Algunas noches se sienten como una metáfora de la vida: bajas expectativas, un público reducido, y un iluminador que decidió que la oscuridad era más artística que cualquier juego de luces. La sala Razzmatazz 3 acogió a Escuela Grind el 4 de julio, en un evento donde el aforo era tan moderado que podías sentirte parte de una secta exclusiva. La mayoría de los metaleros estaban planeando asistir al festival que se realiza en Barcelona estos días, pero no lo vamos a nombrar, porque no queremos a esa gente. Y es algo mutuo. Aun así, el público era una mezcolanza interesante, una macedonia de personalidades que lograron crear un ambiente vibrante a pesar de la escasez numérica.
Primero, Crossed, los guerreros del metal de Madrid, tomaron el escenario. Su setlist fue una embestida de sonidos infernales extraídos de sus discos MORIR y Barely Buried Love. La energía en el escenario era electrizante, casi como si hubieran canalizado la furia de mil almas perdidas. Las guitarras eran ráfagas de metralla sónica, el bajo una criatura furiosa y la batería un dios de trueno encarnado. Cada canción era una declaración de intenciones, una promesa de que el metal español sigue vivo y coleando.
Y entonces, Escuela Grind. Si alguna vez quisiste ver a la encarnación de un terremoto en un escenario, aquí lo tuviste. La cantante se movía de un lado al otro del pequeño escenario como una bola de energía sin freno, como si el suelo fuera lava y ella la única superviviente capaz de resistirla. Los cubrimos recientemente en Copenhell, pero esta actuación tuvo un toque diferente, más íntimo, más feroz. Presentaron su nuevo single “Always Watching You”, una tormenta perfecta de grindcore con la sutilidad de un martillo neumático.
Su setlist fue un tour de force del disco “Memory Theater”. Desde “Endowed With Windows” hasta “Turbulence”, pasando por “Vanilla Ice” y “My Heart, My Hands”, cada tema era una descarga de adrenalina y furia contenida. “Strange Creature” y “All Is Forgiven” eran como un viaje al núcleo del caos, mientras que “Punishment Ritual” y “Meat Magnet” podrían haber servido para invocar a los espíritus de los antiguos dioses del metal. Con “Ball and Chain” y “Cliffhanger”, la sala vibraba con una intensidad que desafiaba la propia estructura del lugar.
A pesar del casi inexistente juego de luces y el aforo reducido, los presentes fueron testigos de algo único, algo que resonará en sus memorias como una cicatriz gloriosa. Escuela Grind no solo tocó, arrasó, y al final de la noche, todos sabíamos que habíamos sido parte de algo que ni la oscuridad ni la ausencia de multitudes podían eclipsar.
Algunas noches se sienten como una metáfora de la vida: bajas expectativas, un público reducido, y un iluminador que decidió que la oscuridad era más artística que cualquier juego de luces. La sala Razzmatazz 3 acogió a Escuela Grind el 4 de julio, en un evento donde el aforo era tan moderado que podías sentirte parte de una secta exclusiva. La mayoría de los metaleros estaban planeando asistir al festival que se realiza en Barcelona estos días, pero no lo vamos a nombrar, porque no queremos a esa gente. Y es algo mutuo. Aun así, el público era una mezcolanza interesante, una macedonia de personalidades que lograron crear un ambiente vibrante a pesar de la escasez numérica.
Primero, Crossed, los guerreros del metal de Madrid, tomaron el escenario. Su setlist fue una embestida de sonidos infernales extraídos de sus discos MORIR y Barely Buried Love. La energía en el escenario era electrizante, casi como si hubieran canalizado la furia de mil almas perdidas. Las guitarras eran ráfagas de metralla sónica, el bajo una criatura furiosa y la batería un dios de trueno encarnado. Cada canción era una declaración de intenciones, una promesa de que el metal español sigue vivo y coleando.
Y entonces, Escuela Grind. Si alguna vez quisiste ver a la encarnación de un terremoto en un escenario, aquí lo tuviste. La cantante se movía de un lado al otro del pequeño escenario como una bola de energía sin freno, como si el suelo fuera lava y ella la única superviviente capaz de resistirla. Los cubrimos recientemente en Copenhell, pero esta actuación tuvo un toque diferente, más íntimo, más feroz. Presentaron su nuevo single “Always Watching You”, una tormenta perfecta de grindcore con la sutilidad de un martillo neumático.
Su setlist fue un tour de force del disco “Memory Theater”. Desde “Endowed With Windows” hasta “Turbulence”, pasando por “Vanilla Ice” y “My Heart, My Hands”, cada tema era una descarga de adrenalina y furia contenida. “Strange Creature” y “All Is Forgiven” eran como un viaje al núcleo del caos, mientras que “Punishment Ritual” y “Meat Magnet” podrían haber servido para invocar a los espíritus de los antiguos dioses del metal. Con “Ball and Chain” y “Cliffhanger”, la sala vibraba con una intensidad que desafiaba la propia estructura del lugar.
A pesar del casi inexistente juego de luces y el aforo reducido, los presentes fueron testigos de algo único, algo que resonará en sus memorias como una cicatriz gloriosa. Escuela Grind no solo tocó, arrasó, y al final de la noche, todos sabíamos que habíamos sido parte de algo que ni la oscuridad ni la ausencia de multitudes podían eclipsar.