

Lucifer, la formación liderada por Johanna Sadonis, volvía a Catalunya después de siete años, cuando pasó junto a los maestros Paradise Lost por la Salamandra de L’Hospitalet de Llobregat presentando su nuevo proyecto tras la disolución de su anterior banda, The Oath. Esta vez, con una alineación totalmente renovada tras establecerse en Suecia, desde su unión con Nicke Andersson (Entombed), aunque sin la presencia del multi-instrumentista sueco por compromisos ineludibles con The Hellacopters.
Sorpresivamente, la banda radicada en Estocolmo no actuaba esa noche en el Primavera Sound junto a Ghost, a los que están acompañando por media Europa, ya sea por no estar invitados al macro festival, o por propia elección lo hacían en la coqueta sala Upload, con sus baldosas blancas y negras, tal que tablero de ajedrez, y sus tres niveles de altura que ayudan muy mucho a una mejor visión general del escenario.
Iniciaron su show con el tema estrella de su Lucifer III (2020) “Ghosts”, tras el sonido pregrabado de un estruendoso trueno bajo unas luces rojizas con las estridentes guitarras Linus Björklund y Martin Nordin, en la banda de este 2018 en un cara a cara cruzando sus miradas, junto a un no menos sonriente Harald Göthblad al bajo, mostrándose así, el buen ambiente reinante en el seno del quinteto. La jefa Johanna Sadonis se agacha para remojar la garganta durante los riffs iniciales de la retro “Midnight Phantom”, otro corte de su tercer álbum, que contiene reminiscencias al “In A Gadda da Vida” de Iron Butterfly, llena de notables giros, pero poco apreciables debido a un ensordecedor volumen que in crescendo canción a canción, ahogando la excepcional voz de la rubia vocalista en un mar de decibelios, a pesar de todo ello, los aplausos fueron igual de atronadores.
Siguieron con esos acordes rollo Slayer que se transforman en un caliente estribillo que posee “Crucifix (I Burn for You)”, aunque para crucifijos los que luce Johanna, con el colgante que cae sobre su pecho, como en la transparencia que conforma la parte posterior de su negro vestido. Antes de entrar con la melódica “Leather Demon”, Johanna presenta al que ha llegado para sustituir temporalmente a Andersson por nueve fechas, el batería de los rock setenteros suecos Svartanatt, Daniel Heaster, al que lo califica como La Bestia. La siguiente en desenterrar será su nuevo single, la contundente y hard rockera “A Coffin Has No Silver Lining” que se supone ira incluida en un futuro Lucifer V. Otra con temática de féretros es la siniestra “Coffin Fever”, con unos riffs muy Sabbathicos, o de unos Pentagram más bien.
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Johanna nos presenta al guitarra Martin Nordin (Dead Lord) al inicio de “Mausoleum”, tema que no cuenta en directo con el órgano introductorio que encontramos en Lucifer IV, durante este Linus hará de la suyas frente a su amplificador Orange, con acople final incluido. La tortura auditiva continúa con “Archangel of Death”, y con ese mejunje guitarrero plagado de punteos y delays llamado “California Son” que abre su Lucifer II (2018). Con “Dreamer”, también de ese segundo álbum en que se inicia la dupla Sadonis-Ardensson es la elegida para los bises de cierre, en el que Johanna pregunta que canción nos gustaría escuchar, a pesar de que ya está debidamente programada cual va ser la siguiente pieza en arder. La siguiente, Johanna la presenta como una que gira entorno a Linus, y que no es otra que “Bring me His Head” durante la cual la alemana señalará repetidamente al guitarra,al que incluso llegará a agarrar del pelo. Final ya totalmente desmadejado para “Reaper on Your Wheels”, con tanto Linus, como Johanna en la tarima central acercándose a los mortales, con la vocalista dándole a la pandereta, la pareja sosteniendo las guitarras inclinadas al unísono, y con el bajista acabando por los suelos, provocando un aplauso enardecido, lleno de entusiasmo.
A pesar, de que tan solo llevaban una hora clavada de actuación, no más, ni “Abracadabra”, ni ninguna de las pertenecientes al primer disco junto a Gary Jennings (Cathedral, Acid Reign). Veremos si en el futuro vuelven a incorporar algún tema de este, o si quedará relegado, muerto y enterrado. Al final, como no puede ser de otra manera, disparidad de opiniones respecto a lo visto y oído, en general buen concierto, pero con desequilibrante exceso de instrumentos de cuerda en detrimento de la voz, al menos así lo apreciamos los que estábamos a pie de escenario, en el más bajo de los escalafones, en rangos superiores dicen que la cosa varió sustancialmente.


Lucifer, la formación liderada por Johanna Sadonis, volvía a Catalunya después de siete años, cuando pasó junto a los maestros Paradise Lost por la Salamandra de L’Hospitalet de Llobregat presentando su nuevo proyecto tras la disolución de su anterior banda, The Oath. Esta vez, con una alineación totalmente renovada tras establecerse en Suecia, desde su unión con Nicke Andersson (Entombed), aunque sin la presencia del multi-instrumentista sueco por compromisos ineludibles con The Hellacopters.
Sorpresivamente, la banda radicada en Estocolmo no actuaba esa noche en el Primavera Sound junto a Ghost, a los que están acompañando por media Europa, ya sea por no estar invitados al macro festival, o por propia elección lo hacían en la coqueta sala Upload, con sus baldosas blancas y negras, tal que tablero de ajedrez, y sus tres niveles de altura que ayudan muy mucho a una mejor visión general del escenario.
Iniciaron su show con el tema estrella de su Lucifer III (2020) “Ghosts”, tras el sonido pregrabado de un estruendoso trueno bajo unas luces rojizas con las estridentes guitarras Linus Björklund y Martin Nordin, en la banda de este 2018 en un cara a cara cruzando sus miradas, junto a un no menos sonriente Harald Göthblad al bajo, mostrándose así, el buen ambiente reinante en el seno del quinteto. La jefa Johanna Sadonis se agacha para remojar la garganta durante los riffs iniciales de la retro “Midnight Phantom”, otro corte de su tercer álbum, que contiene reminiscencias al “In A Gadda da Vida” de Iron Butterfly, llena de notables giros, pero poco apreciables debido a un ensordecedor volumen que in crescendo canción a canción, ahogando la excepcional voz de la rubia vocalista en un mar de decibelios, a pesar de todo ello, los aplausos fueron igual de atronadores.
Siguieron con esos acordes rollo Slayer que se transforman en un caliente estribillo que posee “Crucifix (I Burn for You)”, aunque para crucifijos los que luce Johanna, con el colgante que cae sobre su pecho, como en la transparencia que conforma la parte posterior de su negro vestido. Antes de entrar con la melódica “Leather Demon”, Johanna presenta al que ha llegado para sustituir temporalmente a Andersson por nueve fechas, el batería de los rock setenteros suecos Svartanatt, Daniel Heaster, al que lo califica como La Bestia. La siguiente en desenterrar será su nuevo single, la contundente y hard rockera “A Coffin Has No Silver Lining” que se supone ira incluida en un futuro Lucifer V. Otra con temática de féretros es la siniestra “Coffin Fever”, con unos riffs muy Sabbathicos, o de unos Pentagram más bien.
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Johanna nos presenta al guitarra Martin Nordin (Dead Lord) al inicio de “Mausoleum”, tema que no cuenta en directo con el órgano introductorio que encontramos en Lucifer IV, durante este Linus hará de la suyas frente a su amplificador Orange, con acople final incluido. La tortura auditiva continúa con “Archangel of Death”, y con ese mejunje guitarrero plagado de punteos y delays llamado “California Son” que abre su Lucifer II (2018). Con “Dreamer”, también de ese segundo álbum en que se inicia la dupla Sadonis-Ardensson es la elegida para los bises de cierre, en el que Johanna pregunta que canción nos gustaría escuchar, a pesar de que ya está debidamente programada cual va ser la siguiente pieza en arder. La siguiente, Johanna la presenta como una que gira entorno a Linus, y que no es otra que “Bring me His Head” durante la cual la alemana señalará repetidamente al guitarra,al que incluso llegará a agarrar del pelo. Final ya totalmente desmadejado para “Reaper on Your Wheels”, con tanto Linus, como Johanna en la tarima central acercándose a los mortales, con la vocalista dándole a la pandereta, la pareja sosteniendo las guitarras inclinadas al unísono, y con el bajista acabando por los suelos, provocando un aplauso enardecido, lleno de entusiasmo.
A pesar, de que tan solo llevaban una hora clavada de actuación, no más, ni “Abracadabra”, ni ninguna de las pertenecientes al primer disco junto a Gary Jennings (Cathedral, Acid Reign). Veremos si en el futuro vuelven a incorporar algún tema de este, o si quedará relegado, muerto y enterrado. Al final, como no puede ser de otra manera, disparidad de opiniones respecto a lo visto y oído, en general buen concierto, pero con desequilibrante exceso de instrumentos de cuerda en detrimento de la voz, al menos así lo apreciamos los que estábamos a pie de escenario, en el más bajo de los escalafones, en rangos superiores dicen que la cosa varió sustancialmente.