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The Devil Wears Prada en Buenos Aires: “Breakdowns y nostalgia”
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The Devil Wears Prada ya habían tenido dos visitas a los escenarios de Capital Federal, primero en 2010 en Super Rock y la segunda en 2012 en The Roxy, en la fecha que los tuviera acompañados por Whitechapel y Architects. Desde aquella última, fueron 13 años de espera para que el público argentino pudiera disfrutar de vuelta una actuación de parte del sexteto estadounidense. Pasó mucha agua bajo el puente de este sexteto de metalcore del estado de Ohio: cuatro cambios de formación, incluyendo la posterior muerte de su baterista fundador Daniel Williams en un accidente de avión, y la renuncia de parte del grupo a la etiqueta de “metal cristiano”, algo que se dio de la mano con una mayor experimentación sonora en sus últimos álbumes. Así que cuando se anunció que el grupo haría el chequeo en Ezeiza para presentarse en El Teatrito 14 de agosto, digamos que había una expectativa importante.

La llegada de The Devil Wears Prada no se daría en el contexto de un nuevo álbum, con un setlist que haría un repaso general de su discografía y de un par de singles que editaron de su próximo lanzamiento, del que todavía no se tienen todos los detalles. Pero cualquier cosa por escuchar un par de clásicos, así que la gente fue acercándose a Sarmiento 1752, haciendo frente a un frío que penetraba a través de la ropa y se calaba en los huesos.

La previa de la salida de los estadounidenses estuvo a cargo de dos bandas locales. La primera fue Hacia El Ocaso, a la que llegué cuando estaban a punto de terminar: buena propuesta de post hardcore, metal alternativo y hasta deathcore, ahí donde esos sonidos tienen un punto específico en común, más allá de que no pudiera disfrutarlos desde el principio. Sin esperar tanto rato, más tarde tuvimos a los rosarinos Renacer Del Tiempo, grupo con ya década y media de experiencia detrás y que viene en ascenso en el mundo del core nacional, demostrando gran habilidad en los suyo e incluso teniendo a muchos fans propios entre el público, animándose al crowdsurfing y al mosh. Ambas bandas tuvieron que tocar con la batería en un rincón en el costado derecho, lamentablemente, debido a la presencia de la batería principal y del espacio para el teclado.

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Durante la última espera de la noche, pudimos ver a la crew de The Devil Wears Prada llegando y abriéndose paso entre la gente para la prueba de sonido, un clásico de los recitales en El Teatrito para bien o para mal. Mientras tanto, sonaba una selección de canciones bastante ecléctica. 

En un mensaje con unos amigos dije que algo como “Master of Puppets” era una elección decente para un recital pesado, pero que considerando el estilo y la época de la banda no vendría mal que el sonidista se sacara de la manga los clásicos del 2009-2011, y no sé si me escuchó o se dio una coincidencia, pero inmediatamente comenzó a sonar “Mr. Saxobeat” de Alexandra Stan, seguida por “Wild Ones” de Flo Rida con Sia, y cerrando con el momento más extraño de la noche de ver a la gente copándose con que comenzara a sonar “Gasolina” de Daddy Yankee. 

Si a ustedes les parece un horror, sepan que este no era un recital de metal normal. Entre el público se podían ver muchas remeras de Asking Alexandria, Underoath, Killswitch Engage y similares, aunque también me llamó la atención encontrarme tres o cuatro remeras del animé Attack On Titan.

A las 21:30 y monedas, comenzó a sonar una voz como de azafata que anunciaba el inicio de la “experiencia interactiva de The Devil Wears Prada”, con la gente amuchándose frente al escenario del Teatrito, mostrando que la ocupación estaba al 60 o 70% del lugar. Ahí pudimos ver la salida de los miembros del sexteto: además de los fundadores Mike Hranica en las voces podridas y el guitarrista y cantante limpio Jeremy DePoyster, también estaba el tecladista Jonathan Gering (los tres únicos que quedaban de la formación que tocara en 2012), el guitarrista Kyle Sipress y el baterista Giuseppe Capolupo, sentado detrás de los platillos y tocando casi desnudo a pesar del frío que se sentía. Noten que nombré sólo cinco integrantes del sexteto, y eso es porque The Devil Wears Prada se presentaron sin bajista, debido a la repentina salida de Mason Nagy dos semanas antes: ambas partes habrán sido rápidas en aclarar que las cosas fueron en buenos términos, pero es obvio que abandonar un grupo poco antes de una gira es raro.

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A pesar de ese hueco faltante, el sonido de los de Ohio era lo suficientemente masivo como para llenar esas frecuencias, con el grupo arrancando la noche con “Watchtower” de su último Color Decay, desatando el primer mosh de la noche. Podíamos ver a DePoyster con la remera de la selección, dándose vuelta más tarde para mostrar que era de Messi y certificar que tiene bien aprendido el manual de la demagogia rockera, y a Gering haciendo headbang desde detrás de los teclados, todo un espectáculo. Y el Teatrito de verdad explotó cuando anunciaron la siguiente “Danger: Wildman” de su tercer y recordado álbum With Roots Above And Branches Below de 2009, con su grito de apertura dando inicio a la fiesta de violencia: en el medio había un circle pit donde la gente parecía querer superarse una a la otra al momento de tirar patadas karatecas.

“Born To Lose” de Dead Throne fue otro clásico que tuvo al medio del campo arriesgando su vida en cada movimiento, con DePoyster y Hranica repartiéndose las voces en una guerra entre la melodía y la brutalidad. “Salt” y “Broken”, por otro lado, continuaron el repaso del último álbum, mostrando ese sonido más rockero que han ido explorando, pasando más tarde a dos singles que todavía no editaron como de su nuevo lanzamiento: “Ritual” y luego “Reasons”, esa particular colaboración con el productor de dubstep Excision, cerrando así esa primera mitad de la noche.

“Noise” tuvo a la gente cantando a pleno coro la parte de “I can’t sleep ‘cause the sky is falling / Rest in peace, the noise is calling”, y el público volvió a estallar cuando se anunció el clasicazo de Plagues “Reptar, King of the Ozone”, título que marca la diferencia de actitud entre los primeros tres álbumes y lo que vino después, y que tuvo más crowdsurfing y patadas voladoras durante el breakdown.

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El primer cierre llegaría con “Chemical”, una de las canción medio “linkinparkescas” que aparecen en sus últimos trabajos, y “Sacrifice”, la única que tocaron de The Act, para marcar la despedida de la banda para tomar un respiro. La gente comenzó a cantar “¡Pradaaaaaaaaaaaa! ¡Pradaaaaaaaaaaaa! “ para que saliera la banda, y obviamente pudimos ver rápidamente a The Devil Wears Prada volviendo al escenario para cerrar la noche con otros dos pistoletazos de energía. 

La primera se anunció con Hranica preguntando a la gente si conocían “una canción sobre perros”, con “Dogs Can Grow Beards All Over”, la única de su debut Dear Love: A Beautiful Discord y una que reapareció en el setlist después de más de una década, desatando otro caos entre la gente. Y ya el final se marcó con el cantante preguntando si recordaba el álbum Plagues, dando inicio a “Hey John, What’s Your Name Again?”, que lo tendría cantando desde una de las tarimas elevadas a los costados del campo, con la gente acercando para ver si podían tocar al cantante. El escenario usual de palillos, fotos, gente estrechando la mano de Hranica, más fotos y más dedicatorias, todo eso marcó el final del concierto de The Devil Wears Prada con la mejor de las energías.

Aunque hubiera preferido esperar un poco más para tenerlos presentando ya su nuevo material de manera hecha y derecha, creo que cualquier fan de The Devil Wears Prada en el país simplemente estaba agradecido por tener de vuelta al grupo en estas tierras, sin importar la excusa. Y el grupo entregó una presentación acorde, con mucha buena onda y comunicación, con una hora y monedas de clásicos y nuevas canciones, dando muchas ganas de que su regreso a Argentina no tome tanto tiempo como se dio con este.

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The Devil Wears Prada ya habían tenido dos visitas a los escenarios de Capital Federal, primero en 2010 en Super Rock y la segunda en 2012 en The Roxy, en la fecha que los tuviera acompañados por Whitechapel y Architects. Desde aquella última, fueron 13 años de espera para que el público argentino pudiera disfrutar de vuelta una actuación de parte del sexteto estadounidense. Pasó mucha agua bajo el puente de este sexteto de metalcore del estado de Ohio: cuatro cambios de formación, incluyendo la posterior muerte de su baterista fundador Daniel Williams en un accidente de avión, y la renuncia de parte del grupo a la etiqueta de “metal cristiano”, algo que se dio de la mano con una mayor experimentación sonora en sus últimos álbumes. Así que cuando se anunció que el grupo haría el chequeo en Ezeiza para presentarse en El Teatrito 14 de agosto, digamos que había una expectativa importante.

La llegada de The Devil Wears Prada no se daría en el contexto de un nuevo álbum, con un setlist que haría un repaso general de su discografía y de un par de singles que editaron de su próximo lanzamiento, del que todavía no se tienen todos los detalles. Pero cualquier cosa por escuchar un par de clásicos, así que la gente fue acercándose a Sarmiento 1752, haciendo frente a un frío que penetraba a través de la ropa y se calaba en los huesos.

La previa de la salida de los estadounidenses estuvo a cargo de dos bandas locales. La primera fue Hacia El Ocaso, a la que llegué cuando estaban a punto de terminar: buena propuesta de post hardcore, metal alternativo y hasta deathcore, ahí donde esos sonidos tienen un punto específico en común, más allá de que no pudiera disfrutarlos desde el principio. Sin esperar tanto rato, más tarde tuvimos a los rosarinos Renacer Del Tiempo, grupo con ya década y media de experiencia detrás y que viene en ascenso en el mundo del core nacional, demostrando gran habilidad en los suyo e incluso teniendo a muchos fans propios entre el público, animándose al crowdsurfing y al mosh. Ambas bandas tuvieron que tocar con la batería en un rincón en el costado derecho, lamentablemente, debido a la presencia de la batería principal y del espacio para el teclado.

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Si a ustedes les parece un horror, sepan que este no era un recital de metal normal. Entre el público se podían ver muchas remeras de Asking Alexandria, Underoath, Killswitch Engage y similares, aunque también me llamó la atención encontrarme tres o cuatro remeras del animé Attack On Titan.

A las 21:30 y monedas, comenzó a sonar una voz como de azafata que anunciaba el inicio de la “experiencia interactiva de The Devil Wears Prada”, con la gente amuchándose frente al escenario del Teatrito, mostrando que la ocupación estaba al 60 o 70% del lugar. Ahí pudimos ver la salida de los miembros del sexteto: además de los fundadores Mike Hranica en las voces podridas y el guitarrista y cantante limpio Jeremy DePoyster, también estaba el tecladista Jonathan Gering (los tres únicos que quedaban de la formación que tocara en 2012), el guitarrista Kyle Sipress y el baterista Giuseppe Capolupo, sentado detrás de los platillos y tocando casi desnudo a pesar del frío que se sentía. Noten que nombré sólo cinco integrantes del sexteto, y eso es porque The Devil Wears Prada se presentaron sin bajista, debido a la repentina salida de Mason Nagy dos semanas antes: ambas partes habrán sido rápidas en aclarar que las cosas fueron en buenos términos, pero es obvio que abandonar un grupo poco antes de una gira es raro.

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