Unos minutos de retraso no es nada después de años de pandemia. Los canadienses The OBGMs dieron el vamos a esta tarde de punk. Dignos herederos afropunk en estilo, color y música de Bad Brains.
El carismático vocalista Densil McFarlane no paró de animar y bromear que eran una banda de versiones de Nickelback. Guitarra en mano escupió un puñado canciones llenas de fuerza y mensaje anti racistas y a los enemigos de siempre el abuso policial “Outsah”, presentada con la banda al completo, Joe Brosnan en guitarra y Colanthony Humphrey en batería. Densil y sus dreadlock sacan chispas, deja la guitarra y se va a las vallas a cantar y hacerse airovideos con los móviles que lo filmaban para que a continuación se instale en el centro del publico liándola parda. Los de Toronto, Ontario dejaron la sala bien arriba para el acto principal.
En menos de una década Frank Carter dejó huella en Gallows y Pure Love para reinventarse con The Rattlesnakes. El estrellato lo acompaña solicitado por los principales festivales europeos el inglés rompió el molde de puntualidad del Big Ben El pequeño colorado apareció arropado por su banda y suena la moderna “My Town” (en el disco colabora Joe Talbot de Idles) con el inconfundible secuaz Dean Richarson a las 6 cuerdas. Uniformado en azul llega “Rat Race”, poniendo fin a lo nuevo.
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Tercera diana con “Tyrant Lizard King” de su anterior disco End of Suffering (2019), y ya una horda invadió la sala. “Got a Get Tattoo”, aeróbicas melodías y la primera visita de Frankie al público modalidad crowd surfing surfeando brazos y cabezas vuelve al escenario arroja su camisa al fondo del escenario para quedar con el torso grabado en tinta como insinuando una excusa para ventilarse un poco. Y volver al pasado en forma de canción suena “Wild Flowers”. Empieza lo bueno, Dean Richarson se encarama y posa sus pies sobre un pedestal humano de brazos de la beautiful people presente. Suenan los riffs entrecortados de “Devil Inside Me” acompañado de palmas al aire.
Después de la tormenta viene “Angel Wings” la calma para tanta adrenalina. los endemoniados compases de “Lullaby” le dan el pase gol para comulgar con sus feligreses, con “Original Sin” se da un baño de masas situándose al medio de la pista, bailes, selfies y videos surgen por montón pidiendo perdón a sus compañeros de banda por el momento rockstar y advirtiendo que se quedará en esa posición un par de canciones más “The Drugs” un manifiesto personal al infierno de la dependencia de fármacos, mientras las luces rojas bañan a la multitud.
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El punk moderno de “Parasite” anticipa su sencillo más rotado en redes sociales, Youtube y plataformas de streaming. “Sticky” suena como un reloj atómico la maquinaria del ritmo compuesta por Tom Barclay en bajo y Gareth Grover en la percusión análoga y digital. Presentada la banda nos llegan dos canciones más la despechada “I Hate You” y “Crowbar” bajo un manto de luz azul se camufla el cámara oficial de la banda que aprovecha de bromear con el líder de la banda. Despidiéndose así los británicos de la hinchada milenial con las respectivas ovaciones y selfie al completo desde el escenario. Noventa minutos de punk crudo y sin tantas vainas como diría un amigo.
Por lo menos da gusto ver que no todo está perdido en las nuevas generaciones, que cada vez menos tocan instrumentos y abrazan los ritmos urbanos de pulsar botones y ningún acorde. Larga vida al punk rock los directos y la tinta en el cuerpo.
Unos minutos de retraso no es nada después de años de pandemia. Los canadienses The OBGMs dieron el vamos a esta tarde de punk. Dignos herederos afropunk en estilo, color y música de Bad Brains.
El carismático vocalista Densil McFarlane no paró de animar y bromear que eran una banda de versiones de Nickelback. Guitarra en mano escupió un puñado canciones llenas de fuerza y mensaje anti racistas y a los enemigos de siempre el abuso policial “Outsah”, presentada con la banda al completo, Joe Brosnan en guitarra y Colanthony Humphrey en batería. Densil y sus dreadlock sacan chispas, deja la guitarra y se va a las vallas a cantar y hacerse airovideos con los móviles que lo filmaban para que a continuación se instale en el centro del publico liándola parda. Los de Toronto, Ontario dejaron la sala bien arriba para el acto principal.
En menos de una década Frank Carter dejó huella en Gallows y Pure Love para reinventarse con The Rattlesnakes. El estrellato lo acompaña solicitado por los principales festivales europeos el inglés rompió el molde de puntualidad del Big Ben El pequeño colorado apareció arropado por su banda y suena la moderna “My Town” (en el disco colabora Joe Talbot de Idles) con el inconfundible secuaz Dean Richarson a las 6 cuerdas. Uniformado en azul llega “Rat Race”, poniendo fin a lo nuevo.
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Después de la tormenta viene “Angel Wings” la calma para tanta adrenalina. los endemoniados compases de “Lullaby” le dan el pase gol para comulgar con sus feligreses, con “Original Sin” se da un baño de masas situándose al medio de la pista, bailes, selfies y videos surgen por montón pidiendo perdón a sus compañeros de banda por el momento rockstar y advirtiendo que se quedará en esa posición un par de canciones más “The Drugs” un manifiesto personal al infierno de la dependencia de fármacos, mientras las luces rojas bañan a la multitud.
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Por lo menos da gusto ver que no todo está perdido en las nuevas generaciones, que cada vez menos tocan instrumentos y abrazan los ritmos urbanos de pulsar botones y ningún acorde. Larga vida al punk rock los directos y la tinta en el cuerpo.