Los astros se alinearon para acabar con el periodo estival y descender a las profundidades del country oscuro de raíz gótica de King Dude, alma mater del inescrutable Thomas Jefferson Cowgill. Los teloneros fueron Noies Que Fan Noise, debutando en directo con el proyecto de Isam Alegre (Obsidian Kingdom) y Eric Rovira (Ego), quienes presentaron un folk avant-garde catalán.
El dúo se instaló cómodamente en los taburetes, con una guitarra acústica endulzada por multitud de efectos sonoros, para ir desgranando una a una sus creaciones. La intro, Welcome to My Dream de Tiny Tim, sirvió como preludio al tranquilo jaleo de “La filla de la cananea” y “Raquel”, temas de su propia autoría. Además, interpretaron versiones indescifrables como “That Funny Feeling” de Bo Burnham y “Habibi” de Tamino, para terminar con “La dama pecadora”. En esta última, uno de los integrantes bajó del escenario con el micrófono en mano, rompiendo el silencio del público con la pieza final, “Matia Pt1”, dejando de piedra a los presentes.
La pista despejada para el chico excéntrico de Seattle, arropado de negro y guitarra en mano, defendiendo su gira The Light of the World, con dos paradas en la península: Madrid y Barcelona, esta última inmortalizada en estos versos satánicos. Gary es el complemento perfecto para esta misa ecléctica de folk-blues sombrío, entre lo pagano y lo divino. “My Beloved Ghost!”, una oración emparentada con los británicos Dead Can Dance, fue la señal de lo que íbamos a presenciar: música americana cruda e hipnótica. El arsenal es vasto y atemporal; “Devil With the Devil” es una muestra de ello, creada hace una década. “Jesus In The Courtyard” es el pacto con el presente. Thomas es un gran maestro de ceremonias, capaz de impresionar o hacer reír con sus anécdotas. La satírica “Forty Five Say Six Six Six” es una canción poseída por el espíritu del hombre de negro, Johnny Cash, cedida desde el más allá. Ausente de ritmo, llega “Ladybird Ladybird”, un lamento bizarro que nos lleva al túnel de “Desolate Hour”, para luego empuñar la guitarra en solitario por el resto del aquelarre con “Witch’s Hammer” y el viaje amoroso de “The Hottest Girl on Earth”, un tema algo más alegre que las epifánicas “Silver Crucifix” y “Black Rider On the Storm”, hasta adoptar el tono evangélico de “Spider In Her Hair”.
La sarcástica “Lucifer’s The Light of The World” fue coreada una y otra vez por los asistentes a esta colección de éxitos de melancolía mefistofélica. Los monólogos se desvivieron en cada una de las joyas que iba soltando el ex amante del heavy que vendió su alma al folk. “I Was Evil” fue el Disarm de su repertorio. Se tomó un momento para versionar “Train Song” (Vashti Bunyan) y otra de sus grandes debilidades, “The Devil’s Plaything” (Backworld), en un explosivo cóctel de peligrosidad hacia el lado oscuro. Quizás influenciado por el ritmo atemporal, se decantó por mezclar lo nuevo, como “Lord, I’m Coming Home”, musicalmente orientada hacia Leonard Cohen. El ocaso de los bises fue la sonada “Barbara Ann”, para terminar, como todo un vaquero del lado oscuro de la luna, con “Watching Over You”, cerrando así una comunión entre artista y público, como una experiencia religiosa que pocas veces acontece en una música tan íntima y poco comercial. A pulso de una guitarra acústica, sin más artilugios que una voz profunda, capaz de llenar todo el espacio con un par de notas y un aura perdida, hechizó a una sala sedienta de escuchar canciones para vender el alma más allá de lo políticamente correcto. Canciones que ardieron en la retina y se escucharon desde el Hades hasta el Olimpo de la autenticidad. King Dude es una experiencia que conecta el tercer ojo con las profundidades del ser humano, llevándolo a lo más profundo, al siguiente nivel.
Los astros se alinearon para acabar con el periodo estival y descender a las profundidades del country oscuro de raíz gótica de King Dude, alma mater del inescrutable Thomas Jefferson Cowgill. Los teloneros fueron Noies Que Fan Noise, debutando en directo con el proyecto de Isam Alegre (Obsidian Kingdom) y Eric Rovira (Ego), quienes presentaron un folk avant-garde catalán.
El dúo se instaló cómodamente en los taburetes, con una guitarra acústica endulzada por multitud de efectos sonoros, para ir desgranando una a una sus creaciones. La intro, Welcome to My Dream de Tiny Tim, sirvió como preludio al tranquilo jaleo de “La filla de la cananea” y “Raquel”, temas de su propia autoría. Además, interpretaron versiones indescifrables como “That Funny Feeling” de Bo Burnham y “Habibi” de Tamino, para terminar con “La dama pecadora”. En esta última, uno de los integrantes bajó del escenario con el micrófono en mano, rompiendo el silencio del público con la pieza final, “Matia Pt1”, dejando de piedra a los presentes.
La pista despejada para el chico excéntrico de Seattle, arropado de negro y guitarra en mano, defendiendo su gira The Light of the World, con dos paradas en la península: Madrid y Barcelona, esta última inmortalizada en estos versos satánicos. Gary es el complemento perfecto para esta misa ecléctica de folk-blues sombrío, entre lo pagano y lo divino. “My Beloved Ghost!”, una oración emparentada con los británicos Dead Can Dance, fue la señal de lo que íbamos a presenciar: música americana cruda e hipnótica. El arsenal es vasto y atemporal; “Devil With the Devil” es una muestra de ello, creada hace una década. “Jesus In The Courtyard” es el pacto con el presente. Thomas es un gran maestro de ceremonias, capaz de impresionar o hacer reír con sus anécdotas. La satírica “Forty Five Say Six Six Six” es una canción poseída por el espíritu del hombre de negro, Johnny Cash, cedida desde el más allá. Ausente de ritmo, llega “Ladybird Ladybird”, un lamento bizarro que nos lleva al túnel de “Desolate Hour”, para luego empuñar la guitarra en solitario por el resto del aquelarre con “Witch’s Hammer” y el viaje amoroso de “The Hottest Girl on Earth”, un tema algo más alegre que las epifánicas “Silver Crucifix” y “Black Rider On the Storm”, hasta adoptar el tono evangélico de “Spider In Her Hair”.
La sarcástica “Lucifer’s The Light of The World” fue coreada una y otra vez por los asistentes a esta colección de éxitos de melancolía mefistofélica. Los monólogos se desvivieron en cada una de las joyas que iba soltando el ex amante del heavy que vendió su alma al folk. “I Was Evil” fue el Disarm de su repertorio. Se tomó un momento para versionar “Train Song” (Vashti Bunyan) y otra de sus grandes debilidades, “The Devil’s Plaything” (Backworld), en un explosivo cóctel de peligrosidad hacia el lado oscuro. Quizás influenciado por el ritmo atemporal, se decantó por mezclar lo nuevo, como “Lord, I’m Coming Home”, musicalmente orientada hacia Leonard Cohen. El ocaso de los bises fue la sonada “Barbara Ann”, para terminar, como todo un vaquero del lado oscuro de la luna, con “Watching Over You”, cerrando así una comunión entre artista y público, como una experiencia religiosa que pocas veces acontece en una música tan íntima y poco comercial. A pulso de una guitarra acústica, sin más artilugios que una voz profunda, capaz de llenar todo el espacio con un par de notas y un aura perdida, hechizó a una sala sedienta de escuchar canciones para vender el alma más allá de lo políticamente correcto. Canciones que ardieron en la retina y se escucharon desde el Hades hasta el Olimpo de la autenticidad. King Dude es una experiencia que conecta el tercer ojo con las profundidades del ser humano, llevándolo a lo más profundo, al siguiente nivel.