

Foto de portada: Martín Cervetto (Nepenthe Rock)
Si, al llegar a Groove, a pocas cuadras de Plaza Italia, hubiera encontrado hordas de jóvenes de 20 años, con atuendos coloridos y disfraces de unicornio, la verdad es que me hubiera sorprendido mucho (sí me llamó la atención que hubiera algunas personas con gigantescas bolsas de papel picado). Sin embargo, como era de esperarse con tanta seguridad como al decir que la Ciudad de Buenos Aires es la capital de la República Argentina, lo que hallé fue cientos de personas promediando los 45 años, religiosamente vestidas de negro, con una abundancia de remeras de bandas de la movida dark. Justamente, me puse a pensar en el futuro de esta escena que siempre ha sido fuerte en el centro porteño. Después de la fiesta que fue la presentación de The Mission, acompañados por Christian Death, queda claro que todavía está viva, pero no sé por cuánto tiempo, ya que no veo que haya renovación generacional, ni en el público, ni en las bandas, y lo digo a nivel mundial. Es cierto, hay exponentes nuevos como Have A Nice Life, Lebanon Hanover, Boy Harsher, Molchat Doma, Drab Majesty, entre otros, pero no me imagino a ninguna de esas bandas llenando un espacio para más de doscientas personas. ¿Qué pasará cuando leyendas como The Cure, Depeche Mode o The Sisters of Mercy se retiren?
Volviendo al relato de lo que fue la noche del jueves 17 de octubre de 2024, el clima era de entusiasmo, pero también había cierta sensación de familiaridad, como si The Mission ya estuviera consolidando una relación con el público argentino similar a la que tenían The Ramones o todavía tiene Megadeth. La realidad es que vienen seguido, grabaron un concierto en vivo y se ocupan de expresar claramente su afecto por la argentinidad rockera.
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El evento comenzó un más tarde que lo estipulado, nada por fuera de lo habitual. La banda telonera local fue Inazulina. Me permito señalar, en caso de que alguien lo ignore, que, por ley, hasta el día de hoy, en todos los shows internacionales tiene que tocar al menos un grupo nacional. La banda de la pareja del Chizzo de La Renga tuvo conflictos con Christian Death por no cumplir con los horarios pautados. Parece que Valor Kand les gritaba, tras escena, que dejaran de tocar, pero, no solamente empezaron a su show tarde, sino que estaban empecinados en completarlo, al punto de que una banda mucho más importante no pudo hacer su propia prueba de sonido, ni completar su setlist (tuvieron que resignar la última canción). La falta de humildad no se compensa con la calidad del show, sobre el cual me reservo la opinión por respeto al trabajo ajeno (aunque sí puedo decir que, para empezar, ellos mismos debían hacer respetado, no solamente el trabajo, sino también, el estatus, del grupo internacional).
Cumplida la obligación, ya estaba todo preparado para recibir al grupo estadounidense. Sí, ya sabemos: es lo que queda de Christian Death, pero no importa. La banda fundacional del death rock volvió al país después de catorce años. Valor y Maitri demostraron estar en forma y con mucha actitud. Previsiblemente, sonaron algunos clásicos de la época con Rozz Williams (Church of No Return, Cavity – The First Communion, Romeo’s Distress, etc) y otros temas nuevos. Hay que reconocerles el mérito de haber logrado, con su más reciente disco, dos nuevos hits comprobados en vivo: Beautiful y Abraxas We Are. Hasta el final de su show, el espacio de Groove estaba lejos de estar lleno. Una gran cantidad de gente llegó específicamente para el concierto de The Mission: entonces sí daba la impresión de que, si no se logró el sold out, estuvo muy cerca.
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Tengo que decir que, para mi sorpresa, el de The Mission puede haber sido uno de los mejores recitales que vi en los últimos años, y ni siquiera diría que están entre mis veinte bandas favoritas, aunque me gusta mucho. La puesta en escena, con las múltiples pantallas sincronizadas y las luces (más allá de la ya común máquina de humo) estuvo casi a la altura de una propuesta para estadio. El escenario de Groove es amplio y alto, y el espacio para el público es bastante cómodo. La calidad del sonido fue muy buena. Para un grupo de hombres que superan los 60 años (exceptuando el baterista) la energía que despliegan en vivo es abrumadora y tocaron por alrededor de dos horas. La voz de Wayne Hussey, que tiene exactamente 66 años, suena eterna, tan precisa y efectiva como siempre, al punto de que puede dificultarse discriminar la performance en vivo de la grabada en estudio, incluso tras el paso de las décadas.
La gente estaba como loca, y eso es algo muy típico que sucede con las bandas que “empiezan a jugar de locales”. No importa el promedio de edad, ni que el evento fuera un jueves por la noche, en plena semana laboral. Hubo mosh, crowd surfing y personas arrojando papel picado brillante al aire, que luego caída sobre las cabezas de cada alma presente, a modo de bendición. El público cantó todas y cada una de las canciones apasionadamente. Sonaron todos los hits: Wasteland, Beyond the Pale, Deliverance, Stay with Me, Garden of Delight, Tower of Strength, Kingdom Come, Butterfly on a Wheel, Afterglow, Into the Blue, Like a Child Again, entre varios más, y los covers Like a Hurricane (Neil Young) y Never Let Me Down (Depeche Mode).
Salí de Groove a las 23 hs. totalmente satisfecho, con las piernas cansadas, no solamente por haber estado parado por horas, sino también por haber saltado bastante. Me compré la remera oficial de The Mission, un gasto que no estaba en mis planes, pero la experiencia que viví lo ameritaba. ¡Cuánto que hay que seguir aprendiendo de las leyendas!
Etiquetas: Christian Death, New Wave, Post Punk, Rock Gotico, The Mission

Foto de portada: Martín Cervetto (Nepenthe Rock)
Si, al llegar a Groove, a pocas cuadras de Plaza Italia, hubiera encontrado hordas de jóvenes de 20 años, con atuendos coloridos y disfraces de unicornio, la verdad es que me hubiera sorprendido mucho (sí me llamó la atención que hubiera algunas personas con gigantescas bolsas de papel picado). Sin embargo, como era de esperarse con tanta seguridad como al decir que la Ciudad de Buenos Aires es la capital de la República Argentina, lo que hallé fue cientos de personas promediando los 45 años, religiosamente vestidas de negro, con una abundancia de remeras de bandas de la movida dark. Justamente, me puse a pensar en el futuro de esta escena que siempre ha sido fuerte en el centro porteño. Después de la fiesta que fue la presentación de The Mission, acompañados por Christian Death, queda claro que todavía está viva, pero no sé por cuánto tiempo, ya que no veo que haya renovación generacional, ni en el público, ni en las bandas, y lo digo a nivel mundial. Es cierto, hay exponentes nuevos como Have A Nice Life, Lebanon Hanover, Boy Harsher, Molchat Doma, Drab Majesty, entre otros, pero no me imagino a ninguna de esas bandas llenando un espacio para más de doscientas personas. ¿Qué pasará cuando leyendas como The Cure, Depeche Mode o The Sisters of Mercy se retiren?
Volviendo al relato de lo que fue la noche del jueves 17 de octubre de 2024, el clima era de entusiasmo, pero también había cierta sensación de familiaridad, como si The Mission ya estuviera consolidando una relación con el público argentino similar a la que tenían The Ramones o todavía tiene Megadeth. La realidad es que vienen seguido, grabaron un concierto en vivo y se ocupan de expresar claramente su afecto por la argentinidad rockera.
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El evento comenzó un más tarde que lo estipulado, nada por fuera de lo habitual. La banda telonera local fue Inazulina. Me permito señalar, en caso de que alguien lo ignore, que, por ley, hasta el día de hoy, en todos los shows internacionales tiene que tocar al menos un grupo nacional. La banda de la pareja del Chizzo de La Renga tuvo conflictos con Christian Death por no cumplir con los horarios pautados. Parece que Valor Kand les gritaba, tras escena, que dejaran de tocar, pero, no solamente empezaron a su show tarde, sino que estaban empecinados en completarlo, al punto de que una banda mucho más importante no pudo hacer su propia prueba de sonido, ni completar su setlist (tuvieron que resignar la última canción). La falta de humildad no se compensa con la calidad del show, sobre el cual me reservo la opinión por respeto al trabajo ajeno (aunque sí puedo decir que, para empezar, ellos mismos debían hacer respetado, no solamente el trabajo, sino también, el estatus, del grupo internacional).
Cumplida la obligación, ya estaba todo preparado para recibir al grupo estadounidense. Sí, ya sabemos: es lo que queda de Christian Death, pero no importa. La banda fundacional del death rock volvió al país después de catorce años. Valor y Maitri demostraron estar en forma y con mucha actitud. Previsiblemente, sonaron algunos clásicos de la época con Rozz Williams (Church of No Return, Cavity – The First Communion, Romeo’s Distress, etc) y otros temas nuevos. Hay que reconocerles el mérito de haber logrado, con su más reciente disco, dos nuevos hits comprobados en vivo: Beautiful y Abraxas We Are. Hasta el final de su show, el espacio de Groove estaba lejos de estar lleno. Una gran cantidad de gente llegó específicamente para el concierto de The Mission: entonces sí daba la impresión de que, si no se logró el sold out, estuvo muy cerca.
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Tengo que decir que, para mi sorpresa, el de The Mission puede haber sido uno de los mejores recitales que vi en los últimos años, y ni siquiera diría que están entre mis veinte bandas favoritas, aunque me gusta mucho. La puesta en escena, con las múltiples pantallas sincronizadas y las luces (más allá de la ya común máquina de humo) estuvo casi a la altura de una propuesta para estadio. El escenario de Groove es amplio y alto, y el espacio para el público es bastante cómodo. La calidad del sonido fue muy buena. Para un grupo de hombres que superan los 60 años (exceptuando el baterista) la energía que despliegan en vivo es abrumadora y tocaron por alrededor de dos horas. La voz de Wayne Hussey, que tiene exactamente 66 años, suena eterna, tan precisa y efectiva como siempre, al punto de que puede dificultarse discriminar la performance en vivo de la grabada en estudio, incluso tras el paso de las décadas.
La gente estaba como loca, y eso es algo muy típico que sucede con las bandas que “empiezan a jugar de locales”. No importa el promedio de edad, ni que el evento fuera un jueves por la noche, en plena semana laboral. Hubo mosh, crowd surfing y personas arrojando papel picado brillante al aire, que luego caída sobre las cabezas de cada alma presente, a modo de bendición. El público cantó todas y cada una de las canciones apasionadamente. Sonaron todos los hits: Wasteland, Beyond the Pale, Deliverance, Stay with Me, Garden of Delight, Tower of Strength, Kingdom Come, Butterfly on a Wheel, Afterglow, Into the Blue, Like a Child Again, entre varios más, y los covers Like a Hurricane (Neil Young) y Never Let Me Down (Depeche Mode).
Salí de Groove a las 23 hs. totalmente satisfecho, con las piernas cansadas, no solamente por haber estado parado por horas, sino también por haber saltado bastante. Me compré la remera oficial de The Mission, un gasto que no estaba en mis planes, pero la experiencia que viví lo ameritaba. ¡Cuánto que hay que seguir aprendiendo de las leyendas!
Etiquetas: Christian Death, New Wave, Post Punk, Rock Gotico, The Mission