Sobrellevando las energías renovadas y el inevitable aroma a tierra mojada, nos adentramos en el tercer día de este huracán metálico en tierras gallegas, dispuesto a exprimir cada gota de sonido en los cuatro escenarios del Resurrection Fest, donde el metal despliega todas sus facetas, desde las más serenas hasta las más extremas.
La tarde comenzó con Teksuo, los asturianos que hicieron gala de un metalcore post-hardcore con tintes de cultura japonesa, preparando así el terreno para lo que vendría. Luego, la invasión nipona con Jiluka fue una explosión tanto musical como visual. Con trajes extravagantes y cabelleras rosas, los japoneses no solo tocaron sus acordes, sino que también capturaron cada mirada. Rui con su falda, Rico y su imponente coleta negra, y Sena con esos pantalones que dejaban ver sus piernas entrelazadas en hebras de cuero, presentaron un metalcore electrónico envuelto en el vistoso visual kei. Canciones como “S4vage”, “Blvck” y “Venom” fueron recibidas con euforia, culminando con “Suzaku” y “Ablaze”, dejando su sello indeleble en los corazones metálicos.
Sober, los madrileños, celebraron su 30 aniversario con un repertorio que abarcó desde sus inicios hasta los proyectos que los dividieron en Skizoo y Savia. La audiencia se rindió ante la cálida energía de Carlos Escobedo, cuya voz y guitarra fueron un vendaval de emociones. “Blancanieves”, el éxito “Arrepentido” y la impactante “Solo Estas Tú” resonaron poderosas, mientras Morti y Manu Reyes, en batería, deslumbraban. Una actuación memorable que fusionó pasado y presente, conectando profundamente con su leal audiencia.
Corey Taylor, un enamorado confeso de este festival, regresó con su carisma y poder vocal intactos. Desde “Made Of Scars” de Stone Sour hasta “Black Eyes Blue” en su faceta solista, cada canción fue una joya. La ligera llovizna no pudo opacar el contagioso estribillo de “We Are The Rest” o la brutalidad de “Before I Forget” de Slipknot. El momento divertido llegó con la acústica versión del tema de Bob Esponja, seguida de la sentida “Snuff”, coreada por miles. Taylor dedicó “Can’t Can to Can’t” a su esposa, antes de deslumbrar con “The Killing Moon” de Echo & The Bunnymen y culminar con la explosiva “Duality”.
The Offspring cerraron la jornada en el Main Stage, desafiando la lluvia con un set lleno de clásicos. “Come Out and Play” atrajo a la juventud como el flautista de Hamelin, mientras que “All I Want” y los himnos de “Americana” hicieron vibrar al público. Estrenaron en vivo “Make It All Right” y rindieron homenaje a The Ramones con “Blitzkrieg Bop”. El final fue un torbellino de nostalgia con “Bad Habit”, “Gotta Get Away”, “Pretty Fly (For a White Guy)” y “The Kids Aren’t Alright”. Los bises “You’re Gonna Go Far, Kid” y “Self Esteem” sellaron una noche épica, coronándolos como reyes absolutos del festival.
En el Ritual Stage, Perpetual desde Portugal desató una tormenta de death metal, seguida por Rise To Fall que, con su death metal vasco, crearon una atmósfera vibrante. Los daneses Nakkeknaekker, con su death metal a la vieja usanza escandinava, y Future Palace, liderados por Maria Lessing, añadieron un toque de synth-pop y metalcore, animando a la multitud. Imminence, los suecos, trajeron un deathcore doom electrizante, y Accept, los veteranos alemanes, dieron una lección de heavy metal, cerrando con “Balls to the Wall”, uniendo a todo el recinto en una sola voz.
En el Chaos Stage, Frakture de Bizkaia puso a prueba la resistencia del escenario inundado de barro, mientras Worst, los brasileños, representaban a Sudamérica con su hardcore directo al mentón. Viva Belgrado, con su mezcla de folk, jazz y post-rock, ofrecieron un respiro entre tanto decibelio. Drug Church, con su post-hardcore punk, cerró la noche en este escenario con energía y conexión con la audiencia.
Finalmente, en el Desert Stage, The Descent inauguraron los primeros mosh del día con su death metal. The Electric Alley, con su hard rock de alto octanaje, hicieron vibrar a sus devotos seguidores, mientras Dool, los holandeses, llevaron a los asistentes en un viaje sensorial con su rock psicodélico. Graveyard, los suecos, y su mezcla de rock, psicodelia y blues tétrico, y Winterfylleth, con su black metal inspirado en la historia inglesa, pusieron fin a un día cargado de emociones, dejando en claro que el metal en sus diversas formas sigue vivo y resonando fuerte en el corazón del Resurrection Festival.
Sobrellevando las energías renovadas y el inevitable aroma a tierra mojada, nos adentramos en el tercer día de este huracán metálico en tierras gallegas, dispuesto a exprimir cada gota de sonido en los cuatro escenarios del Resurrection Fest, donde el metal despliega todas sus facetas, desde las más serenas hasta las más extremas.
La tarde comenzó con Teksuo, los asturianos que hicieron gala de un metalcore post-hardcore con tintes de cultura japonesa, preparando así el terreno para lo que vendría. Luego, la invasión nipona con Jiluka fue una explosión tanto musical como visual. Con trajes extravagantes y cabelleras rosas, los japoneses no solo tocaron sus acordes, sino que también capturaron cada mirada. Rui con su falda, Rico y su imponente coleta negra, y Sena con esos pantalones que dejaban ver sus piernas entrelazadas en hebras de cuero, presentaron un metalcore electrónico envuelto en el vistoso visual kei. Canciones como “S4vage”, “Blvck” y “Venom” fueron recibidas con euforia, culminando con “Suzaku” y “Ablaze”, dejando su sello indeleble en los corazones metálicos.
Sober, los madrileños, celebraron su 30 aniversario con un repertorio que abarcó desde sus inicios hasta los proyectos que los dividieron en Skizoo y Savia. La audiencia se rindió ante la cálida energía de Carlos Escobedo, cuya voz y guitarra fueron un vendaval de emociones. “Blancanieves”, el éxito “Arrepentido” y la impactante “Solo Estas Tú” resonaron poderosas, mientras Morti y Manu Reyes, en batería, deslumbraban. Una actuación memorable que fusionó pasado y presente, conectando profundamente con su leal audiencia.
Corey Taylor, un enamorado confeso de este festival, regresó con su carisma y poder vocal intactos. Desde “Made Of Scars” de Stone Sour hasta “Black Eyes Blue” en su faceta solista, cada canción fue una joya. La ligera llovizna no pudo opacar el contagioso estribillo de “We Are The Rest” o la brutalidad de “Before I Forget” de Slipknot. El momento divertido llegó con la acústica versión del tema de Bob Esponja, seguida de la sentida “Snuff”, coreada por miles. Taylor dedicó “Can’t Can to Can’t” a su esposa, antes de deslumbrar con “The Killing Moon” de Echo & The Bunnymen y culminar con la explosiva “Duality”.
The Offspring cerraron la jornada en el Main Stage, desafiando la lluvia con un set lleno de clásicos. “Come Out and Play” atrajo a la juventud como el flautista de Hamelin, mientras que “All I Want” y los himnos de “Americana” hicieron vibrar al público. Estrenaron en vivo “Make It All Right” y rindieron homenaje a The Ramones con “Blitzkrieg Bop”. El final fue un torbellino de nostalgia con “Bad Habit”, “Gotta Get Away”, “Pretty Fly (For a White Guy)” y “The Kids Aren’t Alright”. Los bises “You’re Gonna Go Far, Kid” y “Self Esteem” sellaron una noche épica, coronándolos como reyes absolutos del festival.
En el Ritual Stage, Perpetual desde Portugal desató una tormenta de death metal, seguida por Rise To Fall que, con su death metal vasco, crearon una atmósfera vibrante. Los daneses Nakkeknaekker, con su death metal a la vieja usanza escandinava, y Future Palace, liderados por Maria Lessing, añadieron un toque de synth-pop y metalcore, animando a la multitud. Imminence, los suecos, trajeron un deathcore doom electrizante, y Accept, los veteranos alemanes, dieron una lección de heavy metal, cerrando con “Balls to the Wall”, uniendo a todo el recinto en una sola voz.
En el Chaos Stage, Frakture de Bizkaia puso a prueba la resistencia del escenario inundado de barro, mientras Worst, los brasileños, representaban a Sudamérica con su hardcore directo al mentón. Viva Belgrado, con su mezcla de folk, jazz y post-rock, ofrecieron un respiro entre tanto decibelio. Drug Church, con su post-hardcore punk, cerró la noche en este escenario con energía y conexión con la audiencia.
Finalmente, en el Desert Stage, The Descent inauguraron los primeros mosh del día con su death metal. The Electric Alley, con su hard rock de alto octanaje, hicieron vibrar a sus devotos seguidores, mientras Dool, los holandeses, llevaron a los asistentes en un viaje sensorial con su rock psicodélico. Graveyard, los suecos, y su mezcla de rock, psicodelia y blues tétrico, y Winterfylleth, con su black metal inspirado en la historia inglesa, pusieron fin a un día cargado de emociones, dejando en claro que el metal en sus diversas formas sigue vivo y resonando fuerte en el corazón del Resurrection Festival.