


El 30 de marzo de 2025, el icónico recinto The Garage en Glasgow fue testigo de una noche inolvidable. Con entradas agotadas desde hace meses, el público se agolpaba hasta las puertas de entrada, ocupando incluso las escaleras. La atmósfera era eléctrica, con un aire de expectación y respeto por lo que iba a suceder: una celebración de los 50 años de Motörhead, encabezada por uno de sus pilares, Phil Campbell, acompañado de sus Bastard Sons. Como aperitivo de lujo, Absolva calentó la noche con una presentación impecable.
A las 19:40, las luces del recinto se atenuaron y los británicos Absolva tomaron el escenario. La banda, liderada por el imponente Chris Appleton, arrancó con Code Red, poniendo al público en éxtasis desde el primer riff. El sonido era impecable, con una ejecución técnica precisa y una energía que se contagiaba. Fire in the Sky y The Thrill of the Chase mantuvieron la intensidad, mientras los asistentes coreaban y levantaban los puños al ritmo del metal tradicional.
Appleton demostró su capacidad vocal en Side by Side y Stand Your Ground, temas que resonaron con fuerza en el corazón de los fans. La interacción con el público fue constante, y la banda se mostró agradecida por la energía recibida. Find My Identity y Refuse to Die fueron el clímax antes del cierre con From Beyond the Light, dejando al público hambriento de más. Antes de retirarse, Appleton bajó al photo pit y entregó los cuatro setlists del escenario a los fans, un gesto que fue recibido con ovaciones.
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El momento más esperado de la noche llegó con una presentación inesperada. Para introducir a la banda, subió al escenario Paul Riley, recordado por su papel como Winston en la emblemática serie escocesa Still Game. Aunque su presencia fue bien recibida al principio, tras cinco minutos de monólogo, la ansiedad del público por ver a Phil Campbell y los suyos se hizo evidente, con algunos abucheos amistosos que pedían que la música comenzara ya.
Finalmente, las luces se apagaron y una ola de gritos llenó el recinto cuando Phil Campbell and the Bastard Sons aparecieron en escena. Con un rugido de guitarras y la potencia de la batería, Iron Fist abrió el show con una explosión de energía. Desde ese momento, la audiencia se entregó por completo. Damage Case y Going to Brazil mantuvieron la euforia en lo más alto, con Joel Peters demostrando ser un digno heredero del legado vocal de Lemmy Kilmister.
El setlist fue un homenaje a la historia de Motörhead, con clásicos como Orgasmatron, Metropolis y Born to Raise Hell haciendo retumbar las paredes de The Garage. Smiling Like a Killer y (We Are) The Road Crew reafirmaron la conexión entre banda y público, con los fans coreando cada palabra como si fuera un himno sagrado.
Pero la noche no solo fue una celebración de la música, sino también un tributo al espíritu de Motörhead. Lost Woman Blues y R.A.M.O.N.E.S. recordaron la actitud rebelde y sin concesiones de la banda, mientras que The Chase Is Better Than the Catch se convirtió en uno de los momentos más intensos del show. Y por supuesto, Ace of Spades fue un estallido absoluto de pasión, con la multitud cantando a pleno pulmón.
El cierre del show llegó con una descarga de emociones y volumen ensordecedor. Killed by Death, Heroes, una de las últimas canciones grabadas por Motörhead, y Whorehouse Blues ofrecieron un breve respiro antes del asalto final con Bomber, Motörhead y Overkill. El público se negaba a dejar que la noche terminara, y la banda extendió Overkill en tres ocasiones, alimentando el frenesí de la audiencia. Tal era la energía, que incluso el personal de seguridad del recinto se entregó al headbanging, disfrutando tanto como los asistentes.
Ver a Phil Campbell en el escenario, junto a sus hijos y Joel Peters, fue un recordatorio poderoso de que Motörhead no es solo una banda, sino un movimiento, una filosofía de vida. La ausencia de Lemmy se sintió, pero también su espíritu: el rugido de las guitarras, la velocidad de la batería y la actitud desafiante hicieron que, por una noche, su legado cobrara vida nuevamente en Glasgow.
Este concierto no fue solo un homenaje; fue una reafirmación de que el rock and roll nunca muere, y que mientras haya gente dispuesta a vivirlo, Motörhead seguirá resonando a través de los años. Sin duda, no habría podido existir una mejor manera de celebrar sus 50 años. Como diría Lemmy: “We are Motörhead, and we play rock and roll!”



El 30 de marzo de 2025, el icónico recinto The Garage en Glasgow fue testigo de una noche inolvidable. Con entradas agotadas desde hace meses, el público se agolpaba hasta las puertas de entrada, ocupando incluso las escaleras. La atmósfera era eléctrica, con un aire de expectación y respeto por lo que iba a suceder: una celebración de los 50 años de Motörhead, encabezada por uno de sus pilares, Phil Campbell, acompañado de sus Bastard Sons. Como aperitivo de lujo, Absolva calentó la noche con una presentación impecable.
A las 19:40, las luces del recinto se atenuaron y los británicos Absolva tomaron el escenario. La banda, liderada por el imponente Chris Appleton, arrancó con Code Red, poniendo al público en éxtasis desde el primer riff. El sonido era impecable, con una ejecución técnica precisa y una energía que se contagiaba. Fire in the Sky y The Thrill of the Chase mantuvieron la intensidad, mientras los asistentes coreaban y levantaban los puños al ritmo del metal tradicional.
Appleton demostró su capacidad vocal en Side by Side y Stand Your Ground, temas que resonaron con fuerza en el corazón de los fans. La interacción con el público fue constante, y la banda se mostró agradecida por la energía recibida. Find My Identity y Refuse to Die fueron el clímax antes del cierre con From Beyond the Light, dejando al público hambriento de más. Antes de retirarse, Appleton bajó al photo pit y entregó los cuatro setlists del escenario a los fans, un gesto que fue recibido con ovaciones.
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El momento más esperado de la noche llegó con una presentación inesperada. Para introducir a la banda, subió al escenario Paul Riley, recordado por su papel como Winston en la emblemática serie escocesa Still Game. Aunque su presencia fue bien recibida al principio, tras cinco minutos de monólogo, la ansiedad del público por ver a Phil Campbell y los suyos se hizo evidente, con algunos abucheos amistosos que pedían que la música comenzara ya.
Finalmente, las luces se apagaron y una ola de gritos llenó el recinto cuando Phil Campbell and the Bastard Sons aparecieron en escena. Con un rugido de guitarras y la potencia de la batería, Iron Fist abrió el show con una explosión de energía. Desde ese momento, la audiencia se entregó por completo. Damage Case y Going to Brazil mantuvieron la euforia en lo más alto, con Joel Peters demostrando ser un digno heredero del legado vocal de Lemmy Kilmister.
El setlist fue un homenaje a la historia de Motörhead, con clásicos como Orgasmatron, Metropolis y Born to Raise Hell haciendo retumbar las paredes de The Garage. Smiling Like a Killer y (We Are) The Road Crew reafirmaron la conexión entre banda y público, con los fans coreando cada palabra como si fuera un himno sagrado.
Pero la noche no solo fue una celebración de la música, sino también un tributo al espíritu de Motörhead. Lost Woman Blues y R.A.M.O.N.E.S. recordaron la actitud rebelde y sin concesiones de la banda, mientras que The Chase Is Better Than the Catch se convirtió en uno de los momentos más intensos del show. Y por supuesto, Ace of Spades fue un estallido absoluto de pasión, con la multitud cantando a pleno pulmón.
El cierre del show llegó con una descarga de emociones y volumen ensordecedor. Killed by Death, Heroes, una de las últimas canciones grabadas por Motörhead, y Whorehouse Blues ofrecieron un breve respiro antes del asalto final con Bomber, Motörhead y Overkill. El público se negaba a dejar que la noche terminara, y la banda extendió Overkill en tres ocasiones, alimentando el frenesí de la audiencia. Tal era la energía, que incluso el personal de seguridad del recinto se entregó al headbanging, disfrutando tanto como los asistentes.
Ver a Phil Campbell en el escenario, junto a sus hijos y Joel Peters, fue un recordatorio poderoso de que Motörhead no es solo una banda, sino un movimiento, una filosofía de vida. La ausencia de Lemmy se sintió, pero también su espíritu: el rugido de las guitarras, la velocidad de la batería y la actitud desafiante hicieron que, por una noche, su legado cobrara vida nuevamente en Glasgow.
Este concierto no fue solo un homenaje; fue una reafirmación de que el rock and roll nunca muere, y que mientras haya gente dispuesta a vivirlo, Motörhead seguirá resonando a través de los años. Sin duda, no habría podido existir una mejor manera de celebrar sus 50 años. Como diría Lemmy: “We are Motörhead, and we play rock and roll!”