Hace rato que el punk español encontró en Sudamérica, o al menos en el Cono Sur, su segundo hogar. Uno pensaría que eso no sería algo tan llamativo si consideramos que hablamos el mismo idioma (ni siquiera hace falta eso, como demuestra la relación entre el público argentino y los germanos Die Toten Hosen), pero conozco a más de uno al que el acento ibérico (sea de la parte de España que sea) le resulta un obstáculo imposible de sortear, sobre todo en música mucho más liviana.
Pero para el público punk argento ese detalle no parece ser un problema, considerando la cantidad de gente reunida en los alrededores del Teatro Flores el 24 de mayo, a la espera de la presentación de El Último Ke Zierre. Entre puestos de venta de parches artesanales, cerveza fría y caliente, música fuerte y mucha marihuana, toda la variedad de punks (del “punk alfiler y cresta” al SHARP, del “punk patineta” al rudeboy y el crust) pasaban el rato hasta que abrieran las puertas, para así saciar cuatro años de espera desde la última vez que los valencianos pisaron tierras argentinas.
Para cuando los locales Aliento De Perro salieron al escenario, tanto el campo como los balcones del teatro estaban bastante nutridos de gente, algo que sólo aumentó durante su set. Vaya uno a saber si fue por ser la única banda previa o por las dos décadas de trayectoria que este cuarteto arrastra, pero fue bastante refrescante ver a la gente pogueando con las canciones de un telonero, en vez de quedarse de brazos cruzados a un costado como si estuvieran viendo un trámite.
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Los Aliento se metieron a la gente en el bolsillo con un amasijo de canciones de su corta pero entretenida discografía. “Se escucha mal”, “Vaso de vino”, “Melancolía y depresión”, “La televisión de Cuki”, “Propagandas del punk” y la final “Se terminó… es el final…”, una decena y media de canciones de punk rock crudísimo y barrial (todo lo barrial que puede ser una banda que escribe una canción sobre Deportivo Armenio) pasaron por el setlist del cuarteto, todas ellas recibidas con aplausos por el público a lo largo de cuarenta y tantos minutos. Una actuación rápida y directa a la yugular, como el buen punk debe ser.
A las 21:30, media hora reloj después de lo hecho por Aliento De Perro, el telón rojo se abrió para recibir a El Último Ke Zierre en el escenario, ya con un Teatro Flores repleto de punks y un logo enorme detrás de la banda celebrando sus 35 años. Y apenas comenzó a sonar “Mal Camino” y gente comenzó a corear cada palabra, quedó confirmado que el quinteto oriundo de la ciudad de Burriana ya tendría ganado el partido desde el vestuario, algo que se hizo más evidente cuando apretaron el acelerador en “Olor a Muerte” y varios vasos de cerveza salieron volando entre un público cada vez más alborotado.
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La fiestera “Camino de Rosas”, la sucia “Altero mi cuerpo”, la emotiva “Vuelta al infierno”, apenas fueron un puñado de los tracks que demostraron las virtudes de EUKZ. Décadas de experiencia dotaron al grupo de la habilidad de sonar prolijamente desprolijos, de ser músicos con toda la habilidad de un grupo de expertos pero con la furia de una banda de garage. Y obviamente está la figura de Rober “El Feo”, un cantante con la voz de alguien que pasó por todas pero sigue adelante, y tan parte de la identidad del grupo que sorprende saber que recién se unió al grupo dos años después de su formación. Porque bien parece que ambos estuvieran hechos el uno para el otro.
“La envidia”, “A cara de perro”, “Fiesta o duelo”, “Canto”, desde No Soporto Vuestras Caras (1991) a El Mutante del Barrio Chino (2017), y con excepción de ¡Bulla! (2000), cada álbum de su extensa discografía estuvo representado en el setlist. Fue uno que ejemplificó al detalle lo que es el sonido de EUKZ: punk de pura cepa ibérica, a veces tomando elementos de hard rock o rock bien de bar pero siempre con bronca y actitud barrial en sus estribillos. La manera en la que la gente coreó canciones como “Tus bragas”, “¿A dónde vas?” y “No tengo miedo” lo confirma.
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“La Alameda” y “La lluvia y el sol” marcaron el cierre de la primera parte de la presentación de EUKZ, con la banda retirándose a los camarines y desatando los pedidos del público. ¿Habrá alguna vez que la gente no pida un bis? Aquella noche de víspera de Revolución de Mayo no comprobaríamos eso con estos españoles, porque apenas pasaron unos minutos antes que Rober, Oscar, Pedro, Kusio y Tico volvieran al escenario para otra descarga cancionera. Así pasaron “Hachís”, “Mi revolución” (adecuado), la coreada “Hasta que pierda la voz”, “Yo también puedo ser malo” y la verdaderamente final “Empacho de orfidal”, una acelerada de su último disco que resultó perfecta para cerrar la noche, luego de 28 canciones en 90 minutos de puro punk y con la gente exhausta pero feliz, acomodándose para salir a una Rivadavia helada para agarrar un bondi antes que se hiciera feriado.
Completada la faena, queda pensar en la idea de que una banda punk esté festejando tres décadas y media de vida. “Vive rápido, muere joven” fue una de las consignas que quedaron marcadas a fuego en la mitología del género, pero al día de hoy queda más que claro que, lejos del espíritu nihilista de esa frase, también es posible no envejecer mientras uno mantenga el alma joven. Tal es el caso de EUKZ: pasan los años, pero siguen tan hambrientos y rabiosos como cuando se formaran en 1987. El sentimiento punk se mantiene, sin importar de cuándo estemos hablando.
Hace rato que el punk español encontró en Sudamérica, o al menos en el Cono Sur, su segundo hogar. Uno pensaría que eso no sería algo tan llamativo si consideramos que hablamos el mismo idioma (ni siquiera hace falta eso, como demuestra la relación entre el público argentino y los germanos Die Toten Hosen), pero conozco a más de uno al que el acento ibérico (sea de la parte de España que sea) le resulta un obstáculo imposible de sortear, sobre todo en música mucho más liviana.
Pero para el público punk argento ese detalle no parece ser un problema, considerando la cantidad de gente reunida en los alrededores del Teatro Flores el 24 de mayo, a la espera de la presentación de El Último Ke Zierre. Entre puestos de venta de parches artesanales, cerveza fría y caliente, música fuerte y mucha marihuana, toda la variedad de punks (del “punk alfiler y cresta” al SHARP, del “punk patineta” al rudeboy y el crust) pasaban el rato hasta que abrieran las puertas, para así saciar cuatro años de espera desde la última vez que los valencianos pisaron tierras argentinas.
Para cuando los locales Aliento De Perro salieron al escenario, tanto el campo como los balcones del teatro estaban bastante nutridos de gente, algo que sólo aumentó durante su set. Vaya uno a saber si fue por ser la única banda previa o por las dos décadas de trayectoria que este cuarteto arrastra, pero fue bastante refrescante ver a la gente pogueando con las canciones de un telonero, en vez de quedarse de brazos cruzados a un costado como si estuvieran viendo un trámite.
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Los Aliento se metieron a la gente en el bolsillo con un amasijo de canciones de su corta pero entretenida discografía. “Se escucha mal”, “Vaso de vino”, “Melancolía y depresión”, “La televisión de Cuki”, “Propagandas del punk” y la final “Se terminó… es el final…”, una decena y media de canciones de punk rock crudísimo y barrial (todo lo barrial que puede ser una banda que escribe una canción sobre Deportivo Armenio) pasaron por el setlist del cuarteto, todas ellas recibidas con aplausos por el público a lo largo de cuarenta y tantos minutos. Una actuación rápida y directa a la yugular, como el buen punk debe ser.
A las 21:30, media hora reloj después de lo hecho por Aliento De Perro, el telón rojo se abrió para recibir a El Último Ke Zierre en el escenario, ya con un Teatro Flores repleto de punks y un logo enorme detrás de la banda celebrando sus 35 años. Y apenas comenzó a sonar “Mal Camino” y gente comenzó a corear cada palabra, quedó confirmado que el quinteto oriundo de la ciudad de Burriana ya tendría ganado el partido desde el vestuario, algo que se hizo más evidente cuando apretaron el acelerador en “Olor a Muerte” y varios vasos de cerveza salieron volando entre un público cada vez más alborotado.
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La fiestera “Camino de Rosas”, la sucia “Altero mi cuerpo”, la emotiva “Vuelta al infierno”, apenas fueron un puñado de los tracks que demostraron las virtudes de EUKZ. Décadas de experiencia dotaron al grupo de la habilidad de sonar prolijamente desprolijos, de ser músicos con toda la habilidad de un grupo de expertos pero con la furia de una banda de garage. Y obviamente está la figura de Rober “El Feo”, un cantante con la voz de alguien que pasó por todas pero sigue adelante, y tan parte de la identidad del grupo que sorprende saber que recién se unió al grupo dos años después de su formación. Porque bien parece que ambos estuvieran hechos el uno para el otro.
“La envidia”, “A cara de perro”, “Fiesta o duelo”, “Canto”, desde No Soporto Vuestras Caras (1991) a El Mutante del Barrio Chino (2017), y con excepción de ¡Bulla! (2000), cada álbum de su extensa discografía estuvo representado en el setlist. Fue uno que ejemplificó al detalle lo que es el sonido de EUKZ: punk de pura cepa ibérica, a veces tomando elementos de hard rock o rock bien de bar pero siempre con bronca y actitud barrial en sus estribillos. La manera en la que la gente coreó canciones como “Tus bragas”, “¿A dónde vas?” y “No tengo miedo” lo confirma.
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“La Alameda” y “La lluvia y el sol” marcaron el cierre de la primera parte de la presentación de EUKZ, con la banda retirándose a los camarines y desatando los pedidos del público. ¿Habrá alguna vez que la gente no pida un bis? Aquella noche de víspera de Revolución de Mayo no comprobaríamos eso con estos españoles, porque apenas pasaron unos minutos antes que Rober, Oscar, Pedro, Kusio y Tico volvieran al escenario para otra descarga cancionera. Así pasaron “Hachís”, “Mi revolución” (adecuado), la coreada “Hasta que pierda la voz”, “Yo también puedo ser malo” y la verdaderamente final “Empacho de orfidal”, una acelerada de su último disco que resultó perfecta para cerrar la noche, luego de 28 canciones en 90 minutos de puro punk y con la gente exhausta pero feliz, acomodándose para salir a una Rivadavia helada para agarrar un bondi antes que se hiciera feriado.
Completada la faena, queda pensar en la idea de que una banda punk esté festejando tres décadas y media de vida. “Vive rápido, muere joven” fue una de las consignas que quedaron marcadas a fuego en la mitología del género, pero al día de hoy queda más que claro que, lejos del espíritu nihilista de esa frase, también es posible no envejecer mientras uno mantenga el alma joven. Tal es el caso de EUKZ: pasan los años, pero siguen tan hambrientos y rabiosos como cuando se formaran en 1987. El sentimiento punk se mantiene, sin importar de cuándo estemos hablando.