“Until The Day I Die” es el tercer álbum de esta banda australiana de música post-industrial, editado por el sello Cold Spring. Se trata de un trío con una propuesta absolutamente corrosiva y visceral, claramente consolidada en esta obra.  Además de los instrumentos de percusión, los sintetizadores, el bajo, la guitarra y las voces (histriónicas y procesadas con múltiples efectos), muchos de los sonidos que utilizan provienen de la grabación de cómo vibran diversos objetos tales como rejillas, bobinas o tanques de metal, aparejos oxidados, cilindros de cemento y otros materiales, incluso golpeados a martillazos. En esto recuerdan a los legendarios Einstürzende Neubauten. Tal decisión creativa implica, no solamente un criterio estético, sino también ético, pues incorpora a la composición un uso literal de los productos que genera la sociedad posmoderna en contra de sí misma.

El grupo tuvo un enfoque “Do It Yourself” en la producción de este trabajo, que fue enteramente compuesto, grabado y mezclado en ILoveHeroin Studios (propiedad de la banda), construido sobre un museo de escultura en Lugano, Suiza. Todos los instrumentos y las voces estuvieron a cargo de Wade Black, excepto el bajo, tocado (y grabado en Hangar 121, Italia) por Andrea Collaro en todos los tracks salvo en “D-IX” y “I Believe In The Closed Fist”. La percusión y diseño de sonido fueron realizados por Giorgio Salmoiraghi. La masterización fue hecha por James Plotkin y el arte visual por Nullvoid (alias de Thomas Ekelund de Trepaneringsritualen).

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“Relapse Theatre” ya nos hace ingresar a una pesadilla de escenas desgarradoras. Las texturas abrasivas y las voces espectrales nos recuerdan a proyectos ya míticos como Throbbing Gristle, nuevos clásicos como Aphex Twin o algunos que reseñamos recientemente, como Sulphur Nurse y Vorare. La crueldad se incrementa en “D-IX” para alcanzar dimensiones ominosas. Kollaps profundiza su exploración de la época enfermiza que vivimos y la degradación moral que conlleva: la explotación al punto de una esclavitud contemporánea, la experiencia compartida de una angustia universal, las adicciones, la paranoia, la venganza, todo entramado en la disonancia que origina su arte.

“I Believe In The Closed Fist” fue el single con videoclip propio, y es la canción más extensa y lograda del disco, con mayor diversidad de climas. Se destaca el aporte de los sintetizadores. Aparece la idea de la rebelión, y es que, más allá del panorama desolador que retrata Kollaps, el amor y el sentido de la vida no dejan de estar presentes como temáticas. Existen la condena y la redención, la violenta opresión social y el romanticismo, o al menos, la sexualidad. El estilo y contenido de las letras resulta del método de cut-ups o recortes empleado por el escritor William S. Burroughs como forma de “cortocircuitar el control” y también con connotaciones adivinatorias, pues según él “cuando se cortan líneas de palabras el futuro se filtra”. Lo interesante es que el propio Burroughs inspiró a Genesis P-Orridge de Throbbing Gristle a utilizarlo en 1971. También fue usada por David Bowie en algunas de las letras de sus canciones, así como por Thom Yorke de Radiohead.

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En “Hate Is Forever” nos encontramos ante una composición con reminiscencias de Godflesh o incluso de Nine Inch Nails, aunque más ácida. Otro brutal empujón hacia un destino atemorizante. “The Hand Of Death” hace que todo se torne estridentemente insano, enfatizando el aspecto noise, hasta que la pista homónima al álbum resulta disruptiva en la forma de una melancólica canción folk, en la veta southern gothic o dark country de Townes Van Zandt. “Iron Sight Halo” vuelve a ponernos en un territorio tecnológicamente destructivo, lujuriosamente aniquilador. Y así debía ser, para dar fin a un disco perturbador y plagado de tensiones. Un trabajo muy recomendable para el público amante de la música industrial.