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Persefone en Buenos Aires: “Death metal espiritual”
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Andorra es uno de esos microestados que sólo pueden haber sido producto del milenio y medio de guerras, tratados, conquistas y reconquistas que sucedieron a la caída del Imperio Romano de Occidente. Este país de 482 km² puede llegar a compararse con Suiza, otro país rodeado por vecinos mucho más grandes y poderosos que han sido una gran influencia en su propia cultura y con una forma de gobierno bastante particular, pero cuya situación geográfica le permite mantener cierto aislamiento y hasta ser usado para evadir impuestos. A diferencia de Suiza, cuyos 8,7 millones de habitantes lo ponen casi a la par de titanes de la música como Suecia y superan a otros como Finlandia, Andorra siempre se verá limitada por su población de apenas 80.000 habitantes, incluso teniendo la capital más chica de Europa que no es una ciudad estado.

Sin embargo, no hay que subestimar a un país sólo por tener una población muy baja, algo que se puede comprobar viendo el caso de las islas Feroe: menos habitadas y todavía más aisladas que Andorra por el simple hecho de ser un archipiélago en el norte de Europa, y aun así lograron tener a una banda como Týr, un grupo más que respetado en el panorama de la música pesada internacional. Así que no era imposible para Andorra tener algún artista metalero con reconocimiento por fuera de sus fronteras, y a principios de la década del 2000 (casi a la par con los feroeses) lo lograron con la aparición de Persefone

Durante veinte años, este sexteto oriundo de Andorra La Vella lanzó cinco álbumes y una regrabación de su debut a través de una variedad de sellos franceses y japoneses, hasta que en 2021 anunciaron contrato con el sello austríaco Napalm Records, siendo por lejos el grupo más popular que haya salida de su país. Por suerte, el atractivo por parte de Persefone no se limita a lo particular de sus orígenes, siendo que al escuchar su álbum Metanoia, editado en 2022, está claro que la banda tiene muy en claro su combinación de metal progresivo y death metal, además de un control virtuoso de sus instrumentos sin caer en el exceso por el exceso mismo. Y estar en un sello grande les ha dado un par de oportunidades, entre ellas su primera gira por Latinoamérica, donde no habían tocado con excepción de un recital en México en 2018.

Titulado Salto de Fe Tour, la gira arrancó en Costa Rica con una presentación como teloneros de Opeth, y en la séptima fecha de la gira los pudimos tener acá en Buenos Aires, Argentina, tocando en Uniclub el 2 de marzo, luego de un cambio de ubicación tras primero anunciar que iban a tocar en el Roxy. Esta se suma a la gran cantidad de recitales que tuvimos últimamente por parte de bandas que nunca se nos hubiera pasado por la cabeza que llegarían a visitar estos lares, y por eso no me queda otra que felicitar a los trabajadores de Heresy Media por hacer esto posible.

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Hacia las 19:30, el campo iluminado con luz negra de Uniclub estaba un tanto “despoblado”, a falta de un mejor término, siendo que se contaba una veintena de personas. Con la ola de calor que estaba viviendo la ciudad y el hecho de que fuera un jueves, no podría culpar a la gente si prefiriera llegar más tarde o ver sólo a la banda principal, a pesar de todo. Pero para los que pudieron llegar temprano y a los demás que se sumaron justo cuando salieron, a las 19:45 pudimos comenzar a ver la presentación de Inorganic, los primeros teloneros de la noche.

Inorganic es una banda que reúne a varios miembros de grupos de la escena extrema nacional, teniendo a un veterano detrás de las voces como Hernán Alzamora, eterno cantante de Zoofilia, de los pioneros del death metal en Argentina. Lo de Inorganic es un death metal extremadamente denso, por momentos llegando a momentos disonantes a lo Gorguts, algo que va de la mano con sus letras mezclando temáticas cósmicas con teorías de conspiración, como se pudo escuchar en canciones como “H.A.A.R.P” y “Black Sun Atum”

A pesar de que en los primeros minutos el sonido estaba lejos de ser el ideal las cosas se fueron acomodando poco a poco, pudiendo apreciar bastante bien la técnica de la banda, teniendo a una dupla mortal de guitarristas como Ale Russo (Wolves’ Winter) y el recientemente llegado Sebastián Pereyra (Polución Social) y una base sólida con el bajista Ramón Ruíz y el baterista Fernando Matías (Wolves’ Winter). Alzamora tiene el sentido del espectáculo a flor de piel, con su manera de interpretar las canciones y cómo miraba a las cámaras de los fotógrafos, dando como resultado un buen set por parte de estos cinco músicos de la violencia.

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Quince minutos después salió a escena Catacomb, arrancando el set con “The Origin of Evil” y más tarde dando una mezcla de canciones tomadas de su debut Unavoidable Internal Process (2019) con algo de material nuevo. En muchos lugares aparecen descritos como “death metal técnico”, y ciertamente las composiciones de este cuarteto ponen un énfasis importante en la complejidad tanto en los riffs como en los ritmos, pero por suerte hay una búsqueda más allá de querer crear una bola de notas y repiqueteos de batería con un par de voces guturales encima, teniendo cambios de ritmo y atmósferas, bajos pesados, guitarras con riffs definidos y baterías que hacen algo más que repetir blast beats.

Claro que hay instancias aptas para el mosh violento, como en la brutal “Acceptance”, pero incluso ahí hay un acercamiento cerebral a la composición que la logra trasladar bien al vivo, con una performance milimétricamente precisa al tocar incluso en los momentos más disonantes y raros: acá ciertamente ayuda que ambos teloneros hayan podido usar el mismo espacio de batería que la banda principal y no verse amontonados en la mitad del escenario, algo siempre loable en estas presentaciones. Cerrando con “Where The Numbers End”, Catacomb se fueron con aplausos de por medio, y con ganas personales de que puedan tener lo antes posible su material en la calle.

Tras poco más de media hora de espera y con un Uniclub con una ocupación lejos de ser total pero dentro de todo respetable para un grupo que debutaba en estas tierras, comenzó a sonar una intro y pudimos ver por fin a las estrellas de la noche Persefone. Cabe aclarar un detalle, y es el hecho de que la banda hizo esta serie de recitales latinoamericanos con una formación modificada, debido a que el bajista Toni Mestre Coy, uno de los dos miembros fundadores que continúan en la banda, no pudo ser de la partida por cuestiones personales: en vez de reemplazarlo con un músico de sesión, Persefone se vienen presentando como un quinteto, asumo que con las pistas pregrabadas de Toni. 

Este no fue el único cambio, siendo que tampoco pudo venir el cantante Marc Martins Pia. Como sería más extraño andar sin cantante que sin bajista, su puesto estuvo cubierto por el español Daniel “Dani” Rodríguez Flys, quien hizo un muy buen trabajo supliendo a Pia en las voces podridas, y lo mismo se puede decir del resto en cuanto a adaptarse a este nuevo formato, ya desde el comienzo con el doblete de la introducción “Flying Sea Dragons” y el verdadero inicio con “Mind As Universe”, con el tremendo Sergi Verdeguer destrozando la batería con esos ritmos hasta thrasheros y la dupla de Carlos Lozano y Filipe Baldaia dando cátedra detrás de las seis cuerdas: incluso si uno no tiene idea de cómo tocar la guitarra, debe ser un espectáculo ver a estos dos escupiendo estos riffs alienígenas como si no fueran nada.

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Los ritmos trabados de la siguiente “Stillness is Timeless” sirvieron para mostrar la virtuosidad de esta gente, con una técnica ultra pulida pero no por eso robótica. Y en este punto hay que decir que Dani, que animaba al público con sus “¿¡Estáis listos!?”, no era el único que se destacaba dejándose la garganta arriba del escenario, siendo que también hay que señalar la labor de Miguel Espinosa: incluso en el mundo del metal progresivo la labor de los tecladistas suele verse muchas veces subestimada, pero lo del español es esencial para el sonido de Persefone, sea con sus colchones de sintetizadores o al momento de sus solos, además de la tarea mucho más obvia de encargarse de las voces limpias.

“Somos Persefone, una banda de un país muy pequeño llamado Andorra”, decía Dani antes de dar paso a “Prison Skin”, con esa introducción de teclados que muestra el valor de Espinosa en su espacio en la parte trasera del escenario y una vorágine de riffs. La atmósfera cambió bastante con “Merkabah”, donde Dani le pide a la gente que saque los celulares para iluminar durante la intro de voces limpias y guitarra acústica, de corte casi meditativo, que contrasta con “The Great Reality”, con una avalancha de doble bombo y voces rasgadas.

El resto del recital se destacó por el buen sonido y por una lista de canciones que se apoyó sobre todo en los álbumes Asthma (2017) y Spiritual Migration (2013), con apenas dos canciones de Metanoia y una de Shin-Ken (2009): esta selección se me hizo bastante extraña, considerando que Metanoia es su material más reciente (el tour toma su nombre de un instrumental del álbum) y uno pensaría que vendrían a presentarlo, pero puede que al ser la primera vez que bajaban hasta esta zona quisieran tomar más de su material “clásico”. Personalmente me hubiera gustado ver más del último lanzamiento, pero las canciones que estuvieron siguieron siendo un bombazo de técnica y brutalidad.

Como para destacar un par de momentos específicos, Dani pidió un aplauso para todos los teloneros y para Heresy antes de dar comienzo a “Living Waves”, con la gente cantando el clásico “Olé olé”, mientras que “Katabasis” volvió a confirmar la habilidad de Sergi Verdeguer tras los parches. Por otro lado, “Fall to Rise” aprovechó la rivalidad eterna para comparar al público con el brasileño y animar el pogo que se armó durante la canción. Para el final tendríamos “Aathma: Part III”, donde se daría el momento más espectacular de la noche: tras un cambio rápido de la guitarra de Filipe Baldaia, tuvimos a los dos guitarristas tocando en medio del público al lado del escenario, con la gente rodeándolos y teniendo esta muestra de virtuosismo a apenas unos centímetros, encima para una de las canciones más brutales.

Tras el final de la canción y de fondo sonando la cuarta parte de esa suite progresiva, Persefone se retiraron del escenario. Muchos del público se quedaron porque seguramente habían leído que habría un bis con la canción “The Majestic of Gaia” como en los otros festivales, pero cuando los encargados de la seguridad pidieron a la gente que se retirara se dieron cuenta de que ese de verdad era el fin. ¿Habrá sido por la demora que se fue acumulando entre las presentaciones de los teloneros?

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Andorra es uno de esos microestados que sólo pueden haber sido producto del milenio y medio de guerras, tratados, conquistas y reconquistas que sucedieron a la caída del Imperio Romano de Occidente. Este país de 482 km² puede llegar a compararse con Suiza, otro país rodeado por vecinos mucho más grandes y poderosos que han sido una gran influencia en su propia cultura y con una forma de gobierno bastante particular, pero cuya situación geográfica le permite mantener cierto aislamiento y hasta ser usado para evadir impuestos. A diferencia de Suiza, cuyos 8,7 millones de habitantes lo ponen casi a la par de titanes de la música como Suecia y superan a otros como Finlandia, Andorra siempre se verá limitada por su población de apenas 80.000 habitantes, incluso teniendo la capital más chica de Europa que no es una ciudad estado.

Sin embargo, no hay que subestimar a un país sólo por tener una población muy baja, algo que se puede comprobar viendo el caso de las islas Feroe: menos habitadas y todavía más aisladas que Andorra por el simple hecho de ser un archipiélago en el norte de Europa, y aun así lograron tener a una banda como Týr, un grupo más que respetado en el panorama de la música pesada internacional. Así que no era imposible para Andorra tener algún artista metalero con reconocimiento por fuera de sus fronteras, y a principios de la década del 2000 (casi a la par con los feroeses) lo lograron con la aparición de Persefone

Durante veinte años, este sexteto oriundo de Andorra La Vella lanzó cinco álbumes y una regrabación de su debut a través de una variedad de sellos franceses y japoneses, hasta que en 2021 anunciaron contrato con el sello austríaco Napalm Records, siendo por lejos el grupo más popular que haya salida de su país. Por suerte, el atractivo por parte de Persefone no se limita a lo particular de sus orígenes, siendo que al escuchar su álbum Metanoia, editado en 2022, está claro que la banda tiene muy en claro su combinación de metal progresivo y death metal, además de un control virtuoso de sus instrumentos sin caer en el exceso por el exceso mismo. Y estar en un sello grande les ha dado un par de oportunidades, entre ellas su primera gira por Latinoamérica, donde no habían tocado con excepción de un recital en México en 2018.

Titulado Salto de Fe Tour, la gira arrancó en Costa Rica con una presentación como teloneros de Opeth, y en la séptima fecha de la gira los pudimos tener acá en Buenos Aires, Argentina, tocando en Uniclub el 2 de marzo, luego de un cambio de ubicación tras primero anunciar que iban a tocar en el Roxy. Esta se suma a la gran cantidad de recitales que tuvimos últimamente por parte de bandas que nunca se nos hubiera pasado por la cabeza que llegarían a visitar estos lares, y por eso no me queda otra que felicitar a los trabajadores de Heresy Media por hacer esto posible.

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Inorganic es una banda que reúne a varios miembros de grupos de la escena extrema nacional, teniendo a un veterano detrás de las voces como Hernán Alzamora, eterno cantante de Zoofilia, de los pioneros del death metal en Argentina. Lo de Inorganic es un death metal extremadamente denso, por momentos llegando a momentos disonantes a lo Gorguts, algo que va de la mano con sus letras mezclando temáticas cósmicas con teorías de conspiración, como se pudo escuchar en canciones como “H.A.A.R.P” y “Black Sun Atum”

A pesar de que en los primeros minutos el sonido estaba lejos de ser el ideal las cosas se fueron acomodando poco a poco, pudiendo apreciar bastante bien la técnica de la banda, teniendo a una dupla mortal de guitarristas como Ale Russo (Wolves’ Winter) y el recientemente llegado Sebastián Pereyra (Polución Social) y una base sólida con el bajista Ramón Ruíz y el baterista Fernando Matías (Wolves’ Winter). Alzamora tiene el sentido del espectáculo a flor de piel, con su manera de interpretar las canciones y cómo miraba a las cámaras de los fotógrafos, dando como resultado un buen set por parte de estos cinco músicos de la violencia.

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“Somos Persefone, una banda de un país muy pequeño llamado Andorra”, decía Dani antes de dar paso a “Prison Skin”, con esa introducción de teclados que muestra el valor de Espinosa en su espacio en la parte trasera del escenario y una vorágine de riffs. La atmósfera cambió bastante con “Merkabah”, donde Dani le pide a la gente que saque los celulares para iluminar durante la intro de voces limpias y guitarra acústica, de corte casi meditativo, que contrasta con “The Great Reality”, con una avalancha de doble bombo y voces rasgadas.

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