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El impacto de la pandemia en el mundo del metal
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Por: Marcos De Caro
La situación sanitaria actual alrededor del globo ha puesto en jaque a las finanzas de todos los países y tal vez nos encontremos ante el hecho inédito de que las potencias mundiales deban replantearse el modelo económico vigente, en el que la extrema desigualdad y la circulación constante de personas representarán siempre un potencial incendio, a menos que se tomen medidas para reducir las brechas en el nivel de vida internacional. Las enfermedades pueden iniciarse en bolsones de pobreza y estallar en el rostro del “Primer Mundo” causándole daños inimaginables, en especial cuando se demuestra que los sistemas de salud regulados por el mercado tienen características inhumanas.

El ambiente del metal no se ve ajeno a esta catástrofe, y todos sus actores se ven afectados: músicos, técnicos y asistentes, productores, periodistas especializados, fotógrafos, personal de seguridad, vendedores de merchandising, hasta el público mismo, en mayor o menor medida, y de formas diversas. En este especial, vamos a enfocarnos en los músicos, las bandas, para reflexionar sobre lo que les está ocurriendo. De más está decir que sus seguidores no estamos felices por las cancelaciones de festivales y conciertos, y mucho menos con el aislamiento social que es nuestra responsabilidad cumplir para tratar de contener la multiplicación exponencial del COVID-19.

Para empezar, debemos reconocer que el estado de la industria musical varía mucho según el género del que se trate. No vamos a hablar de Pop, Rap, Trap, Reggaeton, Electrónica o Rock del más “accesible”. Hablaremos solamente de Heavy Metal.

La época de las bandas de estadio morirá con esas bandas. A Iron Maiden o Metallica todas las crisis mundiales -a esta altura- no les van a alterar significativamente las fortunas acumuladas. Por supuesto, también debieron suspender o cancelar giras, pero pueden vivir sus cuarentenas sin grandes sobresaltos. Son los grupos pioneros que tuvieron la oportunidad histórica de aprovechar esa ventana que se abrió para llegar a vivir de la música pesada. Esa ventana se cerró hace rato. Este tipo de bandas constituye una primera categoría de cuatro que hay que diferenciar para poder analizar el impacto de la pandemia.

La segunda categoría es la de las bandas que lograron una notable popularidad y vivir de la música, pero dado que hace tiempo su ingreso no pasa por la venta de discos, deben estar constantemente de gira. Esto también hay que reconocerlo: si bien todos los géneros musicales se han visto perjudicados por el fenómeno del acceso irrestricto vía Internet (y todos los artistas debieron “adaptarse” dejando atrás los tiempos de querellas contra Napster, por citar un ejemplo), lo cierto es que al Metal le impactó mucho más fuerte. No seamos necios: todos escuchamos música online. Pero muchos –tal es el caso de quien escribe- seguimos apostando a la colección de álbumes en formato físico (CD, vinilo o incluso cassette), por múltiples razones que no viene al caso explorar aquí.

Estas bandas se ven heridas casi de muerte por la suspensión o cancelación de giras, que es lo que está sucediendo con Anathema. Si un grupo viene apostando todo a mantenerse tocando en conciertos por todo el mundo y sus integrantes hace tiempo dejaron de realizar otros trabajos, resulta evidente que esta pandemia lo dejará literalmente en bancarrota. Probablemente sea ésta la situación de muchas otras bandas que, quizás, no se atrevan a ser tan directas en el anuncio de su penoso estado financiero. De hecho, los propios integrantes de Anathema se lamentan de que en este contexto tampoco van a poder conseguir empleos.

Proliferan las iniciativas espontáneas de seguidores en GoFundMe y otros formatos de donaciones para colectas virtuales, así como las invitaciones (o hasta súplicas) para que los fanáticos compren merchandising oficial en estos tiempos de crisis. Muchísimas bandas están haciendo ese pedido. Más allá de la buena voluntad que la gente pueda tener, también es cierto que, según se hayan visto afectados sus trabajos por el efecto de la pandemia, sus posibilidades de adquirir merchandising o colaborar en colectas puede ser limitada o nula. En este sentido, hubo bandas como Endstille que salieron a decir “no necesitamos ni queremos su dinero” y focalizaron su mensaje en los cuidados que debemos tener en las circunstancias que nos toca atravesar.

La tercera categoría es la de los grupos que aun siendo de “culto” y teniendo gran prestigio internacional, están compuestas por integrantes que nunca abandonaron por completo sus empleos y no viven de la música. Neurosis, Cult Of Luna, Immolation, entre tantas otras, también van a padecer el virulento golpe de la pandemia, pero las situaciones de sus respectivos miembros serán diversas en la medida en que puedan o no continuar con sus actividades laborales o percibir un ingreso durante el período de aislamiento social.

Finalmente, la cuarta categoría es la de las bandas underground que no viven y nunca vivirán exclusivamente de su arte y que, al igual que sucede con los músicos de la clase anterior, pasarán la crisis con más o menos penurias en función de las características de sus respectivas ocupaciones. Estos grupos incluso pueden tener grandes pérdidas al seguir apostando a sostener sus proyectos, dado que hacerlo implica invertir ingresos de las distintas actividades laborales que permiten la subsistencia se sus integrantes. Como ejemplo vale cualquier banda de las que vamos a ver en locales con capacidad para 150 personas.

Otra forma en que la pandemia puede perjudicar a los músicos de Metal es en cuanto a su obra. De seguro se han suspendido grabaciones en estudio, reuniones e incluso ensayos. Aquellos artistas que componen según la vieja usanza, juntándose y compartiendo ideas o “improvisando” también verán una detención en sus procesos compositivos. Aquellos más habituados a la virtualidad y a que cada miembro haga lo suyo, mientras se comunican por medios digitales, para finalmente “juntar todo” al momento de dar origen a cada tema, podrían canalizar su creatividad a pesar de las dificultades. 

Obviamente, los músicos no están exentos de contagiarse: esto es exactamente lo que ocurrió con figuras relevantes como Chuck Billy (cantante de Testament),  Will Carroll (baterista de Death Angel), Till Lindemann (cuyo caso dio negativo, pero se encuentra en observación), y Lou Kouvaris (guitarrista de Riot fallecido a causa de la infección). 

Por supuesto, también aparecieron bandas llamadas “Coronavirus” y seguramente haya discos y temas. No caben dudas de que todo ésto va a inspirar a muchos músicos, pero estos “proyectos” no parecen “proyectos” -precisamente- sino más bien, expresiones de oportunismo.

El panorama es muy triste para el mundo del Metal, aunque los fanáticos podamos hacer más ameno el aislamiento escuchando música. Veremos cómo será la recuperación después de atravesar la tormenta.

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Por: Marcos De Caro
La situación sanitaria actual alrededor del globo ha puesto en jaque a las finanzas de todos los países y tal vez nos encontremos ante el hecho inédito de que las potencias mundiales deban replantearse el modelo económico vigente, en el que la extrema desigualdad y la circulación constante de personas representarán siempre un potencial incendio, a menos que se tomen medidas para reducir las brechas en el nivel de vida internacional. Las enfermedades pueden iniciarse en bolsones de pobreza y estallar en el rostro del “Primer Mundo” causándole daños inimaginables, en especial cuando se demuestra que los sistemas de salud regulados por el mercado tienen características inhumanas.

El ambiente del metal no se ve ajeno a esta catástrofe, y todos sus actores se ven afectados: músicos, técnicos y asistentes, productores, periodistas especializados, fotógrafos, personal de seguridad, vendedores de merchandising, hasta el público mismo, en mayor o menor medida, y de formas diversas. En este especial, vamos a enfocarnos en los músicos, las bandas, para reflexionar sobre lo que les está ocurriendo. De más está decir que sus seguidores no estamos felices por las cancelaciones de festivales y conciertos, y mucho menos con el aislamiento social que es nuestra responsabilidad cumplir para tratar de contener la multiplicación exponencial del COVID-19.

Para empezar, debemos reconocer que el estado de la industria musical varía mucho según el género del que se trate. No vamos a hablar de Pop, Rap, Trap, Reggaeton, Electrónica o Rock del más “accesible”. Hablaremos solamente de Heavy Metal.

La época de las bandas de estadio morirá con esas bandas. A Iron Maiden o Metallica todas las crisis mundiales -a esta altura- no les van a alterar significativamente las fortunas acumuladas. Por supuesto, también debieron suspender o cancelar giras, pero pueden vivir sus cuarentenas sin grandes sobresaltos. Son los grupos pioneros que tuvieron la oportunidad histórica de aprovechar esa ventana que se abrió para llegar a vivir de la música pesada. Esa ventana se cerró hace rato. Este tipo de bandas constituye una primera categoría de cuatro que hay que diferenciar para poder analizar el impacto de la pandemia.

La segunda categoría es la de las bandas que lograron una notable popularidad y vivir de la música, pero dado que hace tiempo su ingreso no pasa por la venta de discos, deben estar constantemente de gira. Esto también hay que reconocerlo: si bien todos los géneros musicales se han visto perjudicados por el fenómeno del acceso irrestricto vía Internet (y todos los artistas debieron “adaptarse” dejando atrás los tiempos de querellas contra Napster, por citar un ejemplo), lo cierto es que al Metal le impactó mucho más fuerte. No seamos necios: todos escuchamos música online. Pero muchos –tal es el caso de quien escribe- seguimos apostando a la colección de álbumes en formato físico (CD, vinilo o incluso cassette), por múltiples razones que no viene al caso explorar aquí.

Estas bandas se ven heridas casi de muerte por la suspensión o cancelación de giras, que es lo que está sucediendo con Anathema. Si un grupo viene apostando todo a mantenerse tocando en conciertos por todo el mundo y sus integrantes hace tiempo dejaron de realizar otros trabajos, resulta evidente que esta pandemia lo dejará literalmente en bancarrota. Probablemente sea ésta la situación de muchas otras bandas que, quizás, no se atrevan a ser tan directas en el anuncio de su penoso estado financiero. De hecho, los propios integrantes de Anathema se lamentan de que en este contexto tampoco van a poder conseguir empleos.

Proliferan las iniciativas espontáneas de seguidores en GoFundMe y otros formatos de donaciones para colectas virtuales, así como las invitaciones (o hasta súplicas) para que los fanáticos compren merchandising oficial en estos tiempos de crisis. Muchísimas bandas están haciendo ese pedido. Más allá de la buena voluntad que la gente pueda tener, también es cierto que, según se hayan visto afectados sus trabajos por el efecto de la pandemia, sus posibilidades de adquirir merchandising o colaborar en colectas puede ser limitada o nula. En este sentido, hubo bandas como Endstille que salieron a decir “no necesitamos ni queremos su dinero” y focalizaron su mensaje en los cuidados que debemos tener en las circunstancias que nos toca atravesar.

La tercera categoría es la de los grupos que aun siendo de “culto” y teniendo gran prestigio internacional, están compuestas por integrantes que nunca abandonaron por completo sus empleos y no viven de la música. Neurosis, Cult Of Luna, Immolation, entre tantas otras, también van a padecer el virulento golpe de la pandemia, pero las situaciones de sus respectivos miembros serán diversas en la medida en que puedan o no continuar con sus actividades laborales o percibir un ingreso durante el período de aislamiento social.

Finalmente, la cuarta categoría es la de las bandas underground que no viven y nunca vivirán exclusivamente de su arte y que, al igual que sucede con los músicos de la clase anterior, pasarán la crisis con más o menos penurias en función de las características de sus respectivas ocupaciones. Estos grupos incluso pueden tener grandes pérdidas al seguir apostando a sostener sus proyectos, dado que hacerlo implica invertir ingresos de las distintas actividades laborales que permiten la subsistencia se sus integrantes. Como ejemplo vale cualquier banda de las que vamos a ver en locales con capacidad para 150 personas.

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