Quien esté metido en la ola de bandas de metal tradicional de los últimos años seguramente tendrá el nombre de Haunt bien presente. Comandado por el multi instrumentista estadounidense Trevor William Church, este proyecto apenas va a cumplir cinco años pero ya tiene una discografía nutrida en la calle, con cinco álbumes de material original y un álbum de regrabaciones de canciones presentes en sus dos EPs. Pero en noviembre editaron su trabajo más particular en cuanto a estilo musical, con un disco de versiones acústicas titulado simplemente Unplugged Vol. 1.

Tuve la oportunidad de entrevistar a Church un par de semanas atrás, y contó que la idea detrás de este Unplugged surgió luego de que un fan le pidiera que tocara en su boda, a lo que el cantante le envió una versión acústica de una de sus canciones ante la imposibilidad de presentarse en el lugar. El tener que adaptarse a ese formato mucho más minimalista e íntimo hizo que se le prendiera la lamparita a Church, y en poco más de un mes ya tenía ocho canciones grabadas, mezcladas y editadas a través de su sello Church Recordings.

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Apenas arranca “Beautiful Distraction”, cuya versión original da comienzo a su último álbum del mismo nombre, llama mucho la atención cómo los riffs de Haunt se adaptan a este formato acústico. Su material suele ser bastante veloz pero no ultra técnico, algo que se puede comprobar al intentar silbar o tararear sus melodías, y esto es algo que se lleva muy bien con una simple guitarra acústica. Canciones como “In Our Dreams” y “Light The Beacon” tienen unos coros que recuerdan un poco a Crosby Stills Nash & Young, aunque la mayor parte del álbum está mucho más cerca del rock acústico alternativo de los noventas, algo que tiene mucho sentido considerando que Church tomó mucha inspiración de los MTV Unplugged de Alice in Chains y Nirvana.

Más allá de estos detalles, definir a estos ocho tracks como “canciones de Haunt, pero acústicas” es más que suficiente para describirlas: casi todas siguen la misma estructura de sus versiones originales, sin mucha experimentación más allá de tener los instrumentos desenchufados y tocar con escobillas. 

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Sin embargo, no crean que esta es una crítica al álbum: este nuevo formato permite disfrutar de una variedad de detalles en la composición que muchas veces quedan tapados debajo de toneladas de distorsión. Por ejemplo, la manera en la que una patada de speed metal como “Cosmic Kiss” se vuelve una balada que en otros tiempos hubiera tomado por asalto las radios, con precisos punteos de guitarra y teclados, es una sorpresa muy bienvenida. A esto hay que agregar que una de las pocas excepciones a esto de adaptar directamente las canciones es “Have No Fear”: es muy interesante cómo esta reversión adapta los sintetizadores de la original a un riff con un gran parecido al que arranca “Ain’t Talkin’ ‘bout Love” de Van Halen, algo que no es tan evidente en la versión original. 

Y desenchufar los instrumentos, incluso conservando la estructura original, revela algunas cosas bastante llamativas. La más extraña es “Reflectors”, que bien podría ser una canción del material ochentoso de Ozzy Osbourne en su versión original pero que en Unplugged parece una versión acústica de un tema de Linkin Park. Mucho de eso tiene que ver con las letras: estas no son para nada malas pero, como bien dijo Trevor William Church, sus canciones son más personales que el común del heavy metal clásico y no tienen mucha temática de fantasía, y se nota mucho cuando no están rodeadas de riffs distorsionados y doble bombo.

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Una crítica que le podría ser al álbum es que se puede poner bastante repetitivo para durar poco menos de 36 minutos. Aunque haya destacado las melodías, coros y los riffs acústicos, la base de batería y pandereta se mantiene casi copiada y pegada a lo largo de todo el álbum, casi siempre yendo a la misma velocidad. Esto no es tan obvio escuchando los tracks de manera individual, pero se nota mucho más si uno le da play al disco completo. Claro que lo mismo se podría decir del doble bombo y el repiqueteo de la batería en las canciones originales, pero al menos estos están rodeados de las luces y el humo del show de Haunt: reducido y llevado a un ambiente más íntimo, es algo que hace mucho ruido.

No sé hasta qué punto es posible apreciar estas canciones acústicas sin haber escuchado sus versiones eléctricas, y si es posible que al oyente le gusten unas sin que le gusten las otras. Es un lanzamiento claramente para fans, pero funciona muy bien como un regalo, tal vez incluso para una boda como la que lo inspiró. Y en caso de que al lector no le vaya a gustar, considerando la prolificidad de Church como compositor no creo que haya esperar mucho más para otro álbum de puro metal ochentoso de parte de Haunt.