

Crónica y fotos: Juli G. López
La puntualidad y organización del Madrid Death Fest fueron impecables en la jornada del pasado domingo 26 de enero. La sala Godfather, en Vallecas, nos recibió con un ambiente oscuro y vibrante para una noche de brutalidad sonora. Desde Portugal, Nihility aterrizaba por primera vez en Madrid, acompañados por los locales Sadistic Christ, quienes se encargarían de abrir la velada. Con una sala bien acondicionada y un público ávido de metal extremo, la atmósfera prometía ser inolvidable.
Los primeros en tomar el escenario fueron los madrileños Sadistic Christ, una agrupación de blackened death metal con integrantes españoles y venezolanos. Su sonido, afilado y demoledor, resonó con una potencia abrumadora. La banda venía presentando su más reciente trabajo, Carnal Desecration (2024), un disco que encapsula la esencia más cruda y despiadada del género. El público, además de demostrar un conocimiento profundo de la banda, acompañó con fervor cada tema, convirtiendo la sala en un verdadero templo de la blasfemia sonora.
El plato fuerte de la noche llegó con Nihility, quienes debutaban en Madrid con un set cargado de oscuridad y precisión técnica. Su ejecución fue impecable, con un sonido aún más pulido que el de sus predecesores. Desde el primer acorde, lograron capturar la atención del público, que no dudó en sumarse al frenesí del mosh pit. Incluso hubo un momento de complicidad cuando los asistentes pidieron al vocalista que hablara en portugués en lugar de inglés, demostrando así la conexión inmediata que la banda logró establecer con la audiencia madrileña.
Más allá del talento de ambas agrupaciones, la puesta en escena y el apartado técnico jugaron un papel fundamental. La iluminación estuvo a la altura de la brutalidad sonora, mientras que el sonido se mantuvo impecable durante toda la noche, gracias al trabajo excepcional del técnico de sonido del recinto. Si bien ambas bandas se enmarcan dentro del death metal, las influencias del black metal fueron evidentes en su propuesta, aportando matices oscuros que elevaron aún más la experiencia. Sin duda, una noche que reafirmó la fuerza del metal extremo en la capital.


Crónica y fotos: Juli G. López
La puntualidad y organización del Madrid Death Fest fueron impecables en la jornada del pasado domingo 26 de enero. La sala Godfather, en Vallecas, nos recibió con un ambiente oscuro y vibrante para una noche de brutalidad sonora. Desde Portugal, Nihility aterrizaba por primera vez en Madrid, acompañados por los locales Sadistic Christ, quienes se encargarían de abrir la velada. Con una sala bien acondicionada y un público ávido de metal extremo, la atmósfera prometía ser inolvidable.
Los primeros en tomar el escenario fueron los madrileños Sadistic Christ, una agrupación de blackened death metal con integrantes españoles y venezolanos. Su sonido, afilado y demoledor, resonó con una potencia abrumadora. La banda venía presentando su más reciente trabajo, Carnal Desecration (2024), un disco que encapsula la esencia más cruda y despiadada del género. El público, además de demostrar un conocimiento profundo de la banda, acompañó con fervor cada tema, convirtiendo la sala en un verdadero templo de la blasfemia sonora.
El plato fuerte de la noche llegó con Nihility, quienes debutaban en Madrid con un set cargado de oscuridad y precisión técnica. Su ejecución fue impecable, con un sonido aún más pulido que el de sus predecesores. Desde el primer acorde, lograron capturar la atención del público, que no dudó en sumarse al frenesí del mosh pit. Incluso hubo un momento de complicidad cuando los asistentes pidieron al vocalista que hablara en portugués en lugar de inglés, demostrando así la conexión inmediata que la banda logró establecer con la audiencia madrileña.
Más allá del talento de ambas agrupaciones, la puesta en escena y el apartado técnico jugaron un papel fundamental. La iluminación estuvo a la altura de la brutalidad sonora, mientras que el sonido se mantuvo impecable durante toda la noche, gracias al trabajo excepcional del técnico de sonido del recinto. Si bien ambas bandas se enmarcan dentro del death metal, las influencias del black metal fueron evidentes en su propuesta, aportando matices oscuros que elevaron aún más la experiencia. Sin duda, una noche que reafirmó la fuerza del metal extremo en la capital.