Nuevo disco de este grupo sueco con una década de existencia, que sigue desarrollando su Deathcore de actitud experimental, como la de propuestas en la línea de Meshuggah (sus compatriotas), o Baring Teeth, pero también con similitudes a Black Tongue o incluso Thy Art Is Murder. Si bien hay quienes dicen que practican un Blackened Death Metal, no son los rasgos de ese estilo los que predominan.

“El Último Aliento/Respiro de la Humanidad” (eso significa el nombre de la banda, por cierto, adecuado a los tiempos que corren), avanza en un desarrollo que va creciendo en cuanto a composición, pero a la vez, siguiendo la tendencia que lleva a todo el Deathcore a sonar cada vez más pulido y prolijo, medido en la intención técnica, lo que le resta la organicidad que tienen grupos como This Gift Is A Curse, también suecos y no tan alejados en potencia.

“Välde” (imperio), todavía los deja al límite de cruzar a ese territorio aséptico. Fue escrito, producido, mezclado y masterizado por Buster Odeholm (guitarrista de la banda) en Impact Studios. Calle Thomér (el otro guitarrista) colaboró en la composición, y la orquestación estuvo a cargo de Buster Odeholm, Randy Slaugh y Calle Thomér. El arte de tapa fue hecho por el Colectivo C.S.R/Saros basado en la pintura ‘Annihilation’ de Mariusz Lewandowski.

“Dödsdans” es una intro que empieza con guitarras lúgubres; alerta sobre la avalancha que caerá al entrar la batería a puro blast, y allana el camino para “Glutton”, ya ascendiendo a pie sobre la capa de metros de nieve que cubre la montaña. Todo se vuelve lento, interrumpido, entrecortado, y los gritos varían entre graves y agudos, además de haber coros sintetizados. Sigue “Earthless”, donde las partes calmas tienen una atmósfera a la que contribuyen efectos sonoros en segundo plano, hasta que irrumpen los riffs que llegan a tener un nivel preciso de groove. Cada componente tiene una potencia demoledora, que sólo puede verse menoscabada por los pasajes en los que se percibe cierta monotonía.

A puro golpe arranca “Descent”, y vuelve a sobresalir ese fondo coral que, esta vez, alcanza niveles épicos, y luego, “Spectre” se despacha con una sesión de mazazos directo al pecho. El trabajo de las guitarras arpegiando, y ciertos acordes a lo largo del disco, son los que sugieren ese ingrediente “Black” que algunos encuentran. Las voces limpias en este track resultan una verdadera sorpresa, lo mismo que el aporte de los teclados.

“Dehumanize” comienza como un presagio susurrado, y en medio de esa alternancia entre contorsiones sonoras y lapsos inductores de headbanging, emerge esa cualidad monumental que suma la orquestación. “Hadean” y “Tide” continúan exhibiendo el arsenal de recursos presentado hasta el momento, agregando riffs de gran elaboración. Cabe señalar la voz limpia que aparece en “Tide” para captar la atención.

“Väldet” es un interludio instrumental, casi cinematográfico, y con “Sirens” retorna la crueldad de las voces, junto con el conjunto de características ya expresadas. El trayecto sigue de modo bestial con “Futility”, y “Vittring” da cierre al disco: un tema que suena a Meshuggah marchando, aturdido por una conmoción, hacia un destino incierto.

Se trata de un disco en el que puede percibirse un salto hacia una forma de Deathcore más compleja, a partir de las pinceladas “sinfónicas” y momentos de voces limpias, sin caer en las fórmulas habituales de otros géneros, cuando alternan con guturales. Sin embargo, la búsqueda deberá alejarse más de ese manto de nieve en el que, por más brutalidad que pueda tener el alud, todo termina viéndose blanco. Un álbum muy bien hecho y sin dudas celebrado por el público de la banda.