


Mis botas de todas partes, gastadas y domadas, marcaban el compás de mi impaciencia. Llevaba horas esperando este momento con la camiseta de mi banda favorita pegada al pecho y la bolsa de la cámara llena de ilusión. La cola serpenteaba hacia la entrada de la Copérnico, un laberinto de cuerpos que comparten mi misma obsesión. La música, aún lejana, banda sonora de mi adrenalina. Esta noche, el punk será mi religión y La Inquisición, mi profeta.
El bolo empezó con YovoY, la banda propone una música muy personal, sin batería, las bases de los temas se lanzan pregrabadas por línea mientras que bajo, guitarra y voz sí son en directo. Los músicos estuvieron entregados y se notó la conexión entre los tres. Se nota que disfrutan tocando y la energía llegó al público que ya iba entrando al local poco a poco. Las luces fueron más bien escasas dejando en penumbra a la banda y dificultando las fotos. El sonido estuvo bastante alto y no se separaron en exceso los elementos dejando todo bastante espeso, como una bola, siendo complicado en tramos escuchar la voz. El público no se resistía a los ritmos de YovoY y agitaban sus cuerpos o movían la cabeza. En resumen un buen arranque de la noche.
Siguieron los de Ventura La Muerte. Puntuales, arrancaron con muchísima rabia y contundencia. Se les vio super motivados durante todo el bolo sin dejar de clavar las notas. Cuando una banda sube al escenario como si fuera su último concierto, el público recibe una golpe y le obliga a devolver el gesto, sumando todo, el resultado es un ambiente espectacular. Puños al aire, pogos, letras cantadas a pulmón… la cercanía del escenario también ayuda, sintiendo la música como tuya. La luz mejoró añadiendo haces de colores, los lados seguían oscuros y la batería enterrada, en conjunto mejor y salvo que seas fotógrafo nada molesto. El sonido también mejoró, si bien seguía siendo bastante “bola” en conjunto siendo complicado escuchar bien separados los instrumentos y la voz. En conjunto un gran concierto y tanto público como banda se despidieron con ganas de más, prometiendo repetir en un futuro.
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La Inquisición también cumplió horario y arrancó con los gritos de emoción del público. Las ganas de verles a penas se contenían en las primeras filas y ya comenzaron los primeros empujones para animar a la banda. Con una pose al estilo de Cristo crucificado y de espaldas, Rubén (voz), dejaba que la masa se alterase al ritmo de los primeros compases para girar con toda la fuerza y comenzar a cantar a la cara de cada uno de los espectadores, se acercó y saludó, bendijo, personalidad y carácter a cada segundo, por no hablar de su capacidad interpretativa que se mantuvo perfecta durante todo el setlist. Al tiempo Rau (bajo) marcaba el ritmo con precisión seguido por Willy (batería) que no paraba de poner caras y corear los temas, es un reloj en la batería sin desfallecer ni un segundo. Por su parte, Alex (guitarra), algo más estático, clavaba cada riff siguiendo los coros y dejando pasajes de auténtico virtuosismo.
La luz mejoró por completo dejando momentos de gran belleza con haces bien definidos y momentos con distintos tonos sin que ninguno predominara. Casi sin zonas oscuras solo cuando los músicos se acercaban al borde del escenario que estaba completamente oscuro. El sonido también mejoró, dejando bien separados los instrumentos entre sí y permitiendo a la voz brillar. Es un gusto cuando se puede disfrutar del bajo, deleitarse de la guitarra y sentir la batería en el pecho mientras escuchas cada palabra con claridad. La fiesta en la pista no paró ni un segundo, tema por tema, fueron protagonistas con un coro permanente, brazos al aire, saltos y por supuesto pogos y empujones en una expresión total de felicidad. Me encantó ver la gran variedad de género, estilos y edades entre el público, unidos por las letras, los mensajes de La Inquisición que no dejan un palo sin dar, un tema sin tratar y todo con una personalidad palpable a la que es fácil unirse levantando el puño.
Creo que el setlist estuvo muy bien elegido, tanto en qué como en el orden, pasando por canciones más rápidas a otras algo menos y siempre con la intensidad y velocidad que define el género y la banda. Hubo más de un crowdsurfer y las risas estuvieron más que presentes. Rubén se acercaba de cuando en cuando a saludar a conocidos o fans, se abrazaba a ellos y se formaban pequeñas piñas coreando al micro las líneas como en “Rosa de mort” o “Verte amanecer”. Super coreada también “Falsos profetas” o “Verano”.
En la percha se sigue comentado el bolazo que hemos vivido, poco a poco abandonó el local, en la penumbra de la calle, mientras la multitud se dispersaba me quedé un momento mirando hacia la sala, paralizado. Más que un concierto, había sido una catarsis colectiva, un grito liberador, la música como mantra.



Mis botas de todas partes, gastadas y domadas, marcaban el compás de mi impaciencia. Llevaba horas esperando este momento con la camiseta de mi banda favorita pegada al pecho y la bolsa de la cámara llena de ilusión. La cola serpenteaba hacia la entrada de la Copérnico, un laberinto de cuerpos que comparten mi misma obsesión. La música, aún lejana, banda sonora de mi adrenalina. Esta noche, el punk será mi religión y La Inquisición, mi profeta.
El bolo empezó con YovoY, la banda propone una música muy personal, sin batería, las bases de los temas se lanzan pregrabadas por línea mientras que bajo, guitarra y voz sí son en directo. Los músicos estuvieron entregados y se notó la conexión entre los tres. Se nota que disfrutan tocando y la energía llegó al público que ya iba entrando al local poco a poco. Las luces fueron más bien escasas dejando en penumbra a la banda y dificultando las fotos. El sonido estuvo bastante alto y no se separaron en exceso los elementos dejando todo bastante espeso, como una bola, siendo complicado en tramos escuchar la voz. El público no se resistía a los ritmos de YovoY y agitaban sus cuerpos o movían la cabeza. En resumen un buen arranque de la noche.
Siguieron los de Ventura La Muerte. Puntuales, arrancaron con muchísima rabia y contundencia. Se les vio super motivados durante todo el bolo sin dejar de clavar las notas. Cuando una banda sube al escenario como si fuera su último concierto, el público recibe una golpe y le obliga a devolver el gesto, sumando todo, el resultado es un ambiente espectacular. Puños al aire, pogos, letras cantadas a pulmón… la cercanía del escenario también ayuda, sintiendo la música como tuya. La luz mejoró añadiendo haces de colores, los lados seguían oscuros y la batería enterrada, en conjunto mejor y salvo que seas fotógrafo nada molesto. El sonido también mejoró, si bien seguía siendo bastante “bola” en conjunto siendo complicado escuchar bien separados los instrumentos y la voz. En conjunto un gran concierto y tanto público como banda se despidieron con ganas de más, prometiendo repetir en un futuro.
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La Inquisición también cumplió horario y arrancó con los gritos de emoción del público. Las ganas de verles a penas se contenían en las primeras filas y ya comenzaron los primeros empujones para animar a la banda. Con una pose al estilo de Cristo crucificado y de espaldas, Rubén (voz), dejaba que la masa se alterase al ritmo de los primeros compases para girar con toda la fuerza y comenzar a cantar a la cara de cada uno de los espectadores, se acercó y saludó, bendijo, personalidad y carácter a cada segundo, por no hablar de su capacidad interpretativa que se mantuvo perfecta durante todo el setlist. Al tiempo Rau (bajo) marcaba el ritmo con precisión seguido por Willy (batería) que no paraba de poner caras y corear los temas, es un reloj en la batería sin desfallecer ni un segundo. Por su parte, Alex (guitarra), algo más estático, clavaba cada riff siguiendo los coros y dejando pasajes de auténtico virtuosismo.
La luz mejoró por completo dejando momentos de gran belleza con haces bien definidos y momentos con distintos tonos sin que ninguno predominara. Casi sin zonas oscuras solo cuando los músicos se acercaban al borde del escenario que estaba completamente oscuro. El sonido también mejoró, dejando bien separados los instrumentos entre sí y permitiendo a la voz brillar. Es un gusto cuando se puede disfrutar del bajo, deleitarse de la guitarra y sentir la batería en el pecho mientras escuchas cada palabra con claridad. La fiesta en la pista no paró ni un segundo, tema por tema, fueron protagonistas con un coro permanente, brazos al aire, saltos y por supuesto pogos y empujones en una expresión total de felicidad. Me encantó ver la gran variedad de género, estilos y edades entre el público, unidos por las letras, los mensajes de La Inquisición que no dejan un palo sin dar, un tema sin tratar y todo con una personalidad palpable a la que es fácil unirse levantando el puño.
Creo que el setlist estuvo muy bien elegido, tanto en qué como en el orden, pasando por canciones más rápidas a otras algo menos y siempre con la intensidad y velocidad que define el género y la banda. Hubo más de un crowdsurfer y las risas estuvieron más que presentes. Rubén se acercaba de cuando en cuando a saludar a conocidos o fans, se abrazaba a ellos y se formaban pequeñas piñas coreando al micro las líneas como en “Rosa de mort” o “Verte amanecer”. Super coreada también “Falsos profetas” o “Verano”.
En la percha se sigue comentado el bolazo que hemos vivido, poco a poco abandonó el local, en la penumbra de la calle, mientras la multitud se dispersaba me quedé un momento mirando hacia la sala, paralizado. Más que un concierto, había sido una catarsis colectiva, un grito liberador, la música como mantra.