


El Slay de Glasgow estaba a punto de estallar el miércoles por la noche mientras cuatro bandas demoledoras arrasaban con la ciudad en la gira Infernal Bloodshed Over Europe. Con un cartel compuesto por Decapitated, Cryptopsy, Warbringer y Carnation, las expectativas estaban por las nubes… y podemos decir con seguridad que nadie salió decepcionado (ni intacto).
Carnation fueron los encargados de abrir el fuego, y lo hicieron a lo grande. Plantaron su bandera firmemente en el terreno del death metal de la vieja escuela, pero sin sonar repetitivos o pasados de moda. Todo lo contrario: riffs musculosos, precisos y una voz que cortaba en seco cualquier conversación tempranera del público. Se nota que han evolucionado mucho más allá del típico homenaje nostálgico; Carnation ya tienen una identidad propia y están listos para jugar en ligas mayores.
Después fue el turno de Warbringer, los veteranos del thrash californiano, que no dejaron cuello sin castigo. Desde el primer tema, la energía explotó en la sala. Hubo un pequeño problema técnico con las guitarras a mitad del set, pero lo resolvieron en minutos y no afectó en lo más mínimo a su brutal entrega. Estos tipos se alimentan del caos: pedían pogos más grandes, más gente surfeando por encima del público, y le exigían a Glasgow que subiera el nivel… y, por supuesto, lo hicimos.
Aunque salieron en pleno boom del re-thrash en los 2000, Warbringer ya demostraron que no son una moda pasajera: están aquí para quedarse. Y si siguen así, no sorprendería verlos encabezando su propio show en Escocia muy pronto. Crucemos los dedos.
Luego llegó el turno de Cryptopsy, los canadienses expertos en death metal técnico. Venían con toda la artillería lista, aunque lamentablemente no fue la ejecución perfecta que muchos esperaban. Un fallo de micro al principio dejó a Matt McGachy sin toda su potencia vocal, y aunque su característico sonido crudo y despiadado seguía presente, en algunos momentos faltó claridad. Aun así, al público pareció no importarle demasiado: los pogos se multiplicaron, los cuerpos volaban por el aire, y reinó el caos absoluto. Puede que no haya sido su noche más brillante, pero incluso un concierto promedio de Cryptopsy sigue siendo más brutal que el mejor día de muchas otras bandas.
Y finalmente, llegó el plato fuerte: Decapitated. Los gigantes polacos ofrecieron una verdadera lección de death metal técnico moderno. Eemeli Bodde, ya completamente asentado como frontman, dominó el escenario como un general veterano de mil batallas. Desde el primer riff tuvo al público en la palma de su mano, con oleadas de pogos y surfistas humanos dando testimonio del nivel de devastación que estaban desatando.
El set fue una embestida implacable de riffs quirúrgicos, grooves sísmicos y blastbeats que parecían cañonazos. Decapitated no solo tocaron canciones: las arrasaron. Y nos arrasaron con ellas. Brutalidad llevada al nivel del arte, una experiencia tan precisa como violenta. Basta con mirar los rostros atónitos (y empapados) que salían del recinto para entender que nadie salió de ahí sin cicatrices.
Cuatro bandas, ni un solo momento de relleno. Solo una guerra sonora de principio a fin, impulsada por riffs, sudor y pura furia. Si esta gira pasa cerca de tu ciudad, no te lo pienses. Es de esas noches que no se olvidan.



El Slay de Glasgow estaba a punto de estallar el miércoles por la noche mientras cuatro bandas demoledoras arrasaban con la ciudad en la gira Infernal Bloodshed Over Europe. Con un cartel compuesto por Decapitated, Cryptopsy, Warbringer y Carnation, las expectativas estaban por las nubes… y podemos decir con seguridad que nadie salió decepcionado (ni intacto).
Carnation fueron los encargados de abrir el fuego, y lo hicieron a lo grande. Plantaron su bandera firmemente en el terreno del death metal de la vieja escuela, pero sin sonar repetitivos o pasados de moda. Todo lo contrario: riffs musculosos, precisos y una voz que cortaba en seco cualquier conversación tempranera del público. Se nota que han evolucionado mucho más allá del típico homenaje nostálgico; Carnation ya tienen una identidad propia y están listos para jugar en ligas mayores.
Después fue el turno de Warbringer, los veteranos del thrash californiano, que no dejaron cuello sin castigo. Desde el primer tema, la energía explotó en la sala. Hubo un pequeño problema técnico con las guitarras a mitad del set, pero lo resolvieron en minutos y no afectó en lo más mínimo a su brutal entrega. Estos tipos se alimentan del caos: pedían pogos más grandes, más gente surfeando por encima del público, y le exigían a Glasgow que subiera el nivel… y, por supuesto, lo hicimos.
Aunque salieron en pleno boom del re-thrash en los 2000, Warbringer ya demostraron que no son una moda pasajera: están aquí para quedarse. Y si siguen así, no sorprendería verlos encabezando su propio show en Escocia muy pronto. Crucemos los dedos.
Luego llegó el turno de Cryptopsy, los canadienses expertos en death metal técnico. Venían con toda la artillería lista, aunque lamentablemente no fue la ejecución perfecta que muchos esperaban. Un fallo de micro al principio dejó a Matt McGachy sin toda su potencia vocal, y aunque su característico sonido crudo y despiadado seguía presente, en algunos momentos faltó claridad. Aun así, al público pareció no importarle demasiado: los pogos se multiplicaron, los cuerpos volaban por el aire, y reinó el caos absoluto. Puede que no haya sido su noche más brillante, pero incluso un concierto promedio de Cryptopsy sigue siendo más brutal que el mejor día de muchas otras bandas.
Y finalmente, llegó el plato fuerte: Decapitated. Los gigantes polacos ofrecieron una verdadera lección de death metal técnico moderno. Eemeli Bodde, ya completamente asentado como frontman, dominó el escenario como un general veterano de mil batallas. Desde el primer riff tuvo al público en la palma de su mano, con oleadas de pogos y surfistas humanos dando testimonio del nivel de devastación que estaban desatando.
El set fue una embestida implacable de riffs quirúrgicos, grooves sísmicos y blastbeats que parecían cañonazos. Decapitated no solo tocaron canciones: las arrasaron. Y nos arrasaron con ellas. Brutalidad llevada al nivel del arte, una experiencia tan precisa como violenta. Basta con mirar los rostros atónitos (y empapados) que salían del recinto para entender que nadie salió de ahí sin cicatrices.
Cuatro bandas, ni un solo momento de relleno. Solo una guerra sonora de principio a fin, impulsada por riffs, sudor y pura furia. Si esta gira pasa cerca de tu ciudad, no te lo pienses. Es de esas noches que no se olvidan.