Með hamri (2022)
Norma Evangelium Diaboli
Tracklist:
1. Með hamri
2. Með harmi
3. Engin miskunn
4. Engin vorkunn
5. Blóðhefnd
6. Aftaka
El lanzamiento de álbumes en diciembre tiene algo de declaración de principios. Puede inferirse cierta intencionalidad de demostrar una falta de interés por ingresar en las listas de “lo mejor del año”, o incluso, desprecio por las reseñas. Cuando los medios especializados ya están cerrando el ciclo en curso, realmente hay que tener ganas de dedicarle tiempo a ediciones de último momento. Este disco vale la pena. Se trata del tercer álbum de Misþyrming, editado por el sello NoEvDia (Norma Evangelium Diaboli).
Islandia es una tierra tan idílica como tétrica, impresionante por donde se la mire y se la escuche. Allí supo nacer y prosperar un black metal sublime. Misþyrming, como la mayoría de los artistas de ese país, surgió de la ciudad capital, Reikiavik. Otros proyectos ya célebres provenientes de las mismas tierras son Svartidauði, Dynfari, Zhrine, Auðn, Mannveira, Kaleikr, Helfró y Nexion, por nombrar algunos, sin olvidar los inicios de Sólstafir.
La banda comenzó en 2013 y actualmente está constituida por Dagur Gíslason (voz, guitarra, piano y electrónica), Tómas Ísdal (guitarra y coros), Gústaf Evensen (bajo y coros) y Magnús Skúlason (batería). Sus dos discos anteriores fueron Söngvar elds og óreiðu (2015) y Algleymi (2019). En esas obras ya habían consolidado un sonido potente y elaborado, con una dosis precisa de brutalidad. Las letras acerca del sufrimiento, la muerte y el caos están escritas en islandés.
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“Með hamri” es un comienzo furioso, casi podría decirse, con reminiscencias de Slayer, hasta que una bruma corrosiva de blast beats y riffs retorcidos se nos viene encima. Hablando de ecos, también surge cierta cadencia hardcore, o hasta D-beat, que denota una apuesta por todo lo “old school”, algo que es confirmado por el solo de guitarra al estilo thrash. Este recorrido nostálgico es afirmado por la propia banda, que proclama, casi a modo de manifiesto, “el sonido del tacón de hierro del black metal pisoteando el rostro de la modernidad musical”, algo que no parecía ser así en sus trabajos anteriores. De hecho, el segundo track, “Með harmi”, ya suena bastante moderno, mucho más melódico, y recuerda a lo hecho por grupos como Mgła y Uada. El ritmo baja y las formas son menos vertiginosas, aunque la voz siempre es agresiva. Hay momentos de particular lentitud, con mayores espacios, a la vez que la electrónica adquiere preeminencia hacia el final.
“Engin miskunn” empieza con una actitud progresiva hasta que todo se acelera hacia el caos y retorna esa impresión de querer volver a la crudeza de las raíces. Sin embargo, el mérito de Misþyrming reside -irónicamente- en no hacerlo de una manera precaria: es imposible desprenderse del hecho de ser una banda relativamente nueva y profesional, con todo lo que eso implica. Lo que sí consiguen, entonces, es una síntesis, una música que emerge desde el presente, con una simpatía clara por el pasado. La incorporación del elemento noise, que regresa en este track, da la pauta de tal combinación.
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Luego, “Engin vorkunn” marca un cambio significativo, con un inicio ritual que abre paso a una canción de bastante groove, que lleva a un headbanging compulsivo y vuelve a remitir a referencias contemporáneas dentro del género. Todo se desarrolla acompañado por algo similar a un susurrante “coro” misterioso. La batería casi marcial de “Blóðhefnd” sorprende y es bienvenida. Se va construyendo la composición muy despacio, con la incorporación de cada nuevo elemento. Lo interesante es que todo es bastante monótono, hasta que irrumpe -ahora sí- un coro en sentido estricto, casi angelical, totalmente alejado de la explosión que se podría haber anticipado.
El piano que inaugura “Aftaka” es grave y opresivo. Después aparecen las guitarras con una sonoridad perforante y un bajo que se impone. La percusión vuelve a tener ímpetu ceremonial para finalmente dejar que se desplieguen los oscuros riffs de otro track avasallante. A medida que va terminando, la canción expone el riff principal (y algunas variaciones del mismo) en todo su esplendor, alternándolo con momentos cataclísmicos. Así culmina un álbum excelente, de poco más de 43 minutos, que -a pesar de todo- había que reseñar en diciembre.
Með hamri (2022)
Norma Evangelium Diaboli
Tracklist:
1. Með hamri
2. Með harmi
3. Engin miskunn
4. Engin vorkunn
5. Blóðhefnd
6. Aftaka
El lanzamiento de álbumes en diciembre tiene algo de declaración de principios. Puede inferirse cierta intencionalidad de demostrar una falta de interés por ingresar en las listas de “lo mejor del año”, o incluso, desprecio por las reseñas. Cuando los medios especializados ya están cerrando el ciclo en curso, realmente hay que tener ganas de dedicarle tiempo a ediciones de último momento. Este disco vale la pena. Se trata del tercer álbum de Misþyrming, editado por el sello NoEvDia (Norma Evangelium Diaboli).
Islandia es una tierra tan idílica como tétrica, impresionante por donde se la mire y se la escuche. Allí supo nacer y prosperar un black metal sublime. Misþyrming, como la mayoría de los artistas de ese país, surgió de la ciudad capital, Reikiavik. Otros proyectos ya célebres provenientes de las mismas tierras son Svartidauði, Dynfari, Zhrine, Auðn, Mannveira, Kaleikr, Helfró y Nexion, por nombrar algunos, sin olvidar los inicios de Sólstafir.
La banda comenzó en 2013 y actualmente está constituida por Dagur Gíslason (voz, guitarra, piano y electrónica), Tómas Ísdal (guitarra y coros), Gústaf Evensen (bajo y coros) y Magnús Skúlason (batería). Sus dos discos anteriores fueron Söngvar elds og óreiðu (2015) y Algleymi (2019). En esas obras ya habían consolidado un sonido potente y elaborado, con una dosis precisa de brutalidad. Las letras acerca del sufrimiento, la muerte y el caos están escritas en islandés.
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“Með hamri” es un comienzo furioso, casi podría decirse, con reminiscencias de Slayer, hasta que una bruma corrosiva de blast beats y riffs retorcidos se nos viene encima. Hablando de ecos, también surge cierta cadencia hardcore, o hasta D-beat, que denota una apuesta por todo lo “old school”, algo que es confirmado por el solo de guitarra al estilo thrash. Este recorrido nostálgico es afirmado por la propia banda, que proclama, casi a modo de manifiesto, “el sonido del tacón de hierro del black metal pisoteando el rostro de la modernidad musical”, algo que no parecía ser así en sus trabajos anteriores. De hecho, el segundo track, “Með harmi”, ya suena bastante moderno, mucho más melódico, y recuerda a lo hecho por grupos como Mgła y Uada. El ritmo baja y las formas son menos vertiginosas, aunque la voz siempre es agresiva. Hay momentos de particular lentitud, con mayores espacios, a la vez que la electrónica adquiere preeminencia hacia el final.
“Engin miskunn” empieza con una actitud progresiva hasta que todo se acelera hacia el caos y retorna esa impresión de querer volver a la crudeza de las raíces. Sin embargo, el mérito de Misþyrming reside -irónicamente- en no hacerlo de una manera precaria: es imposible desprenderse del hecho de ser una banda relativamente nueva y profesional, con todo lo que eso implica. Lo que sí consiguen, entonces, es una síntesis, una música que emerge desde el presente, con una simpatía clara por el pasado. La incorporación del elemento noise, que regresa en este track, da la pauta de tal combinación.
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Luego, “Engin vorkunn” marca un cambio significativo, con un inicio ritual que abre paso a una canción de bastante groove, que lleva a un headbanging compulsivo y vuelve a remitir a referencias contemporáneas dentro del género. Todo se desarrolla acompañado por algo similar a un susurrante “coro” misterioso. La batería casi marcial de “Blóðhefnd” sorprende y es bienvenida. Se va construyendo la composición muy despacio, con la incorporación de cada nuevo elemento. Lo interesante es que todo es bastante monótono, hasta que irrumpe -ahora sí- un coro en sentido estricto, casi angelical, totalmente alejado de la explosión que se podría haber anticipado.
El piano que inaugura “Aftaka” es grave y opresivo. Después aparecen las guitarras con una sonoridad perforante y un bajo que se impone. La percusión vuelve a tener ímpetu ceremonial para finalmente dejar que se desplieguen los oscuros riffs de otro track avasallante. A medida que va terminando, la canción expone el riff principal (y algunas variaciones del mismo) en todo su esplendor, alternándolo con momentos cataclísmicos. Así culmina un álbum excelente, de poco más de 43 minutos, que -a pesar de todo- había que reseñar en diciembre.