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Discharge en Buenos Aires: “Ni Dios ni patria, pero amos del D-Beat”
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Es increíble pensar que Discharge se tardaran tanto tiempo en hacer una gira por Latinoamérica: con excepción de un lejano doblete de presentaciones en Brasil en el Hangar 110 de San Pablo en 2004, los punks apocalípticos de Stoke-On-Trent no habían tocado al sur del Río Grande en sus décadas de carrera. Pero 2022 no sería sólo el año del 40º aniversario de Hear Nothing See Nothing Say Nothing, el álbum que no sólo marcó su carrera sino también a todo un género musical, sino que también sería cuando se saldaría esa deuda, con una gira que arrancó en el festival Rock al Parque de Colombia el 3 de diciembre y que cuatro días después los tendría en tierras argentinas tocando en Uniclub. ¿Y qué mejor ambientación que los alrededores del Abasto apestando a basura acumulada en medio de una ola de calor símil explosión nuclear?

Hacia las 19:20 se podía ver a grupos grandes de punks y metaleros comprando cerveza en los supermercados cercanos y un par ya acomodados dentro, con el puesto de merch enfrente de la barra acomodando las remeras. Había dos modelos: uno blanco referente a la gira latinoamericana, y otro en negro con la imagen de Budd Dwyer, el político estadounidense que luego de ser encontrado culpable de corrupción se suicidó en vivo y en directo ante las cámaras, el vestuario perfecto para usar a fin de año con la familia. Por otro lado sonaban de fondo clásicos que iban de Dead Kennedys a Christian Death, con videos de series animadas editados a la velocidad de la luz en una combinación francamente hipnotizante.

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Antes del plato principal de mugre tuvimos dos entradas como para ir calentando la noche, o lo más que se pudiera con los 30 grados que debían sentirse afuera. El primero de los dos fue Hueso, que pisó las tablas apenas pasadas las 20.00: el cuarteto formado en 2016 puede haber pasado por varios cambios de formación y hasta la muerte de su guitarrista Diego Gómez (quien fuera también miembro de Minoría Activa) en 2021 a manos del COVID-19, pero cuando el recital arranca con el cantante Enzo Cardozo (también encargado de las voces en Antes Que Todos Mueran) gritando la consigna “¡Ni dios, ni amo, ni patria!”, entonces se sabe que las piedras en el camino no ablandaron en ningún aspecto al grupo.

Lo de Hueso es pura violencia, borrando las fronteras entre el hardcore y el thrash metal con la combinación de los machaques de las seis cuerdas de Fabio Palmariello, el bajo pesado de Santiago Cichero y la máquina que es Gustavo Ruiz en la batería. Las canciones son cortas, pocas veces superando los dos minutos y nunca los tres, pero cada una es un escupitajo de odio contra la policía, el capitalismo, el neoliberalismo y cualquier otro sector del sistema. Y Enzo podrá haberse enojado que haya habido poco y nada de pogo entre el público (es la edad, el dolor de espalda y el usar anteojos, perdoname Enzo), pero entre la manera en la que gritaba cada línea y el sonido brutal de apenas tres instrumentos pegó en lo más profundo del alma, cerrando así una presentación de menos de media hora pero con poder como para varias más.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Sepultura en Barcelona: “Quadrivium Interruptus”

Menos de veinte minutos después salió a escena Medium, cuarteto que bien podría considerarse un supergrupo del under extremo argentino al reunir a Lucien Anello (Dead Rooster, ex Dragonauta) en voz y bajo, Sebastián Barrionuevo (The Killing, JesusMartyr, ex Avernal) y Federico Ramos Mejía (Avernal, Bloodfiend, The Killing) en guitarras, y con el baterista Ramiro Gutiérrez completando la formación. 

Mientras Hueso era una piña tras otra al estómago, la marcha de Medium es más parecida a la de una locomotora sin frenos, con sus riffs densos que le deben tanto a Motörhead como al primerísimo crust punk, al black metal de los noventas y al death clásico, con esos gritos guturales que pintan escenarios apocalípticos en cada sílaba. Serán un tanto parcos arriba del escenario, pero cualquier fan del metal extremo debería darle una chance al par de EPs que sacaron hasta el momento, porque son dos bombazos de metal extremo bien al palo, y verlos en vivo cuando puedan.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Defleshed – Grind over Matter (2022)

Luego de Medium, Uniclub fue llenándose rápidamente de punks de todos los tipos: pelados, peladas, con crestas de picos o tipo abanico, con remeras de bandas medianamente conocidas o con nombres que parecían salidos de una parodia de sitcom. Y no pasaría tanto tiempo hasta que se pudieran escuchar los primeros sonidos de la prueba de sonido de Discharge, que no se tomaron mucho esfuerzo para mantenerla tras bambalinas: alguno del público corrió un poco el telón del costado izquierdo, pudiendo ver no sólo al baterista Dave “Proper” Caution sino también a Tony “Bones” Roberts preparando la guitarra con un afinador electrónico. El guitarrista manejó la situación lo más bien, regalando un par de púas a la gente antes incluso que arrancara el recital, para más tarde continuar fijándose que el sensor del aparatito se pusiera en verde.

A las 21:45, las luces se apagaron, se corrió el telón, revelando un fondo con una bandera enorme con la tapa de End of Days (2016) y se empezaron a escuchar los primeros acordes y el bajo pesado de Roy “Rainy” Wainright en “The Blood Runs Red”, que al explotar también hizo estallar a la gente: cuerpos moviéndose de acá para allá, intentando no caerse entre los empujones y la falta de espacio donde hacer pie, y los que se alzaban entre el público para surfear entre la gente y llegar hasta el escenario. En medio de eso, muchos buscaban acompañar los gritos furibundos del estadounidense JJ Janiak detrás del micrófono, demostrando ser un reemplazo más que correcto para el histórico Cal Morris, algo que se repetiría en la siguientes “Fight Back” y “Hear Nothing, See Nothing, Say Nothing”.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Darkthrone – Astral Fortress (2022)

Tras esa seguidilla de canciones que acumularon no más de cinco minutos, JJ se aseguró que la gente no se terminara lastimando (“¡La seguridad es lo primero!”, como bien dijo). Tras el canto de “Olé olé olé olé, Dischaaaaaaaarge Dischaaaaaaaarge”, que los músicos buscaron acompañar con sus instrumentos, el cantante anunció el clasicazo “The Nightmare Continues”, al que acompañarían con “A Look at Tomorrow”, al final de la cual JJ preguntaría quién había perdido una zapatilla que había terminado arriba del escenario. La pérdida de calzado volvería luego de otra seguidilla con “The End”, “A Hell on Earth”, “Cries of Help” y “Ain’t No Feeble Bastard”, con el cantante asegurando que estaba seguro de que era la misma zapatilla.

Más allá de esa clase de incidentes, Discharge eran una máquina de riffs, solos motörheadianos y el famosísimo “d-beat”, que puede que la banda no lo haya necesariamente inventado pero que ciertamente fueran los primeros en hacerlo una parte esencial de su sonido de punk metal. Otros bombazos como “Corpse of Decadence” y “Hatebomb” seguirían marcando lo ajustada que sonaba la banda a pesar de toda la suciedad punk que cubre su sonido, y también seguirían las interacciones del público: un punk queriendo subirse al escenario agarrando el retorno del guitarrista Tezz Roberts, otro punk que debería retocarse el símbolo de prohibido que rodeaba a la esvástica que tenía tatuada en el brazo trepándose por un costado y tirándose al público antes que los de seguridad lo vieran, entre otras cosas.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Megadeth – The Sick, the Dying… and the Dead! (2022)

“State Violence State Control”, “Realities of War” y “Decontrol” cerrarían la primera parte de la presentación de Discharge, con la banda retirándose del escenario para darse un respiro de dos minutos, regresando para quemar sus últimos cartuchos. Estos vendrían con la slayeriana “Accesories by Molotov” (¿La influencia tomando del influenciado?), “War is Hell”, “War’s No Fairytale” (donde JJ tuvo problemas con su micrófono y tomó prestado el de Tezz), “You Deserve Me” y el final con “The Possibility of Life’s Destruction”, con la gente ya completamente exhausta pero volviendo al “Olé olé olé” para darle ya el punto final al recital.

Desde la salida de Hear Nothing See Nothing Say Nothing, son incontables la cantidad de bandas que se vieron influenciadas por Discharge: gente tan disímil como HellHammer (y por extensión Celtic Frost), Metallica, Napalm Death y Anthrax no habrían sido lo mismo sin aquellos 28 minutos de furia y paranoia nuclear contenidos en vinilo. Está claro que el resto de la discografía de estos británicos va a vivir a la sombra de aquel primer LP (sobre todo después del error que fue Grave New World de 1986), pero esto no desanima a estos punks de negro, que siguen adelante peleándole a la vida como demostraron en este tremendo concierto de poco más de una hora. Que continúen así, que nafta les sobra.

Fotografías por Fernando Serani, gentileza Metal Eye Witness
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Discharge en Buenos Aires: “Ni Dios ni patria, pero amos del D-Beat”
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Es increíble pensar que Discharge se tardaran tanto tiempo en hacer una gira por Latinoamérica: con excepción de un lejano doblete de presentaciones en Brasil en el Hangar 110 de San Pablo en 2004, los punks apocalípticos de Stoke-On-Trent no habían tocado al sur del Río Grande en sus décadas de carrera. Pero 2022 no sería sólo el año del 40º aniversario de Hear Nothing See Nothing Say Nothing, el álbum que no sólo marcó su carrera sino también a todo un género musical, sino que también sería cuando se saldaría esa deuda, con una gira que arrancó en el festival Rock al Parque de Colombia el 3 de diciembre y que cuatro días después los tendría en tierras argentinas tocando en Uniclub. ¿Y qué mejor ambientación que los alrededores del Abasto apestando a basura acumulada en medio de una ola de calor símil explosión nuclear?

Hacia las 19:20 se podía ver a grupos grandes de punks y metaleros comprando cerveza en los supermercados cercanos y un par ya acomodados dentro, con el puesto de merch enfrente de la barra acomodando las remeras. Había dos modelos: uno blanco referente a la gira latinoamericana, y otro en negro con la imagen de Budd Dwyer, el político estadounidense que luego de ser encontrado culpable de corrupción se suicidó en vivo y en directo ante las cámaras, el vestuario perfecto para usar a fin de año con la familia. Por otro lado sonaban de fondo clásicos que iban de Dead Kennedys a Christian Death, con videos de series animadas editados a la velocidad de la luz en una combinación francamente hipnotizante.

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Lo de Hueso es pura violencia, borrando las fronteras entre el hardcore y el thrash metal con la combinación de los machaques de las seis cuerdas de Fabio Palmariello, el bajo pesado de Santiago Cichero y la máquina que es Gustavo Ruiz en la batería. Las canciones son cortas, pocas veces superando los dos minutos y nunca los tres, pero cada una es un escupitajo de odio contra la policía, el capitalismo, el neoliberalismo y cualquier otro sector del sistema. Y Enzo podrá haberse enojado que haya habido poco y nada de pogo entre el público (es la edad, el dolor de espalda y el usar anteojos, perdoname Enzo), pero entre la manera en la que gritaba cada línea y el sonido brutal de apenas tres instrumentos pegó en lo más profundo del alma, cerrando así una presentación de menos de media hora pero con poder como para varias más.

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Menos de veinte minutos después salió a escena Medium, cuarteto que bien podría considerarse un supergrupo del under extremo argentino al reunir a Lucien Anello (Dead Rooster, ex Dragonauta) en voz y bajo, Sebastián Barrionuevo (The Killing, JesusMartyr, ex Avernal) y Federico Ramos Mejía (Avernal, Bloodfiend, The Killing) en guitarras, y con el baterista Ramiro Gutiérrez completando la formación. 

Mientras Hueso era una piña tras otra al estómago, la marcha de Medium es más parecida a la de una locomotora sin frenos, con sus riffs densos que le deben tanto a Motörhead como al primerísimo crust punk, al black metal de los noventas y al death clásico, con esos gritos guturales que pintan escenarios apocalípticos en cada sílaba. Serán un tanto parcos arriba del escenario, pero cualquier fan del metal extremo debería darle una chance al par de EPs que sacaron hasta el momento, porque son dos bombazos de metal extremo bien al palo, y verlos en vivo cuando puedan.

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Luego de Medium, Uniclub fue llenándose rápidamente de punks de todos los tipos: pelados, peladas, con crestas de picos o tipo abanico, con remeras de bandas medianamente conocidas o con nombres que parecían salidos de una parodia de sitcom. Y no pasaría tanto tiempo hasta que se pudieran escuchar los primeros sonidos de la prueba de sonido de Discharge, que no se tomaron mucho esfuerzo para mantenerla tras bambalinas: alguno del público corrió un poco el telón del costado izquierdo, pudiendo ver no sólo al baterista Dave “Proper” Caution sino también a Tony “Bones” Roberts preparando la guitarra con un afinador electrónico. El guitarrista manejó la situación lo más bien, regalando un par de púas a la gente antes incluso que arrancara el recital, para más tarde continuar fijándose que el sensor del aparatito se pusiera en verde.

A las 21:45, las luces se apagaron, se corrió el telón, revelando un fondo con una bandera enorme con la tapa de End of Days (2016) y se empezaron a escuchar los primeros acordes y el bajo pesado de Roy “Rainy” Wainright en “The Blood Runs Red”, que al explotar también hizo estallar a la gente: cuerpos moviéndose de acá para allá, intentando no caerse entre los empujones y la falta de espacio donde hacer pie, y los que se alzaban entre el público para surfear entre la gente y llegar hasta el escenario. En medio de eso, muchos buscaban acompañar los gritos furibundos del estadounidense JJ Janiak detrás del micrófono, demostrando ser un reemplazo más que correcto para el histórico Cal Morris, algo que se repetiría en la siguientes “Fight Back” y “Hear Nothing, See Nothing, Say Nothing”.

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Más allá de esa clase de incidentes, Discharge eran una máquina de riffs, solos motörheadianos y el famosísimo “d-beat”, que puede que la banda no lo haya necesariamente inventado pero que ciertamente fueran los primeros en hacerlo una parte esencial de su sonido de punk metal. Otros bombazos como “Corpse of Decadence” y “Hatebomb” seguirían marcando lo ajustada que sonaba la banda a pesar de toda la suciedad punk que cubre su sonido, y también seguirían las interacciones del público: un punk queriendo subirse al escenario agarrando el retorno del guitarrista Tezz Roberts, otro punk que debería retocarse el símbolo de prohibido que rodeaba a la esvástica que tenía tatuada en el brazo trepándose por un costado y tirándose al público antes que los de seguridad lo vieran, entre otras cosas.

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Desde la salida de Hear Nothing See Nothing Say Nothing, son incontables la cantidad de bandas que se vieron influenciadas por Discharge: gente tan disímil como HellHammer (y por extensión Celtic Frost), Metallica, Napalm Death y Anthrax no habrían sido lo mismo sin aquellos 28 minutos de furia y paranoia nuclear contenidos en vinilo. Está claro que el resto de la discografía de estos británicos va a vivir a la sombra de aquel primer LP (sobre todo después del error que fue Grave New World de 1986), pero esto no desanima a estos punks de negro, que siguen adelante peleándole a la vida como demostraron en este tremendo concierto de poco más de una hora. Que continúen así, que nafta les sobra.

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