


La esperada gira europea de reunión de Rich Kids on LSD (RKL) culminó con dos fechas consecutivas en la sala Estraperlo de Badalona, tras agotar las entradas de la primera noche. Este retorno histórico, el primero en casi tres décadas, no solo trajo de vuelta a una de las bandas más influyentes del hardcore melódico californiano, sino que también reunió a referentes esenciales de la escena punk latinoamericana y catalana: Subterranean (reencarnación de Subterranean Kids), Budellam y los chilenos Fiskales Ad-Hok. Con una atmósfera cargada de expectativa, el evento fue más que un concierto: fue un manifiesto colectivo de resistencia y pasión.
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La tarde arrancó con la presentación de Fiskales Ad-Hok, leyendas vivas del punk chileno. La banda, formada en los años 80 —con el eterno debate sobre si fue en septiembre del ’86 o febrero del ’87— volvió a demostrar por qué es un pilar del género en Latinoamérica. Liderados por Álvaro España, ofrecieron un show vibrante, enérgico y sin concesiones, donde cada canción fue un grito que cruzó generaciones.
La formación actual —con Álvaro Salazar y Jaime Alarcón en guitarras, Roly Urzúa en el bajo y Eugenio Marín debutando en la batería— sonó cohesionada y poderosa. Clásicos como “Gris”, “Caldo e’ Cabeza” y “Pastillas de Cabrón” encendieron al público, mientras que piezas como “La Mancha del Jaguar” e “Incoherencias” tejieron momentos de profunda conexión emocional. El solo de Salazar en “Fiesta” desató ovaciones, consolidando una actuación inolvidable. Aunque el cierre con “Eugenia” dejó en el tintero una versión punk de “Resistiré” que no pudo sonar por limitaciones de tiempo, la presentación fue una afirmación rotunda: el punk sigue siendo resistencia, identidad y comunidad. A pesar del receso indefinido que se avecina, el legado de Fiskales Ad-Hok continúa vivo.
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La noche siguió con Budellam, banda pionera del hardcore punk en catalán, resucitada para rendir tributo a su alma mater: Roger Pelàez, dibujante, locutor y figura clave del underground catalán. Con su característico humor ácido y su crítica social demoledora, el repertorio de Budellam fue un viaje por la Cataluña más combativa y disidente.
Temas como “El Torracollons”, “El Pa de Cada Dia”, “Gent Cremada” y “Sang Sang Sang” se sintieron tan actuales como en los años 90, abordando con crudeza la desigualdad, el racismo y el absurdo bélico. La voz rasgada de Garrotada Smith condujo el set con intensidad, mientras que el público —una mezcla de veteranos del punk y nuevas generaciones— coreaba cada verso con fiereza.
El setlist, que incluyó piezas como “Mercenaris”, “Pels Carrers”, “Catalans” y “El Terrorista”, reafirmó la vigencia del mensaje de Budellam. Más que un show, fue un acto de memoria y rebeldía, celebrando la irreverencia creativa que Pelàez encarnó en vida.
Subterranean Kids fueron los Minor Threat barceloneses, y su regreso bajo el nombre Subterranean no fue un ejercicio nostálgico, sino un recordatorio de su relevancia. Con Mimo en la voz, Alberto Brutus en guitarra, Gerard Bernal en el bajo y Pifa (quien reemplaza al mítico Boliche) en la batería, encendieron la sala desde el primer acorde.
“Generación Basura” abrió un set potente, repleto de crítica social directa. “Bajo tu Piel”, “Gente” y “Carnaval Hipócrita” mantuvieron la intensidad, con un público entregado que respondió con pogos y gritos. La banda alternó momentos más oscuros y melódicos de la mano de“La Reina de la Noche” con ráfagas de rabia pura “¿Quién hace la ley?”, “Ciudadano Ejemplar”, “Monstruo”.
El segmento más emocional llegó con “Sentencia” y el combo “La Rabia + Sentirme Libre”, donde el corazón del hardcore se hizo carne. “Me da Igual”, “Olvídate” y “Entre Nosotros” reforzaron la introspección rebelde que caracteriza su lírica, antes de cerrar con “¿A quién queréis engañar?”, un golpe seco y certero. Subterranean no volvió para mirar atrás, sino para recordarnos que su lucha sigue vigente.
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El clímax de la noche llegó con Rich Kids on LSD. Desde los primeros compases de “Why?”, la sala se convirtió en un hervidero de pogos y sudor. Abe Brennan, el nuevo vocalista, se lanzó al público desde el inicio, dejando claro que su presencia no es circunstancial: ha llegado a escribir una nueva etapa en la historia de RKL.
La banda enlazó “Scab on My Brain”, “Lies”, “Hangover” y “Ded Teds” en una secuencia arrolladora, donde la mezcla de técnica y actitud punk brilló con fuerza. Entre bromas y complicidad, Abe conectó con la audiencia sin filtros. Aunque hubo algunos problemas técnicos con los micrófonos a mitad del set, la banda los sorteó con profesionalismo y temple, sin que se resintiera el ritmo.
Uno de los momentos más destacados fue la interpretación de la trilogía “Beautiful Feeling I, II y III”, una suite casi progresiva que mostró la ambición musical de RKL dentro del hardcore. “Life’s a Gamble” y “Rock and Roll Nightmare” desataron una tormenta sonora impulsada por la base rítmica impecable de Joe Raposo (bajo) y Dave Raun (batería), mientras Chris y Barry tejían riffs afilados con precisión quirúrgica.
El tramo final con “Tribute to The Jester”, “Catch Your Breath”, “Evil in You”, “Sargasm”, “Rancho Burger” y “Think Positive” fue un repaso demoledor a su discografía. Aunque “Blocked Out”, “Betrayed” y “Pothead” quedaron fuera, los gritos del público recordando estos temas fueron una prueba más de la vigencia y el amor que genera la banda.
RKL no solo ofreció un concierto: firmó una declaración de principios. Demostraron que se puede evolucionar sin traicionar la esencia, que el hardcore es técnica, emoción, crítica y, sobre todo, autenticidad. Esta reunión no fue un reencuentro con el pasado, sino una reafirmación del presente. El punk sigue vivo. Y sigue gritando.



La esperada gira europea de reunión de Rich Kids on LSD (RKL) culminó con dos fechas consecutivas en la sala Estraperlo de Badalona, tras agotar las entradas de la primera noche. Este retorno histórico, el primero en casi tres décadas, no solo trajo de vuelta a una de las bandas más influyentes del hardcore melódico californiano, sino que también reunió a referentes esenciales de la escena punk latinoamericana y catalana: Subterranean (reencarnación de Subterranean Kids), Budellam y los chilenos Fiskales Ad-Hok. Con una atmósfera cargada de expectativa, el evento fue más que un concierto: fue un manifiesto colectivo de resistencia y pasión.
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La tarde arrancó con la presentación de Fiskales Ad-Hok, leyendas vivas del punk chileno. La banda, formada en los años 80 —con el eterno debate sobre si fue en septiembre del ’86 o febrero del ’87— volvió a demostrar por qué es un pilar del género en Latinoamérica. Liderados por Álvaro España, ofrecieron un show vibrante, enérgico y sin concesiones, donde cada canción fue un grito que cruzó generaciones.
La formación actual —con Álvaro Salazar y Jaime Alarcón en guitarras, Roly Urzúa en el bajo y Eugenio Marín debutando en la batería— sonó cohesionada y poderosa. Clásicos como “Gris”, “Caldo e’ Cabeza” y “Pastillas de Cabrón” encendieron al público, mientras que piezas como “La Mancha del Jaguar” e “Incoherencias” tejieron momentos de profunda conexión emocional. El solo de Salazar en “Fiesta” desató ovaciones, consolidando una actuación inolvidable. Aunque el cierre con “Eugenia” dejó en el tintero una versión punk de “Resistiré” que no pudo sonar por limitaciones de tiempo, la presentación fue una afirmación rotunda: el punk sigue siendo resistencia, identidad y comunidad. A pesar del receso indefinido que se avecina, el legado de Fiskales Ad-Hok continúa vivo.
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La noche siguió con Budellam, banda pionera del hardcore punk en catalán, resucitada para rendir tributo a su alma mater: Roger Pelàez, dibujante, locutor y figura clave del underground catalán. Con su característico humor ácido y su crítica social demoledora, el repertorio de Budellam fue un viaje por la Cataluña más combativa y disidente.
Temas como “El Torracollons”, “El Pa de Cada Dia”, “Gent Cremada” y “Sang Sang Sang” se sintieron tan actuales como en los años 90, abordando con crudeza la desigualdad, el racismo y el absurdo bélico. La voz rasgada de Garrotada Smith condujo el set con intensidad, mientras que el público —una mezcla de veteranos del punk y nuevas generaciones— coreaba cada verso con fiereza.
El setlist, que incluyó piezas como “Mercenaris”, “Pels Carrers”, “Catalans” y “El Terrorista”, reafirmó la vigencia del mensaje de Budellam. Más que un show, fue un acto de memoria y rebeldía, celebrando la irreverencia creativa que Pelàez encarnó en vida.
Subterranean Kids fueron los Minor Threat barceloneses, y su regreso bajo el nombre Subterranean no fue un ejercicio nostálgico, sino un recordatorio de su relevancia. Con Mimo en la voz, Alberto Brutus en guitarra, Gerard Bernal en el bajo y Pifa (quien reemplaza al mítico Boliche) en la batería, encendieron la sala desde el primer acorde.
“Generación Basura” abrió un set potente, repleto de crítica social directa. “Bajo tu Piel”, “Gente” y “Carnaval Hipócrita” mantuvieron la intensidad, con un público entregado que respondió con pogos y gritos. La banda alternó momentos más oscuros y melódicos de la mano de“La Reina de la Noche” con ráfagas de rabia pura “¿Quién hace la ley?”, “Ciudadano Ejemplar”, “Monstruo”.
El segmento más emocional llegó con “Sentencia” y el combo “La Rabia + Sentirme Libre”, donde el corazón del hardcore se hizo carne. “Me da Igual”, “Olvídate” y “Entre Nosotros” reforzaron la introspección rebelde que caracteriza su lírica, antes de cerrar con “¿A quién queréis engañar?”, un golpe seco y certero. Subterranean no volvió para mirar atrás, sino para recordarnos que su lucha sigue vigente.
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El clímax de la noche llegó con Rich Kids on LSD. Desde los primeros compases de “Why?”, la sala se convirtió en un hervidero de pogos y sudor. Abe Brennan, el nuevo vocalista, se lanzó al público desde el inicio, dejando claro que su presencia no es circunstancial: ha llegado a escribir una nueva etapa en la historia de RKL.
La banda enlazó “Scab on My Brain”, “Lies”, “Hangover” y “Ded Teds” en una secuencia arrolladora, donde la mezcla de técnica y actitud punk brilló con fuerza. Entre bromas y complicidad, Abe conectó con la audiencia sin filtros. Aunque hubo algunos problemas técnicos con los micrófonos a mitad del set, la banda los sorteó con profesionalismo y temple, sin que se resintiera el ritmo.
Uno de los momentos más destacados fue la interpretación de la trilogía “Beautiful Feeling I, II y III”, una suite casi progresiva que mostró la ambición musical de RKL dentro del hardcore. “Life’s a Gamble” y “Rock and Roll Nightmare” desataron una tormenta sonora impulsada por la base rítmica impecable de Joe Raposo (bajo) y Dave Raun (batería), mientras Chris y Barry tejían riffs afilados con precisión quirúrgica.
El tramo final con “Tribute to The Jester”, “Catch Your Breath”, “Evil in You”, “Sargasm”, “Rancho Burger” y “Think Positive” fue un repaso demoledor a su discografía. Aunque “Blocked Out”, “Betrayed” y “Pothead” quedaron fuera, los gritos del público recordando estos temas fueron una prueba más de la vigencia y el amor que genera la banda.
RKL no solo ofreció un concierto: firmó una declaración de principios. Demostraron que se puede evolucionar sin traicionar la esencia, que el hardcore es técnica, emoción, crítica y, sobre todo, autenticidad. Esta reunión no fue un reencuentro con el pasado, sino una reafirmación del presente. El punk sigue vivo. Y sigue gritando.