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Festival Decimatio VIII en Chile: “Cumbre extrema”
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El festival chileno Decimatio se viene realizando hace rato de la mano de Kerygma Productions. Hablando de grupos extranjeros, Black Witchery y Sadistic Intent han tocado en ediciones anteriores. La escena chilena es especialista en llevar a cabo conciertos de esta índole, únicos, que rebasan el común de visitas de “touring bands”: contratan grupos que son “figuritas difíciles” para ofrecer a veces recitales exclusivos en su país, estén de gira o no. Pasó con Nifelheim, el caso más conocido (con otra productora), que tuve también el gusto de cubrir en el país vecino. En su octava edición, el festival reunió el pasado 1 de abril en la ciudad de Rancagua, todas las características de lo que más me atrae musicalmente en la actualidad en cuanto a presentaciones en vivo: artistas muy difíciles de enganchar (mucho menos juntos), que nunca vi antes, debutantes casi todos en nuestro territorio, y en un recinto reducido.

La ciudad está a algo más de una hora en auto desde Santiago, y llegamos con amigos pasado el mediodía, para almorzar con algo de tiempo antes del inicio del festival. El Teatro San Martín alberga cerca de 400 personas, y tiene un estilo colonial tanto por dentro como por fuera, como verán en las fotos, con un escenario amplio y muy bien equipado de sonido y luces. Al menos para un festival underground pero de nivel internacional.

La gente comenzó a ingresar con retraso a eso de las 16.30, y creo que eso fué lo único que excedió a la excelente organización. El corte y entrega de entradas a un show que estaba sold out hacía tiempo, fue lento… pero casi la mitad del recinto logró llenarse cuando salieron los alemanes de Bloody Vengeance, a eso de las 17.00 hs. Básicamente un trío formado por los mismos músicos que acompañan a R. Forster en Death Worship (excepto el bajista Apophys), desplegaron una potente demostración de death/black metal a la antigua, altamente influenciados por Sarcófago y devotos de la escena brasilera de mediados de los ‘80s. Faltó un poco de ajuste en el volumen de las voces, quizás debido a que faltaba que el lugar se llenase y el sonido se dispersara adecuadamente. Para un par de canciones, sumaron a Forster (luciendo máscara antigás) en la viola y casi se transformaron en Death Worship, pero con diferente alineación al empuñar los instrumentos.

Tras la lógica pausa entre bandas, y ya con el recinto lleno, salió el primer grupo chileno, los patagónicos Exanimatvm. Excelente propuesta de death/doom de este cuarteto de Punta Arenas, que a través de dos discos editados internacionalmente, llevan ganada una envidiable reputación en la escena. Sonaron muy bien, pesadísimos, con instrumentos claros y el presagio de que sería una noche dorada y pareja para el audio del teatro. El baterista Claudio M., es también la nueva adquisición tras los parches para los Xalpen, con quienes grabó el nuevo disco.

La tercer banda fue el trío chileno Invocation, y me atrevo a decir que de los locales, son los que más me gustaron. Con dos Eps editados, han destacado enormemente en la escena local (son de Valparaíso), de hecho el “Attunement to Death” del 2020 fue uno de mis lanzamientos latinoamericanos preferidos de ese año. Siempre en la vena death/black que caracterizó al festival, el trío ofreció una verdadera clase de metal negro cavernoso pero con melodía y convicción por partes iguales. Su bajista, Sense of Clairvoyance, fue la única artista femenina del evento, aportando la distinción escénica con los otros grupos.

Siguió Kratherion, oriundos de Santiago, con una trayectoria de casi 20 años y tres discos full, entre otros lanzamientos. Esgrimiendo un black metal más crudo que los anteriores, rubricaron un pacto tácito entre los artistas de la jornada: todos iban a sonar parejos esa noche, sean chilenos o extranjeros, todos iban a sonar MUY bien. Merecido reconocimiento para el crew y la organización, y también por la excelente idea de que los sets de cada banda sean extensos, además de que la apertura estuvo a cargo de uno de los grupos internacionales, para asegurarse que los bangers estén a tiempo (¡a media tarde!) en el recinto. Volviendo a Kratherion, mientras los ríos de cerveza ya corrían sin control entre los asistentes, ofrecieron un repertorio sólido y esperado al parecer por gran parte de la gente. Su alineación (tres músicos pasaron por los legendarios Ammit, y el baterista toca en Capilla Ardiente) contó con la particularidad de que el guitarrista/cantante Vilú relegó las seis cuerdas a Felipe R., la destacadísima hacha de Slaughtbbath. No sé si este cambio es reciente o no, pero parece que seguirá a futuro.

Oraculum tomó el escenario en quinto lugar. Locales de Rancagua, el cuarteto ganó la escena hace poco más de diez años y también ostenta dos Eps editados internacionalmente (como Invocation), del más sanguinario death metal negro. Erick (voz y guitarra) y Nicolás (baterista), no solamente son los organizadores del festival, si no que también son los miembros fundadores de una de las bandas de black metal más respetadas de Chile: Wrathprayer. Oraculum en vivo no fue la excepción de la noche: gozaron de un gran sonido y por supuesto tenían su público ya afianzado, copando el recinto. Es la única banda del festival de la que no pude conseguir ediciones físicas, que al parecer estaban agotadas.

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Tras unos minutos de reorganización en el escenario, la tríada final de grupos internacionales se manifestó, ya entrando en altas horas de la noche. Sijjin de Alemania, como comenté anteriormente, tomaron la escena por asalto no hace tanto. Si bien el trío se gestó en Berlín, cuenta con violero y baterista vascos. Dos de sus miembros vienen de tocar en Necros Christos, baluarte del underground. Debido a que Iván el baterista no pudo viajar, su puesto lo ocupó Arthur M. de los legendarios estadounidenses Sadistic Intent, con quien pudimos compartir unas cuantas charlas antes y después de la performance, además de las fotos de backstage que publiqué hace poco. Curten un death metal violento con toques de thrash que me hicieron acordar, por momentos, a Immolation. Debutaron recién en el 2021 con su excelente “Sumerian Promises”, que les valió una unánime aceptación en el underground. En vivo, claramente Malte Gericke (bajo y voz) es quien dirige la orquesta, escupiendo conjuros y maldiciones mesopotámicas como para hacer temblar a los mismos Absu. El bajista sufrió, según lo que percibí, uno de los pocos inconvenientes técnicos de la noche: su micrófono le daba electricidad cada vez que acercaba la boca, entre puteadas. No voy a reiterar con cada banda lo mismo, así que aquí va por última vez: ningún inconveniente técnico fue mayor, y el audio fue brutal, claro y bien definido en cada instrumento, de principio a fin.

Llegó el turno de Negative Plane, el cuarteto de Florida que fue el motivo principal por el cual me decidí a asistir al festival. Con 20 años en la escena, a mi gusto su arte de black metal tiene cotas de originalidad y singularidad comparables con gente como Deathspell Omega (aunque su propuesta es muy diferente). Los arreglos y la forma de tocar y cantar de Nameless Void son completamente únicas (utiliza el tapping como nadie en el género, y sus vocalizaciones no guturales aportan un condimento singular), y su disco “The Pact” del año pasado esta al tope de lo mejor del 2022, aunque los dos lanzamientos anteriores no le van en zaga. Ya durante la tarde habíamos compartido unas fotos y charlas con él en backstage, recordando la gira junto a Watain hace casi 15 años y otras cuestiones. Estaban muy contentos de pisar Sudamérica por primera vez, y lo demostraron en vivo con creces. Desde largos interludios instrumentales, climáticos y oscurísimos, hasta esas canciones que mezclan heavy metal oscuro ochentero y black metal experimental europeo de décadas pasadas (aclaro, sin jamás dejar de ser rockeros en lugar de snobs de la experimentación, que es lo que más me gusta de ellos), brindaron un set espectacular que nos dejó boquiabiertos por la convicción y ejecución ofrecida.

Ya con un agotamiento de más de diez horas disfrutando del festival, cerca de la una de la madrugada subió al escenario el grupo del siempre ofuscado guitarrista de Blasphemy y ex Conqueror, el canadiense Ryan Forster. Tardaron bastante en terminar de probar sonido, lo que significó el otro pequeño inconveniente técnico de la noche (sumado luego a un pie de micrófono rebelde que tenia loco al Deathlord). Como comenté antes, si bien Forster es en estudio el hombre orquesta de Death Worship, en vivo lo acompañan Kadeniac (pero aquí tocando el bajo y haciendo segundas voces) y el baterista Exesor, ambos de Bloody Vengeance, más el guitarrista alemán Alastor. Black/death/war para todos, con las voces casi ininteligibles del encapuchado Forster para coronar la noche en un set apocalíptico, maligno y despiadado que seguramente quedó a grabado a fuego y balas en las mentes de los asistentes.

La retirada del lugar fue casi a la rastra, por el cansancio, las cervezas y la explosión sónica megatónica de ocho bandas de metal extremo de un nivel parejísimo. Otro más, de uno de esos eventos escasos y únicos, por cartel y locación, en los que los chilenos son especialistas (reitero). Esperemos que se repita mi visita a un próximo Decimatio o concierto similar que rara vez se manifiesta en Sudamérica. Solo resta agradecer a los organizadores de Kerygma Productions por facilitar esta cobertura y apostar a tremendo cartel; creo que fui el único medio extranjero presente, si es que había realmente medios, ya que no vi ninguno… un verdadero acontecimiento para unos pocos elegidos (los que asistimos) que saben encontrar las perlas en el barro, y ver más allá de las bandas de siempre que vienen una y otra vez. También gracias a las distribuidoras/sellos y bandas amigas Xalpen, Force of Darkness, Invocation, Lucifer’s Hammer e Invocation Spells por los momentos compartidos, los obsequios, los intercambios de material, y por facilitar mi estadía en Santiago.

Texto y fotos: Fernando Serani, cortesía www.metaleyewitness.com

 

 

 

 

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El festival chileno Decimatio se viene realizando hace rato de la mano de Kerygma Productions. Hablando de grupos extranjeros, Black Witchery y Sadistic Intent han tocado en ediciones anteriores. La escena chilena es especialista en llevar a cabo conciertos de esta índole, únicos, que rebasan el común de visitas de “touring bands”: contratan grupos que son “figuritas difíciles” para ofrecer a veces recitales exclusivos en su país, estén de gira o no. Pasó con Nifelheim, el caso más conocido (con otra productora), que tuve también el gusto de cubrir en el país vecino. En su octava edición, el festival reunió el pasado 1 de abril en la ciudad de Rancagua, todas las características de lo que más me atrae musicalmente en la actualidad en cuanto a presentaciones en vivo: artistas muy difíciles de enganchar (mucho menos juntos), que nunca vi antes, debutantes casi todos en nuestro territorio, y en un recinto reducido.

La ciudad está a algo más de una hora en auto desde Santiago, y llegamos con amigos pasado el mediodía, para almorzar con algo de tiempo antes del inicio del festival. El Teatro San Martín alberga cerca de 400 personas, y tiene un estilo colonial tanto por dentro como por fuera, como verán en las fotos, con un escenario amplio y muy bien equipado de sonido y luces. Al menos para un festival underground pero de nivel internacional.

La gente comenzó a ingresar con retraso a eso de las 16.30, y creo que eso fué lo único que excedió a la excelente organización. El corte y entrega de entradas a un show que estaba sold out hacía tiempo, fue lento… pero casi la mitad del recinto logró llenarse cuando salieron los alemanes de Bloody Vengeance, a eso de las 17.00 hs. Básicamente un trío formado por los mismos músicos que acompañan a R. Forster en Death Worship (excepto el bajista Apophys), desplegaron una potente demostración de death/black metal a la antigua, altamente influenciados por Sarcófago y devotos de la escena brasilera de mediados de los ‘80s. Faltó un poco de ajuste en el volumen de las voces, quizás debido a que faltaba que el lugar se llenase y el sonido se dispersara adecuadamente. Para un par de canciones, sumaron a Forster (luciendo máscara antigás) en la viola y casi se transformaron en Death Worship, pero con diferente alineación al empuñar los instrumentos.

Tras la lógica pausa entre bandas, y ya con el recinto lleno, salió el primer grupo chileno, los patagónicos Exanimatvm. Excelente propuesta de death/doom de este cuarteto de Punta Arenas, que a través de dos discos editados internacionalmente, llevan ganada una envidiable reputación en la escena. Sonaron muy bien, pesadísimos, con instrumentos claros y el presagio de que sería una noche dorada y pareja para el audio del teatro. El baterista Claudio M., es también la nueva adquisición tras los parches para los Xalpen, con quienes grabó el nuevo disco.

La tercer banda fue el trío chileno Invocation, y me atrevo a decir que de los locales, son los que más me gustaron. Con dos Eps editados, han destacado enormemente en la escena local (son de Valparaíso), de hecho el “Attunement to Death” del 2020 fue uno de mis lanzamientos latinoamericanos preferidos de ese año. Siempre en la vena death/black que caracterizó al festival, el trío ofreció una verdadera clase de metal negro cavernoso pero con melodía y convicción por partes iguales. Su bajista, Sense of Clairvoyance, fue la única artista femenina del evento, aportando la distinción escénica con los otros grupos.

Siguió Kratherion, oriundos de Santiago, con una trayectoria de casi 20 años y tres discos full, entre otros lanzamientos. Esgrimiendo un black metal más crudo que los anteriores, rubricaron un pacto tácito entre los artistas de la jornada: todos iban a sonar parejos esa noche, sean chilenos o extranjeros, todos iban a sonar MUY bien. Merecido reconocimiento para el crew y la organización, y también por la excelente idea de que los sets de cada banda sean extensos, además de que la apertura estuvo a cargo de uno de los grupos internacionales, para asegurarse que los bangers estén a tiempo (¡a media tarde!) en el recinto. Volviendo a Kratherion, mientras los ríos de cerveza ya corrían sin control entre los asistentes, ofrecieron un repertorio sólido y esperado al parecer por gran parte de la gente. Su alineación (tres músicos pasaron por los legendarios Ammit, y el baterista toca en Capilla Ardiente) contó con la particularidad de que el guitarrista/cantante Vilú relegó las seis cuerdas a Felipe R., la destacadísima hacha de Slaughtbbath. No sé si este cambio es reciente o no, pero parece que seguirá a futuro.

Oraculum tomó el escenario en quinto lugar. Locales de Rancagua, el cuarteto ganó la escena hace poco más de diez años y también ostenta dos Eps editados internacionalmente (como Invocation), del más sanguinario death metal negro. Erick (voz y guitarra) y Nicolás (baterista), no solamente son los organizadores del festival, si no que también son los miembros fundadores de una de las bandas de black metal más respetadas de Chile: Wrathprayer. Oraculum en vivo no fue la excepción de la noche: gozaron de un gran sonido y por supuesto tenían su público ya afianzado, copando el recinto. Es la única banda del festival de la que no pude conseguir ediciones físicas, que al parecer estaban agotadas.

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Llegó el turno de Negative Plane, el cuarteto de Florida que fue el motivo principal por el cual me decidí a asistir al festival. Con 20 años en la escena, a mi gusto su arte de black metal tiene cotas de originalidad y singularidad comparables con gente como Deathspell Omega (aunque su propuesta es muy diferente). Los arreglos y la forma de tocar y cantar de Nameless Void son completamente únicas (utiliza el tapping como nadie en el género, y sus vocalizaciones no guturales aportan un condimento singular), y su disco “The Pact” del año pasado esta al tope de lo mejor del 2022, aunque los dos lanzamientos anteriores no le van en zaga. Ya durante la tarde habíamos compartido unas fotos y charlas con él en backstage, recordando la gira junto a Watain hace casi 15 años y otras cuestiones. Estaban muy contentos de pisar Sudamérica por primera vez, y lo demostraron en vivo con creces. Desde largos interludios instrumentales, climáticos y oscurísimos, hasta esas canciones que mezclan heavy metal oscuro ochentero y black metal experimental europeo de décadas pasadas (aclaro, sin jamás dejar de ser rockeros en lugar de snobs de la experimentación, que es lo que más me gusta de ellos), brindaron un set espectacular que nos dejó boquiabiertos por la convicción y ejecución ofrecida.

Ya con un agotamiento de más de diez horas disfrutando del festival, cerca de la una de la madrugada subió al escenario el grupo del siempre ofuscado guitarrista de Blasphemy y ex Conqueror, el canadiense Ryan Forster. Tardaron bastante en terminar de probar sonido, lo que significó el otro pequeño inconveniente técnico de la noche (sumado luego a un pie de micrófono rebelde que tenia loco al Deathlord). Como comenté antes, si bien Forster es en estudio el hombre orquesta de Death Worship, en vivo lo acompañan Kadeniac (pero aquí tocando el bajo y haciendo segundas voces) y el baterista Exesor, ambos de Bloody Vengeance, más el guitarrista alemán Alastor. Black/death/war para todos, con las voces casi ininteligibles del encapuchado Forster para coronar la noche en un set apocalíptico, maligno y despiadado que seguramente quedó a grabado a fuego y balas en las mentes de los asistentes.

La retirada del lugar fue casi a la rastra, por el cansancio, las cervezas y la explosión sónica megatónica de ocho bandas de metal extremo de un nivel parejísimo. Otro más, de uno de esos eventos escasos y únicos, por cartel y locación, en los que los chilenos son especialistas (reitero). Esperemos que se repita mi visita a un próximo Decimatio o concierto similar que rara vez se manifiesta en Sudamérica. Solo resta agradecer a los organizadores de Kerygma Productions por facilitar esta cobertura y apostar a tremendo cartel; creo que fui el único medio extranjero presente, si es que había realmente medios, ya que no vi ninguno… un verdadero acontecimiento para unos pocos elegidos (los que asistimos) que saben encontrar las perlas en el barro, y ver más allá de las bandas de siempre que vienen una y otra vez. También gracias a las distribuidoras/sellos y bandas amigas Xalpen, Force of Darkness, Invocation, Lucifer’s Hammer e Invocation Spells por los momentos compartidos, los obsequios, los intercambios de material, y por facilitar mi estadía en Santiago.

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