

La historia de Saxon con Argentina ya tiene varios capítulos memorables, pero el del 8 de mayo de 2025 quedará grabado con letras de acero en quienes colmaron el Teatro Flores. Bajo la producción de Icarus Music, con acreditación que amablemente nos otorgó Marcela, a quienes agradecemos como siempre, el mítico templo porteño se transformó en una cápsula del tiempo donde los parches bordados, las melenas encanecidas y los riffs inmortales fueron protagonistas de la noche.
La antesala del show estuvo a cargo de Karkaman, banda que a pesar de no contar con su cantante original, salió a escena con un reemplazo que sostuvo con entereza el final de un set que lamentablemente me perdí casi en su totalidad. Alcancé a ver los últimos minutos, pero bastaron para notar la entrega y el respeto con el que encararon la apertura de una noche tan especial.
Sin haber colgado el cartel de “Sold Out”, el Teatro contó con gran cantidad de público para cuando Saxon pisó el escenario. Desde el arranque con “Hell, Fire and Damnation“, canción que da título a su más reciente trabajo, quedó claro que no se trataba de una gira más. Este tour celebra el pasado sin dejar de mirar hacia adelante, combinando nuevos temas como “Madame Guillotine“, “1066” con un recorrido por las décadas de gloria. Sin embargo, el plato fuerte de la noche fue la interpretación del clásico Wheels of Steel en su totalidad, en honor a su 45° aniversario. Una decisión que no solo funcionó como guiño a los fans de la vieja escuela, sino que aportó energía y una emoción compartida por todos los presentes.
No es novedad que la mayoría del público quiere escuchar aquellas canciones que marcaron su juventud, cuando todavía no había tantas canas ni las panzas cerveceras sobresalían debajo de los chalecos de jean repletos de parches. Pero Saxon no se limitó a complacer por nostalgia. Entre otras tocaron “The Eagle Has Landed“, “Heavy Metal Thunder“, “Dallas 1 PM” “Crusader“, “Backs to the Wall“, y demostraron que siguen vigentes manteniendo ese profesionalismo que los marcó desde sus inicios. La banda se mantiene sólida, con un Nibbs Carter (el “joven” de la formación a sus 58 años) que no paró de sacudir la cabeza, y un Biff Byford que sigue siendo un director de orquesta feroz y entrañable, dueño de una voz que se conserva sorprendentemente intacta.
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Una de las perlas del recital fue cuando, antes de la ejecución de “Motorcycle Man“, chalecos con parches volaron desde el público hacia el escenario. Lejos de molestarse, los músicos los recogieron, se los pusieron con sumo respeto y fueron lucidos durante varios temas. Pero la historia no terminó ahí: cerca del final, Biff firmó cada uno de ellos y fue devuelto a sus dueños, en un gesto de humildad y agradecimiento que encendió aún más la llama del vínculo entre banda y audiencia.
El ambiente dentro del Teatro fue el de una reunión fraterna entre generaciones, con muchas caras conocidas del metal local entre el público. El Tano Romano, histórico guitarrista de Hermética y Malón, se dejó ver entre los presentes, al igual que Jorge Moreno (ex Serpentor) y otras figuras del under que vinieron a rendir tributo a estos gigantes de la NWOBHM. No era una simple fecha en la agenda, era un acto de reconocimiento a una banda que ayudó a forjar la identidad metálica de muchos de los que hoy, décadas después, seguimos coreando cada estribillo con pasión.
Más allá del repertorio y de la calidad técnica (impecable sonido, luces bien ajustadas, y una ejecución precisa), lo que hizo especial este recital fue la conexión emocional. En cada riff de “747 (Strangers in the Night)“, en cada coro de “Denim and Leather“, se percibía una emoción genuina, una suerte de celebración compartida entre quienes subieron al escenario y quienes estaban abajo, con los puños en alto.
Si hay algo que distingue a Saxon en esta etapa de su carrera es su capacidad para equilibrar lo clásico con lo nuevo sin forzar nada. Tocan con hambre, con ganas, como si todavía tuvieran algo que demostrar. Y, al mismo tiempo, se permiten jugar con su legado, revisitando álbumes enteros, como lo hicieron esta vez con Wheels of Steel, y tal vez lo hagan en el futuro con “Strong Arm of the Law“, como sugieren algunos rumores y pedidos entre el público.
Al cerrar la velada, el sentimiento era unánime: ver a Saxon en este nivel es un privilegio. En tiempos donde muchas bandas icónicas bajan la intensidad o se despiden con giras tibias, los británicos siguen pisando fuerte, sin perder la identidad ni la potencia. Fue un concierto inolvidable, de esos que uno atesora con una sonrisa y un leve zumbido en los oídos.
Saxon volvió a Buenos Aires y lo hizo a lo grande. Y si de algo podemos estar seguros es que, mientras haya espíritu metalero en estas tierras, sus himnos seguirán sonando con la misma fuerza con la que lo hicieron esa noche mágica en Flores.
Fotos: Facundo Rodríguez (Shots by Far)


La historia de Saxon con Argentina ya tiene varios capítulos memorables, pero el del 8 de mayo de 2025 quedará grabado con letras de acero en quienes colmaron el Teatro Flores. Bajo la producción de Icarus Music, con acreditación que amablemente nos otorgó Marcela, a quienes agradecemos como siempre, el mítico templo porteño se transformó en una cápsula del tiempo donde los parches bordados, las melenas encanecidas y los riffs inmortales fueron protagonistas de la noche.
La antesala del show estuvo a cargo de Karkaman, banda que a pesar de no contar con su cantante original, salió a escena con un reemplazo que sostuvo con entereza el final de un set que lamentablemente me perdí casi en su totalidad. Alcancé a ver los últimos minutos, pero bastaron para notar la entrega y el respeto con el que encararon la apertura de una noche tan especial.
Sin haber colgado el cartel de “Sold Out”, el Teatro contó con gran cantidad de público para cuando Saxon pisó el escenario. Desde el arranque con “Hell, Fire and Damnation“, canción que da título a su más reciente trabajo, quedó claro que no se trataba de una gira más. Este tour celebra el pasado sin dejar de mirar hacia adelante, combinando nuevos temas como “Madame Guillotine“, “1066” con un recorrido por las décadas de gloria. Sin embargo, el plato fuerte de la noche fue la interpretación del clásico Wheels of Steel en su totalidad, en honor a su 45° aniversario. Una decisión que no solo funcionó como guiño a los fans de la vieja escuela, sino que aportó energía y una emoción compartida por todos los presentes.
No es novedad que la mayoría del público quiere escuchar aquellas canciones que marcaron su juventud, cuando todavía no había tantas canas ni las panzas cerveceras sobresalían debajo de los chalecos de jean repletos de parches. Pero Saxon no se limitó a complacer por nostalgia. Entre otras tocaron “The Eagle Has Landed“, “Heavy Metal Thunder“, “Dallas 1 PM” “Crusader“, “Backs to the Wall“, y demostraron que siguen vigentes manteniendo ese profesionalismo que los marcó desde sus inicios. La banda se mantiene sólida, con un Nibbs Carter (el “joven” de la formación a sus 58 años) que no paró de sacudir la cabeza, y un Biff Byford que sigue siendo un director de orquesta feroz y entrañable, dueño de una voz que se conserva sorprendentemente intacta.
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Una de las perlas del recital fue cuando, antes de la ejecución de “Motorcycle Man“, chalecos con parches volaron desde el público hacia el escenario. Lejos de molestarse, los músicos los recogieron, se los pusieron con sumo respeto y fueron lucidos durante varios temas. Pero la historia no terminó ahí: cerca del final, Biff firmó cada uno de ellos y fue devuelto a sus dueños, en un gesto de humildad y agradecimiento que encendió aún más la llama del vínculo entre banda y audiencia.
El ambiente dentro del Teatro fue el de una reunión fraterna entre generaciones, con muchas caras conocidas del metal local entre el público. El Tano Romano, histórico guitarrista de Hermética y Malón, se dejó ver entre los presentes, al igual que Jorge Moreno (ex Serpentor) y otras figuras del under que vinieron a rendir tributo a estos gigantes de la NWOBHM. No era una simple fecha en la agenda, era un acto de reconocimiento a una banda que ayudó a forjar la identidad metálica de muchos de los que hoy, décadas después, seguimos coreando cada estribillo con pasión.
Más allá del repertorio y de la calidad técnica (impecable sonido, luces bien ajustadas, y una ejecución precisa), lo que hizo especial este recital fue la conexión emocional. En cada riff de “747 (Strangers in the Night)“, en cada coro de “Denim and Leather“, se percibía una emoción genuina, una suerte de celebración compartida entre quienes subieron al escenario y quienes estaban abajo, con los puños en alto.
Si hay algo que distingue a Saxon en esta etapa de su carrera es su capacidad para equilibrar lo clásico con lo nuevo sin forzar nada. Tocan con hambre, con ganas, como si todavía tuvieran algo que demostrar. Y, al mismo tiempo, se permiten jugar con su legado, revisitando álbumes enteros, como lo hicieron esta vez con Wheels of Steel, y tal vez lo hagan en el futuro con “Strong Arm of the Law“, como sugieren algunos rumores y pedidos entre el público.
Al cerrar la velada, el sentimiento era unánime: ver a Saxon en este nivel es un privilegio. En tiempos donde muchas bandas icónicas bajan la intensidad o se despiden con giras tibias, los británicos siguen pisando fuerte, sin perder la identidad ni la potencia. Fue un concierto inolvidable, de esos que uno atesora con una sonrisa y un leve zumbido en los oídos.
Saxon volvió a Buenos Aires y lo hizo a lo grande. Y si de algo podemos estar seguros es que, mientras haya espíritu metalero en estas tierras, sus himnos seguirán sonando con la misma fuerza con la que lo hicieron esa noche mágica en Flores.