


La Salamandra volvió a rugir en una noche de frío seco y metal denso. El cartel prometía contraste generacional y estilos en mutación, y cumplió con creces: los italianos Klogr, los veteranos suecos Evergrey y los maestros de la melancolía moderna, Katatonia, convirtieron un martes cualquiera en una misa de guitarras ásperas, proyecciones inquietantes y atmósferas donde cada banda defendió su identidad sin concesiones.
Los primeros en abrir fuego fueron Klogr, que aparecieron en escena con una cuenta atrás y la determinación de no ser teloneros decorativos. “Guilty And Proud” marcó territorio desde el primer riff, con Rusty guiando a la banda entre visuales oscuras y una iluminación que, pese a ser irregular, no restó contundencia al set. Hubo tiempos serpenteantes como “The Wall Of Illusion”, un viaje a su etapa reciente con “Gravity Of Fear” y un cierre teñido de alt-metal con “Guinea Pigs”, suficiente para ganarse algunos nuevos adeptos antes de retirarse sonrientes al merch.
Con la sala ya caliente, Evergrey irrumpieron con una precisión quirúrgica que hizo temblar las paredes. Tom S. Englund mandó desde el minuto uno, y la banda encadenó temas sin apenas descanso, como si tuvieran prisa por demostrar por qué llevan tres décadas siendo referencia del metal progresivo europeo. “A Silent Arc” abrió un set que sonó limpio, potente y emocional; “King Of Errors” y “Distance” levantaron los puños del respetable, y la nueva “OXYGEN!” dejó claro que su futuro inmediato llega con músculo y melodía a partes iguales.
Entonces llegó el momento de la noche: Katatonia, envueltos en la sobriedad habitual y un aura que solo ellos saben proyectar. Sin mirar al pasado remoto, el quinteto centró su descarga en las dos últimas décadas y, sobre todo, en el material de “Nightmares As Extensions Of The Waking State”. “Thrice” abrió un viaje introspectivo donde las dinámicas mínimas convivieron con estallidos densos; la elegancia vocal de Jonas Renkse y la nueva dupla de guitarras dieron un matiz más afilado a piezas como “Austerity” y “Rein”. En el punto medio, el público terminó de entregarse con “Dead Letters” y un “Nephilim” teñido de rojo que fue puro clímax emocional.
El tramo final fue un desfile de contrastes: la oscuridad ritual de “Wind Of No Change”, la calma electrónica de “The Longest Years”, la pegada de “July” y la emoción contenida de “Lethean”. Antes de despedirse, “No Beacon To Illuminate Our Fall” y “In The Event Of” abrieron la puerta a un bis que remató con la siempre impenetrable y adictiva “Forsaker”. Sin artificios, sin rodeos y sin necesidad de mirar atrás, Katatonia demostraron por qué siguen siendo una entidad única dentro del metal europeo actual.



La Salamandra volvió a rugir en una noche de frío seco y metal denso. El cartel prometía contraste generacional y estilos en mutación, y cumplió con creces: los italianos Klogr, los veteranos suecos Evergrey y los maestros de la melancolía moderna, Katatonia, convirtieron un martes cualquiera en una misa de guitarras ásperas, proyecciones inquietantes y atmósferas donde cada banda defendió su identidad sin concesiones.
Los primeros en abrir fuego fueron Klogr, que aparecieron en escena con una cuenta atrás y la determinación de no ser teloneros decorativos. “Guilty And Proud” marcó territorio desde el primer riff, con Rusty guiando a la banda entre visuales oscuras y una iluminación que, pese a ser irregular, no restó contundencia al set. Hubo tiempos serpenteantes como “The Wall Of Illusion”, un viaje a su etapa reciente con “Gravity Of Fear” y un cierre teñido de alt-metal con “Guinea Pigs”, suficiente para ganarse algunos nuevos adeptos antes de retirarse sonrientes al merch.
Con la sala ya caliente, Evergrey irrumpieron con una precisión quirúrgica que hizo temblar las paredes. Tom S. Englund mandó desde el minuto uno, y la banda encadenó temas sin apenas descanso, como si tuvieran prisa por demostrar por qué llevan tres décadas siendo referencia del metal progresivo europeo. “A Silent Arc” abrió un set que sonó limpio, potente y emocional; “King Of Errors” y “Distance” levantaron los puños del respetable, y la nueva “OXYGEN!” dejó claro que su futuro inmediato llega con músculo y melodía a partes iguales.
Entonces llegó el momento de la noche: Katatonia, envueltos en la sobriedad habitual y un aura que solo ellos saben proyectar. Sin mirar al pasado remoto, el quinteto centró su descarga en las dos últimas décadas y, sobre todo, en el material de “Nightmares As Extensions Of The Waking State”. “Thrice” abrió un viaje introspectivo donde las dinámicas mínimas convivieron con estallidos densos; la elegancia vocal de Jonas Renkse y la nueva dupla de guitarras dieron un matiz más afilado a piezas como “Austerity” y “Rein”. En el punto medio, el público terminó de entregarse con “Dead Letters” y un “Nephilim” teñido de rojo que fue puro clímax emocional.
El tramo final fue un desfile de contrastes: la oscuridad ritual de “Wind Of No Change”, la calma electrónica de “The Longest Years”, la pegada de “July” y la emoción contenida de “Lethean”. Antes de despedirse, “No Beacon To Illuminate Our Fall” y “In The Event Of” abrieron la puerta a un bis que remató con la siempre impenetrable y adictiva “Forsaker”. Sin artificios, sin rodeos y sin necesidad de mirar atrás, Katatonia demostraron por qué siguen siendo una entidad única dentro del metal europeo actual.













