Parece increíble que ya haya pasado una década del lanzamiento de “The Final Frontier”. Increíble porque 10 años es un período de tiempo más que extenso en la vida de cualquier ser humano pero para hablar de Iron Maiden tenemos que referirnos aún a su historia más reciente. A veces estas cosas le hacen pensar a uno que para las bandas, o mejor dicho para sus músicos, existe un reloj biológico distinto cuyo mecanismo opera marcando los momentos en que un nuevo álbum de estudio sale a las calles. Y en el caso de Iron Maiden esta percepción se hace más fuerte cuando caemos que en la cuenta que este último decenio es el que menos música nueva vio producir a Harris y a los suyos. Porque entre “The Final Frontier” y el presente lo único que hubo en el medio en cuanto a lanzamientos con canciones nuevas fue “The Book of Souls” (2015). De acuerdo, la banda jamás desapareció del mapa y siempre estuvieron activos como uno de los actos más masivos del mundo del Heavy Metal, ya sea girando o lanzando material en vivo, animándose al mercado de las cervezas con su propia marca, o superando momentos difíciles como el cáncer de su vocalista Bruce Dickinson. Pero no deja de resultar sorprendente la diferencia abismal que hay con la década de los 80s cuando los lanzamientos se sucedían uno tras otro, año tras año. Por supuesto que no perdemos de vista que el contexto y el mercado musical hoy son completamente diferentes a los de hace cuarenta años atrás. Pero queda más que claro que desde el regreso de Dickinson y Smith a la banda, allá por los albores del Siglo XXI, Iron Maiden se tomó todo de manera mucho más relajada.
Cada quien dará su parecer respecto a esta situación, lo que es innegable es que a la banda este accionar no le trajo ningún mal resultado. Ubiquémonos en el 2010, año en el que “The Final Frontier” fue concebido; Para aquél entonces ya habían pasado más de diez años del retorno de los miembros antes mencionados y la banda atravesó la primera década del nuevo Milenio consolidando su posición como uno de las agrupaciones más convocantes del planeta. Tres exitosos discos de estudio y monumentales giras por todo el globo, incluso a bordo de su propio avión, fueron los soportes para el éxito de La Doncella en esta etapa como sexteto. De esos tres discos mencionados vamos a enfocarnos en “A Matter of Life and Death” (2006), es decir, en el antecesor directo de “The Final Frontier”. De todos los álbumes en estudio que Maiden sacó en esta nueva etapa “A Matter of…” es quizás el que más opiniones divididas genere entre los fans. Hay quienes lo aman y otros que piensan que a la banda se le fue la mano con la extensión de las canciones, argumentando que a algunos temas de ése disco le sobraban minutos o que Maiden debería enfocarse en hacer canciones más cortas como en el pasado. Los argumentos se sostienen en el hecho de que, hasta ése entonces, “A Matter of…” era el disco más extenso en su duración en la discografía del grupo. Si bien es sabido que los Maiden siempre se caracterizaron por hacer la suya sin importarle demasiado los comentarios del exterior, cabría preguntarse si los músicos tuvieron en cuenta estos detalles antes de encarar su siguiente trabajo. Y al juzgar por los resultados de “The Final Frontier” podemos decir que la respuesta es: sí y no. Ya que este es un álbum que está claramente dividido en dos partes; una primera mitad de las diez canciones que lo integran compuesta por canciones de corte más directo y más breves; y una segunda mitad con canciones de larga duración.
Pero también hubo mucha mística en torno a la previa de este disco además de las cuestiones musicales ya habladas. En primer lugar, el hecho de que para grabarlo se hayan trasladado a los estudios de Compass Point en Nassau, Bahamas, allí donde fueron grabados los antológicos “Piece of Mind” (1983), “Powerslave” (1984) y “Somewhere in Time” (1986) ya le hizo levantar las cejas a más de uno, especialmente a los fans de la vieja escuela quienes tomaron esto como una señal de que quizás el grupo se reencontraría con el sonido de su pasado más dorado. También la espera estaba haciendo que la impaciencia de los fans fuera en aumento; hasta ése momento, cuatro años fue el período más largo que los seguidores de la banda tuvieron que esperar para recibir material fresco. Nunca antes en la historia de Iron Maiden, desde que empezaron a grabar discos, hubo que esperar tanto (si tan solo para ése entonces hubiéramos sabido que para el siguiente álbum iba a haber que esperar otros cinco años…y eso por no hablar de la actual espera que ya va para seis). Y por otro lado, el título de la placa: “La Frontera Final”. Aun cuando el concepto elegido para el arte gráfico que acompañó a esta placa fue el de los viajes espaciales, con el eterno Eddie en su versión alienígena, era inevitable tomar el título como un potencial saludo de despedida. Los músicos siempre eludían este asunto con eufemismos tales como “mientras sigamos sonando bien y estemos conformes, no vemos el motivo por el cual debamos detenernos” la realidad es que hace diez años atrás Iron Maiden ya había dejado hacía rato de ser una banda de jóvenes y sus propios integrantes eran conscientes de que el inexorable final se encuentra cada vez más cerca. Por fortuna nada de eso pasó (aún) y la banda sigue entre nosotros…y sonando de la puta madre. Pero entre el título del LP y algunas declaraciones que hizo Harris oportunamente diciendo “siempre pensé que lo ideal sería si pudiéramos llegar a hacer unos quince discos”; y a sabiendas de que “The Final Frontier” es, casualmente, el decimoquinto álbum en estudio de la Maiden, las indirectas en aquél entonces parecían ser algo evidentes. De hecho, la intro que abre el disco lleva por título el sugestivo título de “Satellite 15…”
Y hablando de la intro, ya que ahora nos vamos a meter de lleno en las canciones que hacen al álbum, es menester decir que ésta se encuentra entre las aperturas más inusuales en la discografía de La Bestia. Uno quizás esperaría que la banda irrumpa con un riff sacado de la galera de alguno de sus tres guitarristas, en la línea de “The Wickerman” o “Different World”, o con algún repiqueteo de la batería de Nicko. Pero no; lo que se oye al principio del disco al darle play es una sucesión de sonidos distorsionados, entre líneas de bajo, fraseos de guitarra y tambores retumbando, que se van incrementando como una bola de ruido a punto de estallar, la cual encuentra un breve lapso de reposo para que Dickinson recite unas líneas (también, con su voz distorsionada) para luego darle paso, ahora sí, al primer tema del disco, es el que le da el nombre a su título. Cuando salió el álbum los fans se encontraban divididos entre quienes opinaban que la intro debía haber sido trackeada, es decir, separada de la canción “The Final Frontier”, y entre quienes decían que no. Está claro que esta intro fue pensada especialmente para los shows de la gira de presentación del disco, para así impulsar la adrenalina del público previo al momento en que la banda irrumpía en el escenario, por lo que la idea de separarla como un track aparte no era tan descabellada. Además, el vídeo que promocionó el lanzamiento del LP (una mezcla de live action y CGI, guionado por el reconocido director británico Dirk Maggs) solamente contaba con la canción y no con la intro. Dicho sea de paso, el vídeo se encuentra entre los más logrados en la videografía de La Doncella, si tenemos en cuenta que Maiden nunca fue una banda que se caracterizó por la espectacularidad de sus vídeos.
Pero antes de este vídeo, el aperitivo para apalear el hambre de los fans había sido la canción que le continúa a la apertura del disco: “El Dorado”. No es la primera vez que Maiden juega con un título en español para sus canciones. Ya había ocurrido en el pasado con “Cómo estáis Amigos” de “Virtual XI” (1998). En esta oportunidad, el título y la letra hacen alusión a la mítica ciudad dorada perdida en Latinoamérica que los conquistadores españoles se empecinaron en encontrar, de la cual las leyendas dicen que hasta sus calles estaban recubiertas en oro. Pero la letra también posee un doble sentido al hacer referencia a la avaricia desmedida por obtener más riquezas, lo cual estaba muy en sintonía con los acontecimientos mundiales de aquellos años cuando en 2008 el planeta fue sacudido por una gran crisis económica que se llevó puesta a entidades financieras como Lehman Brothers a causa de, justamente, la torpeza potenciada por la codicia. El single trajo consigo la novedad de haber sido lanzado online y se podía descargar gratuitamente a partir del 8 de junio de 2010 desde la página de la banda. Era claro que Iron Maiden se estaba adaptando a los tiempos del streaming, comprendiendo que el formato físico ya hacía rato que había dejado de imperar en el mercado de la música con la llegada de la Internet. “El Dorado” también le valió a Maiden por primera vez en su historia un premio Grammy en la categoría Mejor performance de Metal.
“El Dorado” también parecía ser una reacción a lo ocurrido cuatro años antes con “A Matter of Life And Death”. La clásica marcha de cabalgata comandada por el bajo de Steve Harris y el riff más rockero, cortesía de Adrian Smith, sumados al estribillo simplón y de fácil aprehensión que entonaba Bruce Dickinson, eran elementos que prácticamente brillaron por su ausencia en el antecesor más directo de “The Final Frontier”. Como se dijo antes, el álbum parece estar intencionalmente separado en dos mitades claramente diferenciadas, en donde la primera se nutre de este tipo de canciones, de formato más sencillo sin tanto despliegue instrumental, para pasar a la vereda opuesta en el segundo tramo del disco. El medio tiempo de “Mother of Mercy” y la cuasi balada “Coming Home”, la cual en un mundo perfecto podría haber sido un hit radial tranquilamente, responden claramente al patrón antes mencionado, al igual que la enérgica “The Alchemist”, la cual tiene mucha sintonía con “Man on The Edge”, uno de los momentos más directos de la etapa junto a Blaze Bayley. A lo mejor quizás se deba a que ambas son composiciones firmadas por el guitarrista Janick Gers.
A partir de “Isle of Avalon” pareciera ser que comienza otro disco. Por mal que le pese a muchos, Iron Maiden nunca estuvo dispuesto a abandonar la veta progresiva que tanto viene caracterizando sus últimos álbumes y aquí parecieron querer llevar ese recurso hacia un nuevo nivel puesto que “The Final Frontier”, hasta la salida de su sucesor “The Book of Souls”, resultaría ser el álbum más extenso en el historial de la banda aún cuando la primera mitad del mismo pareciera sugerir que el sexteto iba a encarar en otra dirección. También hay que mencionar que en este disco es donde el productor Kevin Shirley terminó de encontrarle bien la vuelta de tuerca al uso de las tres guitarras en el estudio. El sonido con el que cuenta la placa es muy nítido y quizás aquí es por vez primera en donde el trabajo de las tres guitarras está muy bien diferenciado, apostándole al abanico de posibilidades sonoras que la situación habilita, si bien algo de esto ya podía percibirse en “Dance of Death” (2003). Canciones como la mencionada “Isle of Avalon”, “Starblind” o “The Man Who Would Be King”, denotan unas guitarras más armoniosas en vez de buscar el impacto del riff potente a diferencia de lo que ocurría en el disco anterior con, por ejemplo, “Brighter Than A Thousand Suns” o “Lord of The Light”. Por eso es justo decir que en términos de pesadez, “The Final Frontier” es uno de los discos en donde La Doncella baja unos cuantos decibeles. También hay que decir que estas canciones alcanzan un grado de espectacularidad gracias a la siempre soberbia interpretación vocal de Dickinson. El dramatismo que le pone el esgrimista a temas como “Starblind” o los tonos que someten a prueba los límites de su garganta en “The Talisman”, hace que los oyentes caigamos de rodillas cada vez que lo escuchamos.
En el terreno lírico, y más allá del concepto espacial en torno al disco, una vez más Iron Maiden se despacha con una variedad de temas riquísimos a nivel cultural. Por ejemplo, “The Alchemist” (que nada tiene que ver con la canción que lleva el mismo título que la de Bruce Dickinson solista) está basada en el famoso ocultista inglés del Siglo XVI, John Dee; “Isle of Avalon”, como su título lo indica, habla de la famosa isla de la mitología Celta donde supuestamente reposa el cuerpo del Rey Arturo; “The Man Who Would Be King”, por su parte, encontró su inspiración en la película protagonizada por Sean Connery y Michael Kane de igual nombre. Y la encargada de cerrar el álbum “When The Wild Wind Blows”, la única canción del disco compuesta íntegramente por Steve Harris, es sin dudas una de las piezas más interesantes. Por el lado de las letras, Harris se basó en la novela gráfica de Raymond Briggs “When The Wind Blows” (Cuando el viento sopla) la cual narra la historia de una pareja que está intentando descifrar cómo sobrevivirán a un inminente desastre nuclear. Por otra parte, la delicadez de las melodías de guitarras y el medio tempo marcado de la canción, en donde parece que la banda va a explotar en algún momento pero no lo hace nunca, le dan un aire de dramatismo y una exquisitez atípica en la discografía de La Doncella. Según el diario del productor Kevin Shirley, dice que Harris fue armando esta canción de a fragmentos, en donde le fue contando a cada uno de los músicos por separado las partes que tenía en mente para este tema pero que nadie supo bien de qué se trataba hasta que finalmente ensamblaron todo al momento de grabarla. No pierdan de vista nunca que estamos hablando de uno de los mejores compositores de Heavy Metal en el mundo.
Cuando “The Final Frontier” salió a las calles en Agosto de 2010, el álbum llegó al puesto número 1 de ventas en varios países, incluyendo El Reino Unido; algo que la banda no conseguía jugando de local desde “Fear of The Dark” (1992), convirtiéndose así en el cuarto disco en llegar a lo más alto del chart británico. También sería el último disco lanzado por el sello EMI luego de colaborar con la banda por más de treinta años. Como se dijo antes, las reglas del mercado ya eran otras. Otra exitosa gira mundial le siguió al lanzamiento del álbum, agotando las localidades de estadios monumentales en todo el planeta, lo cual quedaría perfectamente plasmado en el registro “En Vivo!” (2012) grabado en el Estadio Nacional de Santiago de Chile en Abril de 2011. Una anécdota de esta gira sin dudas ocurrió cuando la banda no pudo aterrizar con su avión, el Ed Force One, en el momento de presentarse en Japón debido al Tsunami que arrasó con el país aquel año justo en el momento en que Maiden tenía sus fechas allí pactadas. Unas palabras alusivas a esta tragedia le dedicaría Bruce Dickinson en homenaje a los fans japoneses antes de tocar la canción “Blood Brothers” y bautizando esta canción como la señal de hermandad entre los fans de Maiden en todo el mundo.
Así fue como Iron Maiden dió otro paso triunfante en su extensa y exitosa carrera. Lo mejor de todo es que, diez años después de su lanzamiento, podemos decir que La Frontera Final aún no ha sido alcanzada.
Parece increíble que ya haya pasado una década del lanzamiento de “The Final Frontier”. Increíble porque 10 años es un período de tiempo más que extenso en la vida de cualquier ser humano pero para hablar de Iron Maiden tenemos que referirnos aún a su historia más reciente. A veces estas cosas le hacen pensar a uno que para las bandas, o mejor dicho para sus músicos, existe un reloj biológico distinto cuyo mecanismo opera marcando los momentos en que un nuevo álbum de estudio sale a las calles. Y en el caso de Iron Maiden esta percepción se hace más fuerte cuando caemos que en la cuenta que este último decenio es el que menos música nueva vio producir a Harris y a los suyos. Porque entre “The Final Frontier” y el presente lo único que hubo en el medio en cuanto a lanzamientos con canciones nuevas fue “The Book of Souls” (2015). De acuerdo, la banda jamás desapareció del mapa y siempre estuvieron activos como uno de los actos más masivos del mundo del Heavy Metal, ya sea girando o lanzando material en vivo, animándose al mercado de las cervezas con su propia marca, o superando momentos difíciles como el cáncer de su vocalista Bruce Dickinson. Pero no deja de resultar sorprendente la diferencia abismal que hay con la década de los 80s cuando los lanzamientos se sucedían uno tras otro, año tras año. Por supuesto que no perdemos de vista que el contexto y el mercado musical hoy son completamente diferentes a los de hace cuarenta años atrás. Pero queda más que claro que desde el regreso de Dickinson y Smith a la banda, allá por los albores del Siglo XXI, Iron Maiden se tomó todo de manera mucho más relajada.
Cada quien dará su parecer respecto a esta situación, lo que es innegable es que a la banda este accionar no le trajo ningún mal resultado. Ubiquémonos en el 2010, año en el que “The Final Frontier” fue concebido; Para aquél entonces ya habían pasado más de diez años del retorno de los miembros antes mencionados y la banda atravesó la primera década del nuevo Milenio consolidando su posición como uno de las agrupaciones más convocantes del planeta. Tres exitosos discos de estudio y monumentales giras por todo el globo, incluso a bordo de su propio avión, fueron los soportes para el éxito de La Doncella en esta etapa como sexteto. De esos tres discos mencionados vamos a enfocarnos en “A Matter of Life and Death” (2006), es decir, en el antecesor directo de “The Final Frontier”. De todos los álbumes en estudio que Maiden sacó en esta nueva etapa “A Matter of…” es quizás el que más opiniones divididas genere entre los fans. Hay quienes lo aman y otros que piensan que a la banda se le fue la mano con la extensión de las canciones, argumentando que a algunos temas de ése disco le sobraban minutos o que Maiden debería enfocarse en hacer canciones más cortas como en el pasado. Los argumentos se sostienen en el hecho de que, hasta ése entonces, “A Matter of…” era el disco más extenso en su duración en la discografía del grupo. Si bien es sabido que los Maiden siempre se caracterizaron por hacer la suya sin importarle demasiado los comentarios del exterior, cabría preguntarse si los músicos tuvieron en cuenta estos detalles antes de encarar su siguiente trabajo. Y al juzgar por los resultados de “The Final Frontier” podemos decir que la respuesta es: sí y no. Ya que este es un álbum que está claramente dividido en dos partes; una primera mitad de las diez canciones que lo integran compuesta por canciones de corte más directo y más breves; y una segunda mitad con canciones de larga duración.
Pero también hubo mucha mística en torno a la previa de este disco además de las cuestiones musicales ya habladas. En primer lugar, el hecho de que para grabarlo se hayan trasladado a los estudios de Compass Point en Nassau, Bahamas, allí donde fueron grabados los antológicos “Piece of Mind” (1983), “Powerslave” (1984) y “Somewhere in Time” (1986) ya le hizo levantar las cejas a más de uno, especialmente a los fans de la vieja escuela quienes tomaron esto como una señal de que quizás el grupo se reencontraría con el sonido de su pasado más dorado. También la espera estaba haciendo que la impaciencia de los fans fuera en aumento; hasta ése momento, cuatro años fue el período más largo que los seguidores de la banda tuvieron que esperar para recibir material fresco. Nunca antes en la historia de Iron Maiden, desde que empezaron a grabar discos, hubo que esperar tanto (si tan solo para ése entonces hubiéramos sabido que para el siguiente álbum iba a haber que esperar otros cinco años…y eso por no hablar de la actual espera que ya va para seis). Y por otro lado, el título de la placa: “La Frontera Final”. Aun cuando el concepto elegido para el arte gráfico que acompañó a esta placa fue el de los viajes espaciales, con el eterno Eddie en su versión alienígena, era inevitable tomar el título como un potencial saludo de despedida. Los músicos siempre eludían este asunto con eufemismos tales como “mientras sigamos sonando bien y estemos conformes, no vemos el motivo por el cual debamos detenernos” la realidad es que hace diez años atrás Iron Maiden ya había dejado hacía rato de ser una banda de jóvenes y sus propios integrantes eran conscientes de que el inexorable final se encuentra cada vez más cerca. Por fortuna nada de eso pasó (aún) y la banda sigue entre nosotros…y sonando de la puta madre. Pero entre el título del LP y algunas declaraciones que hizo Harris oportunamente diciendo “siempre pensé que lo ideal sería si pudiéramos llegar a hacer unos quince discos”; y a sabiendas de que “The Final Frontier” es, casualmente, el decimoquinto álbum en estudio de la Maiden, las indirectas en aquél entonces parecían ser algo evidentes. De hecho, la intro que abre el disco lleva por título el sugestivo título de “Satellite 15…”
Y hablando de la intro, ya que ahora nos vamos a meter de lleno en las canciones que hacen al álbum, es menester decir que ésta se encuentra entre las aperturas más inusuales en la discografía de La Bestia. Uno quizás esperaría que la banda irrumpa con un riff sacado de la galera de alguno de sus tres guitarristas, en la línea de “The Wickerman” o “Different World”, o con algún repiqueteo de la batería de Nicko. Pero no; lo que se oye al principio del disco al darle play es una sucesión de sonidos distorsionados, entre líneas de bajo, fraseos de guitarra y tambores retumbando, que se van incrementando como una bola de ruido a punto de estallar, la cual encuentra un breve lapso de reposo para que Dickinson recite unas líneas (también, con su voz distorsionada) para luego darle paso, ahora sí, al primer tema del disco, es el que le da el nombre a su título. Cuando salió el álbum los fans se encontraban divididos entre quienes opinaban que la intro debía haber sido trackeada, es decir, separada de la canción “The Final Frontier”, y entre quienes decían que no. Está claro que esta intro fue pensada especialmente para los shows de la gira de presentación del disco, para así impulsar la adrenalina del público previo al momento en que la banda irrumpía en el escenario, por lo que la idea de separarla como un track aparte no era tan descabellada. Además, el vídeo que promocionó el lanzamiento del LP (una mezcla de live action y CGI, guionado por el reconocido director británico Dirk Maggs) solamente contaba con la canción y no con la intro. Dicho sea de paso, el vídeo se encuentra entre los más logrados en la videografía de La Doncella, si tenemos en cuenta que Maiden nunca fue una banda que se caracterizó por la espectacularidad de sus vídeos.
Pero antes de este vídeo, el aperitivo para apalear el hambre de los fans había sido la canción que le continúa a la apertura del disco: “El Dorado”. No es la primera vez que Maiden juega con un título en español para sus canciones. Ya había ocurrido en el pasado con “Cómo estáis Amigos” de “Virtual XI” (1998). En esta oportunidad, el título y la letra hacen alusión a la mítica ciudad dorada perdida en Latinoamérica que los conquistadores españoles se empecinaron en encontrar, de la cual las leyendas dicen que hasta sus calles estaban recubiertas en oro. Pero la letra también posee un doble sentido al hacer referencia a la avaricia desmedida por obtener más riquezas, lo cual estaba muy en sintonía con los acontecimientos mundiales de aquellos años cuando en 2008 el planeta fue sacudido por una gran crisis económica que se llevó puesta a entidades financieras como Lehman Brothers a causa de, justamente, la torpeza potenciada por la codicia. El single trajo consigo la novedad de haber sido lanzado online y se podía descargar gratuitamente a partir del 8 de junio de 2010 desde la página de la banda. Era claro que Iron Maiden se estaba adaptando a los tiempos del streaming, comprendiendo que el formato físico ya hacía rato que había dejado de imperar en el mercado de la música con la llegada de la Internet. “El Dorado” también le valió a Maiden por primera vez en su historia un premio Grammy en la categoría Mejor performance de Metal.
“El Dorado” también parecía ser una reacción a lo ocurrido cuatro años antes con “A Matter of Life And Death”. La clásica marcha de cabalgata comandada por el bajo de Steve Harris y el riff más rockero, cortesía de Adrian Smith, sumados al estribillo simplón y de fácil aprehensión que entonaba Bruce Dickinson, eran elementos que prácticamente brillaron por su ausencia en el antecesor más directo de “The Final Frontier”. Como se dijo antes, el álbum parece estar intencionalmente separado en dos mitades claramente diferenciadas, en donde la primera se nutre de este tipo de canciones, de formato más sencillo sin tanto despliegue instrumental, para pasar a la vereda opuesta en el segundo tramo del disco. El medio tiempo de “Mother of Mercy” y la cuasi balada “Coming Home”, la cual en un mundo perfecto podría haber sido un hit radial tranquilamente, responden claramente al patrón antes mencionado, al igual que la enérgica “The Alchemist”, la cual tiene mucha sintonía con “Man on The Edge”, uno de los momentos más directos de la etapa junto a Blaze Bayley. A lo mejor quizás se deba a que ambas son composiciones firmadas por el guitarrista Janick Gers.
A partir de “Isle of Avalon” pareciera ser que comienza otro disco. Por mal que le pese a muchos, Iron Maiden nunca estuvo dispuesto a abandonar la veta progresiva que tanto viene caracterizando sus últimos álbumes y aquí parecieron querer llevar ese recurso hacia un nuevo nivel puesto que “The Final Frontier”, hasta la salida de su sucesor “The Book of Souls”, resultaría ser el álbum más extenso en el historial de la banda aún cuando la primera mitad del mismo pareciera sugerir que el sexteto iba a encarar en otra dirección. También hay que mencionar que en este disco es donde el productor Kevin Shirley terminó de encontrarle bien la vuelta de tuerca al uso de las tres guitarras en el estudio. El sonido con el que cuenta la placa es muy nítido y quizás aquí es por vez primera en donde el trabajo de las tres guitarras está muy bien diferenciado, apostándole al abanico de posibilidades sonoras que la situación habilita, si bien algo de esto ya podía percibirse en “Dance of Death” (2003). Canciones como la mencionada “Isle of Avalon”, “Starblind” o “The Man Who Would Be King”, denotan unas guitarras más armoniosas en vez de buscar el impacto del riff potente a diferencia de lo que ocurría en el disco anterior con, por ejemplo, “Brighter Than A Thousand Suns” o “Lord of The Light”. Por eso es justo decir que en términos de pesadez, “The Final Frontier” es uno de los discos en donde La Doncella baja unos cuantos decibeles. También hay que decir que estas canciones alcanzan un grado de espectacularidad gracias a la siempre soberbia interpretación vocal de Dickinson. El dramatismo que le pone el esgrimista a temas como “Starblind” o los tonos que someten a prueba los límites de su garganta en “The Talisman”, hace que los oyentes caigamos de rodillas cada vez que lo escuchamos.
En el terreno lírico, y más allá del concepto espacial en torno al disco, una vez más Iron Maiden se despacha con una variedad de temas riquísimos a nivel cultural. Por ejemplo, “The Alchemist” (que nada tiene que ver con la canción que lleva el mismo título que la de Bruce Dickinson solista) está basada en el famoso ocultista inglés del Siglo XVI, John Dee; “Isle of Avalon”, como su título lo indica, habla de la famosa isla de la mitología Celta donde supuestamente reposa el cuerpo del Rey Arturo; “The Man Who Would Be King”, por su parte, encontró su inspiración en la película protagonizada por Sean Connery y Michael Kane de igual nombre. Y la encargada de cerrar el álbum “When The Wild Wind Blows”, la única canción del disco compuesta íntegramente por Steve Harris, es sin dudas una de las piezas más interesantes. Por el lado de las letras, Harris se basó en la novela gráfica de Raymond Briggs “When The Wind Blows” (Cuando el viento sopla) la cual narra la historia de una pareja que está intentando descifrar cómo sobrevivirán a un inminente desastre nuclear. Por otra parte, la delicadez de las melodías de guitarras y el medio tempo marcado de la canción, en donde parece que la banda va a explotar en algún momento pero no lo hace nunca, le dan un aire de dramatismo y una exquisitez atípica en la discografía de La Doncella. Según el diario del productor Kevin Shirley, dice que Harris fue armando esta canción de a fragmentos, en donde le fue contando a cada uno de los músicos por separado las partes que tenía en mente para este tema pero que nadie supo bien de qué se trataba hasta que finalmente ensamblaron todo al momento de grabarla. No pierdan de vista nunca que estamos hablando de uno de los mejores compositores de Heavy Metal en el mundo.
Cuando “The Final Frontier” salió a las calles en Agosto de 2010, el álbum llegó al puesto número 1 de ventas en varios países, incluyendo El Reino Unido; algo que la banda no conseguía jugando de local desde “Fear of The Dark” (1992), convirtiéndose así en el cuarto disco en llegar a lo más alto del chart británico. También sería el último disco lanzado por el sello EMI luego de colaborar con la banda por más de treinta años. Como se dijo antes, las reglas del mercado ya eran otras. Otra exitosa gira mundial le siguió al lanzamiento del álbum, agotando las localidades de estadios monumentales en todo el planeta, lo cual quedaría perfectamente plasmado en el registro “En Vivo!” (2012) grabado en el Estadio Nacional de Santiago de Chile en Abril de 2011. Una anécdota de esta gira sin dudas ocurrió cuando la banda no pudo aterrizar con su avión, el Ed Force One, en el momento de presentarse en Japón debido al Tsunami que arrasó con el país aquel año justo en el momento en que Maiden tenía sus fechas allí pactadas. Unas palabras alusivas a esta tragedia le dedicaría Bruce Dickinson en homenaje a los fans japoneses antes de tocar la canción “Blood Brothers” y bautizando esta canción como la señal de hermandad entre los fans de Maiden en todo el mundo.
Así fue como Iron Maiden dió otro paso triunfante en su extensa y exitosa carrera. Lo mejor de todo es que, diez años después de su lanzamiento, podemos decir que La Frontera Final aún no ha sido alcanzada.