

Crónica y fotografías: Unai Endemaño
Comenzaría puntual la velada el pasado viernes tres de octubre, tan puntual que no fuimos capaces de alcanzar los primeros minutos de los americanos Imperial Triumphant. Una pequeña desgracia, ya que el show de los de Nueva York fue tan efímero como espectacular. Una nueva demostración de que es una banda destinada a cosas muy grandes dentro del panorama del Metal extremo.
Apostaron casi todas sus cartas a los temas de su último Goldstar, reservando tan solo un pequeño recuerdo a sus inicios a lomos de un “Devs Est Machina” devastador. Dejaron para los libros, una nueva actuación deslumbrante, plena de técnica y velocidad, pero excesivamente corta. Suyos fueron los primeros treinta minutos sobre las tablas de la Santana, en los que faltaron temas, pero pudimos disfrutar con el espectáculo de la trompeta en llamas y el champan descorchado. Demasiado circo para poder haberlo aprovechado, en otro tema más.
Desde los primeros compases de la jornada, ya se pudo apreciar como Imperial ya arrastran a una cantidad considerable de gente y es que no fue este uno de esos bolos en los que la gente acaba acudiendo únicamente para ver el último plato del día. La mayor parte del respetable estaba dentro de la sala desde que los primeros teloneros atacaron con todo. Una buena muestra, sin duda, de lo interesante que resultaba el conjunto del cartel desplegado por la promotora Madness Live.
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Los siguientes en subirse al escenario de la Santana fueron Master Boot Record, quienes cambiaron el tercio a la velada de manera radical. Sumergiéndonos sabiamente en su particular mundo cibernético, los italianos presentaron su último Hardwarez y demostraron que son en directo, mucho más de lo que sus trabajos de estudio sugieren.
A pesar de ser un proyecto guiado y liderado por el guitarra y programador Victor Love, todos los focos recayeron sobre el guitarra solista Edoardo Taddei, un auténtico virtuoso que demostró unas capacidades asombrosas dentro de los registros más neoclásicos de las seis cuerdas. Por momentos parecía que estábamos presenciando a un pequeño Yngwie Malmsteen volando sobre bases sampleadas.
Su actuación resulto totalmente inmersiva, acompañando cada una de sus canciones, con imágenes de videojuegos retro y con una estética ochentera que parecía salida de los mejores momentos de Stranger Things. Una vuelta al pasado que por momentos parecía un poco impostada, pero que lucía fenomenal y era alternada con momentos más contemporáneos, como los circle pits que provocaron. En definitiva, una actuación sorprendente y que a más de una dejo un grato sabor de boca.
Los cabezas de cartel de la noche eran Igorrr, o lo que es lo mismo, el retoño de Gautier Serre, un proyecto en el que ha conseguido plasmar sus interminables influencias y ha conseguido trascender, configurando un producto tan único como inclasificable. Una banda que encapsula mil y un sonidos diferentes y que siempre resulta provocativa y sorprendente.
Arrancarían con el “Daemoni” de su último trabajo, pero irían alternando durante toda su actuación, piezas de los tres últimos trabajos de la formación. El equilibrio resultaría perfecto, conformando un espigado puzzle en el que se dibujaban todos los trazos que son capaces de dibujar. Una amalgama de sensaciones que a veces respondía al Black Metal, otras al Metal operístico y otras tantas a los ritmos bailables que uno puede encontrarse en un kebab.
La actuación del multi disciplinar combo sería impecable, propia de gran orquesta, siempre gobernada desde las alturas por el jefe de filas, que a ratos tocaba el teclado a ratos le daba a la percusión y de vez en cuando, se ponía a rasgar su guitarra. Su presencia sobre la tarima recordaba poderosamente a la de un Alan Parsons, pero en versión moderna. Siempre por debajo, sus pupilos se mostraban espectaculares y profesionales sin salirse una sola coma del guion previsto.
La comparecencia sería extensa, alcanzando la hora y media de montaña rusa sonora. Una sinuosa actuación que explotaría finalmente con un par de bises del Spirituality And Distortion y el himno contemporáneo, “Opus Brain”, sin duda el corte más reconocible y reconocido de la peculiar formación. Una formación que demostraría en Bilbao la enorme pegada que tienen sus actuales directos, y la estupenda acogida que siguen conservando entre sus acérrimos.


Crónica y fotografías: Unai Endemaño
Comenzaría puntual la velada el pasado viernes tres de octubre, tan puntual que no fuimos capaces de alcanzar los primeros minutos de los americanos Imperial Triumphant. Una pequeña desgracia, ya que el show de los de Nueva York fue tan efímero como espectacular. Una nueva demostración de que es una banda destinada a cosas muy grandes dentro del panorama del Metal extremo.
Apostaron casi todas sus cartas a los temas de su último Goldstar, reservando tan solo un pequeño recuerdo a sus inicios a lomos de un “Devs Est Machina” devastador. Dejaron para los libros, una nueva actuación deslumbrante, plena de técnica y velocidad, pero excesivamente corta. Suyos fueron los primeros treinta minutos sobre las tablas de la Santana, en los que faltaron temas, pero pudimos disfrutar con el espectáculo de la trompeta en llamas y el champan descorchado. Demasiado circo para poder haberlo aprovechado, en otro tema más.
Desde los primeros compases de la jornada, ya se pudo apreciar como Imperial ya arrastran a una cantidad considerable de gente y es que no fue este uno de esos bolos en los que la gente acaba acudiendo únicamente para ver el último plato del día. La mayor parte del respetable estaba dentro de la sala desde que los primeros teloneros atacaron con todo. Una buena muestra, sin duda, de lo interesante que resultaba el conjunto del cartel desplegado por la promotora Madness Live.
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Los siguientes en subirse al escenario de la Santana fueron Master Boot Record, quienes cambiaron el tercio a la velada de manera radical. Sumergiéndonos sabiamente en su particular mundo cibernético, los italianos presentaron su último Hardwarez y demostraron que son en directo, mucho más de lo que sus trabajos de estudio sugieren.
A pesar de ser un proyecto guiado y liderado por el guitarra y programador Victor Love, todos los focos recayeron sobre el guitarra solista Edoardo Taddei, un auténtico virtuoso que demostró unas capacidades asombrosas dentro de los registros más neoclásicos de las seis cuerdas. Por momentos parecía que estábamos presenciando a un pequeño Yngwie Malmsteen volando sobre bases sampleadas.
Su actuación resulto totalmente inmersiva, acompañando cada una de sus canciones, con imágenes de videojuegos retro y con una estética ochentera que parecía salida de los mejores momentos de Stranger Things. Una vuelta al pasado que por momentos parecía un poco impostada, pero que lucía fenomenal y era alternada con momentos más contemporáneos, como los circle pits que provocaron. En definitiva, una actuación sorprendente y que a más de una dejo un grato sabor de boca.
Los cabezas de cartel de la noche eran Igorrr, o lo que es lo mismo, el retoño de Gautier Serre, un proyecto en el que ha conseguido plasmar sus interminables influencias y ha conseguido trascender, configurando un producto tan único como inclasificable. Una banda que encapsula mil y un sonidos diferentes y que siempre resulta provocativa y sorprendente.
Arrancarían con el “Daemoni” de su último trabajo, pero irían alternando durante toda su actuación, piezas de los tres últimos trabajos de la formación. El equilibrio resultaría perfecto, conformando un espigado puzzle en el que se dibujaban todos los trazos que son capaces de dibujar. Una amalgama de sensaciones que a veces respondía al Black Metal, otras al Metal operístico y otras tantas a los ritmos bailables que uno puede encontrarse en un kebab.
La actuación del multi disciplinar combo sería impecable, propia de gran orquesta, siempre gobernada desde las alturas por el jefe de filas, que a ratos tocaba el teclado a ratos le daba a la percusión y de vez en cuando, se ponía a rasgar su guitarra. Su presencia sobre la tarima recordaba poderosamente a la de un Alan Parsons, pero en versión moderna. Siempre por debajo, sus pupilos se mostraban espectaculares y profesionales sin salirse una sola coma del guion previsto.
La comparecencia sería extensa, alcanzando la hora y media de montaña rusa sonora. Una sinuosa actuación que explotaría finalmente con un par de bises del Spirituality And Distortion y el himno contemporáneo, “Opus Brain”, sin duda el corte más reconocible y reconocido de la peculiar formación. Una formación que demostraría en Bilbao la enorme pegada que tienen sus actuales directos, y la estupenda acogida que siguen conservando entre sus acérrimos.













