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Barcelona Rocks 2023: “Noche de rock a pesar de todo”
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Si hablamos de Barcelona Rocks o Rock Fest Barcelona, pensamos automáticamente en el festival en el Can Zam de Santa Coloma de Gramenet, con su espacioso recinto, su gran cantidad de asistentes y una grilla repleta de grandes grupos.

Si bien un festival por A o por B o por Z siempre tendrá “haters” que seguramente no hayan pisado jamás el recinto, la última edición del gran festival barcelonés ha dejado mucho que desear. En especial, y para mí lo mas importante, la mancha más grande ha sido la ausencia de comunicación en las redes oficiales del festival: si bien el Parque de Can Zam está en remodelación y es el factor principal de que no se haga el festival de la manera que más se lo conoce, optando por una versión reducida, también hay que decir que hasta último momento hubo incertidumbre, con la edición de este año confirmándose muy tarde, la baja de artistas a último momento (Ross The Boss comentó las redes oficiales antes que el festival lo hiciera oficial, y H.E.A.T. sacó un comunicado donde decían que recién se enteraban que estaban fuera del festival) y el cambio de recinto del Pabellón Olímpico de Badalona al mucho más chico Sant Jordi Club, que terminaron de enfurecer a mucha de la gente que fue al festival como a mucha que al final optó por no ir. Pero bueno, la decisión final es del espectador que decide si ir o no ir.

Cualquiera que esté mínimamente metido en las tendencias de la música pesada habrá notado que en la última década y media se ha dado un renacimiento de ese estilo de hard rock melódico de los ochentas que alguno bautizara como AOR. Aparte de los suizos Gotthard y los estadounidenses Pride of Lions, gran parte de estas bandas han venido de Suecia y han estado asociadas al sello italiano Frontiers, dos características que coinciden justamente con Eclipse, quienes fueron los primeros que vimos. Más allá de tener un nombre extremadamente genérico que hace imposible encontrarlos de una, los liderados por el cantante Erik Mårtensson y el guitarrista Magnus Henriksson son de las luminarias de este estilo, y así lo demostraron arriba del escenario del Sant Jordi.

Los de Estocolmo arrancaron con la nota repetida de “Roses on your Grave”, canción que también da comienzo al último Wired: a destacar el espectáculo de Philip Crusner detrás de la batería, haciendo malabares con los palillos mientras golpeaba los parches con toda la fuerza. Frente a un público nutrido, siguieron la fecha con “Saturday Night (Hallelujah)”“Runaways”, más tarde agregando “The Hardest Part Is Losing You”, procedente de su próximo disco Megalomanium. Proclamando su amor por la ciudad y sacándose de la manga todo el catálogo de frases para el público, Erik Mårtensson (vistiendo una llamativa camiseta de Bad Religion) también demostró tener total control de sus virtuosas cuerdas vocales, pudiendo mezclar la onda rockera con el brillo pop propio del estilo. Todo el grupo sonó extremadamente sólido, incluso con la decisión de vestir chaquetas de cuero en medio del fuerte calor que se vivía.

La presentación se extendió por cuarenta minutos, un tiempo limitado para un grupo con la mirada puesta en las presentaciones épicas de estadio pero que los suecos usaron de manera efectiva, recurriendo a una lista de canciones llena de melodía y hits que hubieran dominado las radios 35 o 40 años atrás.

Cambiando completamente de chip, los albaceteños Angelus Apatrida llegaron para poner la cuota de thrash metal a la fecha. El cuarteto comenzó casi a oscuras, apenas iluminados por la multitud de luces rojas en el techo, dando comienzo a la feroz “Bleed The Crown” de su último y autotitulado álbum. Más de dos décadas como banda y formación le han dado al grupo la oportunidad de sonar como una aplanadora, con el preciso doble bombo de Víctor Valera haciendo añicos todo a su paso, y tras que el cantante y guitarrista Guillermo Izquierdo le dedicara un “Com esteu, Barcelona?” a los presentes, que el grupo dio riendo suelta a “Indoctrinate”, del mismo disco y otro trallazo (¿Thrashazo?) de riffs directo a los oídos, dando razón a la gente para que comenzara a dar los pogos rituales.

Acompañados de más frases en catalán como “Bona nit” y más piezas de violencia auditiva como “Of Men and Tyrants”“We Stand Alone” y “Give ‘Em War”, los cuatro de Albacete aprovecharon cada oportunidad para interactuar con el público y demostrar por qué son de los nombres más importantes del metal ibérico. “Vamos a darle un poco de caña al asunto”, dice Guillermo antes de “One of Us” de Cabaret de la Guillotine, otra más como para repartir empujones y golpes. Cerrando con “You’re Next”, el grupo se despidió con aplausos, ya adelantando la que será la salida de su octavo álbum en los próximos meses.

Las leyendas de la Nueva Ola del Heavy Metal Británico Saxon llevan 45 años llevando y plantando la bandera de la música pesada (y más de 50 si tomamos en cuenta las anteriores encarnaciones Blue Condition y Son of a Bitch), pero el reciente anuncio de que el guitarrista Paul Quinn se retiraría de casi todas las presentaciones en vivo, con su puesto siendo ocupado por Brian Tatler de Diamond Head, es un recordatorio de que el cuerpo tiene sus límites, sobre todo cuando se superan los 70 años. Así que poder tener a Quinn en la decimoséptima presentación de los ingleses en Catalunya y septuagésima primera en tierras españolas fue toda una alegría para muchos de los presentes, con el guitarrista mostrándose en forma a lo largo de todas las canciones.

Obviamente Quinn no estaba solo, con el también veterano y mano derecha Biff Byford entonando los himnos de batalla y la poderosa base de Doug Scarratt en la segunda guitarra, Nibbs Carter en bajo y Nigel Glockler en batería. Scarratt sería quien salvaría el día durante “Denim and Leather”, en la que Quinn debería cambiar la guitarra tras la rotura de una cuerda. Más allá de eso la noche se dio sin mayores incidentes, con los cinco de Barnsley repasando tanto tracks nuevos como “Carpe Diem (Seize the Day)”“Thunderbolt” como clasicazos del metal riffero como “Strong Arm of the Law”“Heavy Metal Thunder” y obviamente “Princess of the Night”, con la que cerraron la noche. Pasan los años, pero el metal se mantiene brillante y fuerte.

Hablando acerca de actos ya veteranos, es increíble pensar que Scorpions se hayan formado el mismo año que los Beatles grabaron A Hard Day’s Night: más allá de los cambios de formación y sobre todo de estilo de por medio, el grupo acumula seis décadas de carrera sobre sus hombros, con el guitarrista Rudolf Schenker estando desde el inicio y con el cantante Klaus Meine ocupando el micrófono desde 1969. Así que el hecho de que sigan adelante es uno de esos ejemplos de pura tenacidad rockera.

Con el escenario oculto detrás de un telón que mostraba el inmortal logo de la banda, el bajo del polaco Paweł Mąciwoda marcó el inicio de la última presentación de la noche con la intro de “Gas in the Tank”, del último Rock Believer de 2022. A mitad de la intro dejaron caer el telón para mostrar un segundo telón detrás, ahora con la frase “¿Están listos para rockear?”, con los sonidos de sirenas de fondo mezclándose con la música. Este telón cayó al mismo tiempo que hizo acto de presencia la voz de Meine, que con 75 años encima no estará al 100% de lo que sería en sus años mozos en materia vocal pero dentro de todo logra mantener un nivel que cantantes mucho más jóvenes tienen problemas para alcanzar. Por momentos mascullando un poco las palabras y moviéndose poco arriba del escenario, pero con un tono claro y una sonrisa en el rostro, el vocalista sigue demostrando ser uno de los grandes frontmen del rock.

Y centrándonos en las canciones, tras arrancar con un track nuevo Scorpions pusieron el ojo en una seguidilla de composiciones de su discografía clásica, con “Make It Real” “The Zoo” llevándonos a la época de Animal Magnetism (1980) y “Coast to Coast” haciendo lo mismo con Lovedrive. Volverían a lo nuevo con el inicio pesado de “Seventh Sun”, demostrando que les queda mucha gasolina en el tanque incluso en sus nuevos discos, mientras el sueco Mikkey Dee le pegaba a la batería como si esta le hubiera insultado a la madre. Tras la melódica y divertida “Peacemaker”, con las pantallas mostrando el título de la canción en letras de neón, “Bad Boys Running Wild” sería la primera representante de Love At First Sting, su disco clásico de 1984 que sería el más representado en el setlist. A decir verdad, la actuación tardó un poco en despegar como tal, con las primeras canciones sonando un tanto frías como les faltara calentar motores, pero con el paso de la noche las cosas se fueron animando mucho más.

Durante la infaltable “Wind of Change”, el público cantó junto a Klaus mientras este cambiaba la intro para hacer referencia a la guerra en Ucrania. Habrá sido quemada por las radios y por documentales acerca del fin de la Guerra Fría, pero viendo a la gente cantar a coro (incluso pudiendo considerarse un momento para que Klaus descanse) justifica que sea el single más vendida de la historia por un artista alemán. Otro homenaje más se vería en “New Vision”, el número donde Mikkey y Paweł descargan tremendos solos de batería y bajo, pasando por varios riffs clásicos y más tarde recordando al siempre inmortal Lemmy Kilmister con la imagen de una máquina de casino llevándose el premio mayor.

Tras “Blackout” “Big City Nights”, Scorpions se retirarían del escenario. Pero claramente no estaba todo dicho y los del público lo sabíamos, porque faltaba que volvieran para poder quemar los últimos cartuchos con otros dos clásicos infaltables como son “Still Loving You” “Rock You Like a Hurricane”, que muestran tanto el lado de balada como el rockero del legado de los alemanes. Con la gente cantando y pasándola bien, ahí sí fuera cuando Scorpions pondrían punto final al evento.

A pesar de lo que dije al principio, siempre estaré esperando las siguientes ediciones del Barcelona Rocks, ya con una mejor comunicación y organización pero, sobre todo, con la vuelta del festival al gran Can Zam, donde de verdad se puede sentir la energía de estas bandas y se les puede dar el espacio que merecen.

Gentileza Mariskal Rock
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Barcelona Rocks 2023: “Noche de rock a pesar de todo”
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Si hablamos de Barcelona Rocks o Rock Fest Barcelona, pensamos automáticamente en el festival en el Can Zam de Santa Coloma de Gramenet, con su espacioso recinto, su gran cantidad de asistentes y una grilla repleta de grandes grupos.

Si bien un festival por A o por B o por Z siempre tendrá “haters” que seguramente no hayan pisado jamás el recinto, la última edición del gran festival barcelonés ha dejado mucho que desear. En especial, y para mí lo mas importante, la mancha más grande ha sido la ausencia de comunicación en las redes oficiales del festival: si bien el Parque de Can Zam está en remodelación y es el factor principal de que no se haga el festival de la manera que más se lo conoce, optando por una versión reducida, también hay que decir que hasta último momento hubo incertidumbre, con la edición de este año confirmándose muy tarde, la baja de artistas a último momento (Ross The Boss comentó las redes oficiales antes que el festival lo hiciera oficial, y H.E.A.T. sacó un comunicado donde decían que recién se enteraban que estaban fuera del festival) y el cambio de recinto del Pabellón Olímpico de Badalona al mucho más chico Sant Jordi Club, que terminaron de enfurecer a mucha de la gente que fue al festival como a mucha que al final optó por no ir. Pero bueno, la decisión final es del espectador que decide si ir o no ir.

Cualquiera que esté mínimamente metido en las tendencias de la música pesada habrá notado que en la última década y media se ha dado un renacimiento de ese estilo de hard rock melódico de los ochentas que alguno bautizara como AOR. Aparte de los suizos Gotthard y los estadounidenses Pride of Lions, gran parte de estas bandas han venido de Suecia y han estado asociadas al sello italiano Frontiers, dos características que coinciden justamente con Eclipse, quienes fueron los primeros que vimos. Más allá de tener un nombre extremadamente genérico que hace imposible encontrarlos de una, los liderados por el cantante Erik Mårtensson y el guitarrista Magnus Henriksson son de las luminarias de este estilo, y así lo demostraron arriba del escenario del Sant Jordi.

Los de Estocolmo arrancaron con la nota repetida de “Roses on your Grave”, canción que también da comienzo al último Wired: a destacar el espectáculo de Philip Crusner detrás de la batería, haciendo malabares con los palillos mientras golpeaba los parches con toda la fuerza. Frente a un público nutrido, siguieron la fecha con “Saturday Night (Hallelujah)”“Runaways”, más tarde agregando “The Hardest Part Is Losing You”, procedente de su próximo disco Megalomanium. Proclamando su amor por la ciudad y sacándose de la manga todo el catálogo de frases para el público, Erik Mårtensson (vistiendo una llamativa camiseta de Bad Religion) también demostró tener total control de sus virtuosas cuerdas vocales, pudiendo mezclar la onda rockera con el brillo pop propio del estilo. Todo el grupo sonó extremadamente sólido, incluso con la decisión de vestir chaquetas de cuero en medio del fuerte calor que se vivía.

La presentación se extendió por cuarenta minutos, un tiempo limitado para un grupo con la mirada puesta en las presentaciones épicas de estadio pero que los suecos usaron de manera efectiva, recurriendo a una lista de canciones llena de melodía y hits que hubieran dominado las radios 35 o 40 años atrás.

Cambiando completamente de chip, los albaceteños Angelus Apatrida llegaron para poner la cuota de thrash metal a la fecha. El cuarteto comenzó casi a oscuras, apenas iluminados por la multitud de luces rojas en el techo, dando comienzo a la feroz “Bleed The Crown” de su último y autotitulado álbum. Más de dos décadas como banda y formación le han dado al grupo la oportunidad de sonar como una aplanadora, con el preciso doble bombo de Víctor Valera haciendo añicos todo a su paso, y tras que el cantante y guitarrista Guillermo Izquierdo le dedicara un “Com esteu, Barcelona?” a los presentes, que el grupo dio riendo suelta a “Indoctrinate”, del mismo disco y otro trallazo (¿Thrashazo?) de riffs directo a los oídos, dando razón a la gente para que comenzara a dar los pogos rituales.

Acompañados de más frases en catalán como “Bona nit” y más piezas de violencia auditiva como “Of Men and Tyrants”“We Stand Alone” y “Give ‘Em War”, los cuatro de Albacete aprovecharon cada oportunidad para interactuar con el público y demostrar por qué son de los nombres más importantes del metal ibérico. “Vamos a darle un poco de caña al asunto”, dice Guillermo antes de “One of Us” de Cabaret de la Guillotine, otra más como para repartir empujones y golpes. Cerrando con “You’re Next”, el grupo se despidió con aplausos, ya adelantando la que será la salida de su octavo álbum en los próximos meses.

Las leyendas de la Nueva Ola del Heavy Metal Británico Saxon llevan 45 años llevando y plantando la bandera de la música pesada (y más de 50 si tomamos en cuenta las anteriores encarnaciones Blue Condition y Son of a Bitch), pero el reciente anuncio de que el guitarrista Paul Quinn se retiraría de casi todas las presentaciones en vivo, con su puesto siendo ocupado por Brian Tatler de Diamond Head, es un recordatorio de que el cuerpo tiene sus límites, sobre todo cuando se superan los 70 años. Así que poder tener a Quinn en la decimoséptima presentación de los ingleses en Catalunya y septuagésima primera en tierras españolas fue toda una alegría para muchos de los presentes, con el guitarrista mostrándose en forma a lo largo de todas las canciones.

Obviamente Quinn no estaba solo, con el también veterano y mano derecha Biff Byford entonando los himnos de batalla y la poderosa base de Doug Scarratt en la segunda guitarra, Nibbs Carter en bajo y Nigel Glockler en batería. Scarratt sería quien salvaría el día durante “Denim and Leather”, en la que Quinn debería cambiar la guitarra tras la rotura de una cuerda. Más allá de eso la noche se dio sin mayores incidentes, con los cinco de Barnsley repasando tanto tracks nuevos como “Carpe Diem (Seize the Day)”“Thunderbolt” como clasicazos del metal riffero como “Strong Arm of the Law”“Heavy Metal Thunder” y obviamente “Princess of the Night”, con la que cerraron la noche. Pasan los años, pero el metal se mantiene brillante y fuerte.

Hablando acerca de actos ya veteranos, es increíble pensar que Scorpions se hayan formado el mismo año que los Beatles grabaron A Hard Day’s Night: más allá de los cambios de formación y sobre todo de estilo de por medio, el grupo acumula seis décadas de carrera sobre sus hombros, con el guitarrista Rudolf Schenker estando desde el inicio y con el cantante Klaus Meine ocupando el micrófono desde 1969. Así que el hecho de que sigan adelante es uno de esos ejemplos de pura tenacidad rockera.

Con el escenario oculto detrás de un telón que mostraba el inmortal logo de la banda, el bajo del polaco Paweł Mąciwoda marcó el inicio de la última presentación de la noche con la intro de “Gas in the Tank”, del último Rock Believer de 2022. A mitad de la intro dejaron caer el telón para mostrar un segundo telón detrás, ahora con la frase “¿Están listos para rockear?”, con los sonidos de sirenas de fondo mezclándose con la música. Este telón cayó al mismo tiempo que hizo acto de presencia la voz de Meine, que con 75 años encima no estará al 100% de lo que sería en sus años mozos en materia vocal pero dentro de todo logra mantener un nivel que cantantes mucho más jóvenes tienen problemas para alcanzar. Por momentos mascullando un poco las palabras y moviéndose poco arriba del escenario, pero con un tono claro y una sonrisa en el rostro, el vocalista sigue demostrando ser uno de los grandes frontmen del rock.

Y centrándonos en las canciones, tras arrancar con un track nuevo Scorpions pusieron el ojo en una seguidilla de composiciones de su discografía clásica, con “Make It Real” “The Zoo” llevándonos a la época de Animal Magnetism (1980) y “Coast to Coast” haciendo lo mismo con Lovedrive. Volverían a lo nuevo con el inicio pesado de “Seventh Sun”, demostrando que les queda mucha gasolina en el tanque incluso en sus nuevos discos, mientras el sueco Mikkey Dee le pegaba a la batería como si esta le hubiera insultado a la madre. Tras la melódica y divertida “Peacemaker”, con las pantallas mostrando el título de la canción en letras de neón, “Bad Boys Running Wild” sería la primera representante de Love At First Sting, su disco clásico de 1984 que sería el más representado en el setlist. A decir verdad, la actuación tardó un poco en despegar como tal, con las primeras canciones sonando un tanto frías como les faltara calentar motores, pero con el paso de la noche las cosas se fueron animando mucho más.

Durante la infaltable “Wind of Change”, el público cantó junto a Klaus mientras este cambiaba la intro para hacer referencia a la guerra en Ucrania. Habrá sido quemada por las radios y por documentales acerca del fin de la Guerra Fría, pero viendo a la gente cantar a coro (incluso pudiendo considerarse un momento para que Klaus descanse) justifica que sea el single más vendida de la historia por un artista alemán. Otro homenaje más se vería en “New Vision”, el número donde Mikkey y Paweł descargan tremendos solos de batería y bajo, pasando por varios riffs clásicos y más tarde recordando al siempre inmortal Lemmy Kilmister con la imagen de una máquina de casino llevándose el premio mayor.

Tras “Blackout” “Big City Nights”, Scorpions se retirarían del escenario. Pero claramente no estaba todo dicho y los del público lo sabíamos, porque faltaba que volvieran para poder quemar los últimos cartuchos con otros dos clásicos infaltables como son “Still Loving You” “Rock You Like a Hurricane”, que muestran tanto el lado de balada como el rockero del legado de los alemanes. Con la gente cantando y pasándola bien, ahí sí fuera cuando Scorpions pondrían punto final al evento.

A pesar de lo que dije al principio, siempre estaré esperando las siguientes ediciones del Barcelona Rocks, ya con una mejor comunicación y organización pero, sobre todo, con la vuelta del festival al gran Can Zam, donde de verdad se puede sentir la energía de estas bandas y se les puede dar el espacio que merecen.

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