

El 15 de marzo, Manzanares El Real, habitualmente mecida por el susurro del viento en La Pedriza, se transformó en un hervidero de emociones. El festival Rock and Rocks irrumpió en la Sala 13-58, fusionando en un abrazo electrizante la pasión por la música, la majestuosidad de la naturaleza y la adrenalina de la escalada. Desde las primeras horas, el espíritu del festival, una mezcla embriagadora de anticipación y camaradería, se apoderó del ambiente. Primero, las conferencias sobre escalada, un preludio a la tormenta sonora que estaba por desatarse, y luego, la música, reclamando su protagonismo en el mismo escenario que horas antes había acogido debates sobre rutas y mosquetones. La Sala 13-58, testigo de esta metamorfosis, se preparaba para una noche inolvidable. Kortex, Figure 8 Knot, Terrestre y Svdestada, cuatro nombres que resonarían con fuerza en la memoria de los presentes, aguardaban su momento para desatar su particular torrente de energía.
Kortex abrió la noche con su potente sonido de voces rasgadas, cuerdas distorsionadas y ritmos rápidos. Las letras también trataban temas profundos y pronto comenzaron los primeros bailes y pogos. Figure 8 Knot, por su parte, sorprendió con su innovadora propuesta punk, mezclando temas propios con clásicos como Rancid. Destacar la anécdota del cantante leyendo cual bardo las letras mientras cantaba “Time Bomb”…
Terrestre clavó su rock instrumental y tuvieron que volver para los bises después de su set. La propuesta es personal y difícil de digerir para un oyente no entendido, pero su personalidad, entrega y energía llegó a todos. El público no paró de moverse y celebrar cada tema. Destaco cómo sonaron los tres músicos y en especial el bajo, que tiene un carácter propio y que personalmente me encantó disfrutar tan cerca. Cómo suena esta banda… deberías darle una oportunidad.
El bolo de Svdestada no tuvo ningún sentido, no creo que con palabras pueda hacerse entender la tremenda fiesta que se montó en un momento. Desde el primer tema hasta el último, la entrega de la banda y la comunión con el público fue total. Dudo que la mayoría de los presentes hubieran escuchado antes algún tema de Candela o Azabache, pero se comportaron como si estuvieran delante de su grupo preferido. Fue increíble vivirlo a centímetros de los músicos y sentir cada golpe de la música en el pecho, estos eventos son la terapia que doma cualquier problema.
El ambiente del festival fue de total camaradería y entusiasmo, la energía del público, la calidad de las bandas y la belleza del entorno de Manzanares El Real se combinaron para crear una experiencia única. Rock and Rocks demostró ser un evento que va más allá de la música, celebrando también la pasión por la naturaleza y el espíritu de comunidad algo que se notó en la pista con un buen ambiente y una entrega total alejada de cualquier prejuicio.
Y cuando el último acorde se desvaneció en la noche, dejando tras de sí un eco de euforia y comunión, Rock and Rocks se despidió de Manzanares El Real, pero no sin antes sembrar una semilla de esperanza en el corazón de cada asistente. La promesa de un regreso, de una nueva peregrinación a este santuario donde la música y la montaña se funden en un abrazo eterno, ya revoloteaba en el aire. Ojalá los organizadores, artífices de esta magia, ya estén tejiendo los hilos de la próxima edición, donde la aventura y el rock volverán a escalar juntos, indomables y vibrantes.


El 15 de marzo, Manzanares El Real, habitualmente mecida por el susurro del viento en La Pedriza, se transformó en un hervidero de emociones. El festival Rock and Rocks irrumpió en la Sala 13-58, fusionando en un abrazo electrizante la pasión por la música, la majestuosidad de la naturaleza y la adrenalina de la escalada. Desde las primeras horas, el espíritu del festival, una mezcla embriagadora de anticipación y camaradería, se apoderó del ambiente. Primero, las conferencias sobre escalada, un preludio a la tormenta sonora que estaba por desatarse, y luego, la música, reclamando su protagonismo en el mismo escenario que horas antes había acogido debates sobre rutas y mosquetones. La Sala 13-58, testigo de esta metamorfosis, se preparaba para una noche inolvidable. Kortex, Figure 8 Knot, Terrestre y Svdestada, cuatro nombres que resonarían con fuerza en la memoria de los presentes, aguardaban su momento para desatar su particular torrente de energía.
Kortex abrió la noche con su potente sonido de voces rasgadas, cuerdas distorsionadas y ritmos rápidos. Las letras también trataban temas profundos y pronto comenzaron los primeros bailes y pogos. Figure 8 Knot, por su parte, sorprendió con su innovadora propuesta punk, mezclando temas propios con clásicos como Rancid. Destacar la anécdota del cantante leyendo cual bardo las letras mientras cantaba “Time Bomb”…
Terrestre clavó su rock instrumental y tuvieron que volver para los bises después de su set. La propuesta es personal y difícil de digerir para un oyente no entendido, pero su personalidad, entrega y energía llegó a todos. El público no paró de moverse y celebrar cada tema. Destaco cómo sonaron los tres músicos y en especial el bajo, que tiene un carácter propio y que personalmente me encantó disfrutar tan cerca. Cómo suena esta banda… deberías darle una oportunidad.
El bolo de Svdestada no tuvo ningún sentido, no creo que con palabras pueda hacerse entender la tremenda fiesta que se montó en un momento. Desde el primer tema hasta el último, la entrega de la banda y la comunión con el público fue total. Dudo que la mayoría de los presentes hubieran escuchado antes algún tema de Candela o Azabache, pero se comportaron como si estuvieran delante de su grupo preferido. Fue increíble vivirlo a centímetros de los músicos y sentir cada golpe de la música en el pecho, estos eventos son la terapia que doma cualquier problema.
El ambiente del festival fue de total camaradería y entusiasmo, la energía del público, la calidad de las bandas y la belleza del entorno de Manzanares El Real se combinaron para crear una experiencia única. Rock and Rocks demostró ser un evento que va más allá de la música, celebrando también la pasión por la naturaleza y el espíritu de comunidad algo que se notó en la pista con un buen ambiente y una entrega total alejada de cualquier prejuicio.
Y cuando el último acorde se desvaneció en la noche, dejando tras de sí un eco de euforia y comunión, Rock and Rocks se despidió de Manzanares El Real, pero no sin antes sembrar una semilla de esperanza en el corazón de cada asistente. La promesa de un regreso, de una nueva peregrinación a este santuario donde la música y la montaña se funden en un abrazo eterno, ya revoloteaba en el aire. Ojalá los organizadores, artífices de esta magia, ya estén tejiendo los hilos de la próxima edición, donde la aventura y el rock volverán a escalar juntos, indomables y vibrantes.