La mítica banda madrileña, Baron Rojo, anunció en 2020 una gran gira de despedida, titulada El Último Vuelo. A causa de la pandemia, su paso por Barcelona no se materializó hasta 2022, cuando actuaron junto a los barceloneses Tigres, en otra de sus fugaces reuniones. Ahora, tres años después, regresan a la capital catalana, aparcando aquella muerte anunciada, para celebrar su 45º aniversario.
La formación liderada por los hermanos Carlos y Armando De Castro ha sido, sin duda alguna, el máximo exponente del hard rock estatal, con cuarenta y cinco años ininterrumpidos al pie del cañón. Fue, de hecho, una de las primeras bandas con las que me inicié en el rock, y también una de las que más veces he visto en directo. Recuerdo especialmente aquellas memorables y tempranas visitas al Palau d’Esports de Montjuïc en 1985 y 1986, presentando los discos Barón al Rojo Vivo y En un Lugar de la Marcha, respectivamente. Antes de eso, ya habían actuado en 1982 con esa obra maestra llamada Volumen Brutal bajo el brazo, junto a los británicos Tank, y también en 1984, en Cornellà.
Ha llovido mucho desde aquellos tiempos en los que llenaban grandes pabellones deportivos. Su declive fue una constante desde que, en 1989, Sherpa y Hermes abandonaran la nave, o incluso antes, con discos que no estuvieron a la altura de lo esperado, como Tierra de Nadie (1987), No Va Más (1988) y Obstinato (1989). Los álbumes que vinieron después, pese a mostrar una notable mejora, tampoco lograron brillar en exceso. De hecho, sus directos siempre han estado cimentados en los cuatro primeros trabajos, y esta vez no iba a ser la excepción.
Antes de verlos por enésima ocasión, las últimas fueron en el Rock Fest Barcelona de 2014 y 2016, de las que, siendo sincero, no guardo un recuerdo especialmente destacable. Pero, veamos primero qué nos ofrecen los chicos de Alejandría, que se trata de una banda tributo a Sangre Azul, otro grupo clásico surgido en el Madrid de los años ochenta, que tuvo un recorrido de unos once años, durante los cuales alcanzaron un notable éxito con su propuesta de hair metal al estilo de Dokken o Europe, con una destacada presencia de teclados.
Máxima sorpresa al encontrarme la sala 1 de Razzmatazz prácticamente llena para ver a una banda, en teoría, de versiones. Aunque Alejandría suele contar con la presencia habitual de un miembro original de Sangre Azul, el guitarrista José Antonio Martín, quien apareció en escena a mitad del show para interpretar “América”. Durante este tema del disco Obsesión (1987), grabado por Sangre Azul en los Mediterráneo Studios de Eivissa, el teclista Ismael Filteau se puso a tocar de espaldas, y lo cierto es que hizo las mil y una posturitas. Para “Dueño y Señor”, el vocalista Fran Vázquez (Cherokee, Nova Era) bajó primero al foso, y recorrió a posteriori el escenario de extremo a extremo, demostrando una entrega total, y mucha empatía con los allí presentes.
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Ya sin Martín en escena, continuaron con “Si Tú Te Vas” y “Tal Como Soy”, para luego despedirse agradeciendo el apoyo que siempre reciben en Barcelona, con una coreadísima “Mil y Una Noches”. Para este tema final, Martín regresó al escenario, completando así el trío guitarrero junto a Tony Hernando (Lords of Black) y Diego Camaño. Con un “Bona nit” y un “Moltes gràcies, Barcelona”, cerraron una hora de directo amable con el colectivo de fans, destacando su pulcritud, así como el buen hacer a la batería de Johan Nuñez, miembro también de Lords of Black, y de Firewind.
Unos veinte minutos después, como si de una sala de cine se tratara, se apagaron las luces y en la pantalla que cubría todo el fondo del escenario se proyectó Der Rote Baron, película alemana sobre el mítico aviador. La imagen dio paso a una reivindicativa “Seguimos Vivos”, del Obstinato, con un sonido atronador, aunque por desgracia en el sentido negativo: demasiado distorsionado. Igual de embarullado sonó el tema que cierra Metalmorfosis, “Se Escapa el Tiempo”.
Al grito del dicho popular “Barcelona és bona si el Rock’n’Roll sona” —cambiando la palabra bossa (bolsa) por el Rock’n’Roll—, Armando, que vivió algunos años en la capital catalana, dio paso a la interpretación del clásico “Chica de la Ciudad”, de su primer álbum. Ya con un sonido notablemente mejorado, fue el turno de Carlos, que cantó “Noches de Rock’n’Roll”, extraído de Desafío (1992), el primer álbum sin Hermes y Sherpa, con el que los hermanos De Castro intentaron remontar el vuelo. Lo hicieron acompañados por el fallecido batería Ramakhan (Tritón) y un joven bajista Niko del Hierro, quien más adelante fundaría Saratoga.
Armando se emociona y la voz le tiembla al recordar la conexión siempre especial entre Barón Rojo y Barcelona, ante una sala completamente repleta. A continuación, arremeten contra “El Presidente”, acompañada de imágenes proyectadas de expresidentes del Gobierno español como Adolfo Suárez, José María Aznar, Mariano Rajoy, o el actual Pedro Sánchez, entre otros. “Tierra de Vándalos” llega después, ambientada con vídeos de antiguas actuaciones del grupo en programas de TVE, entremezclados con escenas de la serie irlandesa Vikings.
Una breve introducción de guitarra da paso a una fantástica “Caso Perdido”, del mismo disco. Luego, es el turno de danzar al ritmo de “El Baile de los Malditos”, con José Luis Morán (Esfinge) recorriendo el escenario de un lado a otro sin cesar, marcando el compás con su bajo. Otra intro de Armando, con esa característica mini guitarra Steinberger blanca, que abre el bloque dedicado al mítico Volumen Brutal. Las primeras en caer: una potente “Incomunicación” y un “Hermano del Rock’n’Roll” que la sala corea a pleno pulmón, aderezado con imágenes de la banda junto a leyendas como AC/DC, Michael Schenker o Bruce Dickinson. La intensidad y la conexión con el público no decaen, y continúan, cómo no, con “Las Flores del Mal”, con un solo de Carlos, acompañado por imágenes de armamento y destrucción, subrayando así, el mensaje del tema.
Otro mini solo de Armando da paso a una emotiva y coreada “Concierto para Ellos”, acompañada de fotografías de los mártires del rock a quienes dedican esta composición, caso de Bon Scott, Janis Joplin, Keith Moon, Lennon, Bolan, Hendrix, u otras más recientes como Malcom Young, Dio, Cobain o Lemmy, todo ello bajo la batuta de la batería de Rafael Díaz, ex-Easy Rider. Esta mágica pieza se empalma con la emblemática “Los Rockeros Van al Infierno”, con los mil quinientos presentes cantándola junto a Carlos. Luego, el propio Carlos se encarga de un medley que incluye retazos de “Diosa Razón”, mientras proyectan un video de Rainbow con Graham Bonnet al frente, y de “No Lo Aceptaremos”, del disco Tommy Barón. También hay espacio para una parte instrumental de “La Santa Espina”, esa sardana del compositor Enric Morera que acabó convirtiéndose en un himno patriótico, y que Barón Rojo descubrió gracias a la versión del grupo catalán de los sesenta, Los Relámpagos, como bien comentó Sherpa en esta misma sala durante la gira de reunión en 2010. Tras un breve intercambio de cánticos entre Armando y el público, retoman ese viaje de los roqueros hacia el infierno.
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Armando ahora con el mismo modelo de guitarra, pero roja, para introducirnos con esos riffs que sirven de obertura de su “Satánico Plan”, interpretada en formato jam session, muy instrumentalizada, que acaba con un pequeño bluesero solo de Armando, seguido por un solo de bajo, y otra batalla de cantos entre Armando y el entregado publico que concatenan con “Cuerdas de Acero”, e “Hijos de Caín” con escenas bíblicas como fondo, y debidamente coreadas por la parroquia del metal.
Tras este tedioso medio tiempo, Armando se queda solo peleándose con los acordes del “A Home in the Meadow” de Alfred Newman, antes de volver a pisar el acelerador con ese corte dedicado a la disquera CBS, un “Con Botas Sucias” en versión extendida, sin utilizar vocoder, pero con la sorpresiva inclusión del “Satisfaction” de los Stones entre medias. Más material añejo con las imprescindibles “Resistiré” a doble bombo, y la coral “Siempre Estás Allí”, con final atronador, antes de retirarse por un par de minutos, para aterrizar definitivamente con “Barón Rojo”, y “Son Como Hormigas”, con estrepitoso final y despidiéndose al grito de “Volveremos”.
Pues nada mal para estos septuagenarios ofreciendo, de nuevo, un potente directo de algo más de dos horas y cuarto, con un variopinto repertorio de esa primera era, con un Volumen Brutal en su práctica totalidad, así como alguna que otra pieza posterior, con una trabajada, aunque mejorable sesión videográfica como repaso visual de esos cuarenta y cinco años ininterrumpidos de vuelo a mayor o menor altitud. Al igual que el sonido, que acostumbra a ser una tacha en sus descargas, y en esta ocasión no fue para nada, el deseado, de hecho sonaron bastante mejor la gente de Alejandría.
Próxima incursión, el mes que viene en Girona, junto a sus compadres de Obús, con los que ya giraron en 1991 en un tour conjunto denominado Gigantes del Rock, con el espectacular bajista Pepe Bao (O’Funkillo), ocupando la plaza de Sherpa, de quien siguen incluyendo algunas de sus composiciones, aunque la mayoría son propias de Carlos y Armando, que se intercambian, apoyan y reparten las voces como buenos hermanos, como ya ocurría en la época inicial en la que todo el tema compositivo y vocal quedaba muy bien repartido equitativamente entre los De Castro por un lado, y Sherpa por el otro. Que no se desvanezca la magia, al menos hasta poder celebrar los diez lustros surcando el cielo.
Etiquetas: barcelona, Baron Rojo, Eclipse Group, España, RrspromoLa mítica banda madrileña, Baron Rojo, anunció en 2020 una gran gira de despedida, titulada El Último Vuelo. A causa de la pandemia, su paso por Barcelona no se materializó hasta 2022, cuando actuaron junto a los barceloneses Tigres, en otra de sus fugaces reuniones. Ahora, tres años después, regresan a la capital catalana, aparcando aquella muerte anunciada, para celebrar su 45º aniversario.
La formación liderada por los hermanos Carlos y Armando De Castro ha sido, sin duda alguna, el máximo exponente del hard rock estatal, con cuarenta y cinco años ininterrumpidos al pie del cañón. Fue, de hecho, una de las primeras bandas con las que me inicié en el rock, y también una de las que más veces he visto en directo. Recuerdo especialmente aquellas memorables y tempranas visitas al Palau d’Esports de Montjuïc en 1985 y 1986, presentando los discos Barón al Rojo Vivo y En un Lugar de la Marcha, respectivamente. Antes de eso, ya habían actuado en 1982 con esa obra maestra llamada Volumen Brutal bajo el brazo, junto a los británicos Tank, y también en 1984, en Cornellà.
Ha llovido mucho desde aquellos tiempos en los que llenaban grandes pabellones deportivos. Su declive fue una constante desde que, en 1989, Sherpa y Hermes abandonaran la nave, o incluso antes, con discos que no estuvieron a la altura de lo esperado, como Tierra de Nadie (1987), No Va Más (1988) y Obstinato (1989). Los álbumes que vinieron después, pese a mostrar una notable mejora, tampoco lograron brillar en exceso. De hecho, sus directos siempre han estado cimentados en los cuatro primeros trabajos, y esta vez no iba a ser la excepción.
Antes de verlos por enésima ocasión, las últimas fueron en el Rock Fest Barcelona de 2014 y 2016, de las que, siendo sincero, no guardo un recuerdo especialmente destacable. Pero, veamos primero qué nos ofrecen los chicos de Alejandría, que se trata de una banda tributo a Sangre Azul, otro grupo clásico surgido en el Madrid de los años ochenta, que tuvo un recorrido de unos once años, durante los cuales alcanzaron un notable éxito con su propuesta de hair metal al estilo de Dokken o Europe, con una destacada presencia de teclados.
Máxima sorpresa al encontrarme la sala 1 de Razzmatazz prácticamente llena para ver a una banda, en teoría, de versiones. Aunque Alejandría suele contar con la presencia habitual de un miembro original de Sangre Azul, el guitarrista José Antonio Martín, quien apareció en escena a mitad del show para interpretar “América”. Durante este tema del disco Obsesión (1987), grabado por Sangre Azul en los Mediterráneo Studios de Eivissa, el teclista Ismael Filteau se puso a tocar de espaldas, y lo cierto es que hizo las mil y una posturitas. Para “Dueño y Señor”, el vocalista Fran Vázquez (Cherokee, Nova Era) bajó primero al foso, y recorrió a posteriori el escenario de extremo a extremo, demostrando una entrega total, y mucha empatía con los allí presentes.
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Ya sin Martín en escena, continuaron con “Si Tú Te Vas” y “Tal Como Soy”, para luego despedirse agradeciendo el apoyo que siempre reciben en Barcelona, con una coreadísima “Mil y Una Noches”. Para este tema final, Martín regresó al escenario, completando así el trío guitarrero junto a Tony Hernando (Lords of Black) y Diego Camaño. Con un “Bona nit” y un “Moltes gràcies, Barcelona”, cerraron una hora de directo amable con el colectivo de fans, destacando su pulcritud, así como el buen hacer a la batería de Johan Nuñez, miembro también de Lords of Black, y de Firewind.
Unos veinte minutos después, como si de una sala de cine se tratara, se apagaron las luces y en la pantalla que cubría todo el fondo del escenario se proyectó Der Rote Baron, película alemana sobre el mítico aviador. La imagen dio paso a una reivindicativa “Seguimos Vivos”, del Obstinato, con un sonido atronador, aunque por desgracia en el sentido negativo: demasiado distorsionado. Igual de embarullado sonó el tema que cierra Metalmorfosis, “Se Escapa el Tiempo”.
Al grito del dicho popular “Barcelona és bona si el Rock’n’Roll sona” —cambiando la palabra bossa (bolsa) por el Rock’n’Roll—, Armando, que vivió algunos años en la capital catalana, dio paso a la interpretación del clásico “Chica de la Ciudad”, de su primer álbum. Ya con un sonido notablemente mejorado, fue el turno de Carlos, que cantó “Noches de Rock’n’Roll”, extraído de Desafío (1992), el primer álbum sin Hermes y Sherpa, con el que los hermanos De Castro intentaron remontar el vuelo. Lo hicieron acompañados por el fallecido batería Ramakhan (Tritón) y un joven bajista Niko del Hierro, quien más adelante fundaría Saratoga.
Armando se emociona y la voz le tiembla al recordar la conexión siempre especial entre Barón Rojo y Barcelona, ante una sala completamente repleta. A continuación, arremeten contra “El Presidente”, acompañada de imágenes proyectadas de expresidentes del Gobierno español como Adolfo Suárez, José María Aznar, Mariano Rajoy, o el actual Pedro Sánchez, entre otros. “Tierra de Vándalos” llega después, ambientada con vídeos de antiguas actuaciones del grupo en programas de TVE, entremezclados con escenas de la serie irlandesa Vikings.
Una breve introducción de guitarra da paso a una fantástica “Caso Perdido”, del mismo disco. Luego, es el turno de danzar al ritmo de “El Baile de los Malditos”, con José Luis Morán (Esfinge) recorriendo el escenario de un lado a otro sin cesar, marcando el compás con su bajo. Otra intro de Armando, con esa característica mini guitarra Steinberger blanca, que abre el bloque dedicado al mítico Volumen Brutal. Las primeras en caer: una potente “Incomunicación” y un “Hermano del Rock’n’Roll” que la sala corea a pleno pulmón, aderezado con imágenes de la banda junto a leyendas como AC/DC, Michael Schenker o Bruce Dickinson. La intensidad y la conexión con el público no decaen, y continúan, cómo no, con “Las Flores del Mal”, con un solo de Carlos, acompañado por imágenes de armamento y destrucción, subrayando así, el mensaje del tema.
Otro mini solo de Armando da paso a una emotiva y coreada “Concierto para Ellos”, acompañada de fotografías de los mártires del rock a quienes dedican esta composición, caso de Bon Scott, Janis Joplin, Keith Moon, Lennon, Bolan, Hendrix, u otras más recientes como Malcom Young, Dio, Cobain o Lemmy, todo ello bajo la batuta de la batería de Rafael Díaz, ex-Easy Rider. Esta mágica pieza se empalma con la emblemática “Los Rockeros Van al Infierno”, con los mil quinientos presentes cantándola junto a Carlos. Luego, el propio Carlos se encarga de un medley que incluye retazos de “Diosa Razón”, mientras proyectan un video de Rainbow con Graham Bonnet al frente, y de “No Lo Aceptaremos”, del disco Tommy Barón. También hay espacio para una parte instrumental de “La Santa Espina”, esa sardana del compositor Enric Morera que acabó convirtiéndose en un himno patriótico, y que Barón Rojo descubrió gracias a la versión del grupo catalán de los sesenta, Los Relámpagos, como bien comentó Sherpa en esta misma sala durante la gira de reunión en 2010. Tras un breve intercambio de cánticos entre Armando y el público, retoman ese viaje de los roqueros hacia el infierno.
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Armando ahora con el mismo modelo de guitarra, pero roja, para introducirnos con esos riffs que sirven de obertura de su “Satánico Plan”, interpretada en formato jam session, muy instrumentalizada, que acaba con un pequeño bluesero solo de Armando, seguido por un solo de bajo, y otra batalla de cantos entre Armando y el entregado publico que concatenan con “Cuerdas de Acero”, e “Hijos de Caín” con escenas bíblicas como fondo, y debidamente coreadas por la parroquia del metal.
Tras este tedioso medio tiempo, Armando se queda solo peleándose con los acordes del “A Home in the Meadow” de Alfred Newman, antes de volver a pisar el acelerador con ese corte dedicado a la disquera CBS, un “Con Botas Sucias” en versión extendida, sin utilizar vocoder, pero con la sorpresiva inclusión del “Satisfaction” de los Stones entre medias. Más material añejo con las imprescindibles “Resistiré” a doble bombo, y la coral “Siempre Estás Allí”, con final atronador, antes de retirarse por un par de minutos, para aterrizar definitivamente con “Barón Rojo”, y “Son Como Hormigas”, con estrepitoso final y despidiéndose al grito de “Volveremos”.
Pues nada mal para estos septuagenarios ofreciendo, de nuevo, un potente directo de algo más de dos horas y cuarto, con un variopinto repertorio de esa primera era, con un Volumen Brutal en su práctica totalidad, así como alguna que otra pieza posterior, con una trabajada, aunque mejorable sesión videográfica como repaso visual de esos cuarenta y cinco años ininterrumpidos de vuelo a mayor o menor altitud. Al igual que el sonido, que acostumbra a ser una tacha en sus descargas, y en esta ocasión no fue para nada, el deseado, de hecho sonaron bastante mejor la gente de Alejandría.
Próxima incursión, el mes que viene en Girona, junto a sus compadres de Obús, con los que ya giraron en 1991 en un tour conjunto denominado Gigantes del Rock, con el espectacular bajista Pepe Bao (O’Funkillo), ocupando la plaza de Sherpa, de quien siguen incluyendo algunas de sus composiciones, aunque la mayoría son propias de Carlos y Armando, que se intercambian, apoyan y reparten las voces como buenos hermanos, como ya ocurría en la época inicial en la que todo el tema compositivo y vocal quedaba muy bien repartido equitativamente entre los De Castro por un lado, y Sherpa por el otro. Que no se desvanezca la magia, al menos hasta poder celebrar los diez lustros surcando el cielo.
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