Jason Köhnen es un músico experimental de los Países Bajos que hace más de treinta años ha estado creando obras que disuelven las fronteras entre géneros: jazz, electrónica, ambient, drone, doom y black metal. Entre sus múltiples proyectos, The Lovecraft Sextet quizás sea el más oscuro de todos, y si de hibridar estilos se trata, el disco se propone como “la primera misa negra de doomjazz jamás grabada.”

“Miserere” es el debut en el sello Debemur Morti Productions, aunque constituye el tercer full-length tras “In Memoriam” (2021) y “Night Of Lust” (2022), trabajos en los que Köhnen plasmó su concepción del “darkjazz”. Claramente, este artista toma parte de la herencia del compositor y saxofonista estadounidense John Zorn y sus búsquedas en los territorios más lúgubres de la música contemporánea.

El álbum está inspirado en la obra homónima de Gregorio Allegri, sacerdote, cantante y compositor italiano del siglo XVII, que aborda las cuestiones del arrepentimiento y la penitencia, dando bastante lugar a la improvisación. La misma fue especialmente valorada por Mozart en su juventud. El grupo que grabó este disco está conformado por Köhnen (piano vertical, órgano, electrónica, guitarra, contrabajo y batería), Colin Webster (saxo), Dimitris Gkaltsidis (voces), Lilian Tong (cantante soprano) y Eugene Bodensatff (violonchelo). La masterización estuvo a cargo del renombrado James Plotkin.

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“Occulta” (Opus I) comienza con un órgano que genera una atmósfera siniestra, atravesada por sobreagudos de saxo y algo de noise aportado por la electrónica, hasta que se suman la voz a la más típica usanza del black metal, un ritmo lento de batería y contrabajo pulsado (crucial a lo largo del álbum), y el instrumento de viento se torna más melódico. “Domine” (Opus II) tiene un clima muy similar, aunque con mayor despliegue vocal, así como de otras posibilidades técnicas del saxo, que ejecuta armónicos. A su vez, comienza  y termina con un piano muy opaco. La sucesión de ambos tracks puede sumergir a cada oyente en un trance hipnótico que lleve a un encuentro con los rincones más ominosos del propio ser. El aporte de la guitarra y del violonchelo en el álbum es de una sutileza fundamental, inoculando melancolía con una precisión alquímica.

En “Sanctum” (Opus III) hace su aparición la cantante soprano, acompañada por el órgano, y luego el resto del conjunto. Después, “Sacrificium” (Opus IV) continúa con el canto femenino, incursionando en regiones más oníricas, con un minimalismo que otorga primacía a la indagación tonal. Los lamentos del viento quedan en el fondo y el violonchelo se torna disonante, mientras regresan las vociferaciones atemorizantes. Estas composiciones bien podrían ser parte de la banda sonora de una película de Lars Von Trier.

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En “Humiliatum” (Opus V) la tétrica voz masculina retorna, con una amplia exploración de recursos, yendo del shrieking y snarling, a los guturales más cavernosos. El tempo, apesadumbrado y bastante similar a lo largo de todo el disco, se acelera un poco hacia el final de este track, cuando todo adquiere una especial intensidad. “Libera” (Opus VI) tiene a la electrónica como protagonista al principio, y el canto de la soprano aparece procesado para luego librarse de la bruma y sonar prístino. Todo se enlentece nuevamente para dar fin a un gran trabajo que puede ser atractivo tanto para el público de la música contemporánea como para la audiencia metalera más proclive al vanguardismo.