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Therion en Buenos Aires: “La vuelta de los dioses”
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Desde que llegaran a Ezeiza allá por el lejano 1995 para promocionar Lepaca Kliffoth en el desaparecido Heaven & Hell del barrio porteño de Palermo, Argentina ha sido un destino común para Therion. No sé si caer en el cliché de “la conexión con el público” al que suelen recurrir tantos periodistas rockeros, pero al momento de la salida de esta crónica los suecos llevan doce recitales en Argentina, superando a otros nombres ultra populares en el país como Metallica y Nightwish. A Christofer Johnsson, el eterno mandamás de Therion, le debe haber gustado venir, siendo que decidió volver incluso después de que tuvieran que reprogramar la tercera presentación (se hizo en el Teatro Arlequines) luego que el productor los estafara, los echaran del hotel y se tuvieran que quedar unos días en la casa de unos fans (los “Leo y Gaby” mencionados en los agradecimientos del álbum Theli).

Siendo completamente sincero, ya pasó una década y media desde la última vez que Therion sacaron un disco que de verdad me convenció: vaya uno a saber si es porque Johnsson y quien sea que lo acompañe han tenido problemas para mantener su fórmula de metal sinfónico fresca, más allá de que ellos mismos hayan sido de los pioneros en ese sonido, o que el aspecto épico y grandilocuente característico de la banda se comió a las canciones sin dejarles espacio. Pero a pesar de eso, los suecos siempre mantuvieron un buen nivel en vivo, por lo que cada gira sigue siendo todo un evento. Y para promocionar su decimoctavo álbum Leviathan II de 2022, segunda parte de Leviathan de 2021 (¿Ven lo que digo sobre el aspecto grandilocuente?), el circo visitaría de vuelta nuestra ciudad el 18 de enero.

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Luego de seis visitas seguidas presentándose en el Teatro Flores, el 2023 arrancaría viendo a Therion en el Teatrito de Sarmiento 1752, claramente varios escalones por debajo del recinto de avenida Rivadavia en cuanto a capacidad tanto para el público como arriba del escenario. Al entrar, era fácil sentir otro aspecto que se sentiría a lo largo de toda la noche: en medio del verano porteño y los 35 grados que se sentían afuera, imaginen en un lugar colmado de gente, y aunque los ventiladores a los lados estaban trabajando extra funcionarían siempre y cuando lograras encontrar un lugar donde diera la brisa. En el puesto de merch de Icarus se podía ver el enorme catálogo de discos y remeras: de estas últimas, la que tenía la tapa del disco de covers Les Fleurs du Mal era una de las más compradas, vaya uno a saber por qué detalle de esa portada.

Para ir calentando la noche (más de lo que ya estaba), tuvimos la presentación de los locales Requiem For Edén. En términos estrictos de etiquetas puede que la banda porteña no fuera la opción más obvia para tener teloneando a Therion, pero a veces es preferible tener al actor que mejor sepa actuar antes que al actor que simplemente se parezca y, en el caso de este cuarteto su metalcore ultra melódico seguramente habrá dejado satisfecho a cualquiera que simplemente buscara una buena presentación.

Poco después de terminada la presentación del cuarteto, se abrió camino para que pudieran pasar por el costado izquierdo del público los músicos de Therion ya vestidos para la ocasión: debo decir que aprecio toda la teatralidad del asunto pero es obvio que las telas gruesas, las camisas de manga larga, los vestidos largos y demás vestiduras no son de lo más indicado para el ambiente de altas temperaturas que se vivía. 

Por suerte, esto no afectó la puntualidad sueca (¿Eso es algo que existe?) y a las 21 en punto empezó a sonar el “O Fortuna” de Carl Orff, la pieza musical que marca la salida de la banda al escenario, Por lejos, arriba del escenario los que se roban todas las miradas son el trío conformado por el sueco Thomas Vikström, la italiana Chiara Malvestiti y la española Rosalía Sairem, no sólo por ser los tres cantantes principales de la banda y que estén todos en fila, sino también por sus trajes, con el elegancia del vestido rojo de Sairem, la teatralidad del tocado de valkiria de Malvestiti y el cosplay de pirata de un dirigible steampunk de Vikström. Con todos ya en sus puestos, el combo sueco dio rienda suelta a “The Blood of Kingu”.

Aquel track de Sirius B es de los más tradicionalmente metaleros de Therion, sin dejar de lado el uso de las voces de ópera, y es una apertura perfecta para los recitales, algo que la gente recibió de manera entusiasta. A eso se sumó no sólo una performance precisa por parte de la banda, sino también un sonido claro y potente, toda una rareza de encontrar desde el principio en los recitales por estos lares.

Vikströn agradeció a todos por venir y aprovechó para hacer un poco de demagogia felicitando al país por el mundial, algo siempre efectivo. El recital siguió echando mano al clásico Vovin con “Birth of Venus Illegitima”, que baja un cambio con respecto a la energía de la anterior, es más densa y pone énfasis en los coros característicos de Therion. Esto siguió con la seguidilla de los últimos discos “Litany of the Fallen”, la primera sacada de Leviathan II y que mezcla las voces de ópera con un par de riffs que suenan cercanos al hard rock, y la épica y poderosa “Tuonela” de Leviathan.

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Un elemento recurrente del recital fue darle un espacio a cada músico para que dirigira unas palabras: con excepción del baterista finlandés Sami Karppinen y el bajista Christopher Davidsson, todos tendrían su momento. Este fue turno para hablar de Rosalía Sairem, que siendo uno de los dos hispanoparlantes en la banda tenía una ventaja importante. La española, siempre con una sonrisa, señaló el calor extremo que hacía, más todavía teniendo en cuenta que Therion venían de estar en Suecia donde hacía -20 grados: ya para este momento Christofer Johnsson había dejado de lado su sombrero de copa característico, anteponiendo la comodidad al estilo. Como para hacerle frente a esto, anunció que la siguiente canción nos llevaría bien al norte (por suerte, el norte europeo): esa sería “Ginnungagap” de Secret of the Runes.

El recital siguió con el turno de Chiara Malvestiti para hablar con la gente, en este caso para anunciar otra seguidilla de canciones de un mismo álbum. El álbum elegido sería Lemuria, aquel álbum “hermano” de Sirius B, que estaría representado con “Lemuria”, “Abraxas” y “An Arrow From The Sun”. “Wine of Aluqah” haría explotar a la gente con su solo powermetalero, que los fans corearon tal como si estuvieran en la cancha. Luego de “Cults of the Shadows” de Theli, Vikström se dirigió al público y mencionó lo horrible que fue la pandemia, pero mencionó que algo bueno fue que Therion compuso nada menos que tres álbumes durante ese tiempo, dándole pie para anunciar “Leviathan”, la canción título de esa trilogía. 

Ya llegando al final de la primera parte del recital todavía teníamos algo de espacio para la teatralidad como se pudo ver en “Asgård”, “Pazuzu” y sobre todo con “Codex Gigas”, anunciada como un “momento para pasar de página”, y donde Vikström se retiró un momento para volver con un libro, al que hojeó para ir con la temática de la canción. Y con “Son of the Staves of Time”, de aquel doble Gothic Kabbalah, la banda se retiró del escenario, dando lugar a que la gente pidiera su vuelta como de costumbre,

El regreso de Therion luego del descanso no sería así nomás, sino que se daría con la intro de “The Rise of Sodom and Gomorrah”, dando lugar al pogo más grande de la noche apenas comenzó el riff principal: aunque muchas veces se tache al metal sinfónico de pretencioso, está claro que Therion siempre lograron mantener ese costado metalero en su música, en los riffs bien definidos. Johnsson se puso de vuelta frente al micrófono y destacó que había mucha más gente de la que esperaba para la época de las vacaciones (la ingenuidad de vivir en el primer mundo) y recordó aquel recital de 1995, incluso preguntando si alguno había estado en aquella ocasión. Luego recurrió un poco a la demagogia comparando al público con el chileno antes de dar paso al eterno clásico “To Mega Therion”.

La noche podría haber terminado termina ahí, con uno de los tracks definitivos de la mezcla de ópera y riffs metaleros que Therion se puede considerar como pioneros y la banda retirándose por fin. Pero con el canto de “Yo soy de Therion” que se generó entre el público, ese que logran adaptar a cualquier banda sin importar métrica ni fonología, la agrupación sueca volvió al escenario. Antes de darle punto final al recital, se hizo cargo del micrófono la última persona que quedaba por hablar con el público: Christian Vidal, el guitarrista argentino que forma parte del grupo desde 2010. Vidal no se extendió mucho, agradeciendo a todos y negándose a caer en los clichés sobre familia y demás pero viéndose claramente agradecido, antes de anunciar ya el final con “Quetzalcoatl”, ese track con partes en español que parecen reservar de manera casi exclusiva para sus presentaciones en Latinoamérica.

Con la gente gastando lo poco de energía que les quedaba, Therion alargaron la última nota para ahí sí darle un punto final a su presentación, luego de casi dos horas de recital. Fotos y saludos de por medio, era imposible negar que gran parte del público se apuró a la salida para ver si podían agarrar algo de aire fresco, considerando el horno que era el interior del Teatrito. Créanme que estar en un lugar chico y atestado puede afectar mucho a este tipo de eventos, pero a fin de cuentas lo de Therion fue lo suficientemente potente como para compensar ese enorme detalle: no creo que alguien haya salido del lugar sintiéndose robado ni nada parecido, porque fue tal cual lo que uno se espera de los suecos. Así que sigan así en vivo, y esperemos que en estudio las cosas mejoren a futuro.

Fotografias: Martin Darksoul

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Therion en Buenos Aires: “La vuelta de los dioses”
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Desde que llegaran a Ezeiza allá por el lejano 1995 para promocionar Lepaca Kliffoth en el desaparecido Heaven & Hell del barrio porteño de Palermo, Argentina ha sido un destino común para Therion. No sé si caer en el cliché de “la conexión con el público” al que suelen recurrir tantos periodistas rockeros, pero al momento de la salida de esta crónica los suecos llevan doce recitales en Argentina, superando a otros nombres ultra populares en el país como Metallica y Nightwish. A Christofer Johnsson, el eterno mandamás de Therion, le debe haber gustado venir, siendo que decidió volver incluso después de que tuvieran que reprogramar la tercera presentación (se hizo en el Teatro Arlequines) luego que el productor los estafara, los echaran del hotel y se tuvieran que quedar unos días en la casa de unos fans (los “Leo y Gaby” mencionados en los agradecimientos del álbum Theli).

Siendo completamente sincero, ya pasó una década y media desde la última vez que Therion sacaron un disco que de verdad me convenció: vaya uno a saber si es porque Johnsson y quien sea que lo acompañe han tenido problemas para mantener su fórmula de metal sinfónico fresca, más allá de que ellos mismos hayan sido de los pioneros en ese sonido, o que el aspecto épico y grandilocuente característico de la banda se comió a las canciones sin dejarles espacio. Pero a pesar de eso, los suecos siempre mantuvieron un buen nivel en vivo, por lo que cada gira sigue siendo todo un evento. Y para promocionar su decimoctavo álbum Leviathan II de 2022, segunda parte de Leviathan de 2021 (¿Ven lo que digo sobre el aspecto grandilocuente?), el circo visitaría de vuelta nuestra ciudad el 18 de enero.

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Luego de seis visitas seguidas presentándose en el Teatro Flores, el 2023 arrancaría viendo a Therion en el Teatrito de Sarmiento 1752, claramente varios escalones por debajo del recinto de avenida Rivadavia en cuanto a capacidad tanto para el público como arriba del escenario. Al entrar, era fácil sentir otro aspecto que se sentiría a lo largo de toda la noche: en medio del verano porteño y los 35 grados que se sentían afuera, imaginen en un lugar colmado de gente, y aunque los ventiladores a los lados estaban trabajando extra funcionarían siempre y cuando lograras encontrar un lugar donde diera la brisa. En el puesto de merch de Icarus se podía ver el enorme catálogo de discos y remeras: de estas últimas, la que tenía la tapa del disco de covers Les Fleurs du Mal era una de las más compradas, vaya uno a saber por qué detalle de esa portada.

Para ir calentando la noche (más de lo que ya estaba), tuvimos la presentación de los locales Requiem For Edén. En términos estrictos de etiquetas puede que la banda porteña no fuera la opción más obvia para tener teloneando a Therion, pero a veces es preferible tener al actor que mejor sepa actuar antes que al actor que simplemente se parezca y, en el caso de este cuarteto su metalcore ultra melódico seguramente habrá dejado satisfecho a cualquiera que simplemente buscara una buena presentación.

Poco después de terminada la presentación del cuarteto, se abrió camino para que pudieran pasar por el costado izquierdo del público los músicos de Therion ya vestidos para la ocasión: debo decir que aprecio toda la teatralidad del asunto pero es obvio que las telas gruesas, las camisas de manga larga, los vestidos largos y demás vestiduras no son de lo más indicado para el ambiente de altas temperaturas que se vivía. 

Por suerte, esto no afectó la puntualidad sueca (¿Eso es algo que existe?) y a las 21 en punto empezó a sonar el “O Fortuna” de Carl Orff, la pieza musical que marca la salida de la banda al escenario, Por lejos, arriba del escenario los que se roban todas las miradas son el trío conformado por el sueco Thomas Vikström, la italiana Chiara Malvestiti y la española Rosalía Sairem, no sólo por ser los tres cantantes principales de la banda y que estén todos en fila, sino también por sus trajes, con el elegancia del vestido rojo de Sairem, la teatralidad del tocado de valkiria de Malvestiti y el cosplay de pirata de un dirigible steampunk de Vikström. Con todos ya en sus puestos, el combo sueco dio rienda suelta a “The Blood of Kingu”.

Aquel track de Sirius B es de los más tradicionalmente metaleros de Therion, sin dejar de lado el uso de las voces de ópera, y es una apertura perfecta para los recitales, algo que la gente recibió de manera entusiasta. A eso se sumó no sólo una performance precisa por parte de la banda, sino también un sonido claro y potente, toda una rareza de encontrar desde el principio en los recitales por estos lares.

Vikströn agradeció a todos por venir y aprovechó para hacer un poco de demagogia felicitando al país por el mundial, algo siempre efectivo. El recital siguió echando mano al clásico Vovin con “Birth of Venus Illegitima”, que baja un cambio con respecto a la energía de la anterior, es más densa y pone énfasis en los coros característicos de Therion. Esto siguió con la seguidilla de los últimos discos “Litany of the Fallen”, la primera sacada de Leviathan II y que mezcla las voces de ópera con un par de riffs que suenan cercanos al hard rock, y la épica y poderosa “Tuonela” de Leviathan.

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El recital siguió con el turno de Chiara Malvestiti para hablar con la gente, en este caso para anunciar otra seguidilla de canciones de un mismo álbum. El álbum elegido sería Lemuria, aquel álbum “hermano” de Sirius B, que estaría representado con “Lemuria”, “Abraxas” y “An Arrow From The Sun”. “Wine of Aluqah” haría explotar a la gente con su solo powermetalero, que los fans corearon tal como si estuvieran en la cancha. Luego de “Cults of the Shadows” de Theli, Vikström se dirigió al público y mencionó lo horrible que fue la pandemia, pero mencionó que algo bueno fue que Therion compuso nada menos que tres álbumes durante ese tiempo, dándole pie para anunciar “Leviathan”, la canción título de esa trilogía. 

Ya llegando al final de la primera parte del recital todavía teníamos algo de espacio para la teatralidad como se pudo ver en “Asgård”, “Pazuzu” y sobre todo con “Codex Gigas”, anunciada como un “momento para pasar de página”, y donde Vikström se retiró un momento para volver con un libro, al que hojeó para ir con la temática de la canción. Y con “Son of the Staves of Time”, de aquel doble Gothic Kabbalah, la banda se retiró del escenario, dando lugar a que la gente pidiera su vuelta como de costumbre,

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La noche podría haber terminado termina ahí, con uno de los tracks definitivos de la mezcla de ópera y riffs metaleros que Therion se puede considerar como pioneros y la banda retirándose por fin. Pero con el canto de “Yo soy de Therion” que se generó entre el público, ese que logran adaptar a cualquier banda sin importar métrica ni fonología, la agrupación sueca volvió al escenario. Antes de darle punto final al recital, se hizo cargo del micrófono la última persona que quedaba por hablar con el público: Christian Vidal, el guitarrista argentino que forma parte del grupo desde 2010. Vidal no se extendió mucho, agradeciendo a todos y negándose a caer en los clichés sobre familia y demás pero viéndose claramente agradecido, antes de anunciar ya el final con “Quetzalcoatl”, ese track con partes en español que parecen reservar de manera casi exclusiva para sus presentaciones en Latinoamérica.

Con la gente gastando lo poco de energía que les quedaba, Therion alargaron la última nota para ahí sí darle un punto final a su presentación, luego de casi dos horas de recital. Fotos y saludos de por medio, era imposible negar que gran parte del público se apuró a la salida para ver si podían agarrar algo de aire fresco, considerando el horno que era el interior del Teatrito. Créanme que estar en un lugar chico y atestado puede afectar mucho a este tipo de eventos, pero a fin de cuentas lo de Therion fue lo suficientemente potente como para compensar ese enorme detalle: no creo que alguien haya salido del lugar sintiéndose robado ni nada parecido, porque fue tal cual lo que uno se espera de los suecos. Así que sigan así en vivo, y esperemos que en estudio las cosas mejoren a futuro.

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