

La noche del 4 de junio de 2025, la Sala Copérnico de Madrid se transformó en el epicentro de la vanguardia del metal, acogiendo una velada excepcional con The Voynich Code, Entheos, Ingested y Born of Osiris. Al llegar a la Copérnico me sorprendió que no hubiera casi nadie en la cola y es que nos comentó la organización que la preventa estaba muy paraba. Todo presagiaba un concierto de cuatro gatos, pero nada más lejos de la realidad y Madrid respondió a la llamada del metal una vez más, aún siendo jueves, con cutro bandas y con horario madrugador.
The Voynich Code: El Despertar del Coloso
La jornada arrancó con la impactante propuesta de The Voynich Code. A pesar de la temprana hora, la banda portuguesa demostró una ejecución musical de velocidad y precisión asombrosas, caldeando el ambiente con un sonido contundente que invitaba al calentamiento de cuello. Su vocalista, un torbellino de carisma, no cesó de retar al público, exigiendo movimiento y puños al aire, transformando la sala, aún en fase de crecimiento, en un espacio de vibrante interacción. La iluminación, con sus tonos azules y su intensidad contenida, sentó las bases para una noche que prometía ir a más, aunque como fotógrafo, los momentos de luz plena fueron un tesoro, demasiado escasos. La destreza técnica de The Voynich Code dejó una impresión inmejorable, augurando un futuro prometedor para esta formación en la escena del metal extremo.
Entheos: Sinfonía de Oscuridad y Virtuosismo
Con Entheos en el escenario, la Sala Copérnico se sumergió en una atmósfera densa y profundamente emotiva. La banda estadounidense, a pesar de su interacción verbal limitada, permitió que su música hablara por sí misma, desplegando un setlist sestacado de gran virtuosismo. Chaney Crabb, con su voz espectacular y cambiantes registros, fue el pilar de una interpretación impecable. La iluminación, intencionadamente oscura, realzó el misterio de su propuesta, aunque demandó una agudeza visual para capturar cada instante, subiendo ISO y estand ávido para disparar cuando la luz golpeaba a los músicos. El sonido, nítido y envolvente, permitió apreciar la riqueza instrumental, desde las líneas de bajo hasta los intrincados riffs, destacando la voz, llena de cambios en téncina y registro. Entheos demostró su estatus como una banda top, ofreciendo una cátedra de metal técnico y oscuro que resonó profundamente para el deleite del público que ya fue llegando poco a poco a la sala.
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Ingested: La Tormenta Brutal del Death Metal
El ambiente alcanzó su punto álgido con la descarga implacable de Ingested. La banda británica se erigió como el ganador moral de la noche, ofreciendo un muro de metal de entrega y precisión inigualables. El volumen, si bien alto para mi, estuvo perfectamente controlado, permitiendo que cada instrumento, desde la voz destacada hasta la guitarra principal, brillara con claridad, buen trabajo desde la mesa de sonido. Sin embargo, lo que realmente catapultó la actuación fue la visceral interacción con el público del frontman Josh Davies. Con una vehemencia pocas veces vista, no dudó en regañar a la audiencia apática, exigiendo sin reparos la entrega total en el pogo y el circle pit. Su pasión contagió a la sala, repleta y entregada, generando un ambiente de pura comunión metalera que, como fotógrafo, fue un privilegio documentar. Admás las luces mejorar bastante, con rojos y haces espectaculares. Ingested dejó claro que no solo tocan metal, sino que lo viven y lo exigen, consolidándose como una banda de primer nivel con potencial para encabezar futuros eventos, ojalá así sea y pueda verlos y “afotarlos”.
Born of Osiris: La Fusión de Técnica y Experiencia
Cerrando la noche, Born of Osiris demostró por qué es una banda de referencia en el deathcore progresivo. Desde Chicago, Illinois , Born of Osiris ha forjado un sonido distintivo que fusiona la agresividad del deathcore con la intrincación del metal progresivo, incorporando elementos de djent y un uso prominente de sintetizadores que les otorgan un matiz sinfónico/electrónico único. Su estilo se caracteriza por armonías disonantes, melodías intrincadas ejecutadas por sintetizadores y guitarras solistas, y un ritmo que alterna blast beats frenéticos con breakdowns masivos y sincopados. La textura musical es densa y multifacética, con guitarras de 7 u 8 cuerdas afinadas muy bajo, una batería técnica y un bajo audible. Sin embargo, el sintetizador/teclado, manejado por Joe Buras, es un protagonista clave, aportando desde pads atmosféricos hasta leads melódicos y texturas industriales o sci-fi. Esta maestría en la dinámica les permite transitar de explosiones de velocidad a pasajes atmosféricos y breakdowns aplastantes.
La trayectoria de Born of Osiris, con álbumes seminales como The New Reign (2007) y su aclamada The Discovery (2011) , ha consolidado su posición como líderes influyentes en el desarrollo del deathcore progresivo y el djent, inspirando a numerosas bandas a fusionar brutalidad con complejidad técnica y sintetizadores. Sus letras, a menudo, exploran temas cósmicos, ciencia ficción, apocalipsis, espiritualidad y reflexiones sobre la existencia humana.
En directo, la banda confirmó su reputación de actuaciones enérgicas y técnicamente precisas. La voz de Ronnie Canizaro, especializada en técnicas no limpias, abarca guturales de rango medio a bajo (growls) y screams de rango medio a alto (shrieks/highs). Su versatilidad y control de la respiración le permiten transiciones rápidas y una articulación clara a pesar de la agresividad. El frontman, activo y carismático, no paró de moverse y gesticular, acercándose al público en momentos puntuales para cantar con ellos y propiciar un contacto directo lleno de pasión. Nick Rossi, más estático, se concentró en la ejecución impecable de la guitarra, mientras que Cameron Losch, tras su imponente batería, se levantaba ocasionalmente para arengar a la peña.
La puesta en escena fue un espectáculo de luces oscuras y un profuso uso de láseres, con rápidas ráfagas estroboscópicas que, si bien creaban una atmósfera futurista e inmersiva, presentaban un desafío para la fotografía. El sonido, en general, fue bueno, aunque la banda pareció abusar de los samples o pistas pregrabadas, un aspecto que, para algunos, puede restar autenticidad a la experiencia de una banda que ha pasado de cuarteto a trío en directo.
El setlist, una delicia para los fans, repasó sus mejores temas, generando momentos de entrega y pasión constantes. La ejecución musical fue espectacular, con una técnica que evocaba a bandas como Meshuggah o Dream Theater. Entre los momentos más memorables, destacaron las interacciones de Canizaro con el público y la aparición de un personaje disfrazado de unicornio en el escenario, que se lanzó a hacer crowdsurfing entre la multitud. El ambiente general fue de camaradería y euforia, con brazos en alto, agitación de melenas, pogos y algún que otro wall of death, todo en una sala Copérnico que rozaba el sold out.
En resumen, Born of Osiris ofreció una noche potente y calculada, con una entrega musical y una propuesta visual que confirmaron las expectativas, demostrando la consistencia de una banda que domina su sonido tanto en estudio como en vivo. La Sala Copérnico fue una demostración del vibrante estado de la escena metalera en Madrid. Desde la energía incipiente de The Voynich Code hasta la maestría consolidada de Born of Osiris, pasando por la oscuridad de Entheos y la contundencia de Ingested, cada banda aportó su propuesta. Noches como esta no solo reafirman la pasión de los metaleros madrileños, sino que también subrayan el compromiso continuo de promotores y bandas por traer metal de calidad a la capital.


La noche del 4 de junio de 2025, la Sala Copérnico de Madrid se transformó en el epicentro de la vanguardia del metal, acogiendo una velada excepcional con The Voynich Code, Entheos, Ingested y Born of Osiris. Al llegar a la Copérnico me sorprendió que no hubiera casi nadie en la cola y es que nos comentó la organización que la preventa estaba muy paraba. Todo presagiaba un concierto de cuatro gatos, pero nada más lejos de la realidad y Madrid respondió a la llamada del metal una vez más, aún siendo jueves, con cutro bandas y con horario madrugador.
The Voynich Code: El Despertar del Coloso
La jornada arrancó con la impactante propuesta de The Voynich Code. A pesar de la temprana hora, la banda portuguesa demostró una ejecución musical de velocidad y precisión asombrosas, caldeando el ambiente con un sonido contundente que invitaba al calentamiento de cuello. Su vocalista, un torbellino de carisma, no cesó de retar al público, exigiendo movimiento y puños al aire, transformando la sala, aún en fase de crecimiento, en un espacio de vibrante interacción. La iluminación, con sus tonos azules y su intensidad contenida, sentó las bases para una noche que prometía ir a más, aunque como fotógrafo, los momentos de luz plena fueron un tesoro, demasiado escasos. La destreza técnica de The Voynich Code dejó una impresión inmejorable, augurando un futuro prometedor para esta formación en la escena del metal extremo.
Entheos: Sinfonía de Oscuridad y Virtuosismo
Con Entheos en el escenario, la Sala Copérnico se sumergió en una atmósfera densa y profundamente emotiva. La banda estadounidense, a pesar de su interacción verbal limitada, permitió que su música hablara por sí misma, desplegando un setlist sestacado de gran virtuosismo. Chaney Crabb, con su voz espectacular y cambiantes registros, fue el pilar de una interpretación impecable. La iluminación, intencionadamente oscura, realzó el misterio de su propuesta, aunque demandó una agudeza visual para capturar cada instante, subiendo ISO y estand ávido para disparar cuando la luz golpeaba a los músicos. El sonido, nítido y envolvente, permitió apreciar la riqueza instrumental, desde las líneas de bajo hasta los intrincados riffs, destacando la voz, llena de cambios en téncina y registro. Entheos demostró su estatus como una banda top, ofreciendo una cátedra de metal técnico y oscuro que resonó profundamente para el deleite del público que ya fue llegando poco a poco a la sala.
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Ingested: La Tormenta Brutal del Death Metal
El ambiente alcanzó su punto álgido con la descarga implacable de Ingested. La banda británica se erigió como el ganador moral de la noche, ofreciendo un muro de metal de entrega y precisión inigualables. El volumen, si bien alto para mi, estuvo perfectamente controlado, permitiendo que cada instrumento, desde la voz destacada hasta la guitarra principal, brillara con claridad, buen trabajo desde la mesa de sonido. Sin embargo, lo que realmente catapultó la actuación fue la visceral interacción con el público del frontman Josh Davies. Con una vehemencia pocas veces vista, no dudó en regañar a la audiencia apática, exigiendo sin reparos la entrega total en el pogo y el circle pit. Su pasión contagió a la sala, repleta y entregada, generando un ambiente de pura comunión metalera que, como fotógrafo, fue un privilegio documentar. Admás las luces mejorar bastante, con rojos y haces espectaculares. Ingested dejó claro que no solo tocan metal, sino que lo viven y lo exigen, consolidándose como una banda de primer nivel con potencial para encabezar futuros eventos, ojalá así sea y pueda verlos y “afotarlos”.
Born of Osiris: La Fusión de Técnica y Experiencia
Cerrando la noche, Born of Osiris demostró por qué es una banda de referencia en el deathcore progresivo. Desde Chicago, Illinois , Born of Osiris ha forjado un sonido distintivo que fusiona la agresividad del deathcore con la intrincación del metal progresivo, incorporando elementos de djent y un uso prominente de sintetizadores que les otorgan un matiz sinfónico/electrónico único. Su estilo se caracteriza por armonías disonantes, melodías intrincadas ejecutadas por sintetizadores y guitarras solistas, y un ritmo que alterna blast beats frenéticos con breakdowns masivos y sincopados. La textura musical es densa y multifacética, con guitarras de 7 u 8 cuerdas afinadas muy bajo, una batería técnica y un bajo audible. Sin embargo, el sintetizador/teclado, manejado por Joe Buras, es un protagonista clave, aportando desde pads atmosféricos hasta leads melódicos y texturas industriales o sci-fi. Esta maestría en la dinámica les permite transitar de explosiones de velocidad a pasajes atmosféricos y breakdowns aplastantes.
La trayectoria de Born of Osiris, con álbumes seminales como The New Reign (2007) y su aclamada The Discovery (2011) , ha consolidado su posición como líderes influyentes en el desarrollo del deathcore progresivo y el djent, inspirando a numerosas bandas a fusionar brutalidad con complejidad técnica y sintetizadores. Sus letras, a menudo, exploran temas cósmicos, ciencia ficción, apocalipsis, espiritualidad y reflexiones sobre la existencia humana.
En directo, la banda confirmó su reputación de actuaciones enérgicas y técnicamente precisas. La voz de Ronnie Canizaro, especializada en técnicas no limpias, abarca guturales de rango medio a bajo (growls) y screams de rango medio a alto (shrieks/highs). Su versatilidad y control de la respiración le permiten transiciones rápidas y una articulación clara a pesar de la agresividad. El frontman, activo y carismático, no paró de moverse y gesticular, acercándose al público en momentos puntuales para cantar con ellos y propiciar un contacto directo lleno de pasión. Nick Rossi, más estático, se concentró en la ejecución impecable de la guitarra, mientras que Cameron Losch, tras su imponente batería, se levantaba ocasionalmente para arengar a la peña.
La puesta en escena fue un espectáculo de luces oscuras y un profuso uso de láseres, con rápidas ráfagas estroboscópicas que, si bien creaban una atmósfera futurista e inmersiva, presentaban un desafío para la fotografía. El sonido, en general, fue bueno, aunque la banda pareció abusar de los samples o pistas pregrabadas, un aspecto que, para algunos, puede restar autenticidad a la experiencia de una banda que ha pasado de cuarteto a trío en directo.
El setlist, una delicia para los fans, repasó sus mejores temas, generando momentos de entrega y pasión constantes. La ejecución musical fue espectacular, con una técnica que evocaba a bandas como Meshuggah o Dream Theater. Entre los momentos más memorables, destacaron las interacciones de Canizaro con el público y la aparición de un personaje disfrazado de unicornio en el escenario, que se lanzó a hacer crowdsurfing entre la multitud. El ambiente general fue de camaradería y euforia, con brazos en alto, agitación de melenas, pogos y algún que otro wall of death, todo en una sala Copérnico que rozaba el sold out.
En resumen, Born of Osiris ofreció una noche potente y calculada, con una entrega musical y una propuesta visual que confirmaron las expectativas, demostrando la consistencia de una banda que domina su sonido tanto en estudio como en vivo. La Sala Copérnico fue una demostración del vibrante estado de la escena metalera en Madrid. Desde la energía incipiente de The Voynich Code hasta la maestría consolidada de Born of Osiris, pasando por la oscuridad de Entheos y la contundencia de Ingested, cada banda aportó su propuesta. Noches como esta no solo reafirman la pasión de los metaleros madrileños, sino que también subrayan el compromiso continuo de promotores y bandas por traer metal de calidad a la capital.