


En su tercera visita, tras aterrizar anteriormente en las salas Bóveda, y Salamandra, los suecos The Night Flight Orchestra alunizan en esta ocasión en un local de más reducidas dimensiones, como es la discoteca Wolf, para presentar su séptimo álbum, Give Us the Moon.
Antes de reencontrarnos con estos navegantes del espacio, disfrutamos del espectáculo disco metal teatral de los alemanes Tragedy, exacto, como la canción de los Bee Gees, sobre el que se sustenta el repertorio de esta panda de transgresores del rock and roll. Y es que lo que hacen estos tipos, es agarrar grandes éxitos de los hermanos Gibb, como la mismísima “Tragedy”, versión tragicómica, el “How Deep is Your Love” o las fílmicas “Grease”, “Summer Nights”, “You’re the Want That I Want”, o una enrockezida “Stayin’Ailve” con la que cerraron, así como, otros superventas de la música disco, pop, pasadas por el tamiz del heavy rock, y convertirlas en piezas subversivo humorísticas.
Aparte de las ya mencionadas, nos obsequiaron con algunas composiciones extraídas de álbumes de títulos tan imaginativos como Disco Balls to the Wall, o Death to False Metal Disco, en clara referencia a los chicos de Accept y Manowar, y de los que extrajeron “Gimme, Gimme, Gimme”, y “Lay All Your Love on Me” de Abba entremezclada con algunas notas del “The Trooper” de Maiden, Sweet Caroline” de Neil Diamond, o “Raining Blood/I’ts Raining Men” con obertura y salida del clásico de Slayer, complementada con el éxito de las afroamericanas The Weather Girls.
En fin, unos cuarenta minutos con luces y sombras, ya que hay momentos verdaderamente temibles, de tremendos graznidos, falsetes sangrantes, con un batería que muestra su habilidad para abrir las botellas de cerveza con sus baquetas, y otros ciertamente divertidos y conseguidos.
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Media hora de interludio hasta la aparición de la numerosa formación sueca, The Night Flight Orchestra, con un total de ocho componentes, que debieron situarse estratégicamente en un escenario que les quedó algo justo para tanta tripulación abordo, pero que sorprendentemente sonó de maravilla tras la intro que abre su nuevo álbum, “Final Call”, imitando las llamadas que escuchamos en cualquier aeropuerto, a fin de embarcar, e interpretando de Give Us the Moon, la que da la bienvenida a los pasajeros a este viaje lunar, con la rockera “Stratus”, seguida por “California Morning”, con un machacón ritmo de batería que me recordó al “Shout It Out Loud” de Kiss.
Con un llamativo traje con capa, plateado de largos flecos, un puñado de medallas, gafas de sol, y una especia de boina se presenta el estupendo vocalista de Soilwork, Bjorn Strid, acompañado por unos trajeados Sharlee D’Angelo (Arch Enemy), Jonas Källsbäck a la batería, John Lönnmyr a los teclados, Sebastian Forslund y Rasmus Ehrnborn a las guitarras, y las auxiliares de vuelo Anna y Asa a los coros, luciendo unos bonitos uniformes blancos repletos de lentejuelas.
Con un publico entregado desde el primer instante, recordó Strid que hace casi cinco años de su anterior estadía en Barcelona, en otra sala muy distinta, y que coincidió con el confinamiento por Covid. De hecho, fue el último concierto al que asistí antes de la crisis del coronavirus. Preguntó si llevábamos calzado de baile para una nueva composición, la melódica y pegadiza “Shooting Velvet”, tras ella la melodía de los teclados nos trae la inconfundible “Divinyls” desde su disco Aeromantic (2020) en el que utilizan un Vocoder al final.
Turno ahora para su Amber Galactic (2017), con las piezas “Domino” y “Gemini”, la primera con un rollo a lo Barry White, o Lionel Ritchie, y la segunda totalmente AOR, con muchas palmas y un buen solo de guitarra, similar a la novedosa “Cosmic Tide”.
Después de servirse las azafatas unas copas de champagne, nos pusieron a bailar de lo lindo con “This Boy’s Last Summer”, tras la que Bjorn tuvo unas palabras para su compañero de formación David Andersson, fallecido en 2022, aunque siempre presente, dijo, dedicándole una de las nuevas composiciones, la titulada “Paloma”.
Tras esta emotiva pieza, volvemos al rock and roll con su número uno en Spotify, “Satellite”, seguida por la que podría formar parte de un álbum de ABBA, “Transmissions”. Un mini solo de teclados da paso a “Can’t be That Bad”, única concesión a Sometimes The World Ain’t Enough (2018).
Vuelta a su primer álbum Internal Affairs, con la melancólica de aires purpelianos “Transatlantic Blues” que baja bastante la excitación reinante, y que no parece una composición muy adecuada para el directo.
Antes de tomarse un pequeño descanso previo a los bises se despiden a lo grande con la marchosa “Burn for Me” de su Aeromantic II (2021), para llegar al despliegue final con “White Jeans”, otra de las nuevas con “Way to Spend the Night” y final bailando la conga, o trenecito por parte del público presente, durante “West Ruth Ave”, ese rhythm and blues extendido en unos diez minutos, con el que se despidieron hasta un próximo vuelo, en el que nos prometen nuevas y sorpresivas rutas.




En su tercera visita, tras aterrizar anteriormente en las salas Bóveda, y Salamandra, los suecos The Night Flight Orchestra alunizan en esta ocasión en un local de más reducidas dimensiones, como es la discoteca Wolf, para presentar su séptimo álbum, Give Us the Moon.
Antes de reencontrarnos con estos navegantes del espacio, disfrutamos del espectáculo disco metal teatral de los alemanes Tragedy, exacto, como la canción de los Bee Gees, sobre el que se sustenta el repertorio de esta panda de transgresores del rock and roll. Y es que lo que hacen estos tipos, es agarrar grandes éxitos de los hermanos Gibb, como la mismísima “Tragedy”, versión tragicómica, el “How Deep is Your Love” o las fílmicas “Grease”, “Summer Nights”, “You’re the Want That I Want”, o una enrockezida “Stayin’Ailve” con la que cerraron, así como, otros superventas de la música disco, pop, pasadas por el tamiz del heavy rock, y convertirlas en piezas subversivo humorísticas.
Aparte de las ya mencionadas, nos obsequiaron con algunas composiciones extraídas de álbumes de títulos tan imaginativos como Disco Balls to the Wall, o Death to False Metal Disco, en clara referencia a los chicos de Accept y Manowar, y de los que extrajeron “Gimme, Gimme, Gimme”, y “Lay All Your Love on Me” de Abba entremezclada con algunas notas del “The Trooper” de Maiden, Sweet Caroline” de Neil Diamond, o “Raining Blood/I’ts Raining Men” con obertura y salida del clásico de Slayer, complementada con el éxito de las afroamericanas The Weather Girls.
En fin, unos cuarenta minutos con luces y sombras, ya que hay momentos verdaderamente temibles, de tremendos graznidos, falsetes sangrantes, con un batería que muestra su habilidad para abrir las botellas de cerveza con sus baquetas, y otros ciertamente divertidos y conseguidos.
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Media hora de interludio hasta la aparición de la numerosa formación sueca, The Night Flight Orchestra, con un total de ocho componentes, que debieron situarse estratégicamente en un escenario que les quedó algo justo para tanta tripulación abordo, pero que sorprendentemente sonó de maravilla tras la intro que abre su nuevo álbum, “Final Call”, imitando las llamadas que escuchamos en cualquier aeropuerto, a fin de embarcar, e interpretando de Give Us the Moon, la que da la bienvenida a los pasajeros a este viaje lunar, con la rockera “Stratus”, seguida por “California Morning”, con un machacón ritmo de batería que me recordó al “Shout It Out Loud” de Kiss.
Con un llamativo traje con capa, plateado de largos flecos, un puñado de medallas, gafas de sol, y una especia de boina se presenta el estupendo vocalista de Soilwork, Bjorn Strid, acompañado por unos trajeados Sharlee D’Angelo (Arch Enemy), Jonas Källsbäck a la batería, John Lönnmyr a los teclados, Sebastian Forslund y Rasmus Ehrnborn a las guitarras, y las auxiliares de vuelo Anna y Asa a los coros, luciendo unos bonitos uniformes blancos repletos de lentejuelas.
Con un publico entregado desde el primer instante, recordó Strid que hace casi cinco años de su anterior estadía en Barcelona, en otra sala muy distinta, y que coincidió con el confinamiento por Covid. De hecho, fue el último concierto al que asistí antes de la crisis del coronavirus. Preguntó si llevábamos calzado de baile para una nueva composición, la melódica y pegadiza “Shooting Velvet”, tras ella la melodía de los teclados nos trae la inconfundible “Divinyls” desde su disco Aeromantic (2020) en el que utilizan un Vocoder al final.
Turno ahora para su Amber Galactic (2017), con las piezas “Domino” y “Gemini”, la primera con un rollo a lo Barry White, o Lionel Ritchie, y la segunda totalmente AOR, con muchas palmas y un buen solo de guitarra, similar a la novedosa “Cosmic Tide”.
Después de servirse las azafatas unas copas de champagne, nos pusieron a bailar de lo lindo con “This Boy’s Last Summer”, tras la que Bjorn tuvo unas palabras para su compañero de formación David Andersson, fallecido en 2022, aunque siempre presente, dijo, dedicándole una de las nuevas composiciones, la titulada “Paloma”.
Tras esta emotiva pieza, volvemos al rock and roll con su número uno en Spotify, “Satellite”, seguida por la que podría formar parte de un álbum de ABBA, “Transmissions”. Un mini solo de teclados da paso a “Can’t be That Bad”, única concesión a Sometimes The World Ain’t Enough (2018).
Vuelta a su primer álbum Internal Affairs, con la melancólica de aires purpelianos “Transatlantic Blues” que baja bastante la excitación reinante, y que no parece una composición muy adecuada para el directo.
Antes de tomarse un pequeño descanso previo a los bises se despiden a lo grande con la marchosa “Burn for Me” de su Aeromantic II (2021), para llegar al despliegue final con “White Jeans”, otra de las nuevas con “Way to Spend the Night” y final bailando la conga, o trenecito por parte del público presente, durante “West Ruth Ave”, ese rhythm and blues extendido en unos diez minutos, con el que se despidieron hasta un próximo vuelo, en el que nos prometen nuevas y sorpresivas rutas.
