Faltaban pocos minutos para las 9 de la noche cuando desde adentro del Foro Independencia una voz profesaba que ya no había más boletos. Ninguna sorpresa, pues momentos antes alguien se había acercado a nuestro grupo de gente comentando que lo más probable es que no fuera a entrar al concierto. La persona en cuestión se había “dormido” y dejado la compra de su pase para el último momento. ¿Y cómo culparlo? Este pinche foro nunca se ha llenado, ni con Mayhem, ni con Watain, ni con Batushka, ni con un largo etcétera. ¿Cómo suponer que una banda local pondría a rebosar el recinto?
Ni modo carnal. No te tocaba. Al filo de las 21hrs, Garigoles, aquella banda tapatía, pionera del punk proto-Pxndx comenzaba a tocar los primeros acordes de su set para el alivio de muchos: el orden de las dos bandas se iba a resolver por volado y para la preferencia de varios, los enmascarados habían resultado los primeros. Y no es que estuviera mal, pero todos habían asistido para rendir su tributo a Los Rucos de la Terraza.
Los Rucos son algo así como una institución en Guadalajara. Unas leyendas locales que desde el 2008 hicieron de las suyas presentándonos una mezcla de géneros y sinsabores dignos de una película de ficheras. Con su autodenominado “ranch metal” (y más bien una mezcla avant-garde de blues, punk, thrash metal y cumbias, por nombrar algunos estilos) y un humor ácido, mugroso y depravado, por decir lo menos, se adueñaron de los corazones de varios y las antipatías de muchos otros a lo largo de sus más de 14 años de existencia.
Es difícil (aunque divertido) tratar de explicar un show de estos herejes para los no iniciados. Basta con mencionar que el resultado final venía siendo lo mismo que ir a ver una repugnante banda de vagabunos y payasitos de la calle, con muchos toques de GG Allin y un ambiente a lo Lucha Mexicana; tocadas de leyenda, en donde lo mismo daba aventar latas a los músicos sobre el escenario, así como estos regresarte la asquerosidad a modo de cabezas de cerdos, pollos crudos destazados, mucho chile chamoy y alcohol de dudosa procedencia. Cuando la agrupación liderada por aquel cristo cricoso llamado Siddartha Martínez anunciaron su “funeral” e inminente fuga al inframundo del rock nacional (es decir, una retirada de los escenarios y la grabación), muchos sabían que esta era una de las posibles últimas ocasiones para presenciar su show.
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Justo después de los Garigoles, buena parte del público que se encontraba tomando y drogándose en la terraza del foro empezaron de a poco (y algunos un poco más rápido) a inundar la sala. La gente que quisiera aprovechar todos los fluidos de los malvivientes tomaban su lugar al centro y frente, mientras que los demás tomaban su respectiva distancia, ya fuera resignada o deliberadamente.
Su entrada al escenario casi siempre ha carecido de demasiado esplendor, quizás a propósito o quizás por falta de interés, Los Rucos fueron tomando sus respectivos lugares sin mucha ceremonia. Al ritmo del Ruco Pawer, Bien Maciza y Asesino el ambiente se iba tornando cada vez más y más eufórico. Sin embargo, desde entonces se pudo notar que el Foro Independencia no era el mejor lugar para esta banda.
La falta de un vestuario o escenografía especial para el evento (como había sucedido en ocasiones anteriores) se hizo notar casi de inmediato. El venue, con su baja altura, espacio encerrado y rigidez dio para uno de los eventos con menos sorpresas que este corresponsal ha visto cuando de Los Rucos se trata. Este agridulce sentimiento fue menguando conforme Trafique y Trafique empezaba con su jocosa melodía de órganos seguida por el nuevo clásico La Que Fuma Van Damme, Nomás por Feo con su cabeza de cerdo volando por los aires y el etílico ambiente de La Teporocha, alcanzando su cenit con la Vírgen Sangrineta de Viernes de Ciclo Menstrual, momento exacto en el que todo se convirtió en una gran pachanga.
Playeras fuera, olor a mota, putazos y sangre falsa corrían a borbotones para cuando Siddartha profesaba que “se siente bien perro Matar al Patrón”, hasta que una vez más el foro nos recordó sus limitaciones, fallando en el sonido justo cuando el mayor himno de los depravados era proferido al ritmo de Tus Pinchis Shishotas.
Para cuando los problemas cesaron y la canción pudo reanudarse, le llegó el turno a Los viejos Rucos de la Terraza. A manera de tributo por su importante colaboración en el primer disco Katabuum!!!, los miembros fundadores de este proyecto reemplazaron uno a uno a Masturberto, los hermanos Arteaga y El Padrino para interpretar los temas Caguamón Loco y Mucha Cerveza Obscura.
Al término, una decepción: lo que en algún momento fue uno de los actos más atrevidos de Los Rucos; el encendido de un torito de fuegos artificiales, se convirtió en un ritual acartonado y un tanto forzado al sacar el peligroso aparato a la terraza del evento, en donde jaló poca gente y los fuegos quemaron por poco tiempo. Tristemente la chispa se apagaba mientras a lo lejos la banda cantaba el tradicional “Masturberto, masturberto… Es de Yahualica, es de Yahualica”.
Los ánimos reavivaron una vez más al reingreso con Ande mi Cabrón, la inédita Chacal, Sandwichesco Hermano Cósmico y Cárgueme la Verga, al término de la cual los miembros de Garigoles subían al escenario para la última colaboración de la noche interpretando Por mis Perros y Cholos de Nacozari, para tristemente finalizar el concierto sin ninguna baja (pero sí con tributo a los caídos) con Señor ten Piedad y Buen Peñenguán, terminando así el recorrido de Los Rucos por el plano de Los Vivos.
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Al final, presenciar uno de estos conciertos se siente como deben de haberse sentido las últimas personas que vieron a Toncho Pilatos o El Personal en concierto. Uno de esos proyectos que llegan cada 20 o 30 años. Esperando firmemente que este sea más un hasta pronto que un hasta siempre, no queda más que seguirle chingando, pues bien dice la canción “si va a valer verga… valga verga con honor!”
Galería de fotos por Iván V. López
Faltaban pocos minutos para las 9 de la noche cuando desde adentro del Foro Independencia una voz profesaba que ya no había más boletos. Ninguna sorpresa, pues momentos antes alguien se había acercado a nuestro grupo de gente comentando que lo más probable es que no fuera a entrar al concierto. La persona en cuestión se había “dormido” y dejado la compra de su pase para el último momento. ¿Y cómo culparlo? Este pinche foro nunca se ha llenado, ni con Mayhem, ni con Watain, ni con Batushka, ni con un largo etcétera. ¿Cómo suponer que una banda local pondría a rebosar el recinto?
Ni modo carnal. No te tocaba. Al filo de las 21hrs, Garigoles, aquella banda tapatía, pionera del punk proto-Pxndx comenzaba a tocar los primeros acordes de su set para el alivio de muchos: el orden de las dos bandas se iba a resolver por volado y para la preferencia de varios, los enmascarados habían resultado los primeros. Y no es que estuviera mal, pero todos habían asistido para rendir su tributo a Los Rucos de la Terraza.
Los Rucos son algo así como una institución en Guadalajara. Unas leyendas locales que desde el 2008 hicieron de las suyas presentándonos una mezcla de géneros y sinsabores dignos de una película de ficheras. Con su autodenominado “ranch metal” (y más bien una mezcla avant-garde de blues, punk, thrash metal y cumbias, por nombrar algunos estilos) y un humor ácido, mugroso y depravado, por decir lo menos, se adueñaron de los corazones de varios y las antipatías de muchos otros a lo largo de sus más de 14 años de existencia.
Es difícil (aunque divertido) tratar de explicar un show de estos herejes para los no iniciados. Basta con mencionar que el resultado final venía siendo lo mismo que ir a ver una repugnante banda de vagabunos y payasitos de la calle, con muchos toques de GG Allin y un ambiente a lo Lucha Mexicana; tocadas de leyenda, en donde lo mismo daba aventar latas a los músicos sobre el escenario, así como estos regresarte la asquerosidad a modo de cabezas de cerdos, pollos crudos destazados, mucho chile chamoy y alcohol de dudosa procedencia. Cuando la agrupación liderada por aquel cristo cricoso llamado Siddartha Martínez anunciaron su “funeral” e inminente fuga al inframundo del rock nacional (es decir, una retirada de los escenarios y la grabación), muchos sabían que esta era una de las posibles últimas ocasiones para presenciar su show.
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Justo después de los Garigoles, buena parte del público que se encontraba tomando y drogándose en la terraza del foro empezaron de a poco (y algunos un poco más rápido) a inundar la sala. La gente que quisiera aprovechar todos los fluidos de los malvivientes tomaban su lugar al centro y frente, mientras que los demás tomaban su respectiva distancia, ya fuera resignada o deliberadamente.
Su entrada al escenario casi siempre ha carecido de demasiado esplendor, quizás a propósito o quizás por falta de interés, Los Rucos fueron tomando sus respectivos lugares sin mucha ceremonia. Al ritmo del Ruco Pawer, Bien Maciza y Asesino el ambiente se iba tornando cada vez más y más eufórico. Sin embargo, desde entonces se pudo notar que el Foro Independencia no era el mejor lugar para esta banda.
La falta de un vestuario o escenografía especial para el evento (como había sucedido en ocasiones anteriores) se hizo notar casi de inmediato. El venue, con su baja altura, espacio encerrado y rigidez dio para uno de los eventos con menos sorpresas que este corresponsal ha visto cuando de Los Rucos se trata. Este agridulce sentimiento fue menguando conforme Trafique y Trafique empezaba con su jocosa melodía de órganos seguida por el nuevo clásico La Que Fuma Van Damme, Nomás por Feo con su cabeza de cerdo volando por los aires y el etílico ambiente de La Teporocha, alcanzando su cenit con la Vírgen Sangrineta de Viernes de Ciclo Menstrual, momento exacto en el que todo se convirtió en una gran pachanga.
Playeras fuera, olor a mota, putazos y sangre falsa corrían a borbotones para cuando Siddartha profesaba que “se siente bien perro Matar al Patrón”, hasta que una vez más el foro nos recordó sus limitaciones, fallando en el sonido justo cuando el mayor himno de los depravados era proferido al ritmo de Tus Pinchis Shishotas.
Para cuando los problemas cesaron y la canción pudo reanudarse, le llegó el turno a Los viejos Rucos de la Terraza. A manera de tributo por su importante colaboración en el primer disco Katabuum!!!, los miembros fundadores de este proyecto reemplazaron uno a uno a Masturberto, los hermanos Arteaga y El Padrino para interpretar los temas Caguamón Loco y Mucha Cerveza Obscura.
Al término, una decepción: lo que en algún momento fue uno de los actos más atrevidos de Los Rucos; el encendido de un torito de fuegos artificiales, se convirtió en un ritual acartonado y un tanto forzado al sacar el peligroso aparato a la terraza del evento, en donde jaló poca gente y los fuegos quemaron por poco tiempo. Tristemente la chispa se apagaba mientras a lo lejos la banda cantaba el tradicional “Masturberto, masturberto… Es de Yahualica, es de Yahualica”.
Los ánimos reavivaron una vez más al reingreso con Ande mi Cabrón, la inédita Chacal, Sandwichesco Hermano Cósmico y Cárgueme la Verga, al término de la cual los miembros de Garigoles subían al escenario para la última colaboración de la noche interpretando Por mis Perros y Cholos de Nacozari, para tristemente finalizar el concierto sin ninguna baja (pero sí con tributo a los caídos) con Señor ten Piedad y Buen Peñenguán, terminando así el recorrido de Los Rucos por el plano de Los Vivos.
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Al final, presenciar uno de estos conciertos se siente como deben de haberse sentido las últimas personas que vieron a Toncho Pilatos o El Personal en concierto. Uno de esos proyectos que llegan cada 20 o 30 años. Esperando firmemente que este sea más un hasta pronto que un hasta siempre, no queda más que seguirle chingando, pues bien dice la canción “si va a valer verga… valga verga con honor!”
Galería de fotos por Iván V. López