

Nunca antes había visto ofertas en un puesto de merch. Pero ahí estaba yo, el primero de mayo de 2025, parado frente a una caja de remeras de Dvne a diez libras cada una, justo al lado del bar del primer piso del Cathouse en Glasgow. Las puertas se abrieron puntualmente a las 7 de la tarde y de a poco fuimos subiendo las escaleras del Cathouse, esas escaleras que tienen una especie de mística en la escena local. Algunos se dirigían directamente a buscar cerveza, otros a inspeccionar el merchandise y otros, como yo, simplemente a observar. Entre todo ese movimiento, un detalle me llamó la atención: el puesto de Dvne estaba atendido por el mismísimo padre de Dudley Tait, el baterista de la banda. Eso ya decía mucho sobre el espíritu con el que esta gente encara su arte.
Para las 19:45 ya había un número importante de personas agrupadas contra las vallas esperando que comenzara la noche. Sin mayor anuncio, As Living Arrows salió al escenario y se lanzó de lleno con “As Above So Below”, uno de los temas más destacados de Hope and Ruin, su segundo álbum lanzado el 27 de septiembre del año pasado. Esta noche era especial para ellos, no solo porque abrían para una banda como Dvne, sino porque lo hacían representando su nueva etapa bajo un nuevo nombre. Dejar atrás Dead Bird no es poca cosa y, sin embargo, el cambio les sienta bien. Su set fue breve, seis canciones, todas de su nuevo disco. Cada tema parecía cuidadosamente elegido con la intención de mostrar la fuerza y la cohesión que han logrado como banda.
Hubo un momento de tensión cuando uno de los guitarristas tuvo un problema con la correa de su instrumento, que se rompió en medio de una canción. Fue un traspié menor, pero que, paradójicamente, terminó sumando. Porque si algo demostraron los miembros de As Living Arrows, es que no están en esto por el show superficial, sino por la música misma. Tocan con una convicción y una energía que arrastra incluso a quienes no somos particularmente fans del screamo. Y lo digo sin reservas: dieron un show excelente. No solo saben lo que hacen, sino que lo sienten.
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Cuando Dvne tomó el escenario, cerca de las 20:30, el Cathouse ya estaba a tope. Dvne es de Escocia, y eso se sentía en el ambiente. La gente estaba ahí no solo para ver a una banda talentosa, sino para apoyar a los suyos. El recibimiento fue casi ceremonial. Sin decir una palabra, los músicos comenzaron a tocar y, desde el primer acorde, se supo que esto iba a ser otra cosa.
El sonido de Dvne es difícil de encapsular. Progresivo, post-metal, doom, sludge, etiquetas que apenas rozan la superficie. Lo que realmente hacen es construir mundos. Y esa noche construyeron varios. A lo largo de su setlist recorrieron los tres discos de su carrera, desde Asheran hasta el flamante Voidkind, pasando por el poderoso Etemen Ænka. Cada tema era un viaje distinto, una exploración sonora que te llevaba a lugares remotos, pero extrañamente familiares. Me pasó, varias veces, que cerraba los ojos y sentía que estaba en Arrakis, caminando entre los Fremen o sumergido en las dunas del desierto. Hasta me atrevería a decir que, por momentos, su música parecía inducir un viaje sensorial, como si estuviéramos bajo los efectos del “spice” de Arrakis, con la mente expandiéndose en un trance hipnótico creado por riffs densos, pasajes atmosféricos y una batería que nunca pierde el pulso.
Hubo un instante en que el sonido falló. Las guitarras desaparecieron por un par de segundos. En otra banda, eso podría haber descarrilado todo pero, en manos de Dvne, fue casi imperceptible. Supieron manejar la situación con calma y oficio, retomando el flujo sin perder intensidad. Es esa clase de profesionalismo que solo se logra con años de trabajo y una conexión profunda entre los integrantes.
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El set duró poco más de una hora y media. Cerraron con “Court of the Matriarch”, un tema que resume todo lo que son: épicos, técnicos, viscerales. A las 22 en punto terminaron y el aplauso fue unánime. Nadie quería que se fueran. Nadie quería que terminara.
Mientras bajaba las escaleras, esa mística con la que había empezado la noche volvió a hacerse presente. Pensé en lo afortunado que era de haber estado ahí, en la primera parada de una gira que seguramente los llevará a más reconocimiento fuera de Escocia. Pensé también en la caja de remeras a 10 libras, en el padre de Dudley Tait, en la correa rota del guitarrista de As Living Arrows. En todos esos pequeños detalles que hacen que un recital no sea solo música, sino experiencia. Y me fui, con los oídos zumbando y la sensación de haber sido parte de algo importante.
Keep on headbanging motherfucker!


Nunca antes había visto ofertas en un puesto de merch. Pero ahí estaba yo, el primero de mayo de 2025, parado frente a una caja de remeras de Dvne a diez libras cada una, justo al lado del bar del primer piso del Cathouse en Glasgow. Las puertas se abrieron puntualmente a las 7 de la tarde y de a poco fuimos subiendo las escaleras del Cathouse, esas escaleras que tienen una especie de mística en la escena local. Algunos se dirigían directamente a buscar cerveza, otros a inspeccionar el merchandise y otros, como yo, simplemente a observar. Entre todo ese movimiento, un detalle me llamó la atención: el puesto de Dvne estaba atendido por el mismísimo padre de Dudley Tait, el baterista de la banda. Eso ya decía mucho sobre el espíritu con el que esta gente encara su arte.
Para las 19:45 ya había un número importante de personas agrupadas contra las vallas esperando que comenzara la noche. Sin mayor anuncio, As Living Arrows salió al escenario y se lanzó de lleno con “As Above So Below”, uno de los temas más destacados de Hope and Ruin, su segundo álbum lanzado el 27 de septiembre del año pasado. Esta noche era especial para ellos, no solo porque abrían para una banda como Dvne, sino porque lo hacían representando su nueva etapa bajo un nuevo nombre. Dejar atrás Dead Bird no es poca cosa y, sin embargo, el cambio les sienta bien. Su set fue breve, seis canciones, todas de su nuevo disco. Cada tema parecía cuidadosamente elegido con la intención de mostrar la fuerza y la cohesión que han logrado como banda.
Hubo un momento de tensión cuando uno de los guitarristas tuvo un problema con la correa de su instrumento, que se rompió en medio de una canción. Fue un traspié menor, pero que, paradójicamente, terminó sumando. Porque si algo demostraron los miembros de As Living Arrows, es que no están en esto por el show superficial, sino por la música misma. Tocan con una convicción y una energía que arrastra incluso a quienes no somos particularmente fans del screamo. Y lo digo sin reservas: dieron un show excelente. No solo saben lo que hacen, sino que lo sienten.
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Cuando Dvne tomó el escenario, cerca de las 20:30, el Cathouse ya estaba a tope. Dvne es de Escocia, y eso se sentía en el ambiente. La gente estaba ahí no solo para ver a una banda talentosa, sino para apoyar a los suyos. El recibimiento fue casi ceremonial. Sin decir una palabra, los músicos comenzaron a tocar y, desde el primer acorde, se supo que esto iba a ser otra cosa.
El sonido de Dvne es difícil de encapsular. Progresivo, post-metal, doom, sludge, etiquetas que apenas rozan la superficie. Lo que realmente hacen es construir mundos. Y esa noche construyeron varios. A lo largo de su setlist recorrieron los tres discos de su carrera, desde Asheran hasta el flamante Voidkind, pasando por el poderoso Etemen Ænka. Cada tema era un viaje distinto, una exploración sonora que te llevaba a lugares remotos, pero extrañamente familiares. Me pasó, varias veces, que cerraba los ojos y sentía que estaba en Arrakis, caminando entre los Fremen o sumergido en las dunas del desierto. Hasta me atrevería a decir que, por momentos, su música parecía inducir un viaje sensorial, como si estuviéramos bajo los efectos del “spice” de Arrakis, con la mente expandiéndose en un trance hipnótico creado por riffs densos, pasajes atmosféricos y una batería que nunca pierde el pulso.
Hubo un instante en que el sonido falló. Las guitarras desaparecieron por un par de segundos. En otra banda, eso podría haber descarrilado todo pero, en manos de Dvne, fue casi imperceptible. Supieron manejar la situación con calma y oficio, retomando el flujo sin perder intensidad. Es esa clase de profesionalismo que solo se logra con años de trabajo y una conexión profunda entre los integrantes.
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El set duró poco más de una hora y media. Cerraron con “Court of the Matriarch”, un tema que resume todo lo que son: épicos, técnicos, viscerales. A las 22 en punto terminaron y el aplauso fue unánime. Nadie quería que se fueran. Nadie quería que terminara.
Mientras bajaba las escaleras, esa mística con la que había empezado la noche volvió a hacerse presente. Pensé en lo afortunado que era de haber estado ahí, en la primera parada de una gira que seguramente los llevará a más reconocimiento fuera de Escocia. Pensé también en la caja de remeras a 10 libras, en el padre de Dudley Tait, en la correa rota del guitarrista de As Living Arrows. En todos esos pequeños detalles que hacen que un recital no sea solo música, sino experiencia. Y me fui, con los oídos zumbando y la sensación de haber sido parte de algo importante.
Keep on headbanging motherfucker!