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Fotos de Fernando Diaz La nueva presentación de Grave Digger en Argentina coincidió con una lluvia torrencial que por varias horas hizo que Buenos Aires estuviera casi tan húmeda como […]

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Damnation Festival 2025 Día 1: “20 años de historia y lo mejor del metal contemporáneo”

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Refused en Madrid: “La capital baila al ritmo del Old School Hardcore”
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Crónica y fotos: Monro.vs

El pasado 29 de octubre de 2025 la sala madrileña La Riviera abría sus puertas para recibir a una de las bandas históricamente más aclamadas del hardcore internacional: Refused. Los suecos regresaban a la capital dentro de su gira de despedida: Refused Are Fucking Dead (And This Time They Really Mean It), un título que suena tan solemne como escéptico, porque todos sabemos que ya lo intentaron antes. Aun así, algo en el ambiente decía que esta vez iba en serio. Quizás era la energía contenida de la multitud o ese brillo de nostalgia que recorría cada rincón del recinto. Sea como fuere, había una sensación de estar viviendo algo que no se repetiría.

A las 20:35 comenzaron los canarios Ella La Rabia, una de las propuestas más singulares del panorama estatal. La sala todavía no estaba llena, pero el cuarteto no se dejó intimidar. Con su mezcla de post-hardcore y folclore canario, demostraron que el riesgo sigue teniendo sentido en la música pesada. Canciones como “Yrune”, “Valenta”, “Ella la Rabia” o “MMXX” sonaron como himnos volcánicos, cargados de una emotividad que va más allá del ruido. Su disco: Canción de Cuna Oceánica (2022), ha sido una bocanada de aire fresco, un homenaje a la tierra, a las raíces, a la identidad. En directo, esa fusión se multiplica: guitarras afiladas, voces que se quiebran, percusiones que parecen emerger del océano. Los pocos que estaban presentes lo entendieron, y los que llegaron tarde, se lo perdieron.

TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Bad Religion en Málaga: “Reinando por más de cuatro décadas y las que les quedan…”

Con algo más de público y una temperatura que ya empezaba a subir, entraron en escena Crim, la banda tarraconense que ha conseguido llevar el punk-rock en catalán más allá de cualquier frontera lingüística. Con un repertorio directo y sin adornos, ofrecieron un concierto sólido, enérgico y sin tregua. Abrieron con “Una cançó i una promesa” y pronto la sala empezó a rugir. Siguieron con “Castells de sorra”, “Verí Caducat” y “Res de nou”, repasando buena parte de su trayectoria y presentando temas de su reciente: Futur Medieval, un EP de cinco cortes publicado este mismo año. Crim suenan a carretera, a bares llenos de humo y a noches de resistir. Con ellos, la Riviera empezó a transformarse en lo que debía ser: un campo de batalla preparado para recibir a Refused.

A las nueve en punto, sin artificios ni introducciones, el cuarteto de Umeå saltó al escenario con una energía que hizo temblar el suelo. Dennis Lyxzén apareció como un vendaval, moviéndose de un lado a otro, lanzando el micrófono, girando sobre sí mismo, dejando claro desde el primer segundo que la edad no ha mermado su fuego. Abrieron con “Poetry Written in Gasoline” y “The Shape of Punk to Come”, y a partir de ahí la avalancha fue total. El público respondió con un rugido unánime y el primer mosh no se hizo esperar.

El repertorio se centró, como era de esperar, en su disco más influyente, aquel The Shape of Punk to Come de 1998 que cambió las reglas del hardcore para siempre. “Liberation Frequency”, “The Refused Party Program”, “Rather Be Dead” y “The Deadly Rhythm” se sucedieron una tras otra, con una ejecución impecable y una actitud que equilibraba la furia política con una euforia casi espiritual. Lyxzén no tardó en detener el vendaval para hablar con el público. Entre respiraciones agitadas, lanzó sus discursos característicos: habló de salud mental, de cuidar de los demás, de la necesidad de pedir ayuda cuando el ruido interno se vuelve insoportable. La sala escuchaba atenta, con un respeto casi reverencial. Después, atacaron con “Blood Red” y “Worms of the Senses/Faculties of the Skull”, recuperando la intensidad hasta el punto del colapso.

El caos absoluto llegó con “New Noise”. Bastaron los primeros acordes para que la Riviera se convirtiera en un hervidero. Gente volando, pogos que parecían coreografías de guerra, y un público que coreaba cada palabra como si fuera un mantra. Dennis dejó que el micrófono flotara en el aire mientras el bajo de Magnus Flagge vibraba como una locomotora. Por unos minutos, todo fue confusión, liberación y catarsis colectiva. Era imposible no pensar que eso era exactamente lo que Refused había prometido hace casi tres décadas: romper las estructuras, incendiar lo establecido, hacer del ruido una forma de resistencia.

Entre canción y canción, el frontman volvió a detener el concierto para hablar de política internacional. Denunció el auge de la ultraderecha, la violencia institucional y la indiferencia ante el genocidio palestino. “Si no protestamos, somos cómplices”, gritó antes de levantar una bandera palestina sobre los amplificadores. El público respondió con aplausos, vítores y un “Palestina libre” coreado desde todos los rincones.

La recta final del concierto fue una descarga de adrenalina. “Rev001” sonó con la furia de una banda que no tiene nada que perder, y “Coup d’État” puso el broche final a una noche que, más que un concierto, fue una ceremonia. No hubo grandes discursos de despedida, ni lágrimas, ni gestos teatrales. Simplemente se fueron. Las luces se encendieron, y la gente permaneció unos segundos en silencio, respirando, intentando procesar lo que acababa de pasar.

Puede que Refused estén muertos, como ellos mismos anuncian, pero su ruido, su mensaje y su espíritu seguirán vivos en cada banda que decide hacer música para incomodar, para cuestionar, para despertar. Y mientras existan noches como esta, donde tres bandas de distintos lugares y generaciones se juntan para recordarnos por qué seguimos viniendo a los conciertos, el punk y el hardcore seguirán respirando, incluso cuando todo lo demás haya callado.

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Refused en Madrid: “La capital baila al ritmo del Old School Hardcore”
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Crónica y fotos: Monro.vs

El pasado 29 de octubre de 2025 la sala madrileña La Riviera abría sus puertas para recibir a una de las bandas históricamente más aclamadas del hardcore internacional: Refused. Los suecos regresaban a la capital dentro de su gira de despedida: Refused Are Fucking Dead (And This Time They Really Mean It), un título que suena tan solemne como escéptico, porque todos sabemos que ya lo intentaron antes. Aun así, algo en el ambiente decía que esta vez iba en serio. Quizás era la energía contenida de la multitud o ese brillo de nostalgia que recorría cada rincón del recinto. Sea como fuere, había una sensación de estar viviendo algo que no se repetiría.

A las 20:35 comenzaron los canarios Ella La Rabia, una de las propuestas más singulares del panorama estatal. La sala todavía no estaba llena, pero el cuarteto no se dejó intimidar. Con su mezcla de post-hardcore y folclore canario, demostraron que el riesgo sigue teniendo sentido en la música pesada. Canciones como “Yrune”, “Valenta”, “Ella la Rabia” o “MMXX” sonaron como himnos volcánicos, cargados de una emotividad que va más allá del ruido. Su disco: Canción de Cuna Oceánica (2022), ha sido una bocanada de aire fresco, un homenaje a la tierra, a las raíces, a la identidad. En directo, esa fusión se multiplica: guitarras afiladas, voces que se quiebran, percusiones que parecen emerger del océano. Los pocos que estaban presentes lo entendieron, y los que llegaron tarde, se lo perdieron.

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A las nueve en punto, sin artificios ni introducciones, el cuarteto de Umeå saltó al escenario con una energía que hizo temblar el suelo. Dennis Lyxzén apareció como un vendaval, moviéndose de un lado a otro, lanzando el micrófono, girando sobre sí mismo, dejando claro desde el primer segundo que la edad no ha mermado su fuego. Abrieron con “Poetry Written in Gasoline” y “The Shape of Punk to Come”, y a partir de ahí la avalancha fue total. El público respondió con un rugido unánime y el primer mosh no se hizo esperar.

El repertorio se centró, como era de esperar, en su disco más influyente, aquel The Shape of Punk to Come de 1998 que cambió las reglas del hardcore para siempre. “Liberation Frequency”, “The Refused Party Program”, “Rather Be Dead” y “The Deadly Rhythm” se sucedieron una tras otra, con una ejecución impecable y una actitud que equilibraba la furia política con una euforia casi espiritual. Lyxzén no tardó en detener el vendaval para hablar con el público. Entre respiraciones agitadas, lanzó sus discursos característicos: habló de salud mental, de cuidar de los demás, de la necesidad de pedir ayuda cuando el ruido interno se vuelve insoportable. La sala escuchaba atenta, con un respeto casi reverencial. Después, atacaron con “Blood Red” y “Worms of the Senses/Faculties of the Skull”, recuperando la intensidad hasta el punto del colapso.

El caos absoluto llegó con “New Noise”. Bastaron los primeros acordes para que la Riviera se convirtiera en un hervidero. Gente volando, pogos que parecían coreografías de guerra, y un público que coreaba cada palabra como si fuera un mantra. Dennis dejó que el micrófono flotara en el aire mientras el bajo de Magnus Flagge vibraba como una locomotora. Por unos minutos, todo fue confusión, liberación y catarsis colectiva. Era imposible no pensar que eso era exactamente lo que Refused había prometido hace casi tres décadas: romper las estructuras, incendiar lo establecido, hacer del ruido una forma de resistencia.

Entre canción y canción, el frontman volvió a detener el concierto para hablar de política internacional. Denunció el auge de la ultraderecha, la violencia institucional y la indiferencia ante el genocidio palestino. “Si no protestamos, somos cómplices”, gritó antes de levantar una bandera palestina sobre los amplificadores. El público respondió con aplausos, vítores y un “Palestina libre” coreado desde todos los rincones.

La recta final del concierto fue una descarga de adrenalina. “Rev001” sonó con la furia de una banda que no tiene nada que perder, y “Coup d’État” puso el broche final a una noche que, más que un concierto, fue una ceremonia. No hubo grandes discursos de despedida, ni lágrimas, ni gestos teatrales. Simplemente se fueron. Las luces se encendieron, y la gente permaneció unos segundos en silencio, respirando, intentando procesar lo que acababa de pasar.

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