Sabíamos que iba a ser un fin de semana grande antes de subirnos al coche, pero lo que nos ofreció este Amplifest está cada vez más cerca de la magia que de lo terrenal.
Celebrando su décimo aniversario, el festival más disruptivo y experimental sopló las velas con un sold out digno de merecimiento. Tras las pasadas ediciones y esta, queda claro el mimo y el respeto con el que se cocina todo. Un festival donde lo verdaderamente importante es la música, sentirla en silencio y vivirla con todo el ruido que pueda invadir tu cuerpo. Aunando varios ejes culturales y teniendo muy presentes los problemas que nos ocupan, Amplifest se sienta a cenar en la mesa con las ideas muy claras y con una máxima innegociable: vivir la experiencia.
Y para vivir la experiencia estuvimos allí, abriéndonos paso, apoyándonos en otros hombros, abrazando a quien teníamos al lado, ayudando a quien necesitaba avanzar, respetando los silencios, sonriéndole a la niebla y cerrando los ojos para sentirlo todo un poco más.
Ya con la nostalgia de la bajada del telón, esperamos con prisa la próxima edición y nuestro próximo viaje a Porto, una ciudad que siempre recibe, trata y despide tan bien.
Nuestra segunda casa, podríamos decir, el Hard Club, se encargó del albergar una vez más esta experiencia.
Un cartel de dos días con otro más de regalo a modo de fiesta de calentamiento y es que el viernes se encargó de encender la mecha que nos recorrería bien cerca durante todo el fin de semana. No llegamos a tiempo a la listening party del último disco de The Body, pero hicimos la escucha en el viaje, por nuestra cuenta y celebramos que ocurran estas cosas dentro de un festival. Sí pudimos disfrutar de un rato de John Cxnnor en el Ferro Bar, en lo que fue una de las experiencias más underground y con tinte europeo que recuerdo. La banda danesa, es un experimento maravilloso de los hermanos Ketil y Rasmus G. Sejersen, también integrantes de LLNN, donde dejan fluir su lado más oscuro y electrónico a través también de vocalistas invitados, que en este caso nos encontramos a Christian, también de LLNN y Paulo Rui de Avesso. Descargaron toda la energía que tenían en cada corte y sirvió para meterme en el cuerpo muchas más ganas del concierto de LLNN. Tras John Cxnnor, empezó a sonar el darkwave en la sala y me teletransporté a algún bar de Berlín para continuar la noche, no sin antes recorrer varias veces las escaleras del Ferro, un sitio con mucho encanto.
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Con el cuerpo algo más descansado de lo que esperaba, empezamos el primer día serio de festival a la hora del almuerzo, o de la comida, depende de cuándo empieces el día. Insect Ark era la banda encargada de abrir el sábado y creo que estuvimos de acuerdo en que fue una elección correctísima. Se notó que la gente se acercó desde primera hora para poder verles y fue un gran acierto, pues lo que se vio sobre el escenario fue una clase magistral de tacto y mesura. No todos los días te encuentras a gente de Swans y Khanate a pocos palmos de distancia. El dúo afincado en Alemania, acompañados por Lynn Wright a las cuerdas y efectos, llenaron con un noise oscuro y denso el Büro Stage generando la atmósfera perfecta para dar comienzo al día. El siguiente turno era para Avesso en el escenario Dois Corvos y fue una grata sorpresa. Una especie de post-hardcore con mucho desarrollo, dándole la mano al post-metal de una forma muy elegante. Siempre sorprendido con la escena portuguesa, no es normal la cantidad de bandas tan buenas que atesora. Casi desde la puerta, donde tuvimos que quedarnos del lleno que había, volvimos al Büro para ver a Mizmor, sin duda, uno de los eventos canónicos que no podíamos perdernos y más ganas había de atravesar. Entre destellos verdes, fondos azules y mucha oscuridad, pudimos disfrutar de la hora de concierto que ALN y su banda nos regalaron. Tuve que acostumbrar un poco a mis oídos para el doomed black metal a las cuatro de la tarde, pero tras medio tema ya estaba metido en el barro. Una voz espectacular y un sonido perfectamente empastado, no se le puede poner ni un punto ni una coma. El de Portland vino con la escopeta cargada, si me permitís la broma americana. Como un tiro me fui a la sala contigua para no perderme otra de las voces que más esperaba ver en esta edición. Cinder Well y su guitarra. Salida de un cuento, iluminada como para Factor X, apareció Amelia Baker, que para quien no la conozca hace de todo y todo bien. Hace tiempo viví varios días en su tiny desk y me costó salir de ahí. Según arrancó “Two Heads, Grey Mare”, con ojos vidriosos supe que iba a querer quedarme también en este concierto. Bravo por incluir nuevamente bandas de folk, de la variante que sea, en este festival.
Después de este oasis de calma, sabíamos que íbamos a entrar en una vorágine que difícilmente nos iba a dejar impasibles. Los daneses LLNN, a los cuáles habíamos conocido la pasada noche, tenían una tarea difícil pero se llevaron matrícula de honor a mejor performance del día. Qué absoluta barbaridad de sonido, de entrega, de ira y de compromiso. La banda de Pelagic, fue el tiburón en la piscina de esta edición sin ningún tipo de duda. El post-apocalyptic metal destruyó los muros del Büro Stage y nos arrancó de un bocado el corazón, a mí por lo menos. Un auténtico flechazo el directo de este cuarteto con la aparición sorpresa una vez más de Paulo Rui, al que le faltaron segundos para lanzarse al público y surfear un rato. Me lo pusieron muy difícil los de Copenhague para elegir mi concierto favorito de esta edición, y aún no sé si lo tengo claro. Tendremos que seguir leyendo…
Solo pude ver un rato a Fvnerals porque me tocaba preparar el momentazo del día, que era ver a Russian Circles bien alante y hacer un escrupuloso escrutinio de todo el gear que llevaban, como casi siempre hago. Soy ese espectador detestable y no me importa. Los de Leipzig muy bien, un drone denso como se espera y un placement de sobresaliente en el escenario. Me hubiese encantado quedarme más o incluso disfrutarlos en escenario algo más grande.
Ya con un sitio con el que más o menos me conformaba, tocaba esperar un buen rato hasta que los de Chicago saliesen a reventarnos el pecho. Mike, Brian y Dave, no nos hicieron esperar. Puntuales como el tren de Kansas City, empezaron sin concesiones uno de los mejores conciertos que les recuerdo. Y es que, personalmente, creo que Gnosis, su último disco, les ha venido increíblemente bien. Prueba de ello fue la reacción de la gente cuando empezaron a sonar las primeras notas con delay de Sullivan. Como si acabasen de salir al escenario y recibiesen el ruido de la gente que llevaba una hora esperándolos, los de Sargent House hicieron una copia perfecta de su repertorio en disco para ser interpretada en directo. No les faltó nada, no se dejaron nada sin tocar. Brian Cook incluso usó el meñique que le sobraba de un acorde de bajo para tocar el teclado. Y es que siempre digo lo mismo con esta banda, con el looper de Mike, con cada pista que descubres a medida que le das vueltas a sus discos… son un ejemplo de banda para disfrutar en directo. Se coronaron con otra actuación para el recuerdo y con la misma humildad con la que entraron al escenario saludando y con sonrisa tímida, se fueron dejando el típico vacío que deja una serie cuando ves su último capítulo. Los círculos rusos fueron dignos cabezas de cartel durante casi hora y media y parte del domingo.
Me tienen que perdonar Living Gate, porque después de la apisonadora me quedé un poco marioneta y no pude dedicarles todo el tiempo que se merecían. Banda con el siempre pretencioso hashtag de supergroup con miembros de Yob, Oathbreaker, Amenra y con un puente aéreo USA-Bélgica en el que quiero imaginarme que escuchan country o death metal depende de la dirección en la que vuelen. Pude ver dos canciones y suenan muy bien. Gente muy técnica y de Relapse. Pocos ingredientes más se necesitan para que funcione.
Terminamos la noche con UF, que dieron la fiesta necesaria para irnos con el corazón lleno y la barra de energía vacía. Una pena los problemas técnicos con un micro que sigo sin saber porque no se cambió. Tuve la sensación de que empañó un poco la experiencia, ya caótica de por sí, en un constante anticlímax que a mi parecer es muy, pero que muy, atractivo.
Empezamos la segunda jornada dándonos cuenta de que no estamos tan jóvenes como pensamos y de que los días pesan más de lo que parece. El domingo pintaba parecido al día anterior, presentes desde primera hora para disfrutar de Inter Arma. Teníamos muchas ganas de “New Heaven” en directo. Técnicamente muy ambicioso como todos los trabajos de los de Virginia. Se dejaron caer por allí los dos días de festival para ir tomando la temperatura a la sala, y vaya si lo hicieron. Su sonido fue de aplaudir de inicio a fin. No sé si todos los cuerpos están preparados para este derroche de metralletas antes de las dos de la tarde, pero yo me vi totalmente sobrepasado. La voz sonó increíble y sorprendentemente, a pesar de lo complejo del directo de esta banda, cada instrumento sonaba perfectamente diferenciable. Un 10 para el sonido y un whiskey por la interpretación. Me fascina lo baja que lleva la caja T.J. y su outfit para tocar. Fan número uno.
Después de la trituradora, lo que quedaba de mi cuerpo fue a ver a Menace Ruine, un proyecto folk/drone que tira a shoegaze por momentos, y además, es un dúo y los dúos siempre me llaman la atención. Me sirvió para calmar las pulsaciones, asentar el cuerpo y perderme en algún bosque que no coloqué en el mapa pero me lo imaginé muy en Quebec, de donde proceden, con un lago cerca y mucha fauna y flora. Si algo me gusta de estas experiencias es poder disociar y que nadie se sorprenda.
Pero para sorpresa la de Spurv, la siguiente banda en tocar, que había escuchado en disco y me habían gustado bastante. Un post-rock al uso a priori, pero sorprendente cuando ves el despliegue instrumental sobre el escenario. Variedad de cuerda, viento metal, keys… Me encantó su puesta en escena, su cercanía y la gran cantidad de energía positiva que desprendían. Sin perder la sonrisa nos embarcaron en un viaje que por momentos recordaba a Explosions in the Sky o If these trees could talk. El sexteto procedente de Oslo me había pasado algo desapercibido este tiempo a pesar de que llevan desde 2012 y ya portan consigo unos cuantos largos, el último, de 2023. Gran sabor de boca para seguir con la tarde, pero es que todo iba a crecer exponencialmente una vez que Dis Fig y The Body saliesen a escena. Una de estas combinaciones que hacen mejorar los sabores. Un potenciador en ambas direcciones que doy gracias de haber podido disfrutar. Por la parte de The Body, sabíamos lo que iba a pasar y cómo iba a sonar. Es la fórmula y no queremos otra cosa, queremos exactamente eso y nos encanta. Pero Dis Fig… ¡madre mía! No tenía ni idea de su existencia, confieso que quise encontrarme con lo que viniera sin hacer los deberes antes y creo que me vino genial para que me petase la cabeza a lo largo de una hora que se me pasó como cuando te pasa el bus por la cara y lo ves alejarse. La sensación de tener que esperar en la parada fue la que tuve cuando se acabó el concierto. Dis Fig, o Felicia Chen, americana residente en Berlín, juega con la electrónica como quien mezcla bebidas en una cena de empresa. El resultado siempre llega al extremo y se divierte como nadie. Sumando su voz al cocktail con The Body es como accionar el botón chaos y dejarlo fluir. Un tema se unía con otro, y con otro, y con otro… y el viaje parecía seguir y no tener final. Una experiencia que voy a llevar siempre, ya por la plasticidad de todo lo que estaba sucediendo como por el experimental viaje que nos regalaron.
Con el listón muy muy alto nos acercábamos a la recta final de la edición y Decline and Fall no tuvieron la culpa de tocar en ese slot intermedio que necesitábamos para coger algo de fuerzas. Me acerqué unos minutos para ver qué tal su directo y era lo que más o menos se esperaba. Un post-punk oscuro y tranquilito con voz grave y onírica. Un puente perfecto para pasar al Büro Stage y prepararnos para lo que iba a ser el momento más precioso de todo el fin de semana…
Veníamos de ver este verano a Chelsea Wolfe en un festival grande, tanto por nombre como por dimensiones y por público. Aún así, la disfrutamos un montón. Teníamos muchas ganas de escuchar en directo este nuevo trabajo que vio la luz hace unos meses y fue muy gratificante. Ahora, la íbamos a ver en otro festival muy grande, pero como si estuviésemos en el salón de nuestra casa. Chelsea Wolfe, una vez más fue todo lo que esperábamos, no solo por tocar “She Reaches Out To She Reaches Out To She” en su totalidad sino por la maravillosa conexión que tuvo lugar entre artista y audiencia como nunca antes había visto en sus conciertos. Chelsea se mostró cercana, sonriente, pero con su halo de ser una criatura tan especial que en cualquier momento puede desvanecerse y no volver a aparecer. Hay que disfrutarla en el instante y admirar todo su talento y el de su banda. Nos imbuimos en su constante silencio roto por su propia respiración, nos invadió el humo los pulmones y entramos en el vórtice de sus proyecciones durante un set de noventa minutos en el que nos regaló mucho más de lo que pedíamos. Tras una pausa cercana al final, dejaron el escenario entre aplausos y las luces se apagaron. Sabíamos que no habían terminado pues aún quedaba algo de tiempo, pero no imaginábamos lo que estaba por venir. Entre las sombras alguien colocó un segundo micrófono junto al de Chelsea y entre ambos, un atril con una letra. Empezamos a lanzar hipótesis… ¿Y si…?
Algunos habíamos visto a Emma Ruth Rundle por el festival como espectadora de lujo y nuestra imaginación empezó a dispararse generando un hype de apenas 30 segundos hasta que la propia Chelsea salió mientras las luces volvían a encenderse a decirnos que nos tenía guardada una sorpresa. Y vaya sorpresa… Emma apareció como un ángel caído del cielo, descalza, con un vestido largo y se colocó junto al micrófono tímida, como quien sale a dar su primer concierto. Se notaba el cariño y confianza que se guardan y lo único que podíamos hacer era sonreír entre lágrimas. Fueron cinco minutos increíbles los que duró “Anhedonia” y tras un abrazo que pudimos sentir entre todos, Emma se fue y Chelsea nos dio un tema más para que nos fuésemos devastados entre la pena por su marcha y la sensación de haber vivido algo único e irrepetible.
Para mí, lo que pasase después ya importaba poco o nada, se podía acabar el festival en ese momento y no me hubiese importado, pero aún había cosas por ver. Yoo Doo Right comenzaron su concierto mientras aún asimilábamos lo visto, así que llegamos ya tras unos temas, pero pudimos disfrutar un rato de otra de las bandas Canadienses que acudieron este año. Un post-rock tirando un poco a prog, que entre los estrobos y los riffs de bajo, me tiraban por momentos a unos SLIFT un poco más tranquilos. Lo que pude ver de concierto fue divertido, sonó bastante potente y se les vio comodísimos.
Tras el trío de Montreal, venía el que para algunas personas era el plato fuerte del día o incluso del festival: Oranssi Pazuzu. Metal cósmico desde Finlandia y presentando “Muuntautuja”, que vio la luz el pasado octubre, tenían todos los ingredientes para generar curiosidad a quien no los hubiera visto. El disco es apabullante y abarca muchas zonas inexploradas que la banda se encarga de potenciar al máximo siendo conocedora de sus posibilidades. Solo faltaba ver si en directo defenderían igual de bien las atmósferas generadas. Fui consciente de la tremenda maquinaria que estaba viendo en directo cuando sonó el tema que da nombre al disco. Perpetrado hasta el último recobeco. Brillante y oscuro a la vez, ruidoso en lo experimental y certero en lo práctico. Esta banda es una auténtica bestia técnica y saben jugar muy bien con sus armas. Buscando un clímax que no tarda en llegar acabas entrando en la cueva sin ser consciente. Ya seas o no amante de los principios del black metal, Oranssi Pazuzu consiguen moverte algo por dentro por lo innovador de su propuesta y lo divertido de lo que ofrecen. Sin duda, una de las mejores actuaciones de todo el fin de semana.
Quizás porque ya lo había visto todo y me había quedado absolutamente satisfecho, no entendí muy bien la propuesta de Eihwar, y esto es culpa mía, no suya, faltaría más. Pero creo que por la hora y el slot que ocupaba, no entró demasiado bien a las personas que quedábamos por allí.
Un año más, Amplifest ha conseguido seguir siendo mi lugar favorito por todo lo que respiro cada vez que voy. Porto es una de mis ciudades favoritas y siempre me quedo con ganas de más. El festival es todo lo que esperas si no te gustan los macrofestivales pero quieres ver bandas que difícilmente puedes ver cada año en tu ciudad. El recinto cuenta con tiendas de merch, de pedales, buen café y precios razonables. Un clima sano en un entorno inmejorable, gente respetuosa, mucho amor por la escena y quienes la integran de principio a fin. No solo las bandas son las que echan esto a andar. Un motor como Amplificasom y todas las personas que participan en el evento hacen posible que podamos año a año seguir eligiendo este festival.
Sabíamos que iba a ser un fin de semana grande antes de subirnos al coche, pero lo que nos ofreció este Amplifest está cada vez más cerca de la magia que de lo terrenal.
Celebrando su décimo aniversario, el festival más disruptivo y experimental sopló las velas con un sold out digno de merecimiento. Tras las pasadas ediciones y esta, queda claro el mimo y el respeto con el que se cocina todo. Un festival donde lo verdaderamente importante es la música, sentirla en silencio y vivirla con todo el ruido que pueda invadir tu cuerpo. Aunando varios ejes culturales y teniendo muy presentes los problemas que nos ocupan, Amplifest se sienta a cenar en la mesa con las ideas muy claras y con una máxima innegociable: vivir la experiencia.
Y para vivir la experiencia estuvimos allí, abriéndonos paso, apoyándonos en otros hombros, abrazando a quien teníamos al lado, ayudando a quien necesitaba avanzar, respetando los silencios, sonriéndole a la niebla y cerrando los ojos para sentirlo todo un poco más.
Ya con la nostalgia de la bajada del telón, esperamos con prisa la próxima edición y nuestro próximo viaje a Porto, una ciudad que siempre recibe, trata y despide tan bien.
Nuestra segunda casa, podríamos decir, el Hard Club, se encargó del albergar una vez más esta experiencia.
Un cartel de dos días con otro más de regalo a modo de fiesta de calentamiento y es que el viernes se encargó de encender la mecha que nos recorrería bien cerca durante todo el fin de semana. No llegamos a tiempo a la listening party del último disco de The Body, pero hicimos la escucha en el viaje, por nuestra cuenta y celebramos que ocurran estas cosas dentro de un festival. Sí pudimos disfrutar de un rato de John Cxnnor en el Ferro Bar, en lo que fue una de las experiencias más underground y con tinte europeo que recuerdo. La banda danesa, es un experimento maravilloso de los hermanos Ketil y Rasmus G. Sejersen, también integrantes de LLNN, donde dejan fluir su lado más oscuro y electrónico a través también de vocalistas invitados, que en este caso nos encontramos a Christian, también de LLNN y Paulo Rui de Avesso. Descargaron toda la energía que tenían en cada corte y sirvió para meterme en el cuerpo muchas más ganas del concierto de LLNN. Tras John Cxnnor, empezó a sonar el darkwave en la sala y me teletransporté a algún bar de Berlín para continuar la noche, no sin antes recorrer varias veces las escaleras del Ferro, un sitio con mucho encanto.
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Con el cuerpo algo más descansado de lo que esperaba, empezamos el primer día serio de festival a la hora del almuerzo, o de la comida, depende de cuándo empieces el día. Insect Ark era la banda encargada de abrir el sábado y creo que estuvimos de acuerdo en que fue una elección correctísima. Se notó que la gente se acercó desde primera hora para poder verles y fue un gran acierto, pues lo que se vio sobre el escenario fue una clase magistral de tacto y mesura. No todos los días te encuentras a gente de Swans y Khanate a pocos palmos de distancia. El dúo afincado en Alemania, acompañados por Lynn Wright a las cuerdas y efectos, llenaron con un noise oscuro y denso el Büro Stage generando la atmósfera perfecta para dar comienzo al día. El siguiente turno era para Avesso en el escenario Dois Corvos y fue una grata sorpresa. Una especie de post-hardcore con mucho desarrollo, dándole la mano al post-metal de una forma muy elegante. Siempre sorprendido con la escena portuguesa, no es normal la cantidad de bandas tan buenas que atesora. Casi desde la puerta, donde tuvimos que quedarnos del lleno que había, volvimos al Büro para ver a Mizmor, sin duda, uno de los eventos canónicos que no podíamos perdernos y más ganas había de atravesar. Entre destellos verdes, fondos azules y mucha oscuridad, pudimos disfrutar de la hora de concierto que ALN y su banda nos regalaron. Tuve que acostumbrar un poco a mis oídos para el doomed black metal a las cuatro de la tarde, pero tras medio tema ya estaba metido en el barro. Una voz espectacular y un sonido perfectamente empastado, no se le puede poner ni un punto ni una coma. El de Portland vino con la escopeta cargada, si me permitís la broma americana. Como un tiro me fui a la sala contigua para no perderme otra de las voces que más esperaba ver en esta edición. Cinder Well y su guitarra. Salida de un cuento, iluminada como para Factor X, apareció Amelia Baker, que para quien no la conozca hace de todo y todo bien. Hace tiempo viví varios días en su tiny desk y me costó salir de ahí. Según arrancó “Two Heads, Grey Mare”, con ojos vidriosos supe que iba a querer quedarme también en este concierto. Bravo por incluir nuevamente bandas de folk, de la variante que sea, en este festival.
Después de este oasis de calma, sabíamos que íbamos a entrar en una vorágine que difícilmente nos iba a dejar impasibles. Los daneses LLNN, a los cuáles habíamos conocido la pasada noche, tenían una tarea difícil pero se llevaron matrícula de honor a mejor performance del día. Qué absoluta barbaridad de sonido, de entrega, de ira y de compromiso. La banda de Pelagic, fue el tiburón en la piscina de esta edición sin ningún tipo de duda. El post-apocalyptic metal destruyó los muros del Büro Stage y nos arrancó de un bocado el corazón, a mí por lo menos. Un auténtico flechazo el directo de este cuarteto con la aparición sorpresa una vez más de Paulo Rui, al que le faltaron segundos para lanzarse al público y surfear un rato. Me lo pusieron muy difícil los de Copenhague para elegir mi concierto favorito de esta edición, y aún no sé si lo tengo claro. Tendremos que seguir leyendo…
Solo pude ver un rato a Fvnerals porque me tocaba preparar el momentazo del día, que era ver a Russian Circles bien alante y hacer un escrupuloso escrutinio de todo el gear que llevaban, como casi siempre hago. Soy ese espectador detestable y no me importa. Los de Leipzig muy bien, un drone denso como se espera y un placement de sobresaliente en el escenario. Me hubiese encantado quedarme más o incluso disfrutarlos en escenario algo más grande.
Ya con un sitio con el que más o menos me conformaba, tocaba esperar un buen rato hasta que los de Chicago saliesen a reventarnos el pecho. Mike, Brian y Dave, no nos hicieron esperar. Puntuales como el tren de Kansas City, empezaron sin concesiones uno de los mejores conciertos que les recuerdo. Y es que, personalmente, creo que Gnosis, su último disco, les ha venido increíblemente bien. Prueba de ello fue la reacción de la gente cuando empezaron a sonar las primeras notas con delay de Sullivan. Como si acabasen de salir al escenario y recibiesen el ruido de la gente que llevaba una hora esperándolos, los de Sargent House hicieron una copia perfecta de su repertorio en disco para ser interpretada en directo. No les faltó nada, no se dejaron nada sin tocar. Brian Cook incluso usó el meñique que le sobraba de un acorde de bajo para tocar el teclado. Y es que siempre digo lo mismo con esta banda, con el looper de Mike, con cada pista que descubres a medida que le das vueltas a sus discos… son un ejemplo de banda para disfrutar en directo. Se coronaron con otra actuación para el recuerdo y con la misma humildad con la que entraron al escenario saludando y con sonrisa tímida, se fueron dejando el típico vacío que deja una serie cuando ves su último capítulo. Los círculos rusos fueron dignos cabezas de cartel durante casi hora y media y parte del domingo.
Me tienen que perdonar Living Gate, porque después de la apisonadora me quedé un poco marioneta y no pude dedicarles todo el tiempo que se merecían. Banda con el siempre pretencioso hashtag de supergroup con miembros de Yob, Oathbreaker, Amenra y con un puente aéreo USA-Bélgica en el que quiero imaginarme que escuchan country o death metal depende de la dirección en la que vuelen. Pude ver dos canciones y suenan muy bien. Gente muy técnica y de Relapse. Pocos ingredientes más se necesitan para que funcione.
Terminamos la noche con UF, que dieron la fiesta necesaria para irnos con el corazón lleno y la barra de energía vacía. Una pena los problemas técnicos con un micro que sigo sin saber porque no se cambió. Tuve la sensación de que empañó un poco la experiencia, ya caótica de por sí, en un constante anticlímax que a mi parecer es muy, pero que muy, atractivo.
Empezamos la segunda jornada dándonos cuenta de que no estamos tan jóvenes como pensamos y de que los días pesan más de lo que parece. El domingo pintaba parecido al día anterior, presentes desde primera hora para disfrutar de Inter Arma. Teníamos muchas ganas de “New Heaven” en directo. Técnicamente muy ambicioso como todos los trabajos de los de Virginia. Se dejaron caer por allí los dos días de festival para ir tomando la temperatura a la sala, y vaya si lo hicieron. Su sonido fue de aplaudir de inicio a fin. No sé si todos los cuerpos están preparados para este derroche de metralletas antes de las dos de la tarde, pero yo me vi totalmente sobrepasado. La voz sonó increíble y sorprendentemente, a pesar de lo complejo del directo de esta banda, cada instrumento sonaba perfectamente diferenciable. Un 10 para el sonido y un whiskey por la interpretación. Me fascina lo baja que lleva la caja T.J. y su outfit para tocar. Fan número uno.
Después de la trituradora, lo que quedaba de mi cuerpo fue a ver a Menace Ruine, un proyecto folk/drone que tira a shoegaze por momentos, y además, es un dúo y los dúos siempre me llaman la atención. Me sirvió para calmar las pulsaciones, asentar el cuerpo y perderme en algún bosque que no coloqué en el mapa pero me lo imaginé muy en Quebec, de donde proceden, con un lago cerca y mucha fauna y flora. Si algo me gusta de estas experiencias es poder disociar y que nadie se sorprenda.
Pero para sorpresa la de Spurv, la siguiente banda en tocar, que había escuchado en disco y me habían gustado bastante. Un post-rock al uso a priori, pero sorprendente cuando ves el despliegue instrumental sobre el escenario. Variedad de cuerda, viento metal, keys… Me encantó su puesta en escena, su cercanía y la gran cantidad de energía positiva que desprendían. Sin perder la sonrisa nos embarcaron en un viaje que por momentos recordaba a Explosions in the Sky o If these trees could talk. El sexteto procedente de Oslo me había pasado algo desapercibido este tiempo a pesar de que llevan desde 2012 y ya portan consigo unos cuantos largos, el último, de 2023. Gran sabor de boca para seguir con la tarde, pero es que todo iba a crecer exponencialmente una vez que Dis Fig y The Body saliesen a escena. Una de estas combinaciones que hacen mejorar los sabores. Un potenciador en ambas direcciones que doy gracias de haber podido disfrutar. Por la parte de The Body, sabíamos lo que iba a pasar y cómo iba a sonar. Es la fórmula y no queremos otra cosa, queremos exactamente eso y nos encanta. Pero Dis Fig… ¡madre mía! No tenía ni idea de su existencia, confieso que quise encontrarme con lo que viniera sin hacer los deberes antes y creo que me vino genial para que me petase la cabeza a lo largo de una hora que se me pasó como cuando te pasa el bus por la cara y lo ves alejarse. La sensación de tener que esperar en la parada fue la que tuve cuando se acabó el concierto. Dis Fig, o Felicia Chen, americana residente en Berlín, juega con la electrónica como quien mezcla bebidas en una cena de empresa. El resultado siempre llega al extremo y se divierte como nadie. Sumando su voz al cocktail con The Body es como accionar el botón chaos y dejarlo fluir. Un tema se unía con otro, y con otro, y con otro… y el viaje parecía seguir y no tener final. Una experiencia que voy a llevar siempre, ya por la plasticidad de todo lo que estaba sucediendo como por el experimental viaje que nos regalaron.
Con el listón muy muy alto nos acercábamos a la recta final de la edición y Decline and Fall no tuvieron la culpa de tocar en ese slot intermedio que necesitábamos para coger algo de fuerzas. Me acerqué unos minutos para ver qué tal su directo y era lo que más o menos se esperaba. Un post-punk oscuro y tranquilito con voz grave y onírica. Un puente perfecto para pasar al Büro Stage y prepararnos para lo que iba a ser el momento más precioso de todo el fin de semana…
Veníamos de ver este verano a Chelsea Wolfe en un festival grande, tanto por nombre como por dimensiones y por público. Aún así, la disfrutamos un montón. Teníamos muchas ganas de escuchar en directo este nuevo trabajo que vio la luz hace unos meses y fue muy gratificante. Ahora, la íbamos a ver en otro festival muy grande, pero como si estuviésemos en el salón de nuestra casa. Chelsea Wolfe, una vez más fue todo lo que esperábamos, no solo por tocar “She Reaches Out To She Reaches Out To She” en su totalidad sino por la maravillosa conexión que tuvo lugar entre artista y audiencia como nunca antes había visto en sus conciertos. Chelsea se mostró cercana, sonriente, pero con su halo de ser una criatura tan especial que en cualquier momento puede desvanecerse y no volver a aparecer. Hay que disfrutarla en el instante y admirar todo su talento y el de su banda. Nos imbuimos en su constante silencio roto por su propia respiración, nos invadió el humo los pulmones y entramos en el vórtice de sus proyecciones durante un set de noventa minutos en el que nos regaló mucho más de lo que pedíamos. Tras una pausa cercana al final, dejaron el escenario entre aplausos y las luces se apagaron. Sabíamos que no habían terminado pues aún quedaba algo de tiempo, pero no imaginábamos lo que estaba por venir. Entre las sombras alguien colocó un segundo micrófono junto al de Chelsea y entre ambos, un atril con una letra. Empezamos a lanzar hipótesis… ¿Y si…?
Algunos habíamos visto a Emma Ruth Rundle por el festival como espectadora de lujo y nuestra imaginación empezó a dispararse generando un hype de apenas 30 segundos hasta que la propia Chelsea salió mientras las luces volvían a encenderse a decirnos que nos tenía guardada una sorpresa. Y vaya sorpresa… Emma apareció como un ángel caído del cielo, descalza, con un vestido largo y se colocó junto al micrófono tímida, como quien sale a dar su primer concierto. Se notaba el cariño y confianza que se guardan y lo único que podíamos hacer era sonreír entre lágrimas. Fueron cinco minutos increíbles los que duró “Anhedonia” y tras un abrazo que pudimos sentir entre todos, Emma se fue y Chelsea nos dio un tema más para que nos fuésemos devastados entre la pena por su marcha y la sensación de haber vivido algo único e irrepetible.
Para mí, lo que pasase después ya importaba poco o nada, se podía acabar el festival en ese momento y no me hubiese importado, pero aún había cosas por ver. Yoo Doo Right comenzaron su concierto mientras aún asimilábamos lo visto, así que llegamos ya tras unos temas, pero pudimos disfrutar un rato de otra de las bandas Canadienses que acudieron este año. Un post-rock tirando un poco a prog, que entre los estrobos y los riffs de bajo, me tiraban por momentos a unos SLIFT un poco más tranquilos. Lo que pude ver de concierto fue divertido, sonó bastante potente y se les vio comodísimos.
Tras el trío de Montreal, venía el que para algunas personas era el plato fuerte del día o incluso del festival: Oranssi Pazuzu. Metal cósmico desde Finlandia y presentando “Muuntautuja”, que vio la luz el pasado octubre, tenían todos los ingredientes para generar curiosidad a quien no los hubiera visto. El disco es apabullante y abarca muchas zonas inexploradas que la banda se encarga de potenciar al máximo siendo conocedora de sus posibilidades. Solo faltaba ver si en directo defenderían igual de bien las atmósferas generadas. Fui consciente de la tremenda maquinaria que estaba viendo en directo cuando sonó el tema que da nombre al disco. Perpetrado hasta el último recobeco. Brillante y oscuro a la vez, ruidoso en lo experimental y certero en lo práctico. Esta banda es una auténtica bestia técnica y saben jugar muy bien con sus armas. Buscando un clímax que no tarda en llegar acabas entrando en la cueva sin ser consciente. Ya seas o no amante de los principios del black metal, Oranssi Pazuzu consiguen moverte algo por dentro por lo innovador de su propuesta y lo divertido de lo que ofrecen. Sin duda, una de las mejores actuaciones de todo el fin de semana.
Quizás porque ya lo había visto todo y me había quedado absolutamente satisfecho, no entendí muy bien la propuesta de Eihwar, y esto es culpa mía, no suya, faltaría más. Pero creo que por la hora y el slot que ocupaba, no entró demasiado bien a las personas que quedábamos por allí.
Un año más, Amplifest ha conseguido seguir siendo mi lugar favorito por todo lo que respiro cada vez que voy. Porto es una de mis ciudades favoritas y siempre me quedo con ganas de más. El festival es todo lo que esperas si no te gustan los macrofestivales pero quieres ver bandas que difícilmente puedes ver cada año en tu ciudad. El recinto cuenta con tiendas de merch, de pedales, buen café y precios razonables. Un clima sano en un entorno inmejorable, gente respetuosa, mucho amor por la escena y quienes la integran de principio a fin. No solo las bandas son las que echan esto a andar. Un motor como Amplificasom y todas las personas que participan en el evento hacen posible que podamos año a año seguir eligiendo este festival.