomachy”, “Impending Dominance”, “Copremesis” y “Skinned and Fucked” sonaron con una potencia descomunal. El pit explotó con una ferocidad inédita hasta ese momento: empujones, patadas voladoras y puños al aire convirtieron el centro de la sala en un torbellino. Durante los treinta minutos que duró su set, la banda dejó una huella imborrable, elevando la adrenalina y preparando el terreno para la gran culminación de la noche.
Born Of Osiris: La Sinfonía Atronadora de la Precisión y el Espectáculo Visual
A las 20:45, las luces se apagaron y una tensión eléctrica envolvió Razzmatazz 2. Born Of Osiris apareció con majestuosidad, y desde los primeros acordes, la conexión con el público fue total e inmediata. Presentándose en formato de trío —algo que sorprendió a más de uno—, la banda desplegó una potencia sonora que superó todas las expectativas. Ronnie Canizaro dominó con su voz, alternando guturales y pasajes limpios con asombrosa potencia; Cameron Losch desató una tormenta rítmica desde la batería con precisión quirúrgica; y Nick Rossi brilló como pieza clave, encargándose del bajo, guitarras, sintetizadores y teclados, e incluso asumiendo el rol de guitarra principal.
A pesar del uso de secuencias programadas —necesarias en un género tan complejo—, el trío mostró una solvencia absoluta. Su distintivo djent sonó demoledor, técnico y visceral. La fusión entre elementos electrónicos y agresividad metálica se ejecutó a la perfección, construyendo un muro de sonido envolvente. La escenografía y el espectáculo visual fueron claves: luces estroboscópicas cegadoras, sombras dramáticas, proyecciones hipnóticas y un diseño lumínico multisensorial elevaban la experiencia a una dimensión casi mitológica.
Abrieron con “Open Arms to Damnation”, desatando la euforia colectiva. Temas como “Bow Down”, “Elevate”, “Divergency”, “White Nile” y “Empires Erased” fueron recibidos con entusiasmo desenfrenado, convertidos en himnos coreados a pulmón. Rossi, en particular, dejó una impresión imborrable con una ejecución técnica impecable que cubrió con creces la ausencia de Lee McKinney, consolidando su papel como figura clave en la nueva etapa de la banda.
La intensidad no decae: “In Desolation”, “Through Shadows”, “Ascension” y “Torchbearer” mantuvieron la energía al máximo. La complejidad técnica de “Abstract Art” y la agresividad de “Brace Legs” fueron puntos culminantes, seguidos por un cierre monumental con “The War That You Are” y la melódica pero brutal “Rosecrance”. Cuando el público ya pensaba que todo había terminado, el broche de oro, un himno atemporal de Born Of Osiris de su álbum Tomorrow We Die ∆live (2013). “Machine” es una canción icónica, con sus sintetizadores penetrantes, sus breakdowns memorables y un coro pegadizo que hace que toda la sala explote en un coro unificado. Es la despedida perfecta para un concierto inolvidable.
Aunque el concierto duró solo una hora, este setlist refleja la mezcla de clásicos y material más reciente que Born Of Osiris ofrece con la intensidad, calidad sonora y conexión con el público hicieron de esta noche una experiencia inolvidable. Reafirmaron su estatus como pioneros del metal moderno, dejando a Barcelona marcada por la precisión, brutalidad y belleza de su música. Muchos salieron convertidos en nuevos fieles del metal del siglo XXI llevándose consigo una experiencia que superó todas las expectativas.


La noche del 31 de mayo, 5 voces legendarias de los años ochentas se reunieron en un sólo escenario para revivir aquellos años de gloria en el metal; Les Carlsen de Bloodgood, Michael Drive de Barren Cross, Jamie Rowe de Guardian, John Schlitt de Petra y Dale Thompson de Bride junto con su hermano Troy en la guitarra hicieron una noche que quedará para la historia del denominado white metal en la CDMX.
Seis integrantes de bandas clásicas y mas dos músicos invitados se unieron para dar forma al evento que se llamó Voices of Christian Metal, cada uno de ellos salió al escenario para hacernos recordar viejas épocas doradas en donde el hard, heavy y otros géneros, dominaban la tierra sin importar nada.
El primero en salir a escena fue el gran vocalista Michael Drive de Barren Cross, con una voz como si los años no pasaran y acompañado de sus guitarras mostró el por qué debió ser el elegido para reemplazar a Bruce Dickinson en Iron Maiden cuando este dejó la doncella; con temas de él solista, Barren Cross y de su otro proyecto Human Code, Michael Drive tocó 13 canciones que sonaron mágicas, su tono vocal se mantiene firme a pesar de los años, 2 covers sonaron en su repertorio, pero lo mejor fue cuando anunciaba clásicos de Barren Cross, era mi como viajar en el tiempo.
Luego el mayor de todos sale a dar lecciones de heavy metal puro y directo, Les Carlsen con sus 76 años y acompañado de su esposa Joyce Carlsen que tiene una gran voz, patearon traseros como muchas bandas jóvenes no son capaz de hacer; su listado de temas se basó en Bloodgood y su disco solista He´s Coming del 2022; aquí nos pasó igual que con el anterior, los recuerdos empezaron a llegar con cada canción de Bloodgood, esta agrupación sacó unos discos que están al nivel de cualquier banda importante, una lástima que no fueron más populares entre los amantes del heavy metal.
Como tercer acto, desde Kentucky salen los hermanos Thompson a dar una presentación que dejó a todos boquiabiertos, éxito tras éxito de esta agrupación que tiene más de 30 discos en su trayectoria rebotaban en cada pared del lugar, Troy con su guitarra acústica estaba con toda la energía del mundo, no falló en ninguna nota y con él su hermano Dale que sigue cantando con un poder brutal, su combinación de hard rock, heavy metal, grunge y algo de blues hacen que su sonido sea difícil de etiquetar pero es una mezcla más que perfecta, “Would You Die for Me”, “Everybody Knows My Name”, “Psychedelic Super Jesus” y el cover de Bob Dylan “Knockin´ On Heaven´s Door” brillaron en su máximo explendor.
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Luego una presentación más tranquila y que nos dio la oportunidad de descansar un poco, Jamie Rowe de Guardian en donde lo que más sorprendió fue su capacidad para cantar en español, un idioma que él dice no dominar pero que lo pronuncia a la perfección, algo que impactó fue cómo el público lo acompañó en sus canciones, se sabían todas ellas de principio a fin.
Para cerrar con broche de oro, una leyenda más se sube a tomar el micrófono, Jonh Schlitt de Petra y Head East, con su sonrisa habitual, el frontman de Petra, una agrupación de más de 50 años de carrera, presentó clásicos de clásicos, “Feel It”, “Fired Up”, “Take Me Home” o “Beyond Belief” por nombrar algunas, aunque la altura de la ciudad le afectó algo en su desempeño, su brillo sigue intacto, la alegría que sale de él es algo de admirar, interactuó con el público a más no poder, se bajaba a saludar de mano a su audiencia que lo acompañó en cada estrofa de todo su repertorio.
Así fue como el evento de la promotora Exhort Metal dio punto final, ojalá repitan esta fórmula, sólo faltó una colaboración de todos los músicos en el mismo escenario, eso hubiera sido algo único; estos señores deberían de crear un super proyecto con música nueva ya que talento es lo que les sobra.
Etiquetas: Barren Cross, Bloodgood, Bride, Dale Thompson, Exhort Metal, Guardian, Heavy Metal, Jamie Rowe, Jonh Schlitt, Les Carlsen, Michael Drive, PETRA, Troy Thompson, White Metal