


Madrid se convirtió en la última parada del paso otoñal de Dynazty por España, y la banda sueca no podía haber cerrado de mejor manera una minigira que ha colgado el cartel de “sold out” en todas sus fechas. Y es que mucho tiempo llevaban esperando sus seguidores esperando por un tour de Dynazty como cabezas de cartel. Ya habían triunfado como teloneros de bandas como Pain o en festivales como el Leyendas del Rock o el Z Live!, pero para consolidar su fama por territorio español les hacía falta una gira propia.
Es así, que desde el primer minuto se respiraba ambiente de gran noche en La Revi Live, pese a ser domingo y festivo nacional, y la expectación era tal que incluso los encargados de abrir, Kilmara, salieron al escenario con la sala prácticamente llena.
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Los catalanes dieron todo lo que tenían para calentar al público, y vaya si lo consiguieron. La sorpresa vino cuando apareció Héctor Llauradó al frente del micrófono —sí, el vocalista de Whirlwind— sustituyendo a Dani Ponce, quien no pudo unirse a esta gira. Pese al contratiempo, Kilmara defendieron con garra su último trabajo, ‘Journey to the Sun’, con temas como “Wildfire”, “Power of the Mind” o la propia “Alliance of the Free”. También hubo espacio para repasar su anterior ‘Across the Realm of Time’, aunque el tiempo jugó en su contra. Un set corto pero intenso, empañado por algún que otro problema de sonido que restó definición su show. Aun así, dejaron claro que su propuesta tiene pegada y corazón y que son una de las formaciones con futuro de nuestro país.
La expectación alcanzó su punto máximo y, en cuanto Dynazty saltaron al escenario, la sala vibró como nunca. La banda no tardó en imponer su estilo. Comenzaron con “In the Arms of a Devil”, una apertura intensa que dejó claro que estábamos ante una noche de potencia máxima. La conexión con el público fue inmediata, y Nils Molin se movía por el escenario buscando la complicidad de cada asistente, aunque no podemos afirmar hasta qué punto estaba cómodo él sobre las tablas, pues la chaqueta de cuero con el calor sofocante del recinto no fueron buena combinación. La transición hacia “Game of Faces” y “Natural Born Killer” mantuvo el ritmo alto, mostrando la fuerza de su nuevo álbum sin descuidar la elegancia de los clásicos.
“The Grey” y “Waterfall” fueron el segundo arreón de energía, un empujón de adrenalina antes de una breve pausa instrumental que permitió a la banda y al citado vocalista respirar y al público disfrutar del virtuosismo de los músicos. En esa sección instrumental, los teclados pregrabados dominaron, pero para el medley y la posterior sección acústica sí se aprovechó el teclado que llevaban en el escenario. Un sin sentido, todo hay que decirlo. El medley acústico desembocó en “Yours”, junto a “The Darkest Hour” y “ThePower Of Will”, donde Nils Molin brilló con una interpretación que combinaba fuerza y sentimiento.
El concierto retomó la intensidad con “Call of the Night” y “Firesign”, elevando la temperatura hasta un punto en el que parecía imposible que algo pudiera superar la atmósfera creada. Un solo de batería, breve pero impactante, sirvió de preludio para el regreso de la banda con “Presence of Mind”, uno de sus himnos consagrados, cerrando la parte principal del show. La banda apenas hizo pausas, y aunque solo se interpretaron diez canciones, cada tema fue ejecutado con precisión y entrega total, demostrando que la duración no resta intensidad.
Los bises elevaron la euforia al máximo con “The Human Paradox” que abrió la recta final. Y “Devilry of Ecstasy” mantuvo la fuerza hasta el esperado cierre con “Heartless Madness”, que se prolongó algo más de lo desea con interacciones con el público, presentación de los miembros de la banda. Cada detalle estaba pensado para que la conexión con los asistentes fuera total, dejando una sensación de comunión absoluta entre banda y público.
Dynazty abandonaron el escenario entre vítores, sabiendo que acababan de firmar una de esas noches que se recuerdan por la entrega, la comunión y la sensación de estar viendo a una banda que sigue creciendo, aun teniendo lapega de que su show no tuvo una duración más larga a la de sus actuaciones en festivales. Un domingo que se sintió grande, con un público entregado y un otoño que sigue demostrando que el metal de salas vive su mejor momento en mucho tiempo.




Madrid se convirtió en la última parada del paso otoñal de Dynazty por España, y la banda sueca no podía haber cerrado de mejor manera una minigira que ha colgado el cartel de “sold out” en todas sus fechas. Y es que mucho tiempo llevaban esperando sus seguidores esperando por un tour de Dynazty como cabezas de cartel. Ya habían triunfado como teloneros de bandas como Pain o en festivales como el Leyendas del Rock o el Z Live!, pero para consolidar su fama por territorio español les hacía falta una gira propia.
Es así, que desde el primer minuto se respiraba ambiente de gran noche en La Revi Live, pese a ser domingo y festivo nacional, y la expectación era tal que incluso los encargados de abrir, Kilmara, salieron al escenario con la sala prácticamente llena.
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Los catalanes dieron todo lo que tenían para calentar al público, y vaya si lo consiguieron. La sorpresa vino cuando apareció Héctor Llauradó al frente del micrófono —sí, el vocalista de Whirlwind— sustituyendo a Dani Ponce, quien no pudo unirse a esta gira. Pese al contratiempo, Kilmara defendieron con garra su último trabajo, ‘Journey to the Sun’, con temas como “Wildfire”, “Power of the Mind” o la propia “Alliance of the Free”. También hubo espacio para repasar su anterior ‘Across the Realm of Time’, aunque el tiempo jugó en su contra. Un set corto pero intenso, empañado por algún que otro problema de sonido que restó definición su show. Aun así, dejaron claro que su propuesta tiene pegada y corazón y que son una de las formaciones con futuro de nuestro país.
La expectación alcanzó su punto máximo y, en cuanto Dynazty saltaron al escenario, la sala vibró como nunca. La banda no tardó en imponer su estilo. Comenzaron con “In the Arms of a Devil”, una apertura intensa que dejó claro que estábamos ante una noche de potencia máxima. La conexión con el público fue inmediata, y Nils Molin se movía por el escenario buscando la complicidad de cada asistente, aunque no podemos afirmar hasta qué punto estaba cómodo él sobre las tablas, pues la chaqueta de cuero con el calor sofocante del recinto no fueron buena combinación. La transición hacia “Game of Faces” y “Natural Born Killer” mantuvo el ritmo alto, mostrando la fuerza de su nuevo álbum sin descuidar la elegancia de los clásicos.
“The Grey” y “Waterfall” fueron el segundo arreón de energía, un empujón de adrenalina antes de una breve pausa instrumental que permitió a la banda y al citado vocalista respirar y al público disfrutar del virtuosismo de los músicos. En esa sección instrumental, los teclados pregrabados dominaron, pero para el medley y la posterior sección acústica sí se aprovechó el teclado que llevaban en el escenario. Un sin sentido, todo hay que decirlo. El medley acústico desembocó en “Yours”, junto a “The Darkest Hour” y “ThePower Of Will”, donde Nils Molin brilló con una interpretación que combinaba fuerza y sentimiento.
El concierto retomó la intensidad con “Call of the Night” y “Firesign”, elevando la temperatura hasta un punto en el que parecía imposible que algo pudiera superar la atmósfera creada. Un solo de batería, breve pero impactante, sirvió de preludio para el regreso de la banda con “Presence of Mind”, uno de sus himnos consagrados, cerrando la parte principal del show. La banda apenas hizo pausas, y aunque solo se interpretaron diez canciones, cada tema fue ejecutado con precisión y entrega total, demostrando que la duración no resta intensidad.
Los bises elevaron la euforia al máximo con “The Human Paradox” que abrió la recta final. Y “Devilry of Ecstasy” mantuvo la fuerza hasta el esperado cierre con “Heartless Madness”, que se prolongó algo más de lo desea con interacciones con el público, presentación de los miembros de la banda. Cada detalle estaba pensado para que la conexión con los asistentes fuera total, dejando una sensación de comunión absoluta entre banda y público.
Dynazty abandonaron el escenario entre vítores, sabiendo que acababan de firmar una de esas noches que se recuerdan por la entrega, la comunión y la sensación de estar viendo a una banda que sigue creciendo, aun teniendo lapega de que su show no tuvo una duración más larga a la de sus actuaciones en festivales. Un domingo que se sintió grande, con un público entregado y un otoño que sigue demostrando que el metal de salas vive su mejor momento en mucho tiempo.
