


Hace tiempo que hablar de Leprous es sinónimo de hacerlo de una de las bandas que está dominando el presente. Lejos quedó el papel de los críticos que auguraban un futuro prometedor para la banda noruega, pues hace años que alcanzaron esa excelencia que tanto esfuerzo y trabajo les ha costado. Lo mejor de todo es que aún no han tocado techo, y el límite al que pueden llegar ni siquiera se vislumbra de cerca. Y eso es realmente lo que sorprende de Leprous.
Si hablásemos de una banda como H.E.A.T o Eclipse (por citar algún ejemplo), cuyos temas pegadizos están pensados para atraer público, a nadie le extrañaría el paso de ser prácticamente desconocidos a llenar salas de gran tamaño. Pero Leprous juega en otra liga. Su música es progresiva, desafiante, compleja, y está lejos de estar compuesta por una fórmula para atraer masas.
Pero, al fin y al cabo, la calidad es lo que tiene. El talento de los noruegos ha fraguado en nuestro país un público numeroso y llamativamente heterogéneo que le es fiel aunque pisen tierras españolas casi cada año. Y es esa multitud la que colmó la sala “The Music Station” de Madrid una noche fría de jueves. Un espacio que antiguamente formó parte de la Estación Norte de Principe Pío y que fue reconvertido para espectáculos hace un par de años y que en cuanto a su configuración para conciertos alcanza una capacidad para casi 2.000 asistentes.
La puesta en escena de la banda está lejos de ser llamativa. Apenas unos flashes traseros y una luz monocromática que crea la atmósfera perfecta para cada uno de los temas. Así, desde que comenzó a sonar “Silently Walking Alone”, se fue creando un ambiente propicio en el que recrearse en cada uno de los cortes. Cabe destacar que el sonido fue deplorable durante los primeros minutos, prologándose incluso hasta la imprescindible “The Price” e “Illuminate”. Pero si algo caracteriza los espectáculos de los noruegos es su perfección acústica, y su técnico- que siempre hace una labor encomiable- consiguió hacer los ajustes pertinentes para lograr la excelencia sonora que caracteriza los conciertos de Leprous.
Cuando un show se bautiza bajo “An Exclusive Evening With Leprous” solo cabe esperar algo excepcional. Y así fue. Y es que solo una banda que ha ido escalando posiciones en cuanto a calidad, experiencia y buen hacer es capaz de hacer un show de casi 3 horas de duración y que no resulte monótono ni soporífero. Lejos de eso los cortes de su nuevo trabajo Melodies Of Atonement recibieron la aprobación del respetable, aunque no fueran los que sobresalieron en exceso. “I Hear the Sirens”, “Like A Sunken Ship” o “Unfree My Soul” fueron la reivindicación de que la llama compositiva de Leprous sigue más viva que nunca.
Sería complicado elegir un punto álgido dentro de la actuación. Hubo momentos más íntimos como en “Out Of Here” o “Alleviate” o “Distant Bells”, cuyos apoteósicos finales dan pie a sentir una catarsis de emociones en cada espectador, cada una de ellas intensificada por la exigencia de cada nota de las melodías.
“Foe” y Nighttime Disguise” marcaron el primer punto y aparte del show. Un espectáculo que estuvo perfectamente equilibrado y dividido en tres actos con su respectivo descanso entre cada uno de ellos, estructura que se asemeja directamente con una obra de teatro.
En lo que al segundo acto se refiere, pueden destacarse nuevas composiciones como “Faceless”, donde un coro formado por miembros del público acompañó a los músicos sobre el escenario para resaltar los estribillos. Pero sin duda fueron las composiciones más veteranas las que ganaron protagonismo. La inmediatez de cortes como “Below” o se intercalaron con piezas más complejas y extensas como “Slave” de su famoso The Congregation (2014), que junto a “Castaway Angels” y la esperada “From The Flame”, del Malina (2017) dieron vida otra vez a una montaña rusa de ritmos y emociones.
Seguro que a muchos se les ha pasado por la cabeza encasillar a Leprous únicamente como una banda de rock progresivo, a pesar de que pueden apreciarse tintes de rock alternativo, metal, post rock o incluso toques de música electrónica. Una mezcla de estilos que hace que hace sea especial, logrando crear música compleja y técnica, pero al mismo tiempo emocional y profundamente conectada con su audiencia. Si esto no fue evidenciado durante todo el show, el combo formado por la recién sacada “Atonement” y “The Sky Is Red” que, aunque interpretada solo su segunda parte puso el broche de oro a un show pletórico.
La actuación de los noruegos, supuso el inicio del un largo tour que los llevará a recorrer el continente europeo en las semanas venideras, pero lejos de una toma de contactos, el concierto en la capital podría decirse que fue un comienzo por todo lo alto. Leprous se personificó por primera vez en Madrid en formato de sexteto, con la adición de Rafael Weinroth-Browne en el teclado. Aunque es conocido principalmente como violonchelista y ha colaborado con la banda en el pasado, ahora aporta su versatilidad al teclado, enriqueciendo aún más las actuaciones de la banda. Su incorporación le da una nueva capa de profundidad al sonido en directo de Leprous, reafirmando por qué son una de las bandas más destacadas del momento.
Este hecho, por otro lado, permitió al vocalista Einar Solberg mantenerse al frente con mayor libertad, sin tanta carga y pudiendo comunicarse de manera más directa con el público. Esto le llevó incluso a atreverse a chapurrear algunas frases en castellano, y presumir así de que estaba aprendiendo el idioma de nuestras tierras. Aún le queda algo por pulir en esa faceta, pero lo que sí está perfectamente dominado es su increíble manera de cantar. Su rango vocal que oscila desde agudos imposibles hasta los guturales más profundos es digno de admiración y el sello personal de la banda.
Se puede afirmar con total seguridad que Leprous pulido al máximo sus espectáculos de sala. El sonido, las atmósferas creadas y los movimientos teatrales que rozan las convulsiones de los músicos añaden el dramatismo justo cuando las composiciones lo precisan. Pero por muy detalladas que puedan ser cada descripción, resulta casi imposible poner en palabras lo que un show de Leprous puede llegar a ofrecer. Esta es una de las bandas a las que hay que ver en directo al menos una vez en la vida, pues son, además, una de las que lideran el presente de lo que es el panorama del metal a día de hoy.
Su próxima parada en nuestro país será en el Rock Imperium de Cartagena en el mes de junio y, aunque en festivales su ambiente se disipa parcialmente, pondrán la guinda a un diverso catálogo de actuaciones.
En lo que al concierto en Madrid se refiere, para los cientos de congregados fue la manera más especial de comenzar la temporada de conciertos de 2025, y uno de los más destacados, aunque queden muchos por llegar a lo largo del año.




Hace tiempo que hablar de Leprous es sinónimo de hacerlo de una de las bandas que está dominando el presente. Lejos quedó el papel de los críticos que auguraban un futuro prometedor para la banda noruega, pues hace años que alcanzaron esa excelencia que tanto esfuerzo y trabajo les ha costado. Lo mejor de todo es que aún no han tocado techo, y el límite al que pueden llegar ni siquiera se vislumbra de cerca. Y eso es realmente lo que sorprende de Leprous.
Si hablásemos de una banda como H.E.A.T o Eclipse (por citar algún ejemplo), cuyos temas pegadizos están pensados para atraer público, a nadie le extrañaría el paso de ser prácticamente desconocidos a llenar salas de gran tamaño. Pero Leprous juega en otra liga. Su música es progresiva, desafiante, compleja, y está lejos de estar compuesta por una fórmula para atraer masas.
Pero, al fin y al cabo, la calidad es lo que tiene. El talento de los noruegos ha fraguado en nuestro país un público numeroso y llamativamente heterogéneo que le es fiel aunque pisen tierras españolas casi cada año. Y es esa multitud la que colmó la sala “The Music Station” de Madrid una noche fría de jueves. Un espacio que antiguamente formó parte de la Estación Norte de Principe Pío y que fue reconvertido para espectáculos hace un par de años y que en cuanto a su configuración para conciertos alcanza una capacidad para casi 2.000 asistentes.
La puesta en escena de la banda está lejos de ser llamativa. Apenas unos flashes traseros y una luz monocromática que crea la atmósfera perfecta para cada uno de los temas. Así, desde que comenzó a sonar “Silently Walking Alone”, se fue creando un ambiente propicio en el que recrearse en cada uno de los cortes. Cabe destacar que el sonido fue deplorable durante los primeros minutos, prologándose incluso hasta la imprescindible “The Price” e “Illuminate”. Pero si algo caracteriza los espectáculos de los noruegos es su perfección acústica, y su técnico- que siempre hace una labor encomiable- consiguió hacer los ajustes pertinentes para lograr la excelencia sonora que caracteriza los conciertos de Leprous.
Cuando un show se bautiza bajo “An Exclusive Evening With Leprous” solo cabe esperar algo excepcional. Y así fue. Y es que solo una banda que ha ido escalando posiciones en cuanto a calidad, experiencia y buen hacer es capaz de hacer un show de casi 3 horas de duración y que no resulte monótono ni soporífero. Lejos de eso los cortes de su nuevo trabajo Melodies Of Atonement recibieron la aprobación del respetable, aunque no fueran los que sobresalieron en exceso. “I Hear the Sirens”, “Like A Sunken Ship” o “Unfree My Soul” fueron la reivindicación de que la llama compositiva de Leprous sigue más viva que nunca.
Sería complicado elegir un punto álgido dentro de la actuación. Hubo momentos más íntimos como en “Out Of Here” o “Alleviate” o “Distant Bells”, cuyos apoteósicos finales dan pie a sentir una catarsis de emociones en cada espectador, cada una de ellas intensificada por la exigencia de cada nota de las melodías.
“Foe” y Nighttime Disguise” marcaron el primer punto y aparte del show. Un espectáculo que estuvo perfectamente equilibrado y dividido en tres actos con su respectivo descanso entre cada uno de ellos, estructura que se asemeja directamente con una obra de teatro.
En lo que al segundo acto se refiere, pueden destacarse nuevas composiciones como “Faceless”, donde un coro formado por miembros del público acompañó a los músicos sobre el escenario para resaltar los estribillos. Pero sin duda fueron las composiciones más veteranas las que ganaron protagonismo. La inmediatez de cortes como “Below” o se intercalaron con piezas más complejas y extensas como “Slave” de su famoso The Congregation (2014), que junto a “Castaway Angels” y la esperada “From The Flame”, del Malina (2017) dieron vida otra vez a una montaña rusa de ritmos y emociones.
Seguro que a muchos se les ha pasado por la cabeza encasillar a Leprous únicamente como una banda de rock progresivo, a pesar de que pueden apreciarse tintes de rock alternativo, metal, post rock o incluso toques de música electrónica. Una mezcla de estilos que hace que hace sea especial, logrando crear música compleja y técnica, pero al mismo tiempo emocional y profundamente conectada con su audiencia. Si esto no fue evidenciado durante todo el show, el combo formado por la recién sacada “Atonement” y “The Sky Is Red” que, aunque interpretada solo su segunda parte puso el broche de oro a un show pletórico.
La actuación de los noruegos, supuso el inicio del un largo tour que los llevará a recorrer el continente europeo en las semanas venideras, pero lejos de una toma de contactos, el concierto en la capital podría decirse que fue un comienzo por todo lo alto. Leprous se personificó por primera vez en Madrid en formato de sexteto, con la adición de Rafael Weinroth-Browne en el teclado. Aunque es conocido principalmente como violonchelista y ha colaborado con la banda en el pasado, ahora aporta su versatilidad al teclado, enriqueciendo aún más las actuaciones de la banda. Su incorporación le da una nueva capa de profundidad al sonido en directo de Leprous, reafirmando por qué son una de las bandas más destacadas del momento.
Este hecho, por otro lado, permitió al vocalista Einar Solberg mantenerse al frente con mayor libertad, sin tanta carga y pudiendo comunicarse de manera más directa con el público. Esto le llevó incluso a atreverse a chapurrear algunas frases en castellano, y presumir así de que estaba aprendiendo el idioma de nuestras tierras. Aún le queda algo por pulir en esa faceta, pero lo que sí está perfectamente dominado es su increíble manera de cantar. Su rango vocal que oscila desde agudos imposibles hasta los guturales más profundos es digno de admiración y el sello personal de la banda.
Se puede afirmar con total seguridad que Leprous pulido al máximo sus espectáculos de sala. El sonido, las atmósferas creadas y los movimientos teatrales que rozan las convulsiones de los músicos añaden el dramatismo justo cuando las composiciones lo precisan. Pero por muy detalladas que puedan ser cada descripción, resulta casi imposible poner en palabras lo que un show de Leprous puede llegar a ofrecer. Esta es una de las bandas a las que hay que ver en directo al menos una vez en la vida, pues son, además, una de las que lideran el presente de lo que es el panorama del metal a día de hoy.
Su próxima parada en nuestro país será en el Rock Imperium de Cartagena en el mes de junio y, aunque en festivales su ambiente se disipa parcialmente, pondrán la guinda a un diverso catálogo de actuaciones.
En lo que al concierto en Madrid se refiere, para los cientos de congregados fue la manera más especial de comenzar la temporada de conciertos de 2025, y uno de los más destacados, aunque queden muchos por llegar a lo largo del año.
