The Mission superó la vorágine de conciertos del miércoles en la céntrica sala barcelonesa. Fue un reto que la banda de Leeds, Inglaterra, logró sortear con una nutrida legión de seguidores.
A primera hora, los franceses Divine Shade se encargaron de abrir la velada. El trío se esforzó en dejar una buena impresión en tan solo media hora de actuación. Remi Thonnereieux, en los teclados, alternaba melodías de guitarra con bases electrónicas, lanzadas con fuerza junto a una batería convencional, rozando el industrial y el dark wave en temas como “Stars” y su inicio con “Love of Angels”, que invita al baile en una fría noche otoñal. Más tarde, dieron un giro más metalizado con “Heaven”, despidiéndose ante la clara indiferencia de un público que esperaba con ansias a sus ídolos de la adolescencia ochentera, aunque lograron captar la atención de algunos, como quien les escribe.
Formados a partir de las cenizas de The Sisters of Mercy, Wayne Hussey y Craig Adams dieron vida a The Mission, banda que se convertiría en un estandarte del rock gótico (inspirando a los zaragozanos Héroes del Silencio en la estética y el sonido de su exitoso álbum Senderos de Traición). A Hussey y Adams se les ha unido el también miembro fundador Simon Hinkler, en la guitarra, y el más joven Alex Baum, en la batería. El eterno líder de la agrupación, Hussey, luciendo una camisa con estampados de gatos y empuñando una guitarra de doce cuerdas, lo dio todo desde el primer minuto. “Wasteland”, del icónico debut God’s Own Medicine (1986), encendió la mecha del karaoke, transportando a todos a sus días de gloria. No dio tregua, y de manera quirúrgica extrajo “Beyond The Pale”, de Children (1988), y “Into The Blue”, de Carved in the Sand (1990), tres éxitos seguros. A partir de ese momento, todo fue un auténtico baño de masas.
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“Swoon”, del menos exitoso Neverland (1995), ofreció un breve respiro antes de que estallara la tormenta con “Severina”, que puso la sala patas arriba. “Kindness is a Weapon” fue presentada como una revelación del futuro material de estudio. Un nuevo descenso en la intensidad vino con “Raising Cain”, para luego sumergirse aún más en las profundidades con “Dance On Glass”. La noche se encaminó hacia el clímax con el épico “Kingdom Come”, para luego desatarse nuevamente con una versión remixada de “Deliverance”, repetida hasta el cansancio, con Hussey dirigiendo al público como un director de orquesta.
“Wake (SV)”, una pieza oscura rescatada del compilado The First Chapter, fue seguida por una versión de “Like A Hurricane” de Neil Young, el padre del grunge, que bajó un poco las revoluciones antes de regresar al sendero del romanticismo neogótico con “Swan Song”, un tema compuesto hace una década. Se agradece que el repertorio no sea siempre el mismo en cada ciudad del D’ Tour 2024.
“Butterfly on a Wheel” fue el broche de oro de esta cita con la nostalgia. Una vez más, la voz del veterano cantante se perdía entre el coro de fans que lo acompañaban a pleno pulmón. Hacia el final, Craig Adams se enfrentó a un típico guardia de seguridad, que poco o nada sabía de música, dedicándole un enérgico “fuck you” que lo sacó de sus casillas.
Se arriesgaron con una versión del megaéxito de sus compatriotas Depeche Mode, “Never Let Me Down”, que aunque algo descafeinada, cumplió su propósito: hacer bailar y cantar a los asistentes, entre cardados cabellos, faldas de cuero negro, medias de rejilla y sombreros de vaquero. “Tower of Strength” terminó por demoler la barrera del sonido, siendo el punto álgido de la noche y un cierre espectacular para toda la tribu reunida, que esbozaba una gran felicidad al poder disfrutar de nuevo de sus canciones favoritas y sentirse como si volvieran a tener 17 años, como proclamaba la malograda Violeta Parra.
Wayne Hussey es como el buen vino: mejora con los años. Su performance es cada vez mejor, casi como si pudiera hacerlo con los ojos cerrados. Él es el alma máter, acompañado por sus hermanos de sangre sonora, que han vuelto para quedarse.
The Mission superó la vorágine de conciertos del miércoles en la céntrica sala barcelonesa. Fue un reto que la banda de Leeds, Inglaterra, logró sortear con una nutrida legión de seguidores.
A primera hora, los franceses Divine Shade se encargaron de abrir la velada. El trío se esforzó en dejar una buena impresión en tan solo media hora de actuación. Remi Thonnereieux, en los teclados, alternaba melodías de guitarra con bases electrónicas, lanzadas con fuerza junto a una batería convencional, rozando el industrial y el dark wave en temas como “Stars” y su inicio con “Love of Angels”, que invita al baile en una fría noche otoñal. Más tarde, dieron un giro más metalizado con “Heaven”, despidiéndose ante la clara indiferencia de un público que esperaba con ansias a sus ídolos de la adolescencia ochentera, aunque lograron captar la atención de algunos, como quien les escribe.
Formados a partir de las cenizas de The Sisters of Mercy, Wayne Hussey y Craig Adams dieron vida a The Mission, banda que se convertiría en un estandarte del rock gótico (inspirando a los zaragozanos Héroes del Silencio en la estética y el sonido de su exitoso álbum Senderos de Traición). A Hussey y Adams se les ha unido el también miembro fundador Simon Hinkler, en la guitarra, y el más joven Alex Baum, en la batería. El eterno líder de la agrupación, Hussey, luciendo una camisa con estampados de gatos y empuñando una guitarra de doce cuerdas, lo dio todo desde el primer minuto. “Wasteland”, del icónico debut God’s Own Medicine (1986), encendió la mecha del karaoke, transportando a todos a sus días de gloria. No dio tregua, y de manera quirúrgica extrajo “Beyond The Pale”, de Children (1988), y “Into The Blue”, de Carved in the Sand (1990), tres éxitos seguros. A partir de ese momento, todo fue un auténtico baño de masas.
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“Swoon”, del menos exitoso Neverland (1995), ofreció un breve respiro antes de que estallara la tormenta con “Severina”, que puso la sala patas arriba. “Kindness is a Weapon” fue presentada como una revelación del futuro material de estudio. Un nuevo descenso en la intensidad vino con “Raising Cain”, para luego sumergirse aún más en las profundidades con “Dance On Glass”. La noche se encaminó hacia el clímax con el épico “Kingdom Come”, para luego desatarse nuevamente con una versión remixada de “Deliverance”, repetida hasta el cansancio, con Hussey dirigiendo al público como un director de orquesta.
“Wake (SV)”, una pieza oscura rescatada del compilado The First Chapter, fue seguida por una versión de “Like A Hurricane” de Neil Young, el padre del grunge, que bajó un poco las revoluciones antes de regresar al sendero del romanticismo neogótico con “Swan Song”, un tema compuesto hace una década. Se agradece que el repertorio no sea siempre el mismo en cada ciudad del D’ Tour 2024.
“Butterfly on a Wheel” fue el broche de oro de esta cita con la nostalgia. Una vez más, la voz del veterano cantante se perdía entre el coro de fans que lo acompañaban a pleno pulmón. Hacia el final, Craig Adams se enfrentó a un típico guardia de seguridad, que poco o nada sabía de música, dedicándole un enérgico “fuck you” que lo sacó de sus casillas.
Se arriesgaron con una versión del megaéxito de sus compatriotas Depeche Mode, “Never Let Me Down”, que aunque algo descafeinada, cumplió su propósito: hacer bailar y cantar a los asistentes, entre cardados cabellos, faldas de cuero negro, medias de rejilla y sombreros de vaquero. “Tower of Strength” terminó por demoler la barrera del sonido, siendo el punto álgido de la noche y un cierre espectacular para toda la tribu reunida, que esbozaba una gran felicidad al poder disfrutar de nuevo de sus canciones favoritas y sentirse como si volvieran a tener 17 años, como proclamaba la malograda Violeta Parra.
Wayne Hussey es como el buen vino: mejora con los años. Su performance es cada vez mejor, casi como si pudiera hacerlo con los ojos cerrados. Él es el alma máter, acompañado por sus hermanos de sangre sonora, que han vuelto para quedarse.