

Madrid, 03 de diciembre de 2025 — La sala madrileña, The Music Station, acogió a Wardruna y se transformó en un vasto páramo escandinavo, envuelto en bruma y misterio. El colectivo noruego de folk nórdico, liderado por el eminente compositor Einar Selvik, congregó a un público totalmente entregado en un sold out que confirmaba su creciente relevancia global.
Desde el primer momento, resultó evidente la capacidad de convocatoria del grupo, destacando la extraordinaria variedad del público: desde jóvenes atraídos por la estética de la cultura vikinga hasta melómanos de edad avanzada en busca de experiencias sonoras profundas, una prueba fehaciente de que la música ritual y atmosférica trasciende géneros y generaciones.
El espectáculo visual: Luces y sombras rúnicas, si la música de Wardruna es intrínsecamente visual, su montaje escénico lo eleva a la categoría de espectáculo multisensorial. El juego de luces fue, en sí mismo, un miembro más de la banda. La calidad, variedad y la cantidad de aparatos lumínicos permitió una metamorfosis constante del escenario. Tonos fríos y azules profundos evocaban glaciares, mientras que los rojos ámbar simulaban las fogatas ancestrales.
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El diseño se aprovechó magistralmente de las sombras, proyectando las siluetas de los músicos y sus instrumentos (tambores de piel, liras y cuernos) sobre una gran lona de fondo, convirtiendo el escenario en un lienzo dinámico. Fue una exhibición de diseño de iluminación que complementó y amplificó la atmósfera ritual de cada pieza.
Precisión acústica contra la arquitectura, uno de los mayores triunfos de la noche fue la sonorización. A pesar de las dimensiones y la notable altura del recinto, factores que habitualmente propician ecos, rebotes y confusión sonora, el equipo técnico logró una nitidez prístina. Cada percusión, cada vibración del tagelharpa y cada matiz vocal se percibió con una claridad inusual. El trabajo de la mesa de sonido fue ejemplar, asegurando que la complejidad y la delicadeza de la instrumentación se mantuvieran intactas, permitiendo al público sumergirse por completo en el trance hipnótico.
Entrega total en noventa minutos de viaje, musicalmente, la banda fue precisa y su entrega, total. Durante la hora y media de duración del set, Wardruna ejecutó su repertorio sin fisuras, manteniendo una intensidad meditativa constante. Einar Selvik, con su voz poderosa y ceremonial, ofició como guía, transportando a la audiencia a través de los mitos nórdicos, desde los cánticos de “Runaljóð” hasta los temas más recientes.
No fue simplemente un concierto, sino una ceremonia cuidadosamente orquestada. Madrid no solo fue testigo de una banda de renombre, sino de un evento que demostró cómo la música puede fusionarse con la iluminación y la ingeniería de sonido para crear una experiencia artística envolvente y trascendental.


Madrid, 03 de diciembre de 2025 — La sala madrileña, The Music Station, acogió a Wardruna y se transformó en un vasto páramo escandinavo, envuelto en bruma y misterio. El colectivo noruego de folk nórdico, liderado por el eminente compositor Einar Selvik, congregó a un público totalmente entregado en un sold out que confirmaba su creciente relevancia global.
Desde el primer momento, resultó evidente la capacidad de convocatoria del grupo, destacando la extraordinaria variedad del público: desde jóvenes atraídos por la estética de la cultura vikinga hasta melómanos de edad avanzada en busca de experiencias sonoras profundas, una prueba fehaciente de que la música ritual y atmosférica trasciende géneros y generaciones.
El espectáculo visual: Luces y sombras rúnicas, si la música de Wardruna es intrínsecamente visual, su montaje escénico lo eleva a la categoría de espectáculo multisensorial. El juego de luces fue, en sí mismo, un miembro más de la banda. La calidad, variedad y la cantidad de aparatos lumínicos permitió una metamorfosis constante del escenario. Tonos fríos y azules profundos evocaban glaciares, mientras que los rojos ámbar simulaban las fogatas ancestrales.
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Precisión acústica contra la arquitectura, uno de los mayores triunfos de la noche fue la sonorización. A pesar de las dimensiones y la notable altura del recinto, factores que habitualmente propician ecos, rebotes y confusión sonora, el equipo técnico logró una nitidez prístina. Cada percusión, cada vibración del tagelharpa y cada matiz vocal se percibió con una claridad inusual. El trabajo de la mesa de sonido fue ejemplar, asegurando que la complejidad y la delicadeza de la instrumentación se mantuvieran intactas, permitiendo al público sumergirse por completo en el trance hipnótico.
Entrega total en noventa minutos de viaje, musicalmente, la banda fue precisa y su entrega, total. Durante la hora y media de duración del set, Wardruna ejecutó su repertorio sin fisuras, manteniendo una intensidad meditativa constante. Einar Selvik, con su voz poderosa y ceremonial, ofició como guía, transportando a la audiencia a través de los mitos nórdicos, desde los cánticos de “Runaljóð” hasta los temas más recientes.
No fue simplemente un concierto, sino una ceremonia cuidadosamente orquestada. Madrid no solo fue testigo de una banda de renombre, sino de un evento que demostró cómo la música puede fusionarse con la iluminación y la ingeniería de sonido para crear una experiencia artística envolvente y trascendental.














