La tarde del 14 de septiembre, la sala La Riviera se transformó en un auténtico volcán a punto de erupcionar. Desde que llegué y vi la cola que hacía esquina en la entrada, supe que sería una buena noche para el metal. Según cruzaba las puertas de la sala el rugido de la multitud que ya estaba llenando las primeras filas me subió la energía. En el escenario el ajetreo habitual de los técnicos mientras la pantalla mostraba el cartel de la gira con un diseño rodeado de fuego… épico. Puntual, a las 20, la energía desbordante de Leo Jiménez creó una atmósfera eléctrica que se palpaba en cada rincón de la sala que rozaba el lleno. El vocalista madrileño, con su voz inconfundible y un carisma arrollador, encabezó una celebración épica que marcó el 30 aniversario de una carrera musical llena de éxitos.
Acompañado por una banda de hierro, perfectamente engranada y con una energía desbordante, Leo Jiménez desplegó un repertorio que recorrió todos los rincones de su discografía y bandas. Cada nota, cada riff y cada golpe de batería eran una invitación a la euforia. La sección rítmica con Carlos Expósito (batería) y Patricio Babasasa (bajo), sólida como una roca, impulsaba a la multitud hacia adelante, contagiando la alegría constante que transmitía con sus saltos, cabezazos y sonrisas; mientras las guitarras afiladas de Cristian Juárez y Rufo Cantero, dibujaban melodías épicas en constante dinamismo y mezclando a la perfección.
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Leo Jiménez, con su voz poderosa y su presencia escénica magnética, se convirtió en el alma de la fiesta, se notaba que tenía ganas, hizo alarde de todos sus gestos y expresiones, al gente le compraba todo y las tres horas fuero de conexión total con el público, a un nivel visceral, rozando lo fanñatico. Sus movimientos, sus gestos y cada palabra pronunciada eran recibidos con una ovación. Tuvo momentos de despiste que obligó a todos a reir, momentos más tiernos para presentar temas con mensaje y mucha guasa asegurando que se había propuesto cantar lo menos posible… running gag de la noche. La comunión entre artista y público fue absoluta, creando una experiencia inolvidable, a la altura de los 30 años.
La noche estuvo repleta de sorpresas y giros de guión. La lista de invitados de lujo que acompañaron a Leo Jiménez sobre el escenario fue un auténtico regalo para todos. José Pardial, con su voz potente y llena de sentimiento, elevó la intensidad de “Condenado” a cotas insospechadas. Patricia Tapia, con su voz cristalina y su energía desbordante, creó momentos mágicos junto a Leo en temas como “Volar” y “Mi otra Mitad”, la más entregada con el resto de la banda e invitados, regalando gestos de cariño, me pareció pieza clave del grupo. Zeta, con su carisma y versatilidad vocal, aportó un toque de frescura y originalidad a la noche, más estático que el resto, con la camiseta de su perro, no necesita grandes aspavientos para dejarnos a todos locos con su voz. Korpa, con su característico growl, inyectó una dosis de adrenalina a temas como “Soy Libertad”, Leo lo dijo muy claro “tiene 17 demonios dentro” es impresionante su vozarrón y la energía que metió a sus intervenciones. Pablo García, con sus solos de guitarra virtuosos, demostró por qué es uno de los guitarristas más respetados de la escena, super aplaudido y muy querido. Rubén Kelsen, con su voz emotiva, conmovió a todos con su interpretación de “Parte de Mí”. Toni Mero Mero y José Andrëa, con su experiencia y energía, pusieron el broche de oro a una noche llena de caras conocidas dando dinamismo al largo show.
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Fue largo pero no creo que nadie se cansara, está muy bien llevado el concierto, con sus cambios, pasando de altas montañas a extensos valles para remontar de nuevo en una vertiginosa caída. Es lo que tiene llevar tanto tiempo y tan bueno en la música. El setlist fue un viaje a través de la historia musical de Leo Jiménez, desde los clásicos de Saratoga y Stravaganzza hasta los temas más recientes de su proyecto en solitario. El público coreó a todo pulmón himnos como “Vientos de Guerra”, “Perro Traidor” y “Hijo de la Luna”, mientras que las sorpresas como “Cielo e Infierno” y la versión de “El Lago” junto a José Andrëa a la guitarra (otro invitado más) dejaron a todos boquiabiertos, ese solo no está a la altura de todos. Los momentos más emotivos llegaron con canciones como “Llévame” y “Vuela Alto”, que conectaron con el corazón de los presentes. El cierre del concierto fue una licencia total por parte de los artista que fusionaron canciones pop o del rock para hacer mash up originales. Creo que a nadie le molestó y vi una sala sarta y corea los temas como el resto de la noche. Tocaron en una versión rockera que le pega todo “Que te quería” de La Quinta Estación, mezclaron para sorpresa de todos “The Trooper” de los Maiden con “Beat it” de Michael Jackson o “S&M” de Rihanna y cerrando con el himno de Black Sabbath “Neon Knights” con todo el elenco sobre el escenario para despedir…
En resumen, la noche del 14 de septiembre quedará grabada en la memoria de todos los asistentes como una de las más intensas y emocionantes. Leo Jiménez y su banda demostraron, una vez más y durante 3 horas, por qué son una de las fuerzas más importantes del rock español.
La tarde del 14 de septiembre, la sala La Riviera se transformó en un auténtico volcán a punto de erupcionar. Desde que llegué y vi la cola que hacía esquina en la entrada, supe que sería una buena noche para el metal. Según cruzaba las puertas de la sala el rugido de la multitud que ya estaba llenando las primeras filas me subió la energía. En el escenario el ajetreo habitual de los técnicos mientras la pantalla mostraba el cartel de la gira con un diseño rodeado de fuego… épico. Puntual, a las 20, la energía desbordante de Leo Jiménez creó una atmósfera eléctrica que se palpaba en cada rincón de la sala que rozaba el lleno. El vocalista madrileño, con su voz inconfundible y un carisma arrollador, encabezó una celebración épica que marcó el 30 aniversario de una carrera musical llena de éxitos.
Acompañado por una banda de hierro, perfectamente engranada y con una energía desbordante, Leo Jiménez desplegó un repertorio que recorrió todos los rincones de su discografía y bandas. Cada nota, cada riff y cada golpe de batería eran una invitación a la euforia. La sección rítmica con Carlos Expósito (batería) y Patricio Babasasa (bajo), sólida como una roca, impulsaba a la multitud hacia adelante, contagiando la alegría constante que transmitía con sus saltos, cabezazos y sonrisas; mientras las guitarras afiladas de Cristian Juárez y Rufo Cantero, dibujaban melodías épicas en constante dinamismo y mezclando a la perfección.
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Leo Jiménez, con su voz poderosa y su presencia escénica magnética, se convirtió en el alma de la fiesta, se notaba que tenía ganas, hizo alarde de todos sus gestos y expresiones, al gente le compraba todo y las tres horas fuero de conexión total con el público, a un nivel visceral, rozando lo fanñatico. Sus movimientos, sus gestos y cada palabra pronunciada eran recibidos con una ovación. Tuvo momentos de despiste que obligó a todos a reir, momentos más tiernos para presentar temas con mensaje y mucha guasa asegurando que se había propuesto cantar lo menos posible… running gag de la noche. La comunión entre artista y público fue absoluta, creando una experiencia inolvidable, a la altura de los 30 años.
La noche estuvo repleta de sorpresas y giros de guión. La lista de invitados de lujo que acompañaron a Leo Jiménez sobre el escenario fue un auténtico regalo para todos. José Pardial, con su voz potente y llena de sentimiento, elevó la intensidad de “Condenado” a cotas insospechadas. Patricia Tapia, con su voz cristalina y su energía desbordante, creó momentos mágicos junto a Leo en temas como “Volar” y “Mi otra Mitad”, la más entregada con el resto de la banda e invitados, regalando gestos de cariño, me pareció pieza clave del grupo. Zeta, con su carisma y versatilidad vocal, aportó un toque de frescura y originalidad a la noche, más estático que el resto, con la camiseta de su perro, no necesita grandes aspavientos para dejarnos a todos locos con su voz. Korpa, con su característico growl, inyectó una dosis de adrenalina a temas como “Soy Libertad”, Leo lo dijo muy claro “tiene 17 demonios dentro” es impresionante su vozarrón y la energía que metió a sus intervenciones. Pablo García, con sus solos de guitarra virtuosos, demostró por qué es uno de los guitarristas más respetados de la escena, super aplaudido y muy querido. Rubén Kelsen, con su voz emotiva, conmovió a todos con su interpretación de “Parte de Mí”. Toni Mero Mero y José Andrëa, con su experiencia y energía, pusieron el broche de oro a una noche llena de caras conocidas dando dinamismo al largo show.
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Fue largo pero no creo que nadie se cansara, está muy bien llevado el concierto, con sus cambios, pasando de altas montañas a extensos valles para remontar de nuevo en una vertiginosa caída. Es lo que tiene llevar tanto tiempo y tan bueno en la música. El setlist fue un viaje a través de la historia musical de Leo Jiménez, desde los clásicos de Saratoga y Stravaganzza hasta los temas más recientes de su proyecto en solitario. El público coreó a todo pulmón himnos como “Vientos de Guerra”, “Perro Traidor” y “Hijo de la Luna”, mientras que las sorpresas como “Cielo e Infierno” y la versión de “El Lago” junto a José Andrëa a la guitarra (otro invitado más) dejaron a todos boquiabiertos, ese solo no está a la altura de todos. Los momentos más emotivos llegaron con canciones como “Llévame” y “Vuela Alto”, que conectaron con el corazón de los presentes. El cierre del concierto fue una licencia total por parte de los artista que fusionaron canciones pop o del rock para hacer mash up originales. Creo que a nadie le molestó y vi una sala sarta y corea los temas como el resto de la noche. Tocaron en una versión rockera que le pega todo “Que te quería” de La Quinta Estación, mezclaron para sorpresa de todos “The Trooper” de los Maiden con “Beat it” de Michael Jackson o “S&M” de Rihanna y cerrando con el himno de Black Sabbath “Neon Knights” con todo el elenco sobre el escenario para despedir…
En resumen, la noche del 14 de septiembre quedará grabada en la memoria de todos los asistentes como una de las más intensas y emocionantes. Leo Jiménez y su banda demostraron, una vez más y durante 3 horas, por qué son una de las fuerzas más importantes del rock español.