En la desolada penumbra de la sala Estraperlo, en Badalona, se forjó un caos controlado, un éxtasis sonoro donde el punk resonó con la precisión de un cirujano macabro. Inicialmente, un aforo bastante austero, pero después del tercer tema de Fastloud se llenó bastante más, como si la música misma atrajera a las almas errantes. Y entre los susurros de la multitud, el murmullo de la discordia y la armonía, emergió un puesto de merch que prometía más que camisetas y pegatinas: un reflejo de identidad, un símbolo efímero de rebelión.
Fastloud, los embajadores del skate punk en su gira por Europa, rasgaron el aire con sus acordes agresivos, fusionando la energía desenfrenada con la técnica impecable. Cada acorde de “Joey” fue como una patada en el pecho, una explosión de adrenalina que inundó el espacio entre el público y el escenario. “Colder than Outside” envolvió la sala en una bruma gélida de riffs frenéticos, mientras que “Recall” trajo consigo una ola de nostalgia, un eco de días pasados en medio del caos presente.
Entre el fragor de la noche, Kids of Rage emergió con un torrente de energía incontrolable. Con un público implícito y animado, su frontman, un carismático maestro de ceremonias, llevó a la multitud en un viaje de emociones crudas. “Hurry Up” fue un llamado a la acción, un himno de urgencia que resonó en los corazones de los presentes. “Memories Never Fade” fue un recordatorio de que incluso en la oscuridad, los recuerdos brillan como estrellas.
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Y entonces llegó el plato fuerte: Ignite, californianos por naturaleza, pero ciudadanos del mundo por elección. En vivo, su música adquirió una nueva dimensión, un rugido visceral que trascendía las limitaciones de los discos. Con un frontman inmerso en la conexión con el público, el concierto se convirtió en un intercambio de energía pura, donde cada acorde era una declaración de guerra contra la complacencia y la apatía.
En la lista de canciones, desde el retorno ardiente de “Ash Return”, una oda a la resiliencia y la perseverancia, hasta el himno combativo de “Fear Is Our Tradition”, Ignite tejió un tapiz de sonidos que resonaron con la verdad cruda de la experiencia humana. “Anti-Complicity Anthem” fue un grito de protesta contra la injusticia, mientras que “Let It Burn” encendió la sala con su fervor incendiario. Desde el cover inesperado de “Sunday Bloody Sunday” hasta la icónica “Embrace”, cada canción fue un capítulo en la epopeya del punk, una saga de lucha y redención.
Y en medio del caos y la furia, recibí otra patada en la cabeza por una persona saltando del escenario, pero esta vez mis gafas salieron intactas, una insignificancia en comparación con la marea de emociones que inundaba la sala. En la oscuridad tumultuosa de la sala Estraperlo, en Badalona, el 23 de marzo, el punk renació, una llama ardiente que se negaba a extinguirse. Y en cada acorde, en cada grito de protesta, encontramos un recordatorio de que, aunque el mundo esté en llamas, siempre habrá música para guiar el camino hacia la redención.
En la desolada penumbra de la sala Estraperlo, en Badalona, se forjó un caos controlado, un éxtasis sonoro donde el punk resonó con la precisión de un cirujano macabro. Inicialmente, un aforo bastante austero, pero después del tercer tema de Fastloud se llenó bastante más, como si la música misma atrajera a las almas errantes. Y entre los susurros de la multitud, el murmullo de la discordia y la armonía, emergió un puesto de merch que prometía más que camisetas y pegatinas: un reflejo de identidad, un símbolo efímero de rebelión.
Fastloud, los embajadores del skate punk en su gira por Europa, rasgaron el aire con sus acordes agresivos, fusionando la energía desenfrenada con la técnica impecable. Cada acorde de “Joey” fue como una patada en el pecho, una explosión de adrenalina que inundó el espacio entre el público y el escenario. “Colder than Outside” envolvió la sala en una bruma gélida de riffs frenéticos, mientras que “Recall” trajo consigo una ola de nostalgia, un eco de días pasados en medio del caos presente.
Entre el fragor de la noche, Kids of Rage emergió con un torrente de energía incontrolable. Con un público implícito y animado, su frontman, un carismático maestro de ceremonias, llevó a la multitud en un viaje de emociones crudas. “Hurry Up” fue un llamado a la acción, un himno de urgencia que resonó en los corazones de los presentes. “Memories Never Fade” fue un recordatorio de que incluso en la oscuridad, los recuerdos brillan como estrellas.
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En la lista de canciones, desde el retorno ardiente de “Ash Return”, una oda a la resiliencia y la perseverancia, hasta el himno combativo de “Fear Is Our Tradition”, Ignite tejió un tapiz de sonidos que resonaron con la verdad cruda de la experiencia humana. “Anti-Complicity Anthem” fue un grito de protesta contra la injusticia, mientras que “Let It Burn” encendió la sala con su fervor incendiario. Desde el cover inesperado de “Sunday Bloody Sunday” hasta la icónica “Embrace”, cada canción fue un capítulo en la epopeya del punk, una saga de lucha y redención.
Y en medio del caos y la furia, recibí otra patada en la cabeza por una persona saltando del escenario, pero esta vez mis gafas salieron intactas, una insignificancia en comparación con la marea de emociones que inundaba la sala. En la oscuridad tumultuosa de la sala Estraperlo, en Badalona, el 23 de marzo, el punk renació, una llama ardiente que se negaba a extinguirse. Y en cada acorde, en cada grito de protesta, encontramos un recordatorio de que, aunque el mundo esté en llamas, siempre habrá música para guiar el camino hacia la redención.